martes, 11 de octubre de 2011

Filosofía aquí y ahora II. José Pablo Feinmann. Encuentro 3: Auschwitz y la Filosofía




Sumario

1 ¿Un nuevo género de barbarie?
2 ¿Qué significa que la razón sea divinizada?
3 ¿El dominio de la razón?
4 La historia, ¿un paisaje de ruinas?


1 ¿Un nuevo género de barbarie?

El tema que vamos a tratar hoy es duro, pero hay que tratarlo. Es Auschwitz y la Filosofía. Nuestro punto de partida va a ser la Escuela de Frankfurt y dos pensadores de la Escuela de Frankfurt que son Theodor Adorno y Max Horkheimer, que emigraron a Estados Unidos y en California –a partir de 1940- empezaron a escribir un libro que se transformaría en un libro fundamental del pensamiento filosófico del siglo XX: “Dialéctica del Iluminismo” (1947). Son charlas que tuvieron Adorno y Horkheimer en California y se publica en 1947.
El problema que se plantean Adorno y Horkheimer es cómo, en 1940, de esa esperanza excepcional que el Iluminismo, la Revolución Francesa, los Enciclopedistas –Voltaire, Diderot, D’Alambert, Rousseau, Kant-, todos esos pensadores que confían en la razón humana, en el gran relato del racionalismo de la razón humana que dice “el hombre, por medio de su razón, va a alcanzar la plenitud, va a alcanzar la felicidad, va a llegar a una sociedad bien organizada, civilizada; la razón es el progreso, las luces de la razón van a curar todas las enfermedades, todos los males sociales, va a nacer la felicidad del hombre cuando se llegue a una sociedad racional”… ¿cómo es posible –se preguntan Adorno y Horkheimer- que hayamos llegado a esto, a una nueva forma de barbarie? Y una forma extrema de barbarie como la que ellos ven en Europa en 1940. 

 
Cuando Adorno y Horkheimer escriben “Dialéctica del Iluminismo” ya conocen un gran texto de Walter Benjamin que es las “Tesis sobre filosofía de la historia” que Benjamin escribe y se lo deja a Bertold Brecht. Benjamin tenía que irse de Europa porque estaba siendo tremendamente perseguido por la Gestapo. Adorno le escribe desde su exilio de lujo en California y le dice que se exilie inmediatamente; Benjamin le contesta: “todavía hay causas que defender en Europa”. Benjamin era un hombre sencillo, de pequeña estatura, tremendamente inteligente, judío, un hombre de fe, un hombre que tenía una teoría sobre el mesías: que el mesías no iba a llegar al final sino que el mesías aparecía por ciertas hendijas de la historia, en determinados momentos muy especiales. Esto lo desarrolla en las “Tesis sobre filosofía de la historia”.

Benjamin huye, decide huir, y decide cruzar la frontera francesa hacia España. Cuando llega a la frontera, precisamente ese día se cerró la frontera. Se cerró la frontera y Benjamin se desespera, entra en pánico, en terror, porque sabe justamente cómo es la Gestapo, como trata a los que atrapa. Y siente que esa frontera se cerró para él. Si se cerró para él, se cerró su vida. Entonces se suicida. Se suicida “mal”, toma mucha morfina, pasa una noche atroz, finalmente muere; y al día siguiente la frontera se abre. Esta muerte trágica de Benjamin es la muerte del pensamiento humanista, del pensamiento que defiende el derecho del hombre a vivir, a no ser torturado, a no ser avasallado, a no ser confinado a un campo de concentración como una cosa que se termina arrastrando con una especie de tractor como hemos visto en algunos documentales. 
 
Benjamin influye mucho en “Dialéctica del Iluminismo” de Adorno y Horkheimer quienes, sin embargo, no lo citan. Lo que plantea “Dialéctica del Iluminismo” es que el Iluminismo, la razón iluminista, la Diosa Razón, comienza su despegue con la Revolución Francesa. ¿Qué esperábamos de la Diosa Razón? Esperábamos la racionalidad en la historia, una historia racional, una historia sin barbarie. Ustedes observen que el colonialismo europeo del siglo XIX se hace en nombre a valores. Por ejemplo, el Imperio romano cuando tomaba un territorio lo tomaba considerando que era el Imperio romano y ese territorio tenía la gloria de pertenecer al Imperio romano. Pero los ingleses, los franceses, los holandeses, los belgas, cuando se expanden, con ellos se expande la civilización, el progreso, la razón, el derecho, etc. Es decir, el imperialismo del siglo XIX identifica su expansión con la expansión del progreso de la civilización y de la razón. Eso lleva a Auschwitz, ¿por qué?

2 ¿Qué significa que la razón sea divinizada?

Tengamos en cuenta que, con la Revolución Francesa, se produce una divinización de la razón. ¿Qué razón es ésta? Es la razón de la burguesía capitalista, es la racionalidad capitalista que se erige a sí misma como divinidad, es decir, la Diosa Razón. La Diosa Razón es la que va a solucionar todo. Incluso a partir de 1831 con el “Curso de Filosofía positiva” de Auguste Comte aparece el positivismo que es la filosofía que la generación del ’80 toma aquí, en la Argentina, para decir “estos son los hechos, los hechos han obedecido a un orden racional, ha triunfado la civilización, han triunfado las ideas, ha triunfado el progreso”. Y a lo largo del siglo XIX ahí donde entra Europa, entra el progreso, entran las ideas, entra la racionalidad. Este culto a la razón, ¿por qué ha provocado tantas monstruosidades? ¿Cómo puede ser que la Diosa Razón no haya hecho más que provocar atrocidades? Y sobre todo, para Adorno y Horkheimer, que son quienes analizan esto en “Dialéctica del Iluminismo”, la atrocidad de Auschwitz. 
 
Atención, porque Auschwitz es un hecho racional. Generalmente se usa un esquema absurdo del análisis del hitlerismo, se dice que fue un hecho irracional: esa irracionalidad del hitlerismo. No. Ése no fue un hecho irracional. Fue un hecho de la razón humana. El hitlerismo fue la aplicación de lo que Adorno y Horkheimer llaman la razón instrumental, es decir una razón instrumento para dominar a los hombres. Incluso cuando Eichmann es juzgado en Jerusalén, Hannah Arendt escribe el mejor de sus ensayos que se llama “Eichmann en Jerusalén. Un ensayo sobre la banalidad del mal”. ¿Qué es la banalidad del mal? La banalidad del mal es el mal burocrático, el mal racional. En la película “Garage Olimpo” se vio que cuando los torturadores entraban a la ESMA, fichaban. Ponían la tarjetita y fichaban. Es decir, era un trabajo burocrático como cualquier otro trabajo burocrático. La tortura es burocrática, es un empleo el de torturador. Para Eichmann el mal era banal, no tenía importancia, él sólo cumplía su trabajo. “Hay que matar hoy 10.000 personas”, bueno, hay que matarlas, y lo fundamental es cómo hacemos desaparecer los cuerpos.

Ahora Auschwitz es la expresión también de la racionalidad alemana, de la burguesía alemana que necesita expandirse y para expandirse necesita la exaltación de su pueblo. Para exaltar a su pueblo señala como elemento demoníaco de la sociedad al judío, aquel que es apartado –como el apartheid en Sudáfrica, los negros son apartados-, acá los judíos sufren el apartheid y son perseguidos porque son los que se van a devorar Alemania. El racismo alemán tiene una característica notable con respecto al judío: no lo mata, no lo desprecia por inferior –como se hace con el negro en Estados Unidos, por ejemplo- sino por superior. “Los judíos son más inteligentes que nosotros” –dicen los nazis. “Y nos van a robar nuestro país porque son muy inteligentes, hay que matarlos”. Este es el razonamiento de un nacional socialista: como el judío es tan inteligente, se van a robar todo el país, van a manejar las finanzas. El ario –va a decir Nietzsche- no tiene que ser inteligente, tiene que ser un guerrero. Entonces, los guerreros de las SS, de las SA, no quieren ser inteligentes, quieren ser aves de rapiña, quieren ser halcones. El judío sí, es inteligente. Walter Benjamin era muy inteligente, había que perseguirlo, había que matarlo. 
 
Y así llegan al campo de concentración que es un fenómeno racional, manejado racionalmente, con pautas racionales, no se mata a 6.000.000 de personas sin un esquema racionalmente eficaz. En la película “Juicio en Nuremberg” le preguntan a alguien que estuvo en Auschwitz si era posible matar a 10.000 personas por día, y el hombre con gran serenidad dice: “sí, claro que era posible, el problema era como deshacerse de los cadáveres”
 
Entonces, lo que va a decir otro gran pensador sobre estas cuestiones que es Michel Foucault es que la razón de la burguesía capitalista necesita afirmarse negando a la locura y necesita afirmar la sociedad que construye negando a la delincuencia. Por eso construye cárceles y manicomios. Por eso todo esto no es la irracionalidad del hombre, el hombre no es malo cuando es irracional, es malo cuando es racional.

3 ¿El dominio de la razón?

Lo que marcan Adorno y Horkheimer en “Dialéctica del Iluminismo” es el dominio de la razón por sobre la totalidad del hombre. Lo que quieren decir es que el hombre es más que razón pero que, para colmo, el uso que le ha dado a su razón es un uso para esclavizar, para dominar, para someter a la naturaleza y a los hombres.

Hay un ejemplo formidable que dan en “Dialéctica del Iluminismo” y es el ejemplo de Ulises en La Odisea –la continuación de La Ilíada-, Ulises va volviendo a Ítaca y no quiere oír el canto de las sirenas, se niega al placer por miedo a perder la razón porque escuchar el canto de las sirenas es enloquecer. Ulises no quiere enloquecer pero quiere oír el canto de las sirenas. Entonces, como él es el patrón del barco ordena que lo aten a un mástil –lo atan a un mástil- y todos los demás se tapan los oídos y siguen remando. Ulises pasa frente a la isla donde están las sirenas, escucha el canto de las sirenas y desesperadamente intenta liberarse de sus ataduras pero son tantas las ataduras que se puso que no puede liberarse. ¿Esto qué significa? Bueno, esto es Freud, esto es Nietzsche, el hombre de la civilización ata sus pulsiones de placer. La cultura existe porque nos maniatamos, nos prohibimos nuestras pulsiones de placer. ¿Qué es lo que quiere Ulises? Quiere ir hacia las sirenas que es lo que le pide su goce –para utilizar una terminología un poco lacaniana-, pero su razón le dice “si vas, enloquecerás”. Quiere oír el canto, pero se ata. El hombre de la cultura es, para Adorno y Horkheimer, un hombre maniatado. Todos nosotros somos hombre maniatados porque queremos la seguridad de la mediocridad cotidiana y no el riesgo de la locura ante el goce descontrolado. Este es un gran pasaje de Adorno y Horkheimer.

Esta dominación que se ejerce por medio de la razón sofocando las pulsiones, los deseos, los instintos más genuinos del hombre, forman una sociedad que es –para Adorno y Horkheimer- la sociedad capitalista. (Nosotros acá no estamos hablando de los fracasos de las sociedades socialistas que ya hemos oído hablar demasiado de eso y en algún momento lo hablaremos, pero ahora estamos tratando a estos filósofos). Adorno y Horkheimer hablan de esta racionalidad burguesa que, como razón instrumental que domina a los hombres, lleva su instrumentalidad hacia el campo de exterminio de Auschwitz donde son racionalmente exterminados 6.000.000 de judíos, gitanos y homosexuales. 
 
En el tema de Auschwitz está el tema de Dios. Es un tema muy complejo y más de un teólogo se pone de muy mal humor cuando se menciona el tema de Dios con respecto a Auschwitz, pero más de un filósofo ha preguntado: ¿dónde estaba Dios en Auschwitz? E incluso Primo Levi, que es el gran escritor judío que escribe “Si esto es un hombre” y “Los hundidos y los salvados”, dice: “existe Auschwitz, no existe Dios”. Y Karl Löwith, que también es un gran pensador judío discípulo de Heidegger, dice: “luego de Auschwitz, es imposible pensar un Dios totalmente bueno”. Es muy contundente todo esto. Hay un tango incluso genial que dice: “¿dónde estaba Dios cuando te fuiste?”. Nuestra tanguística es tan excepcional que puede ser comparada con los grandes filósofos del siglo XX, es lo mismo.

La razón instrumental, esa razón que se constituye para dominar a los hombres y para dominar a la naturaleza, comienza por arrasar a la naturaleza, por industrializarla, por volver a la naturaleza un arma de guerra. Al volver a la naturaleza un arma de guerra, un arma de consumo, un arma de mercancías; la razón instrumental llega hasta hoy, hoy estamos viviendo sumidos en la razón instrumental. La instrumentalidad de la razón es hoy la racionalidad del Imperio bélico comunicacional estadounidense que ha decidido una colonización casi generalizada del mundo para protegerse de él. Lo que hace Estados Unidos es: para protegerme del terrorismo, voy a conquistar todos los lugares que pueda y voy a declarar guerras preventivas si es necesario. Ahora, lo que está ocurriendo en este momento en Irak –que es muy poco lo que verdaderamente sabemos que ocurre en Irak, pero sabemos que ocurren horrores- es la razón instrumental bélica puesta al servicio del poder. El poder y la razón van de la mano, la razón está al servicio del poder. 
 
4 La historia, ¿un paisaje de ruinas?

Las tesis que Walter Benjamin le deja a Bertold Brecht son sorprendentes. El mismo Brecht dice que se va a demorar muchísimo en entender estas tesis. De hecho constituyen una formidable crítica a la dialéctica hegeliana y a la dialéctica marxista. Lo que dice Benjamin es que no hay una racionalidad en los hechos históricos, que los hechos históricos no responden a una necesidad interna dialéctica, inmanente, racional, que los vaya sucediendo los unos a los otros. Que el ángel de la historia –dice Benjamin, porque ha comprado un cuadro de Paul Klee donde se ve un ángel mirando hacia el pasado- mira hacia el pasado y no ve un encadenamiento lógico de categorías hegelianas, sino que ve un paisaje de ruinas. Entonces, no hay dialéctica, hay ruinas, y Benjamin nos entrega una concepción de la historia como catástrofe. No la historia como una dialéctica necesariamente encaminada hacia un final de plenitud, hacia una sociedad sin clases donde no habrá más explotadores ni explotados y donde el hombre será libre. ¡No! –dice Benjamin- la historia no es eso. La historia es un paisaje de ruinas, la historia ha sido una catástrofe completa y la historia lo que expresa es la ruina, el fracaso de la razón humana.

Pero hay un aspecto exquisito de Benjamin que responde a su profunda fe judía y que tiene que ver con el mesías –yo algo mencioné, pero lo quiero mencionar más detalladamente-. Benjamin dice que hay momentos muy especiales en la historia, que el mesías no va a venir al final, pero que en la historia de nuestras vidas hay momentos en que sentimos la presencia, la plenitud de lo absoluto, de lo sagrado. De aquello que nos trasciende por completo pero que sin embargo se comunica con nosotros en ese momento. ¿Cómo se comunica? Benjamin dice que el mesías aparece por pequeñas hendijas, o sea que la presencia del mesías es constante. No es una presencia que cierra la historia, sino que es una presencia que acompaña la historia y que, en algún momento, se nos puede presentar. En algún momento podemos tener un contacto con lo sagrado, con lo divino, con lo absoluto. 
 
Este es un pensamiento muy judío pero Benjamin no podía sino elaborarlo y efectivamente es un pensamiento que va contra esa idea finalista de la razón: que la plenitud va a estar al final, que el reino de los cielos va a estar al final, que el mesías va a venir al final. No, dice Benjamin, como también dice otro pensador judío Martin Buber en un libro que se llama “Yo y tú”. Hay momentos, y muchos de nosotros hemos comprobado la existencia de esos momentos, que parecen fuera de la historia. Una mirada, una mirada en la cual nos miramos con alguien y sabemos que nos vamos a odiar para siempre; o nos miramos con una mujer y sabemos que la vamos a amar para siempre. Sentimos un día, en cualquier momento, podemos pasar por una iglesia o un templo vacío y entrar, y está vacío, estamos solos, y nos pasa algo que no nos pasó nunca. Sentimos la plenitud de la presencia de lo absoluto, de lo sagrado, de algo que está más allá de nuestras vidas finitas y tenemos un momento de fe. Pero no es la fe que da una certeza absoluta, es un momento, pasa enseguida –dice Benjamin-, pero por esa hendija hemos tomado contacto con el sentido de nuestra vida, de la historia, y con aquello que en última instancia podría redimir a la historia humana.

No obstante esta esperanza de Benjamin, los que han pensado la realidad de Auschwitz y nosotros, aquí, que tenemos la experiencia terrible de la ESMA como espacio de humillación, sometimiento y vejación del ser humano, tenemos que reflexionar sobre esos espacios de tortura. Que a la tortura se le llame “tarea de inteligencia” es muy claro, ahí está la razón humana. Fijense qué interesante, cuando Adorno y Horkheimer dice que es la razón la que comete las atrocidades; y la tortura es llamada “trabajo de inteligencia” porque está destinada a obtener información. En una película norteamericana muy reciente Meryl Streep hace de una jerarca de la CIA y alguien le dice: Doctora, en Irak se está torturando. Y ella le dice: No, Estados Unidos no tortura, obtiene información. 
 
Entonces, ¿cuál es nuestro imperativo categórico? El imperativo categórico en el sentido de Kant, aquello que tenemos que hacer cotidianamente para que no se repita… que no se repita Auschwitz, que no se repita la ESMA, que no se repita Camboya, que no se repita Irak. Con respecto a Auschwitz que ha sido nuestro tema, el imperativo categórico sería: “Actúa de tal modo que Auschwitz no pueda repetirse”.


Podés ver o descargar este Encuentro de aquí.





1 comentario:

  1. Difundir todas las ideas que contribuyen a formar una opinión distinta a la que por siglos nos vendieron los medios de difusión monopólicos, es una obra de amor: En tiempos de tanta hipocrecía, decir la verdad es REVOLUCIONARIO. vAMOS POR MÁS,...NUNCA POR MENOS. ¡¡¡HIJUUU..E· tigre ¡¡¡¡

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