viernes, 19 de septiembre de 2008

Tal vez era eso

Se llamaba silbato

Su sonar retumbaba en la región

Era una advertencia

O una sanción.


Allí se jactaba el alma de haber llegado

Regocijada

Caminaba

Las sombras que llevaban su nombre

Que esquivaban espanto

Tal vez

Las sombras que eran sus viejos santos.


De a uno rezaba, sin saber que rezaba,

repetía una idea una y mil veces más

y veía la luz aparecer y luego irse.

Se había acostumbrado al retorno

Siempre atento a la buena nueva

Descansaba el salto.







Jocolí

Llamado de guerra primero, jocolí, recordado juglar. Se movía a diestra y siniestra tu viejo adagio. Era de esperarse, una tarde, tan teñida de olvido, que renacieras de la tierra y buscaras justicia por la voz de tus hijos. Todos gritaron, al unísono, “tierra y libertad”. Todos gritaron tu nombre en llamas y revolvieron la suerte campesina. Se había hecho la noche y había parido el día.

Se juntaron, muy lentamente, todos los interesados en reconocer la Tierra. Había escultores, párrocos, hombres de palabra, emisarios, elementos menores, curas y solsticios. Todos allí, buscando una palabra que tuviera un sentido comunal, colectivo, de diálogo. Se organizaron, muy lentamente, aprendiendo el abc de la concurrencia.

Una vez comenzado el baile, se fue haciendo de tierra cada una de las calles. Entre las acequias y zanjones, se levantaban las casas de adobe que serían el refugio original. En esa tierra echa casa, se escribía sobre tenue luz. El recuerdo volvía a hacerse presente en aquella lejanía. Cruzando el zanjón, de aquel lado, estaba todo mucho más claro. Había comenzado una nueva carrera contra la muerte… más bien contra el sufrimiento.






El que barruntaba los espacios

El que barruntaba los espacios, se movía como un cuerpo extraño, era Agamenón. Él se había apoderado de una parte alejada del cielo, un umbral arrepentido de vivir el mundo del universo. Trataba, no sin problemas, de recordarse cuando era niño y no todo le era extraño. Trataba de recuperar esa necesidad de juego y esa pasión al hacerlo.

Se había hecho grande a fuerza de golpes. Agamenón, hijo primero de un viento y una sombra, conocía los dichos de la Escuela de la Memoria y de la segunda edición del viejo centauro. Habitaba los mares, también los cielos: habitaba la jungla de plata. Allí vivía, recogido, al silencio, a la espera.

Todos sus amigos eran ángeles o estrellas. Allí hablaba, miraba, vivía, Agamenón. De las charlas se desprendía que no todo era energía en movimiento pero que la energía se estaba moviendo. De eso mismo se servía para luego explicarse los viajes y los monumentos que había conocido. Le ayudaba a andar la noche y silbar los días. Todo se movía a partir de él, por él, y a pesar de él. Claro, queremos decir que él era energía y todo lo demás también.






miércoles, 10 de septiembre de 2008

En un mundo en donde Dios se convirtió en dioses

En un mundo donde Dios se convirtió en dioses, sus habitantes se volvieron seres de conflicto.
Este mundo se llamaba “Gea” y tenía una ubicación de diecisiete melodrámicos y siete drámicos. En sus movimientos habituales se encontraba:


el cilitero - o movimiento de caída y regreso


el celedó – o movimiento de golpe


y traslación – o movimiento de círculo perfecto


La galaxia en donde estaba Gea se situaba en 13 melodrámicos de Sel. Esta galaxia soportaba los vientos cálidos de Sesión y Nimba en diecisiete épocas glaciares distintas.


8
Elas
Adam
Seria
Elimea
Ox
Niveles de
Concordancia
0
1
2
3
4
5
6
9
10
11
12
13
14
15
16
7

(Falta la gráfica. Mejoraremos para la próxima)

Tierra de Zonda

Hace unos días que no escribo, o eso me parece. En realidad, escribí hace dos días atrás… o tal vez ayer. Lo cierto es que esta inquietud me ha distraído. Sí, también el viento zonda… un viento caliente.


Pensaba que tal vez podía dedicarme a escribir sobre soles. Pero no recuerdo el segundo sol que me trajo hasta aquí ni al primero inmencionable. Podría hacer un esfuerzo, o sólo volar, llegar a ese segundo sol y arrancarle una justificación. Que me explique por qué a mí, entre tantos hijos de luna, por qué a mí. Y él tal vez diría el bendito ¿y por qué no?, a lo que uno se queda pasmado… porque, algunas veces, uno piensa que ni uno es lo que es. Digamos, uno piensa que es más (más alto) o menos (más bajo) del justo medio de lo que es. Entonces, cuando uno se piensa cosas que no es, resulta incomprensible todo lo que pasa.


Y allí me había alojado, en plena añoranza de lo que era y no era. Tan cansado me había tenido el día. Tan furibundo el viento. Mis ojos, mi garganta, mi espalda, nada estaba en su lugar. ¿Cómo se escribe con tanta molestia? ¿Cómo se hace la paz con la revolución en la boca, día y noche? Pensaba aquello que era impensable sólo para ser sancionado, sólo para ser distinto, sólo para ser diferente, sólo para buscar la particularidad… bueno, sólo para ser querido. En el fondo, sólo escribía como para no morir de aburrimiento… ¿qué mas hay para hacer? Si alguien me muestra un camino sano, por allá iré. Por el momento, sólo cemento y tierra me rodea… tierra de zonda.

viernes, 5 de septiembre de 2008

El regreso de la intuición


Se había recuperado la señal. Seguía a la altura de las mentes esa conexión. Las palabras no eran necesarias.




Había una vida silenciosa, una vida que era de otra dimensión pero que se vivía acá mismo. Viajaban los pensamientos y uno podía captarlos en el aire. Pensamientos del padre, del hermano, del niño, de la tía. Pensamientos de amigos y amigas. Todo podía ser leído en ese cielo desnudo. ¿Quién podría simular ante tamaña manifestación? El ingreso a la base de datos universal. Todo un universal.




Se había distorsionado la lente. Se veía a gatas. Se volvía en sí la mente. Todo se curaba con la intensión, con la voluntad, con el olvido. Se curaba con la certeza de la desnudez universal. Así termina.






Maldito confiado del mundo

Maldito confiado del mundo
Te da todo el tiempo hasta que los corazones se abren
Tiene la vida eterna para mirar tus enaguas
Sabe conocer la paciencia
Se hace digno al ser


Maldito confiado del mundo
Que te ríes a carcajadas cuando ves a la gente correr
Como si fuera necesario, como si fuera condición
Como si no supieran que nadie puede huir de sí
Y siguen corriendo… desesperados.


Maldito confiado del mundo
Que te sientas frente al papel
Que se burla de tu tinta vieja
Que sabe de antemano que ganó la pulseada
Que eres dependiente.


Maldito confiado del mundo
Que te enamoras aún de lo sin nombre
Que has caminado los surcos y los ríos
Que te confías, malamente, de todo lo dicho
Que la fe te ha abierto una herida que mira al Universo.
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