viernes, 20 de enero de 2012

Juan Gelman - LLUVIA




hoy llueve mucho, mucho,

y pareciera que están lavando al mundo.

mi vecino de al lado mira la lluvia

y piensa escribir una carta de amor/

una carta a la mujer que vive con él

y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él

y se parece a su sombra/

mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer/

entra a la casa por la ventana y no por la puerta/

por una puerta se entra a muchos sitios/

al trabajo, al cuartel, a la cárcel,

a todos los edificios del mundo/

pero no al mundo/

ni a una mujer/ni al alma/

es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/

como hoy/que llueve mucho/

porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/

y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/

y cuándo/y cómo/

pero el alma qué puede explicar/

por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/

palabras que naufragan/

palabras que no saben que hay sol porque nacen y mueren la misma noche en que amó/

y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá/

como el silencio que hay entre dos rosas/

o como yo/que escribo palabras para volver

a mi vecino que mira la lluvia/

a la lluvia/

a mi corazón desterrado/

¿Qué fue de tu vida? Charly García - 19-01-12

Anoche vi esta excelente entrevista que le hace Felipe Pigna a Charly García en la TV Pública. Aquí va la primera parte de seis. Un pormenorizado recorrido por la vida de Charly.


jueves, 19 de enero de 2012

La Aventura del Pensamiento: Aristóteles. Con Fernando Savater


Aristóteles nació en el 384 a.C. en Estagira en lo que entonces era Macedonia. Fue discípulo de Platón y preceptor de Alejandro Magno. Entendió al hombre como un animal racional y político. Y creyó firmemente que solo lo individual, lo particular es real.


¿Cómo están amigos? Bienvenidos. Hoy vamos a hablar de la única figura de talla semejante a la de Platón que hay en la historia de la filosofía: Aristóteles.

Aristóteles fue discípulo de Platón del mismo modo que Platón lo había sido a su vez de Sócrates, pero se alejó en parte muy sustancial de la doctrina de su maestro. En una ocasión cuentan que dijo “soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”, por eso tenía que romper y separarse de la obra de su maestro. Alguien ha comentado que todos los hombres somos platónicos o aristotélicos. Platón es la doctrina de las ideas, es la búsqueda de un mundo en el que los universales eternos, inmortales, etc. se conservan y proyectan su influjo conceptual sobre el mundo de la materia. En cambio Aristóteles es un realista, Aristóteles no cree en otro mundo ideal sino que cree que los conceptos –las llamadas ideas- están realmente en nuestro mundo. Es decir, lo que existe son individuos, cosas, objetos y a partir de esos individuos y objetos, buscando sus semejanzas, nuestra cabeza, nuestra mente, es la que busca el concepto y la que crea el concepto. El concepto no está en otro lugar ideal sino que está en nuestra capacidad de pensar sobre la diversidad del mundo. Vemos cosas diferentes, cosas distintas y las agrupamos de acuerdo a clases en un concepto, pero ese concepto es una producción nuestra, es una proyección de nuestra capacidad intelectual.

El hombre es un animal racional y político. Para Aristóteles, los dos rasgos son fundamentales. Nos distinguimos por la razón porque somos capaces de pensar y reflexionar sobre lo que hacemos y, sobre todo, de asombrarnos, que es el comienzo de la filosofía. El principio de la filosofía es el asombro ante el mundo, el preguntarnos por qué. Y luego somos animales políticos, es decir, tenemos que vivir en la polis, tenemos que vivir en comunidad con los demás. No hay seres humanos que puedan vivir solos porque todos tenemos lenguaje, somos seres simbólicos, y por lo tanto un ser que tiene un lenguaje que él no ha inventado necesita de los otros seres para compartir ese mundo de símbolos con ellos.


Aristóteles nació en Estagira en el año 384 a.C. y murió en Calsis, en el año 322 a.C. Era hijo de un médico de la corte Macedonia. Durante 20 años fue discípulo de Platón en la famosa Academia de Atenas. Mientras Platón vivió fue fiel a sus enseñanzas. Luego desarrolló su propia filosofía en abierta disidencia respecto del platonismo. 

En el año 343 a.C. Filipo de Macedonia llamó a Aristóteles a su corte para que fuese el preceptor de su hijo Alejandro. Cuando Alejandro ascendió al trono Macedonio, Aristóteles volvió a Atenas y fundó una escuela alquilando un terreno junto al santuario dedicado a Apolo Liceo. De ahí tomó su nombre la escuela aristotélica: el Liceo. Allí Aristóteles se dedicó a investigar y enseñar Lógica, Física, Biología, Ética, Política y otras disciplinas. Además fundó, con la ayuda económica de Alejandro, una gran biblioteca y un curioso zoológico. En el terreno arrendado había un jardín con senderos. A Aristóteles le gustaba pasear por este lugar mientras daba sus clases de la mañana, dedicada a los discípulos más avanzados.

Como en griego “paseo” o “lugar de paseo” se dice “peripatos”, los asistentes a esas clases fueron llamados “peripatéticos”. Los apuntes correspondientes a las clases que impartía Aristóteles por la mañana son lo que se ha llamado “Escritos esotéricos”, y son los que conservamos. De los otros llamados “Exotéricos” sólo nos han llegado unos pocos fragmentos. 

Al morir Alejandro de Macedonia en el 323 a.C., Aristóteles abandonó Atenas dejando en la conducción de su Liceo a su discípulo Teofrasto y se instaló en Calsis donde residió hasta su muerte. Sólo una parte de la obra aristotélica ha llegado hasta nosotros. Los escritos conservados ocupaban antiguamente 106 rollos de papiro. Pero la producción escrita total, según el catálogo alejandrino, llenaba unos 550 rollos. Lo que conocemos de su obra atestigua su enorme capacidad de asombro y deseo de saber. Su interés se desplegó rigurosamente por los más diversos ámbitos. Pero hay que advertir que los escritos que se conservan son en su mayor parte manuscritos o apuntes de clases, ello explica su estilo pedagógico y a menudo árido. Sabemos que también escribió diálogos cuya fuerza y claridad fueron elogiados pero que se han perdido.

Según Cicerón, los diálogos aristotélicos –hoy extraviados- eran un río de oro por su elocuencia y su lenguaje elegante y preciso. También compuso himnos y poemas de los que sólo se conservan fragmentos. Aristóteles acometió la primera sistematización o clasificación de las ciencias en la Antigüedad. Dividió el pensar discursivo en 3 clases: estarían las ciencias productivas, las ciencias prácticas y las ciencias teóricas. Las ciencias productivas apuntan a la producción de objetos bellos y útiles. Las ciencias prácticas se ocupan de la acción humana y ahí encontramos a la Ética y a la Política. Y las ciencias teóricas son las que se ocupan del conocimiento por el conocimiento mismo. En esas ciencias teóricas Aristóteles ubica a la Física, a la Matemática y a la filosofía primera que luego se dio en llamar Metafísica. 


En cuanto a la Lógica -Aristóteles que fue su gran organizador- no la considera específicamente una ciencia sino más bien una preparación para las ciencias, un instrumento, un órganon, que servía para conocer las formas válidas y las formas inválidas de pensamiento. La filosofía aristotélica se opuso a la enseñanza platónica por entender que ésta, con su teoría de las ideas, duplicaba innecesariamente los entes, ya que explicaba los entes reales por otros ideales. Y que además la noción de una participación de las cosas particulares en las ideas era poco satisfactoria. 

Para Aristóteles, las ideas son entidades ficticias, sólo existen los individuos. Los individuos son las sustancias que sostienen todos los atributos que predicamos de ellos. Y las ideas universales no son más que abstracciones que el entendimiento realiza a partir de los individuos. Tanto Platón como Aristóteles creen que hay algo como la esencia de las cosas. Platón lo llama “idea” o “eidos”. Aristóteles lo llama a veces “forma”, a veces “género”, a veces “esencia” o –en griego- “ousía”. Los dos apuntan a “eso” universal y creen que la filosofía tiene que apuntar a eso. Pero la diferencia es que Platón pone esa esencia en un plano trascendente y Aristóteles la ubica en un plano inmanente. Lo universal está así en lo particular. Esta concepción de lo individual y particular se refleja en el profundo interés aristotélico por el conocimiento empírico de la naturaleza.


A Platón no le interesaba especialmente una reflexión empírica sobre la naturaleza. En uno de sus diálogos Sócrates hace explícita profesión de este desinterés diciendo que lo que le interesa son las ciudades, los hombres y que no le interesa saber cómo está hecho el Universo, la materia, todo aquello que le había interesado a los presocráticos antes de llegar Sócrates y Platón al mundo de la filosofía. Aristóteles es un científico –es lo que llamaríamos nosotros hoy un científico, igualmente él no distingue entre lo que nosotros llamamos ciencia y filosofía porque para él todo es un continuo de conocimiento, todo es un continuo de reflexión sobre la realidad-. Pero él es un científico, es decir él estudia a los animales y estudia las partes de los animales, estudia botánica, era médico –o el equivalente a un médico de profesión- es decir, él es un empirista. Y estudia desde un punto de vista de la observación y de los experimentos al alcance de su época pero a la vez es un gran teorizador. La obra de Aristóteles es una especie de monumental enciclopedia de todos los saberes de su época. Todavía los saberes no se habían separado. Es decir la física, la psicología –es decir la teoría del alma, de la psique-, la política y una cosa misteriosa que no tenía nombre que él llama ciencia, conocimiento (pero el organizador de la obra de Aristóteles, Teofrasto, su seguidor, en el Liceo que es la institución intelectual que fundó Aristóteles; Teofrasto cuando organiza la obra de Aristóteles coge unos cuantos libros y los pone después de la Física y los llama Meta tafisicá, “los que vienen después de la Física”. La palabra metafísica es lo que viene después de la Física, lo que para nosotros tiene también un sonido importante respecto a la condición misma de la metafísica).

Pues para Aristóteles, el gran científico, el gran investigador, todo es realidad. Lo físico, lo psicológico, lo político y lo metafísico. Él intentó abarcar todos esos mundos porque todos están conectados, todos están conectados con la misma inquietud humana de asombrarse ante lo real, de buscar una explicación, de definir, de precisar, de convertir en concepto al mundo para habitarlo mejor.


Según Aristóteles nuestros conocimientos primero parten de los sentidos, de la experiencia y una vez que los hemos captado en nuestro conocimiento sensible, nuestra inteligencia puede realizar una tarea de abstracción siempre desde esos datos sensibles. Puesto que el pensamiento de Aristóteles partía de la observación su primer problema fue el del cambio. El pensamiento anterior había opuesto el cambio al ser. En cambio Aristóteles acuñó la visión del ser en potencia que no es un “no ser” ni tampoco un ser pleno, lo que en la terminología aristotélica se denomina “ser en acto”.

Esta noción le permitió explicar el cambio como un paso del ser en potencia al ser en acto. La semilla se transforma y da lugar al árbol porque la semilla es ya el árbol pero sólo en potencia y, con el tiempo, si las circunstancias le son propicias, va actualizándose. Para explicar el cambio a que todas las cosas del mundo están sometidas hay que pensar que en cada caso hay algo que cambia. Aristóteles llamó “ousía” a ese “algo”. La palabra griega ousía designaba el verdadero valor de una propiedad puesta en garantía en una transacción comercial. La ousía de un terreno era lo que ese terreno auténticamente valía, lo que objetivamente representaba, su realidad.

La palabra fue traducida luego por los romanos como “substantia” es decir lo que está por debajo, lo que sostiene. Lo sostenido por la substancia, explica Aristóteles en su Metafísica, son los accidentes. Una silla puede ser más vieja o más nueva, más clara o más oscura, pero seguirá siendo lo que es. 


Además de la Metafísica, Aristóteles aporta una ciencia digamos, un área de conocimiento nuevo que es la ética. Ética es a la vez el ethos, el carácter y también la costumbre. La palabra ética juega con ese equivalente que en la lengua griega solamente una letra distingue a carácter de costumbre. Aristóteles se pregunta cuál es la finalidad que debe buscar el ser humano en el mundo. Todo lo que hacemos es instrumental, sirve para conseguir tal o cual fin. Pero después de todos esos fines qué hay. Más allá de todos esos fines parciales, en nuestra vida qué es lo que podemos llegar a aspirar. Aristóteles dice la felicidad. La felicidad es lo que los seres humanos buscamos. Y la ética no es ni mucho menos -lo que después ha llegado a ser a partir de visiones penitenciarias- una búsqueda del deber, de la obligación del sacrificio, no. Para Aristóteles la ética es una reflexión sobre la acción humana en busca de la libertad. Y, para ello, lo que dice Aristóteles es que tenemos que intentar desarrollar las virtudes, es decir los hábitos que nos dan fuerzas, que nos ayudan a vivir mejor. Porque no olvidemos que la palabra virtud –una palabra latina- viene de “vir”, la fuerza viril, la excelencia, incluso la fuerza del guerrero. De modo que la virtud es lo que nos da fuerza frente a la debilidad que es el vicio, la virtud es lo que aumenta nuestra fuerza y por lo tanto nuestra capacidad de alcanzar nuestra felicidad.

¿Dónde situar las virtudes? Evidentemente hay que situarlas, piensa Aristóteles, en el mundo de la acción humana. En la acción humana tan malo es ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente. Tan malo es ser tan valiente que nos convertimos en temerarios y morimos en la primera de las empresas que acometemos, como ser cobarde y pusilánime y no atreverse a hacer lo que debe ser hecho. Por lo tanto Aristóteles cree que las virtudes están en una especie de justo término medio entre el exceso y el defecto en un área determinada de acción. ¿Cómo podemos aprender cuál es ese término medio? Para Aristóteles no se basa exclusivamente en una definición de tipo teórico, tenemos que verlo en la práctica puesto que la ética tiene que relacionarse con la práctica, tenemos que buscar el modelo de nuestras acciones en la práctica. Hay que fijarse en los excelentes, en los magníficos, es decir, cuando yo me pregunto qué es verdaderamente el coraje, debo pensar a quién quisiera yo tener a mi lado en un momento de peligro. Esa persona en la que pienso es la que me puede indicar qué es el coraje porque esa persona será un valiente. 

Si yo pienso: ¿qué es la generosidad? ¿A quién recurriría yo si estuviera en un apuro, si necesitara alguien que me apoyase, que me acompañase, que me prestara dinero, lo que fuese? Esa persona en la que pienso es el generoso. Él es el que puede enseñarme en qué consiste la generosidad. Es decir, la reflexión sobre la acción y la virtud no es meramente teórica sino que busca modelos en la vida práctica.


No se trata de ver en qué consiste la virtud al estilo socrático-platónico de preguntar qué es la virtud en sí, sino encontrar la manera de hacernos virtuosos. Y para ello, además del buen ejemplo, es muy importante el hábito, la práctica. Porque la formación del carácter, el ethos, se realiza a partir del hábito. La ética aristotélica es una ciencia de la prudencia y de la convivencia que muestra el carácter eminentemente práctico del filósofo. Para Aristóteles, la política es el prototipo de toda capacidad humana ya que su objetivo es la vida feliz y digna de los ciudadanos. 

La finalidad del Estado es la promoción de la virtud y la felicidad de los ciudadanos. En este sentido, la política es la continuación y culminación de la ética. La política es la ciencia del bien más deseable y de los medios para obtenerlo. Ese bien más deseable es la vida noble y feliz. 

Los sofistas predicaban que los principios de la vida social son meramente convencionales y contrarios a la naturaleza. Aristóteles sostuvo en cambio que el hombre es, por su propia naturaleza, un animal político destinado a vivir con otros hombres en el ámbito de la polis. Los sofistas afirmaban también que el Estado surge artificialmente de un contrato que restringe la libertad de cada uno en defensa de sus intereses mutuos. Aristóteles mostró que nadie es libre ni plenamente humano fuera de la comunidad política y que ella no se organiza no sólo en torno de necesidades comunes sino también por objetivos compartidos entre sus integrantes.  

Todos estos temas fueron redactados de forma provisional y fragmentaria por Aristóteles en 8 capítulos que fueron revisados y ajustados una y otra vez por el filósofo hasta que finalmente los agrupó en un tratado conocido con el nombre de “Política”. Este carácter práctico también se refleja en su Física que explica el movimiento mediante su teoría de las 4 causas y sus nociones de acto y potencia. 

Según Aristóteles la realidad es un organismo profundamente dinámico. Todo lo que hay está en movimiento y debe ser comprendido desde su causa eficiente que es el origen, desde su causa material que es aquello de lo que está hecho, desde su causa formal que es su valoración y distinción y desde su causa final que es el fin hacia el que tiende.
Todo proceso natural es, pues, comprensible para el hombre que tenga la suficiente paciencia de preguntarse ordenadamente por su causa. A la vez todo tiene –como dijimos antes- potencialidades que van actualizándose tal como la semilla que es ya árbol potencialmente, pero que debe ir haciéndose paulatinamente árbol en acto. Y así el Universo se presenta como un espectáculo en el que optimistamente todo va siendo lo que debe ser. 

Además, debe haber algo que sea un primer motor no movido. Eso sería para Aristóteles Dios. Dios como acto puro, primer motor que mueve sin distancia a todo lo demás. Plenitud sin carencia alguna. Aristóteles lo definía como vida feliz y perfecta, goce infinito, pensar que se piensa a sí mismo. El hombre puede tener sólo un atisbo de esa plenitud gozosa en la medida en que participar de la inteligencia contemplativa.


Como ocurre en el caso de Platón, es imposible exagerar la influencia que Aristóteles ha tenido en los siglos posteriores. Literalmente podemos decir que intelectualmente vivimos de él porque además aportó una serie de instrumentos mentales que seguimos utilizando. Cuando hablamos de sustancia, de accidente, de potencia, de acto, cuando hablamos de mecanismos lógicos y repasamos los silogismos, las conclusiones que se sacan de unas premisas, todo eso nos lo ha brindado Aristóteles. Una extraordinaria caja de herramientas mentales que seguimos utilizando, que primero se dieron en su discurso en griego, después se tradujo al latín, después a cada una de nuestras lenguas y hoy manejamos esos términos como si fuera algo dado, como si fueran términos comunes cuando todos ellos aparecen en la obra de Aristóteles. Porque además Aristóteles tenía el genio de la definición, era capaz de brindar definiciones precisas y montar y desmontar las piezas del gran rompecabezas mental pasando del análisis –es decir la separación de las piezas- a la síntesis –la reconstrucción de los diversos elementos de un razonamiento, de un planteamiento discursivo, etc.

Por supuesto, todavía todo eso sigue vigente. Inevitablemente han cambiado muchas cosas. La lógica ya no es meramente la lógica aristotélica como lo fue durante siglos y siglos, sino que hoy ya tenemos otro tipo de lógica, lógicas más formales basadas en principios diferentes, pero la base lógica todavía, lo que entendemos por razonamiento lógico –los profanos- es y deriva de lo que planteó Aristóteles.

La ciencia ha avanzado enormemente y ni la astronomía ni la física responden a lo que planteó este filósofo, pero el vocabulario, los temas, las intuiciones aristotélicas yo creo que todavía siguen vigentes. Una prueba de hasta qué punto él podía ser un científico minucioso y exacto: en uno de sus muchos libros, evidentemente hay errores como en los de cualquiera, él dice que hay unos peces que hacen nidos. Durante mucho tiempo esto se consideró uno de sus errores que incluso un genio como Aristóteles podía cometer. Y recientemente, a comienzos del siglo XX, en unas pequeñas islas en el mar de las Jonias, se encontró un tipo de pez que era desconocido y que efectivamente hacía con su boca unos nidos semejantes a los que describía Aristóteles. De modo que hasta ese punto todavía Aristóteles puede dar una sorpresa. 

En el campo conceptual, ese magisterio continúa hasta hoy intacto.

Bueno, hasta aquí hemos llegado hoy, hemos repasado esta obra fundamental de la filosofía. El próximo día continuaremos un paso más, un filósofo más, sobre esta discusión reflexiva sobre el pensamiento occidental.  



Podés descargar este capítulo de aquí.




           

lunes, 16 de enero de 2012

Juan Seguí y Mayra Soro en Talento Argentino 2011

Toco tu boca - Julio Cortázar

LA NIÑA DE GUATEMALA (Oscar Chávez)



Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.

…Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.

…Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.

Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente, ¡la frente
que más he amado en mi vida!

…Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!

José Martí

OSCAR CHAVEZ Gracias a la Vida



Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes la mujer que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amada.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
padre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

lunes, 9 de enero de 2012

La Aventura del Pensamiento: Platón. Con Fernando Savater





Platón nació en 427 a.C. Discípulo de Sócrates, escribió una gran cantidad de diálogos en la mayoría de los cuales puso a su maestro como personaje central. Platón desarrolló una teoría según la cual todas las cosas particulares pueden entenderse en virtud de participar de ideas universales. Estas ideas son el objetivo de la filosofía. Con este planteo Platón inauguró nada menos que el pensamiento metafísico occidental.


¿Cómo les va? Bienvenidos. Si les parece vamos a hablar un poco de filosofía. ¿Qué es filosofía? Alguien ha dicho que todas las obras filosóficas que se han escrito son simplemente notas a pie de página de los “Diálogos” de Platón. Ese filósofo griego, a su vez, escribió una serie de diálogos protagonizados, casi todos ellos, por la figura de un proto-filósofo, de un filósofo todavía anterior al propio Platón, que no escribió nunca: Sócrates. Un personaje extraño, humorístico, que algunos tenían por un bufón, que otros tenían por un personaje subversivo, que deambulaba por Atenas sin ninguna prosopopeya, sin darse importancia, sin considerarse un gran profesor. Simplemente preguntando a los ciudadanos de la polis, de Atenas, si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia; y cuando ellos riendo y considerando que eran temas muy sencillos le daban una respuesta convencional, él comenzaba a hacer preguntas sobre esa respuesta convencional hasta poner en claro que al menos no sabían cuál era la respuesta. No era que Sócrates ofreciera una respuesta definitiva, pero demostraba que los demás tampoco sabían eso que creían que estaba tan claro y tan fácil. 

Platón recoge esos diálogos protagonizados por la figura de Sócrates, de ese personaje que sin énfasis, sin adoptar aires de gran sabio, sin darse ningún tipo de importancia ni decir que tenía ningún tipo de autoridad de tipo divino; ese personaje que se acerca a los demás de hombre a hombre con una interrogación en los labios; ése es el inicio de la filosofía. Así empieza todo, así nos lo contó Platón y vamos a intentar ahora saber cómo fue, quién fue ese Platón cuyos diálogos dan origen a toda la filosofía occidental. 

Platón nació en Atenas en el año 427 a.C.  en el seno de una familia aristocrática. Fue testigo de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta en la que llegó a combatir. Y también de la decadencia ateniense sacudida por una tiranía oligárquica primero y por una democracia populista y demagógica después. 

Platón era discípulo de Sócrates, de quien había heredado la búsqueda conceptual y la exigencia ética. Pero Sócrates fue víctima de acusaciones absurdas y finalmente terminó condenado a suicidarse mediante envenenamiento. 

Preocupado por la crisis política y moral ateniense, Platón puso todas sus energías en tratar de establecer entre sus conciudadanos un ideal de justicia y de respeto por la verdad. Para ello fundó su célebre “Academia” destinada a dar educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes, y escribió un gran número de bellísimos diálogos donde abordaba problemas filosóficos. Los “Diálogos” se pueden dividir en 3 grandes grupos: los diálogos tempranos en general plantean un problema y terminan sin dar una respuesta concluyente. Son los más fieles al espíritu socrático. Más que solucionar un problema determinado, aspiran a revelar lo problemático de nociones que habitualmente se adoptan sin reflexión. Los diálogos medios o de madurez son los que expone básicamente la teoría de las ideas en donde se encuentran las obras más conocidas de Platón como “El banquete”, “El Fedon” y “La República”. 

Las ideas, según Platón, son objetivas, eternas y universales. Los triángulos concretos, por ejemplo, pueden ser imperfectos y terminan por borrarse o desaparecer. Pero la idea de triángulo, en cambio, es perfecta e inmutable. Es por la idea de triángulo que podemos reconocer que ciertas figuras geométricas, a pesar de lo diferente que puedan ser entre sí en tamaño, color, etc. son precisamente triángulos. Lo mismo ocurre con otras ideas no geométricas, como las de justicia, belleza, etc. 

Los diálogos tardíos o de vejez, finalmente, expresan una reformulación de su filosofía. Platón advierte que las ideas no son estáticas y autosuficientes, sino que se atraviesan entre sí y remiten unas a otras. Platón comenzó ocupándose en sus primeros diálogos, muy a la manera de Sócrates, de problemas éticos concretos y terminó alzándose en sus diálogos de vejez hasta la cuestión de la estructura misma de toda la realidad.

Una de las cuestiones centrales de la filosofía, a partir ya del propio Platón, ha sido buscar qué tienen en común las cosas detrás de su aparente diversidad. Nosotros vemos que hay una infinita diversidad de cosas distintas y algunas de ellas las agrupamos en una especie de clases o colectivos. Hablamos de árboles, de hombres, de peces, de estrellas y quiere decir que esa diversidad de cosas tiene algo en común. Ese algo en común que tienen las cosas de un mismo género, de un mismo rango, es lo que más o menos Platón llama “idea”. 

Las ideas son algo así como los arquetipos a partir de los cuales se diseña toda la diversidad de un grupo de cosas: todos los hombres, todos los peces, todos los árboles, todas las plantas, lo que se quiera, cualquier género que se quiera tomar. Eso es lo que hay que buscar, eso no es aparente, no se ve.  Nosotros vemos la diversidad de las cosas diferentes, nunca vemos la idea, el concepto. Por eso Platón supuso que esas ideas, esas categorías arquetípicas a partir de las cuales se organiza la realidad, pertenece a otro orden, a un orden que da sentido al nuestro pero que está más allá de él. Eso es lo que sale a buscar ese huido de entre los hombres que va a buscar las ideas para mirarlas frente a frente. Los demás, en el fondo de la caverna, están sometidos a ver puras sombras o sombras de sombras incluso, hasta que rompen la cadena, es decir, hasta que se ponen a pensar (porque la forma de liberarse por parte del ser humano es entregarse al pensamiento) y salen afuera a mirar las ideas frente a frente. Esa experiencia de liberación es lo que en su apología Sócrates, a punto de ser condenado a muerte, dice: una vida sin examen no merece la pena de ser vivida. Es decir, una vida sin que en un momento rompamos con la rutina, con las sombras y salgamos a buscar las ideas en sí mismas, no merece la pena de ser vivida. Este es el criterio filosófico a partir del cual nace toda la trayectoria del pensamiento occidental.

La filosofía nace con un propósito político desde sus inicios y Platón es uno de sus filósofos con más conciencia, con más exigencia política. Él lo que quería no era simplemente una reflexión sobre el mundo, sino una reflexión sobre el mundo que hiciera mejor la ciudad, la convivencia y la organización de los seres humanos. A esa organización mejor él la llamaba “justicia”. Justicia es la organización de la polis, de la República, de la comunidad humana, la situación adecuada. Es decir aquella postura en que cada cual está en su sitio. La justicia es que cada cual tenga lo que le corresponde y que cada cual desempeñe el papel que mejor le puede ir en la colectividad. Y sobre eso Platón reflexiona en uno de los diálogos –quizás el más famoso de todos sus diálogos: La República en donde se plantea en qué consiste una ciudad bien organizada. El régimen pensado por Platón es rígido, incluso en un momento él dice que hay que desterrar a los poetas de la ciudad porque los poetas mienten mucho, porque los poetas cuentan y hablan solamente de pasiones y de situaciones subjetivas y los seres humanos olvidan que la situación más importante de sus vidas es la colectiva, es la que comparte con los demás, no la subjetiva.

Algunos –Popper por ejemplo- han dicho que Platón es incluso el padre de los Estados totalitarios, porque a pesar de lo lejísimo que estamos de los totalitarismos modernos, hay una vocación ordenancista, autoritaria, rígida en el planteamiento cerebral que hace Platón.

Con la democratización creciente de la polis griega el discurso político tuvo cada vez más importancia. Quien podía argumentar eficazmente a favor de sus opiniones e intereses era capaz de obtener apoyo y consenso. La oratoria se convirtió en una herramienta apropiada para acceder al poder y cientos de ciudadanos estaban dispuestos a pagar para que se les enseñase tal habilidad. Surgieron así los sofistas, maestros itinerantes, que entre otras cosas, enseñaban a hablar en público. Su influencia fue muy importante, y algunos como Protágoras y Gorgias, fueron especialmente famosos. 

Platón los consideraba como representantes de la falta de compromiso con la verdad y el relativismo, pues enseñaban a argumentar tanto a favor como en contra de cualquier posición. Para Platón, en cambio, sólo la verdad debería ser defendida. Por eso prefirió llamarse filósofo, es decir, “amante de la sabiduría”, en vez de “sofista” que nombraba simplemente a quienes vendían sabiduría. 

Nada había en la filosofía anterior a Platón que pudiera prever su concepción. Los filósofos anteriores sólo habían tratado de explicar la naturaleza física. Pero ahora, a partir del pensamiento platónico, la ética, la política y la estética encontraron también su lugar en la reflexión filosófica al lado de la tradicional pregunta por la realidad física y los problemas del cambio y la permanencia que habían ocupado ya a Heráclito y Parménides entre otros.
Al formular su teoría de las ideas, Platón se preguntaba qué son la justicia, la bondad, la belleza y las demás propiedades de este tipo. Con este preguntar abre nada menos que el pensamiento metafísico occidental. Platón expone que para que pueda plantearse que algo tiene una propiedad, tiene que haber esa propiedad. Pero ella no está en ninguna parte ni es percibida por los sentidos. Para Platón, se trata de que hay una idea de justicia que no se agota en ningún acto particular, justo o injusto. Si no hubiera una idea de justicia no podría llamarse justo a ningún acto. Del mismo modo podemos encontrar bellas diferentes cosas pero coincidimos en la idea de belleza, que afirmamos de unas y negamos de otras. 

Platón expone que el filósofo es el que puede progresar desde las cosas bellas hasta la idea de belleza. El filósofo puede ascender de un cuerpo bello a todos los cuerpos bellos y de estos a las bellas normas de conducta y de ahí a los bellos conocimientos y terminar en el conocimiento de la belleza absoluta, de la belleza en sí. Si la idea de belleza fuera sólo subjetiva, si fuese distinta en cada hombre, nadie sabría a qué se refiere otro al decir que algo es bello. La vida en común sería entonces imposible.

Esa vida en común exige, según Platón, que podamos compartir algunas ideas que están en la base de toda comunicación, en particular la idea de justicia. Pueden variar nuestras valoraciones respecto de qué cosas son justas y cuáles no, pero no puede cambiar aquello por lo que persisto en llamar “justas” a algunas conductas. Porque hay una idea eterna, objetiva y universal de justicia es posible alcanzar consensos éticos o políticos.

Platón estaba convencido que la mejor preparación para la vida pública era el espíritu lúcido y desinteresado de la filosofía. Con ese propósito había fundado en Atenas, en el año 388, lo que se podría llamar la primera universidad de Europa. Ubicada cerca del santuario consagrado al héroe Academo, había recibido el nombre de Academia. A ella concurrieron jóvenes de Atenas y de otras ciudades para aprender no solo filosofía sino también matemáticas, astronomía y ciencias físicas y naturales. Antes de crear la Academia, Platón había intentado hacer un filósofo de Dionisio de Siracusa. La aventura finalizó en el año 388 con Platón ofrecido a la venta en un mercado de esclavos, ocasión en que un amigo lo compró para liberarlo. 

Cuando 20 años más tarde el tirano falleció, lo sucedió en el trono de Sicilia su hijo Dionisio II quien invitó a Platón a su corte por una temporada. El filósofo volvió una vez más a Siracusa con la intención de hacer del joven Dionisio II un rey filósofo. Platón presentó un proyecto de constitución que fue desechado por Dionisio II. Aconsejó la organización de una confederación de ciudades contra la amenaza de Cartago que jamás fue implementada y requirió la amnistía para los opositores políticos del joven tirano, lo que fue desestimado. Platón se vio obligado a admitir que no podía pretender que los gobernantes fuesen lúcidos y desinteresados.        
       
En el último de sus diálogos titulado “Las Leyes” abandonó la noción de un rey filósofo y confió a la organización legal lo que ya no podía esperar de los individuos. Este es el diálogo más extenso, un diálogo en el que Platón ofrece un segundo modelo de Estado desde el de “La República”, pero un modelo pautado exclusivamente por leyes a diferencia del modelo de los diálogos medios donde importa, sobre todo, que los filósofos gobiernen y pareciera que la ley ocupa un lugar secundario. En su último diálogo Platón deposita la esperanza de un orden político, justo y armonioso en el adecuado ordenamiento jurídico. 


La influencia de Platón en todo el pensamiento, en toda la vida intelectual y colectiva de occidente no se puede exagerar. Probablemente, dejando aparte quizás alguna figura religiosa como Cristo, es imposible encontrar a nadie que haya tenido una influencia más profunda, más duradera, más extensa que Platón. La obra de Platón sigue siendo leída, sigue siendo comentada, sigue teniendo una extraña frescura, una extraña espontaneidad todavía. Muchos filósofos importantes, muy interesantes, han quedado para ser estudiados por los especialistas. O necesitan muchas introducciones, muchos comentarios, porque realmente hoy nos encontramos frente a ellos un poco desconcertados, no entendemos bien cuáles son sus preguntas, por qué dicen los que dicen, qué problemas tratan de resolver, etc. Pero, sin más, cualquiera puede leer directamente los diálogos de Platón y encuentra algo como la emoción del pensamiento, la emoción de la filosofía. Muchas veces le dicen a uno: me estoy interesando por la filosofía, ¿por dónde empiezo? Evidentemente por alguno de los diálogos platónicos. Leer el Gorgias, leer La República, leer el Fedro, leer el Banquete, cualquiera de los grandes diálogos platónicos es la mejor introducción a la filosofía, porque ahí sigue estando viva, activa, la aventura del pensamiento.


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