lunes, 13 de octubre de 2014

Las razones del triunfo


Por Atilio A. Boron *
La aplastante victoria de Evo Morales tiene una explicación muy sencilla: ganó porque su gobierno ha sido, sin duda alguna, el mejor de la convulsionada historia de Bolivia. “Mejor” quiere decir, por supuesto, que hizo realidad la gran promesa, tantas veces incumplida, de toda democracia: garantizar el bienestar material y espiritual de las grandes mayorías nacionales, de esa heterogénea masa plebeya oprimida, explotada y humillada por siglos. No se exagera un ápice si se dice que Evo es el parteaguas de la historia boliviana: hay una Bolivia antes de su gobierno y otra, distinta y mejor, a partir de su llegada al Palacio Quemado. Esta nueva Bolivia, cristalizada en el Estado Plurinacional, enterró definitivamente a la otra: colonial, racista, elitista, que nada ni nadie podrá resucitar.
Un error frecuente es atribuir esta verdadera proeza histórica a la buena fortuna económica que se habría derramado sobre Bolivia a partir de los “vientos de cola” de la economía mundial, ignorando que poco después del ascenso de Evo al gobierno aquélla entraría en un ciclo recesivo del cual todavía hoy no ha salido. Sin duda que su gobierno ha hecho un acertado manejo de la política económica, pero lo que a nuestro juicio es esencial para explicar su extraordinario liderazgo ha sido el hecho de que con Evo se desencadena una verdadera revolución política y social cuyo signo más sobresaliente es la instauración, por primera vez en la historia boliviana, de un gobierno de los movimientos sociales.
El MAS no es un partido en sentido estricto sino una gran coalición de organizaciones populares de diverso tipo que a lo largo de estos años se fue ampliando hasta incorporar a su hegemonía a sectores “clasemedieros” que en el pasado se habían opuesto fervorosamente al líder cocalero. Por eso no sorprende que en el proceso revolucionario boliviano (recordar que la revolución siempre es un proceso, jamás un acto) se hayan puesto de manifiesto numerosas contradicciones que Alvaro García Linera, el compañero de fórmula de Evo, las interpretara como las tensiones creativas propias de toda revolución. Ninguna está exenta de contradicciones, como todo lo que vive, pero lo que distingue la gestión de Evo fue el hecho de que las fue resolviendo correctamente, fortaleciendo el bloque popular y reafirmando su predominio en el ámbito del Estado. Un presidente que cuando se equivocó –por ejemplo durante el “gasolinazo” de diciembre del 2010– admitió su error y tras escuchar la voz de las organizaciones populares anuló el aumento de los combustibles decretado pocos días antes. Esa infrecuente sensibilidad para oír la voz del pueblo y responder en consecuencia es lo que explica que Evo haya conseguido lo que Lula y Dilma no lograron: transformar su mayoría electoral en hegemonía política, esto es, en capacidad para forjar un nuevo bloque histórico y construir alianzas cada vez más amplias pero siempre bajo la dirección del pueblo organizado en los movimientos sociales.
Obviamente que lo anterior no podría haberse sustentado tan sólo en la habilidad política de Evo o en la fascinación de un relato que exaltase la epopeya de los pueblos originarios. Sin un adecuado anclaje en la vida material todo aquello se habría desvanecido sin dejar rastros. Pero se combinó con muy significativos logros económicos que le aportaron las condiciones necesarias para construir la hegemonía política que ayer hizo posible su arrolladora victoria. El PIB pasó de 9525 millones de dólares en 2005 a 30.381 en 2013, y el PIB per cápita saltó de 1010 a 2757 dólares entre esos mismos años. La clave de este crecimiento –¡y de esta distribución!– sin precedentes en la historia boliviana se encuentra en la nacionalización de los hidrocarburos. Si en el pasado el reparto de la renta gasífera y petrolera dejaba en manos de las transnacionales el 82 por ciento de lo producido mientras que el Estado captaba apenas el 18 por ciento restante, con Evo esa relación se invirtió y ahora la parte del león queda en manos del fisco. No sorprende por lo tanto que un país que tenía déficit crónicos en las cuentas fiscales haya terminado el año 2013 con 14.430 millones de dólares en reservas internacionales (contra los 1714 millones de que disponía en 2005). Para calibrar el significado de esta cifra basta decir que las mismas equivalen al 47 por ciento del PIB, de lejos el porcentaje más alto de América latina. En línea con todo lo anterior, la extrema pobreza bajó del 39 por ciento en el 2005 al 18 por ciento en 2013, y existe la meta de erradicarla por completo para el año 2025.
Con el resultado de ayer Evo continuará en el Palacio Quemado hasta el 2020, momento en que su proyecto refundacional habrá pasado el punto de no retorno. Queda por confirmar si retiene la mayoría de los dos tercios en el Congreso, lo que haría posible aprobar una reforma constitucional que le abriría la posibilidad de una re-reelección indefinida. Ante esto no faltarán quienes pongan el grito en el cielo acusando al presidente boliviano de dictador o de pretender perpetuarse en el poder. Voces hipócritas y falsamente democráticas que jamás manifestaron esa preocupación por los 16 años de gestión de Helmut Kohl en Alemania, o los 14 del lobbista de las transnacionales españolas, Felipe González. Lo que en Europa es una virtud, prueba inapelable de previsibilidad o estabilidad política, en el caso de Bolivia se convierte en un vicio intolerable que desnuda la supuesta esencia despótica del proyecto del MAS. Nada nuevo: hay una moral para los europeos y otra para los indios. Así de simple.
* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Tomado de aquí


Evo ganó y tendría los dos tercios


“Este triunfo es de los anticolonialistas, de los antiimperialistas, del pueblo boliviano”, dijo Morales ante una repleta plaza Murillo. Según los primeros resultados difundidos al cierre de esta edición, el MAS dominaba la Asamblea Legislativa.

Por Sebastián Ochoa
Página/12 En Bolivia
Desde La Paz
En esta ciudad, como en casi toda Bolivia, las elecciones transcurrieron en tranquilidad. En las calles, vacías de vehículos, las familias vestidas de domingo caminaron desde la mañana hasta las escuelas donde se votaba. De ahí, buscaron entre los pocos lugares abiertos para comer y disfrutaron de la tarde de sol, una rareza para esta época de lluvias en La Paz. Al anochecer, miles de militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) se reunieron ante los escenarios preparados en las ciudades de Santa Cruz, Cochabamba y aquí, sede del órgano ejecutivo. Según los primeros resultados, el presidente Evo Morales fue reelegido para un tercer mandato con el 61 por ciento de los votos. Segundo quedó Samuel Doria Medina, de Unidad Demócrata, con el 24 por ciento.
Anoche, ante la repleta plaza Murillo, Morales dijo las palabras del caso. “A nombre de quienes luchamos por la liberación de toda Bolivia agradecemos por este nuevo triunfo del pueblo boliviano. Hay un profundo sentimiento no sólo en Bolivia, sino en toda América latina y el Caribe; un sentimiento de liberación de nuestros pueblos, para no seguir sometidos al imperio norteamericano o al sistema capitalista. Este triunfo es de los anticolonialistas, de los antiimperialistas, del pueblo boliviano”, dijo Morales con una sonrisa que no le cabía en el rostro. “Aquí estaban en debate dos programas: la nacionalización frente a privatización. Y nuevamente, con más del 60 por ciento de los votos, gana la nacionalización”, exclamó el presidente ante la multitud.
“Olé, olé, olé... Evo... Evo”, coreaba en la plaza un grupo de turistas argentinos que justo pasaba por la ciudad.
Como en todas las elecciones, hubo incidentes mínimos, como el extravío de papeletas o el sortilegio de que alguien ya había votado antes de que se presentara en la mesa correspondiente. Además de un error presente en las más de seis millones de papeletas de votación: decía “Estado Plurinominal”, en lugar del “Estado Plurinacional”, que es Bolivia, según la Constitución.
En tercer lugar quedó Jorge “Tuto” Quiroga, del Partido Democrática Cristiano (PDC), con el 9 por ciento de los votos; le siguen Fernando Vargas, del Partido Verde de Bolivia, y Juan del Granado, del Movimiento Sin Miedo (MSM), ambos con el 3 por ciento.
Ayer por la tarde, el paseo de El Prado fue tomado por niñas, niños, perros de departamento, ciclistas y skaters. Superado el (generalmente) breve trámite del voto, las familias volvieron a entrar a sus casas solamente cuando las obligó el frío del atardecer. Entonces esperaron el resultado pero sin tensiones, porque de antemano se sabía quién seguirá gobernando Bolivia hasta 2020, o quizás más tiempo si el MAS avanza en su plan de remodelar la Constitución de 2010. De confirmarse estos resultados, el MAS continuaría dominando la Asamblea Legislativa Plurinacional en sus dos tercios. Así podría aprobar las leyes que (Morales) quisiera, sin depender de alianzas con otras fuerzas políticas, que en el próximo Parlamento serán ínfimas.
Entre la población dominguera y los turistas que satisfechos tomaban fotos, en las veredas de El Prado se habían asentado decenas de puestos de choripán, helados, humintas, refrescos, películas truchas, anticuchos. Quienes atendían representaban a la gran parte de bolivianos y bolivianas que viven de lo que ganan cada día, integrantes del enorme mercado laboral informal.
“Voté por el Evo porque vemos que las cosas están bien. La gente anda con plata y nos compra”, dijo Clara Mamani, que tiene un puesto de venta de gelatinas de pata y flanes de leche, frente al Obelisco.
“Iba a votar al Movimiento Sin Miedo, pero al final me decidí por el Doria, porque va a sacar más votos y va a tener más lugar en el Parlamento”, comentó Diego Gutiérrez, quien salía de votar del Instituto Americano, en el barrio paceño de Sopocachi.
La Paz fue el departamento con mayor cantidad y porcentaje de votos para el MAS. El 70 por ciento de sus 1.600.000 electores cimentaron el triunfo de ayer. Segundo quedó UD, con el 14 por ciento. En Chuquisaca, Morales obtuvo el 62 por ciento de los votos. Allí quedó segundo Tuto Quiroga, con el 18 por ciento. En Cochabamba, el MAS consiguió el 66 por ciento. Le siguió el partido de Doria Medina, con el 20 por ciento. En Oruro, el oficialismo sacó el 65 por ciento. Le siguió UD, con el 14 por ciento.
En Potosí, el 66 por ciento votó por Morales. Por Dorio Medina lo hizo el 21 por ciento. En Tarija, el MAS cosechó el 52 por ciento de los votos. Le siguió UD con el 26 por ciento.
En Santa Cruz, sufragaron por Morales el 49 por ciento de las y los votantes. Allí Doria Medina consiguió el 38 por ciento, sobre un total de 1.500.000 electores. Este departamento junto a La Paz concentran el 53 por ciento del padrón. En la amazónica Pando, Morales consiguió el 53 por ciento. UD, el 39 por ciento. Beni es el único departamento donde no ganó el MAS. Aquí se impuso Doria Medina, con el 49 por ciento de los votos. Morales quedó con el 43 por ciento.
Estos resultados fueron tomados a boca de urna por la consultora Mori. Efectuar esta tarea costó la detención a cuatro de sus trabajadores en la ciudad beniana de Riberalta, porque habrían hecho la consulta a menos de 100 metros del centro de votación.
De acuerdo con estas cifras, el Senado quedaría conformado con 25 legisladores del MAS, sobre un total de 36 escaños. Para UD serían 9 asientos. Y los dos últimos para el PDC. En la Cámara de Diputados, 111 escaños serían para el MAS. A UD le corresponderían 41 espacios, 12, al PDC, y un asiento para el Partido Verde y otro para el MSM.
Luego de hablar en La Paz, Morales se tomó el avión hasta la ciudad de Santa Cruz, la más habitada de Bolivia, para festejar con sus militantes en el Cambódromo. Así empezó la fiesta en distintas partes del país, la fiesta que estaba prohibida desde el viernes pasado por el Auto de Buen Gobierno.
Tomado de aquí



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