lunes, 9 de enero de 2023

Sombras

 


Esta sombra avanzaba por la vereda y se me acercaba. Tenía la rara sensación de que me miraba. Y mientras más se acercaba y más me miraba, más raro me sentía. En un determinado momento me alcanzó. No era muy difícil porque yo estaba sentado en la mesa de un bar. Cuando me alcanzó, se paró frente a mí. La mano con la cual sostenía mi cigarrillo empezó a temblar. Una luz de calle me alumbraba. Al tiritar, mi mano perdió el cigarrillo que cayó al suelo. Me agaché a levantarlo. Y noté que el piso estaba perfectamente limpio, iluminado, impoluto. No había allí ningún rastro de mi persona a excepción de esa sombra que seguía mirándome.

 

 

 

 

 

martes, 3 de enero de 2023

Voz muda


 

Las palabras se habían saturado a sí mismas. Era tanto lo que se había dicho y escrito que las palabras empezaron a perder su significado. Algunas, polisémicas, significaban tantas cosas que era imposible dar con su verdadero sentido. Otras, metafóricas, habían adquirido tantas sutilezas estilísticas que ya no se podía saber qué querían decir. Por estos motivos aquel mundo se había vuelto invivible. Ya nadie lograba entender a nadie más.

Pero un buen día en que, por un lado, el bullicio incomprensible se tornó atronador y, por el otro, el silencio resignado se mostró espantoso; sucedió que una voz muda bajó de los cielos. Era una voz tan particular que todxs se quedaron pasmados. Porque aquella voz no se escuchaba, no existía, pero allí estaba. Un silencio colmado de palabras sin sonidos.

Los habitantes de aquel planeta permanecieron largas horas contemplando aquella voz. Nadie sabe exactamente qué mensaje traía, pero lo cierto fue que los seres de ese lugar empezaron a entenderse. Yo supongo que esta experiencia debe ser parecida a otras. Por ejemplo, cuando al mirar a una planta ella nos dice: “yo soy vos”. Y nos lo dice así, sin tapujos, sin ni siquiera mover los labios.

 

 

 

Fantasmagorías

 


Es una mañana gris armada de raras sensaciones. Las sombras se hacen presente de una forma poco habitual. Esto me causa inseguridad y éxtasis al mismo tiempo. Busco la libertad. Y sé que solo podré conseguirla atravesando una oscura divinidad.

La batalla es interior y exterior. Afuera, la cruda realidad de la desigualdad. Adentro, ángeles y demonios en constante disputa. Un cielo nublado empapa mis ideas de esperanzas y penas por partes iguales. La parca me invita a subir con el desdén de la labor siempre cumplida. Y yo, que soy un fantasma con suerte, subo al cielo y me siento en una mesa. Allí fumo, espero, respiro -de la extraña forma en que respiramos los fantasmas-. Aparece un ángel que me explica que la tarea no es tan simple. Que abajo me esperan más papeles y lapiceras. “Nos vemos más tarde” -dice.

De nuevo en la tierra, una noche bella me regala miles de esmeraldas. Al verlas compruebo una vieja frase que escuché en un bar allá por mi adolescencia: “aún los fantasmas buscan su verso perfecto”.

 

 

 

 

Ojos-camino


 

Sus ojos-camino llevaban a múltiples lugares y tiempos. Era todo un desafío mirarlos. Él mismo había decidido usar lentes oscuros para evitar conflictos. Sin embargo, un buen día se sacó los lentes para frotar sus ojos. Un transeúnte sin nombre lo miró y entonces fue transportado hacia otra dimensión.

¿Dónde habrá ido a parar este muchacho? – se preguntó mientras miraba al cielo y secaba sus manos húmedas de transpiración. Tengo que ir a buscarlo inmediatamente- se dijo.

Y así fue que a la noche tuvo que hacer algo que nunca había intentado: debía mirarse a los ojos frente a un espejo. El reto era grande. Y lo era porque esos ojos-camino podían trasladar a seres humanos y no-humanos a cualquier lugar sin que existiera un patrón o una regla. O sea, era una acción aleatoria y antojadiza. Entonces, ¿cómo podría transportarse en la dirección exacta en donde estaba perdido aquel pobre transeúnte? ¿Qué acción podría guiarlo en la dirección correcta?

Esa noche se vistió con sus mejores prendas, acaso para tomar confianza. Enfrentó al espejo con sus ojos cerrados en un primer momento. E intuyó, en el silencio, el alma de quien había viajado a través suyo. Luego abrió los ojos y una gran variedad de luces ocuparon el lugar. Se trasladó como un rayo a una ciudad en donde vio claramente a quien se había perdido. Juntos y frente a un espejo ambos pudieron regresar guiándose por la esencia del destino deseado.

Ya de vuelta aquel transeúnte le agradeció con sus ojos vidriosos. Se fue caminando lentamente mientras pensaba: “ojalá lo vuelva a ver”.

 

 

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