lunes, 17 de octubre de 2011

Filosofía aquí y ahora II. José Pablo Feinmann. Encuentro 4: El ser-para-la-muerte





Sumario


1 ¿Cuál es la importancia del tema de la muerte en la obra de Heidegger?
2 ¿Por qué existe la muerte para el Dasein?
3 ¿En qué sentido la muerte implica dejar de ser?
4 ¿Qué significa que la muerte sea una inminencia?


1 ¿Cuál es la importancia del tema de la muerte en la obra de Heidegger?

Venimos hablando de Heidegger y vamos a repasar algunas cosas. En verdad Heidegger lo hace muy habitualmente e incluso, cuando incursiona en repeticiones en sus libros, dice: “aquello que se repite se piensa dos veces”. Así que vamos a pensar dos veces algunas de las cosas que dijimos.


El repaso fundamental es que el Dasein es el ser-ahí, es ese ser que está ahí, arrojado en el mundo. No hay, como en el idealismo filosófico, un sujeto por un lado y un objeto por otro lado. Hay un ser-ahí (aquí la cosa cognoscitiva, conciencial, subjetiva, no tiene ninguna importancia), es existencial, el Dasein es un ente existencial que está arrojado al mundo. ¿Por qué está arrojado al mundo? Porque está arrojado hacia sus posibles. El Dasein, entonces, no es realidad como es realidad un árbol, una piedra o un volcán, el Dasein es posibilidad. No es realidad, es posibilidad. Está arrojado hacia sus posibles. 


Dentro de estos posibles, habíamos visto, que hay un posible que le es posible a todos los posibles. (Bueno, estas son cosas de la jerga filosófica que ya paso a aclarar). Nosotros tenemos muchos posibles, pero hay un posible que habita todos los posibles y es la posibilidad de morir. En cada una de mis posibilidades yo puedo morir. Es cierto que, alguno de ustedes dirá –y con mucha razón- que el hombre no es sólo ser-para-la-muerte, es ser para la vida porque empezó viviendo. Pero eso no es lo que analiza Heidegger. Que el hombre empiece viviendo, efectivamente es así, el hombre cae en un mundo, todos hemos caído en un mundo y nos lo encontramos ya bastante constituido. Hemos caído viviendo, pero no bien hemos caído en este mundo hemos sido seres-ahí, Dasein, hemos estado arrojados en el mundo.


Ahora, este ente que es el Dasein, el ser-ahí, tiene una especial particularidad que lo diferencia de todos los otros entes. Este ente es el que se pregunta por el ser. “Ser y tiempo” es un libro que se presenta a sí mismo diciendo “este libro se va a preguntar por el ser”, el paso siguiente que hace Heidegger es decir cuál es el ente que se pregunta por el ser o, al menos, dónde está la pregunta por el ser. Y aquí encuentra el ser-ahí, al hombre. Pero no al Hombre universal, sino a cada uno de nosotros, al hombre individual, al hombre irrepetible, que se angustia él, el que sólo puede morir por sí mismo. 


Entonces, este hombre es el que se pregunta por el ser. El ser-ahí –dice Heidegger-, es el ahí del ser. Porque ahí, en el ser-ahí, la pregunta por el ser viene al mundo. Es decir, si hay pregunta por el ser es porque hay Dasein. No es porque hay vacas, terneros, langostas o cigüeñas, lo que quieran; es porque hay hombres en el mundo que la pregunta por el ser existe porque son los hombres los que se preguntan qué es esto, qué es todo esto.


Si Heidegger habla tanto de la muerte, esto revela el momento en el cual fue escrito “Ser y tiempo”. “Ser y tiempo” se publica en 1927, es un momento muy sombrío en Alemania, un momento pleno de presagios, gobierna la social democracia con la Constitución de la República de Weimar, está el anciano mariscal Hindenburg que no se sabe muy bien para qué lado va a tomar, hay un poder comunista muy grande que aterroriza mucho a la pequeña burguesía alemana y a este poder de “la ola roja” los alemanes le temen mucho. También hay un partido y un personaje al frente de este partido, pero al que Heidegger en “Ser y tiempo” pareciera ignorar. Es un momento oscuro en el cual el cine del expresionismo lo expresa muy plenamente. Por ejemplo hay películas –formidables películas- como “El gabinete del Dr. Caligari”, como “M, el Vampiro Negro”, como “Metrópoli” que están expresando este momento sombrío del expresionismo. Si ustedes han visto una película de Woody Allen –muy poco vista- que se llama “Sombras y niebla” ahí Woody Allen recrea la estética del expresionismo. E incluso, si han visto las películas del cine negro norteamericano ahí genialmente está recreada la estética del expresionismo. Son sombras, cine negro, nada de color, pedazos de sombras, luces, etc.


En “El gabinete del Dr. Caligari”, Caligari es un personaje bizarro, un poco excéntrico, que tiene una especie de zombi siniestro que se llama “Cesare”. Vamos a ver quién le pregunta algo a “Cesare” y qué responde terroríficamente “Cesare”.


2 ¿Por qué existe la muerte para el Dasein?


Usted conoce a Cesare. Cesare lo hace el gran actor alemán Conrad Veidt. Conrad Veidt es el que hace el nazi de Casa Blanca, el que Henry Bogart mata en el aeropuerto. De modo que acá, como el nazi de Casa Blanca, lo vamos a identificar. El Dr. Caligari dice: “háganle preguntas a Cesare”. Alguien -digamos que ha tomado unas cuantas cervezas lo cual es habitual entre los alemanes-, alguien le pregunta medio en broma: ¿hasta cuándo viviré? Y Cesare le responde: “hasta mañana a la mañana”. El terror de este hombre es inenarrable porque todos piensan que alguna vez van a morir, todos dicen: “sí, el hombre muere, y yo alguna vez voy a morir”. Pero están los médicos, los hospitales. “Aún no” –se piensa. La idea de la muerte es una idea que se posterga, que se posterga constantemente. Pero el sopapo existencial que le da Cesare es ponerle una fecha: vas a morir mañana a la mañana.
Hasta ese momento para este hombre que incurrió en esa fatal pregunta, los que morían eran los otros. La muerte era el espectáculo de ver morir a los otros. Uno –y aquí vemos la importancia de lo individual en “Ser y tiempo”- siente que no es mortal. O sí, siente que es mortal, pero la muerte está tan adelante que aún no se va a ocupar de ella. Y que mueren los otros porque tienen mala suerte. Voy a dar un ejemplo contundente: ¿de qué murió? De cáncer de pulmón. ¿Fumaba? -preguntamos enseguida. Si nos dicen que sí decimos: y qué querés, lógico. Y si nos dicen que no, no nos gusta nada. ¿No fumaba y murió de cáncer de pulmón? Entonces estoy liquidado, yo que no fumo también puedo morir de cáncer de pulmón.


El Dasein, por otro lado, es el único ente que muere, porque es cierto que una vaca muere, que un cocodrilo muerte, pero no sabe que muere. El Dasein sabe que entre sus posibilidades está la de morir. Está el “aún no” y está el “lo que falta” –dice Heidegger. Esto es fantástico porque es un juego intelectual muy brillante: vivimos en la modalidad del “aún no” y, lo otro, lo que completa a esta modalidad es “lo que falta”. “Lo que falta” es mucho, mucho, tanto que ni voy a pensar en eso.


Ahora, ¿por qué existe la muerte para el Dasein? Porque el Dasein, dijimos, es posibilidad. Porque usted y yo estamos arrojados en el mundo, proyectamos constantemente, imaginamos proyectos, siempre estamos proyectando, siempre estamos como escupitados hacia el futuro. Mañana voy a ir al Tigre, mañana voy a empezar a arreglar la casa, mañana voy a ir a Mar del Plata, mañana le rompo la cara a mi jefe. Miles de posibilidades. Y en cada una de esas posibilidades está morir. Raramente digo “mañana puedo morir”. Eso está dentro del mundo existencial del Dasein.


Ahora ustedes observen por qué Heidegger está considerado el maestro del existencialismo, porque aquí no vemos relaciones de conocimiento como en Kant, lo que aquí estamos viendo son relaciones existenciales. Esta clase es muy posible que a usted lo angustie, y a mí también me angustia y todos los muchachos y chicas que están en el estudio tienen una cara que mejor no la voy a describir porque están angustiados. El Dasein, en efecto, muere por su característica más propia. Muere porque es arrojo hacia el futuro. Ahora, al arrojarme hacia el futuro porque soy posibilidad, en ese futuro está inevitablemente que deje de ser posibilidad. Entonces, esta posibilidad de muerte constituye al Dasein. El Dasein es ese ser que es para la muerte.


La existencia auténtica y la existencia inauténtica –que son las dos que va a describir Heidegger- se diferencian esencialmente en que la existencia inauténtica vive para negar que va a morir, entonces se atosiga de cosas, de novedades, de habladurías, de escribidurías, para sofocar en sí la idea de la muerte. La existencia auténtica, por el contrario, asume la idea de la muerte: sí, yo voy a morir, y es mi muerte la que me es propia.


3 ¿En qué sentido la muerte implica dejar de ser?


Tenemos que ver otros desarrollos que hace Heidegger profundizando este tema del ser-para-la-muerte del ser-ahí. Mi muerte es intransferible. Mi muerte es mía. Nadie puede morir por mí. Es posible que en una batalla –y lo hemos visto muchas veces en el cine- alguien diga: “no, estás mal herido, yo voy a hacer esto por vos”. Y al hacerlo por el que está mal herido, su compañero-amigo muere. Podemos decir que murió por él, pero no murió por él porque él es el único que puede morir por él. Porque él es él y su muerte es su propia muerte. Entonces, como nadie puede morir por mí, mi muerte es individual, es intransferible, no se la puedo ceder a nadie: ¿no querés morir por mí? Todos me van a decir “no”. Entonces yo tengo que saber que tengo que morir por mí.


A la vez, esta posibilidad de morir es aisladora. Me aísla porque al ser sólo yo el que puede morir por mí, esto me aísla de los demás. Cuando uno en realidad piensa en la posibilidad de morir se siente sólo, es una posibilidad aisladora. Está bien que piensa en atenuantes, el atenuante que pone Heidegger es “el médico”. El médico es el encargado de venir y de decirle al moribundo “aún no”. Y hay muchos que mueren con el “aún no” en la cabeza, como consuelo último. El consuelo del cura es otro, el consuelo de la fe. Hay muchos consuelos. Pero para este existencialista duro que es Heidegger la muerte me deja solo.
Entonces, ¿cuándo muere el Dasein? El Dasein muere cuando el “aún no” se convierte en el momento en que se fina. Heidegger dice “fina” por “morir”. Ahora, acá viene una cuestión muy delicada –vamos a hacer un esfuerzo, vamos a tratar de entender esto que es Filosofía pura-, el Dasein, el ser-ahí, el hombre, cuando muere, ¿es una totalidad?, ¿cierra su vida? Bueno, cerró su vida, concluyó su vida, concluyó su ser en el mundo. No –dice Heidegger- el hombre, al morir, no es una totalidad, simplemente deja de ser. ¿Por qué? Porque el hombre es posibilidad, el ser del hombre es posibilidad. Entonces la muerte aniquila mi posibilidad de ser. Si la muerte me aniquila como posibilidad, la muerte aniquila mi ser en consecuencia la muerte es dejar de ser. No es cerrar la totalidad de una vida, es dejar de ser. Porque es dejar de ser posible, dejar de ser posibilidad. 


Este “dejar de ser posibilidad” es la incapacidad que tiene el Dasein para totalizarse, para ser una totalidad. En realidad, si el Dasein fuera una totalidad sería una cosa pero como no es una cosa, como es siempre no realidad sino posibilidad, el Dasein nunca es una cosa sino que deja de ser. Nosotros dimos el ejemplo del “fiambre”, de ese camionero que ve pasar un cortejo fúnebre y detiene su camión y de atrás empiezan a tocarle bocina. El tipo, enojado, baja y les dice a los demás: “pero paren, no ven que está pasando un fiambre”. En la idea de ese camionero, que pase un fiambre quiere decir que no está pasando un hombre que murió sino que está pasando una cosa, un fiambre. O sea que el muerto –y en esto tiene razón- ya no es un Dasein porque morir es ya no ser posible, es no tener posibilidad. Y el no tener posibilidad es ser una cosa porque si algo caracteriza a las cosas es que las cosas no están arrojadas hacia su futuro porque no tienen futuro, una roca no tiene futuro, el hombre sí tiene futuro. Y la muerte hace cesar ese futuro, esa posibilidad que es su ser. En consecuencia deja de ser.


4 ¿Qué significa que la muerte sea una inminencia?


Ahondando en este tema –y perdón que yo ahonde en este tema, pero es el tema de “Ser y tiempo”, es uno de los temas fundantes del libro más importante del siglo XX en Filosofía-, Heidegger va a decir que al Dasein le es inminente morir, o sea que es una inminencia para el Dasein ¿Por qué? Es un poco el mismo esquema aplicado a la posibilidad. Heidegger dice: puede ser inminente que venga un amigo a visitarme, puede ser inminente que yo haga un viaje, puede ser inminente que salga a cabalgar por la pradera, puede ser inminente que coma un guiso de lentejas. Todo eso puede serme inminente. Ahora lo que siempre me es inminente es que puedo morir. O sea que tengo que asumir que la muerte es una inminencia constante en mi vida. Esta es la asunción que el Dasein hace de esa inminencia. De todas las inminencias que me son posibles, por ejemplo: es inminente que venga mi amigo Ricardo a visitarme a casa, que eso me guste o no me guste no importa, pero es inminente que venga, son inminentes muchísimas cosas. Pero la inminencia fundante es que puedo morir.


Ahora, observen esto que es muy interesante y lo voy a decir por primera vez: si el Dasein piensa auténticamente que la muerte le es inminente, ahí sí va a cerrar, desde él proyectando hacia el futuro, su totalidad. Pero la va a cerrar desde su existencia, no la puede cerrar muriendo porque al morir deja de ser posible, pero yo desde mis posibilidades puedo decir: la muerte me es inminente. Me espera en algún lado, en algún momento, y ahí puedo cerrar la totalidad de mi existencia.


La muerte –y esta es otra de las características que le pone Heidegger- no tiene referencialidad. Mi muerte no refiere a nada. Es decir, yo puedo morir, y morir no es como un “signo”. Un ejemplo de signo: el semáforo es un signo. Cuando usted va a cruzar la calle ve el semáforo en rojo, se para. Ve el semáforo en verde, camina. El mundo es un sistema de signos, esto lo estudia mucho la semiología, la lingüística, Ferdinand de Saussure, el estructuralismo lingüístico. Pero la muerte no referencia a nada, la muerte sólo se refiere a mí. Soy yo el que muere y mi muerte no refiere a nada más que a mí.


Los útiles, todos los útiles están referidos a algo. Habíamos dado el ejemplo del cuadro, el martillo y el clavo. El martillo refiere al clavo, y el clavo refiere al cuadro; el martillo a clavar el clavo para colgar el cuadro. No hay signos que señalen la muerte. La muerte es propia, es irreferente (sólo se refiere a mí, no se refiere a ninguna otra cosa porque es mi muerte) y es irrebasable porque más allá de la muerte –dice Heidegger- no hay nada. O sea, Heidegger dice: cuando comenzamos a hacer Filosofía dejamos de lado la Teología, que es como decir dejamos de  lado a Dios. Porque, si cuando yo comienzo a hacer Filosofía empiezo a hablar de Dios ya tengo todas las respuestas, porque Dios es un señor que los hombres han creado para que dé todas las respuestas que lo angustian. Pero no señores, Dios no está para dar las respuestas que nos angustian, las respuestas las tenemos que buscar nosotros mismos. En consecuencia la muerte es irrebasable, no me lleva a ninguna parte, más allá de mi muerte no hay nada. Entonces mi muerte es irrepetible –sólo muero una vez-, es irreferente –no se refiere a nada sino a mí- y es irrebasable –más allá de ella no hay nada.


Todo esto tiene una connotación política que ya vamos a ir viendo más detalladamente pero no en este momento. Esta connotación política es la que Heidegger va a delinear como aquello que debiera constituir al guerrero auténtico del Tercer Reich, pero esto lo va a decir mucho más tarde y nunca lo va a decir claramente. Pero digamos, ¿quién es el existente auténtico? El existente auténtico es aquel que no se deja sofocar por las habladurías, que no lee “lo que hay que leer”, que no escucha “lo que hay que escuchar”, que no se somete al poderío ni al señorío de los otros sino que él decide por sí mismo, que sabe que va a morir pero vive igual porque ¡atención!, no hay por qué vivir angustiándose por la permanencia de la muerte. El Dasein auténtico sabe que va a morir pero eso no le impide vivir, incluso puede vivir con más alegría, con más plenitud. Y eso es lo que tenemos que hacer. Quizás esta clase deba servir para que usted, para que yo, vivamos con más plenitud, sabiendo lo que nos espera, no ignorándolo; porque lo que se ignora provoca angustia porque es una negación neurótica. Todo aquel que está negando neuróticamente a la muerte va a generar urticarias, alergias, va a tener fiebre, montones de cosas. Pero la auténtica asunción de nuestra finitud nos tiene que llevar a nuestra profunda elección por la vida.


Este creo que es, no un mensaje deliberadamente optimista, pero sí, por qué no, necesario y filosófico. Hasta luego.



Podés ver o descargar este Encuentro de aquí.

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