jueves, 10 de noviembre de 2011

Filosofía aquí y ahora II. José Pablo Feinmann. Encuentro 12: Foucault II



Filosofía aquí y ahora II - José Pablo Feinmann


Sumario

1 ¿Qué es el poder pastoral?
2 ¿Cómo entiende Foucault la historia?
3 La historia, ¿un campo de batalla?
4 ¿Es inexplicable el hombre que se rebela?


1 ¿Qué es el poder pastoral?


Uno de los conceptos fundamentales de Michel Foucault es el de “poder pastoral”. De algún modo sospecho que debido a sus intensivas lecturas de Heidegger, proviene de la famosa fórmula que Heidegger elabora en su “Carta sobre el humanismo” en la que dice: “el lenguaje es la morada del ser y el hombre es su pastor”. Aquí aparece la idea del hombre y el pastor. Lo que va a hacer Foucault es decir que el poder es el pastor del hombre. ¿Esto qué significa? ¿Qué hace un pastor? Un pastor guía a su manada. ¿Qué es un pastor? Es el dueño de la manada. En consecuencia lo que hace el pastor es ser el dueño de la manada y guiar la manada. Lo que va a hacer el poder pastoral es justamente eso.
¿Por qué lo llama poder pastoral? Porque la Iglesia, el poder de la Iglesia Católica, ese poder instituido, poderoso, que la Iglesia en tanto institución levanta luego de la muerte de Cristo y de los apóstoles, pasa a transformarse en un Estado-Institución. Y ahí lo que la Iglesia requiere es que los pecadores –somos todos pecadores- para saldar, para limpiar, sus pecados, se los confiesen al cura. Esto es lo que se llama “la confesión”. Entonces el pecador va al confesionario y le confiesa al cura todos sus pecados. ¿Qué es lo que aparece aquí? Aparece un poder que el cura tiene sobre el pecador, porque el cura conoce los pecados del pecador y el pecador no conoce los pecados del cura. La relación es que el cura es el poder eclesiástico, el poder pastoral, y ese poder pastoral controla a los hombres a través del temor a Dios y de la confesión. ¿Por qué se produce la confesión? La confesión se produce porque le temo a Dios. Y si le temo a Dios temo que Dios me castigue por mis pecados. Y si Dios me castiga por mis pecados, debo confesar estos pecados. Y para confesar estos pecados tengo que ir al confesionario. Entonces ahí instauro al cura que oye mis pecados como aquel que tiene poder sobre mí. Esto es el poder pastoral. 

Ahora, lo que va a decir Foucault, que este poder pastoral que se extiende a lo largo de toda la Edad Media y que es el poder controlador de la Iglesia sobre los hombres se va a prolongar en el Estado moderno. El Estado moderno es el que comienza a ejercer ahora el poder pastoral. Podemos preguntarnos: ¿cómo?, si el Estado moderno no tiene curas, no tiene sacerdotes, no hay confesión. No es así - va a decir Foucault. Usted cuando va al médico le confiesa todo al médico, el médico le puede preguntar lo que quiera y usted va a tener la tendencia de contestarle todo –salvo que le haga una pregunta disparatada o terriblemente íntima que a usted lo avergüence-; pero va al médico a confesarse. A confesar sus problemas físicos, de salud, pero ahí ya hay una relación de desigualdad. La relación medicina-paciente es una relación que instaura al médico por encima del paciente. La relación psiquiatra-loco hace del loco un dependiente del psiquiatra. El psiquiatra se arroga para sí el poder de la razón: yo tengo la razón, vos estás loco, yo te voy a curar. Lo cual, para Foucault, es yo te voy a controlar. Yo te voy a dominar. Es otra forma del poder pastoral. 

Lo mismo el policía. El policía que arresta a un delincuente le está diciendo: yo soy la ley, vos sos el que ha violado la ley. Yo tengo más poder que vos y contame por qué violaste la ley. Hay toda una serie de instituciones ¡Ni hablar de la escuela! La maestra qué le dice a los alumnos: ésta es la verdad, les voy a enseñar la verdad. ¿Y qué les enseña? La verdad que está en los libros de enseñanza. Y los libros de enseñanza qué dicen. Dicen la verdad del poder. La verdad que ha dicho el poder a lo largo de los tiempos. Si analizamos nuestros libros de enseñanzas vamos a ver que dicen lo mismo, no sé, desde hace 100 años por lo menos. Y ese es un poder pastoral: el maestro es el pastor de sus alumnos. Y el pastor de esos alumnos les transmite a esos alumnos la ideología del poder. Y si esto intenta ser transgredido, esto sí que es llamado subversión ideológica porque la visión de la historia es una sola y es la que dice el maestro en la clase y esa visión es la visión del poder y ese poder es el poder pastoral. 

Volvemos.


2 ¿Cómo entiende Foucault la historia?


Acá sí que entramos en una cuestión profunda, densa. Michel Foucault es un historiador, un analista del devenir histórico (que para él no va a existir). El devenir histórico como una cosa lineal que se va desarrollando, no existe. Lo que existe para Foucault es una discontinuidad en la historia. La historia no es un continuo, sino que es una discontinuidad. ¿A quién se está oponiendo? Se está oponiendo al historicismo de Hegel. Nosotros en estos encuentros hemos analizado la visión de la historia en Hegel. Una visión de la historia que consistía en decir que la historia tenía un desarrollo dialéctico interno y necesario. Ese desarrollo dialéctico era en donde el sujeto absoluto iba tomando –a través de ese desarrollo- conciencia de sí, hasta llegar a la autoconciencia total que ocurría en la filosofía de Hegel. Esa toma de la conciencia de sí del Sujeto Absoluto tiene una continuidad sustancial. (Esto lo va a decir muy bien el filósofo Louis Althusser que va a caracterizar la concepción filosófica de Hegel como la de una continuidad sustancial) ¿Cuál es esta sustancia que constantemente avanza contradictoriamente, dialécticamente en Hegel? Bueno, es la sustancia que constituye la historia. Y la historia es la historia del Sujeto Absoluto. 

En Marx, que toma –en mi concepto- muy acríticamente la dialéctica hegeliana, aunque se diga que la pone cabeza bajo, no es así. Marx hace –con perdón de los marxistas- una metafísica de la historia. Estos son para mí los costados más endebles de Marx y justamente son aquellos en los cuales la Academia Soviética insistió más en desarrollar. Lo que hace Marx es decir que la historia es dialéctica, que la historia tiene una linealidad que no se detiene y que esta linealidad es dialéctica: es decir que hay una afirmación, una negación de esa afirmación, una negación de la negación y una nueva afirmación que contiene a los contrarios anteriores. Entonces, la dialéctica le permite decir a Marx que de la negación que hace la burguesía del feudalismo surge el proletariado. O sea que del triunfo de la burguesía surge el proletariado. Y que el proletariado, violentamente –va a decir Marx- va a aniquilar a la burguesía y va a establecer finalmente una sociedad sin clases donde habrá una gran plenitud, el lobo dormirá junto al cordero, habrá una gran libertad y no habrá explotación del hombre sobre el hombre. Como vemos, todo esto se hizo trizas. Ni el proletariado enterró a la burguesía, más bien parece al contrario que la burguesía hubiera enterrado al proletariado, y no vemos un horizonte de plenitud en el cual el lobo duerma junto al cordero y seamos todos libres, sino que vemos un horizonte apocalíptico prácticamente.

Lo fundamental es que se trata de una metafísica de la historia. ¿Por qué metafísica de la historia? Porque es un ordenamiento de los hechos históricos considerando que internamente a los hechos históricos se va desarrollando una necesidad. En Marx, la necesidad que el proletariado derrote a la burguesía e instaure una sociedad sin clases.
Aunque lo había hecho Sartre - ojo, hay que leer la “Crítica de la razón dialéctica”. Sartre ya había dado una concepción de la dialéctica que no tenía como presupuesto la “linealidad interna necesaria”, lo que vamos a llamar de aquí en adelante el decurso histórico-; es Foucault el que efectivamente cuestiona esto con mayor eficacia. Entonces Foucault dice que todas estas son metafísicas de la historia. Que la historia no tiene un devenir necesario ni lineal. Que no tiene un decurso necesario lineal sino que la historia es una discontinuidad permanente. Y esto le permite decir que él no hace una metafísica de la historia porque él se basa en Nietzsche; y Nietzsche tiene un texto que pueden leer porque es un enorme placer leerlo y se llama la “Segunda consideración intempestiva” (1874), que se consigue fácilmente, Ediciones del Zorzal –esto no es un chivo-, es un pequeño librito así, barato, y así se puede leer la “Segunda consideración intempestiva” de Nietzsche. Donde Nietzsche genialmente dice: ¡qué es esto! Qué es esto de una historia lineal, racional, que marcha alegremente hacia el futuro en medio de contradicciones pero siempre linealmente. Esto es un dinosaurio. No es la historia. Esto es materia bastarda para los historiadores idiotas. Más o menos es lo que dice Nietzsche. 


3 La historia, ¿un campo de batalla?


La concepción foucaultiana de la historia está expresada en una famosa conferencia que dio Foucault acerca de “Nietzsche y la genealogía”. Ya Hegel, en el prefacio de la “Fenomenología del espíritu” (1807), un texto fenomenal de la Filosofía, que nosotros lo analizamos en otros encuentros, tiene una fórmula que dice: “la verdad es el delirio báquico en el que cada miembro se entrega a la embriaguez”. Que concepción tan dionisíaca de la verdad, es decir la verdad no es una cosa fija: “esa es la verdad”. No, aquí no hay cosas fijas. Porque en la Edad Media, cuando el hombre era esclavo de la divinidad, efectivamente, al hombre el estamento sacerdotal le decía: ésta es la verdad. Le decía a Galileo: no señor Galileo, ésta es la verdad. El Sol gira alrededor de la Tierra. No –decía Galileo- no es así. Mire, una palabra más y lo quemamos como a Giordano Bruno. A no, tienen razón –decía Galileo. 

Esta concepción verticalista de la verdad es poner a la verdad como lo Uno. “La verdad es el delirio báquico en el que cada miembro se entrega a la embriaguez” quiere decir que la verdad no es lo Uno, sino que la verdad es lo múltiple. La verdad es el choque de las distintas verdades. La verdad es guerra. El conocimiento es guerra –va a decir Foucault. La estructura foucaultiana es una estructura estratégica en la cual “no hay sujetos, hay luchas”. A ver si esto está claro, ojo, es muy importante: no hay sujetos, hay luchas, hay colisiones, hay odio, hay enfrentamientos de distintas verdades sobre los hechos históricos. En  consecuencia, hay muchos hechos históricos. No hay una línea interna racional de la historia. Es lo que habíamos visto también con Walter Benjamin y las “Tesis sobre filosofía de la historia”, cuando el Angelus novus se da vuelta y mira al pasado, y Benjamin dice: cuando el Angelus novus, el ángel de la historia, mira al pasado, no ve una cadena de hechos racionales dialécticamente encadenados, ve un paisaje de ruinas. Y esto es lo que está diciendo Foucault. Yo veo, si no un paisaje de ruinas, un paisaje de luchas, de luchas de conocimiento, de odio entre aquellos que poseen los distintos conocimientos, de fuerzas para imponer mi conocimiento al conocimiento del otro. 

Entonces, en este campo de batalla por el dominio de la verdad, lo que hace Foucault es seguir analizando el poder. El poder es el que consigue vencer en esta lucha de las distintas interpretaciones de la realidad. Hay una enorme multiplicidad, esa es la historia para Foucault. Una enorme multiplicidad de agentes de la historia, de factores de poder de la historia, de elementos estratégicos de la historia que colisionan entre sí y la lucha es por establecer cada uno de ellos su verdad como “la verdad”. Ahí es donde el poder triunfa.
Esta concepción de la historia es una concepción un tanto caótica de la historia, incluso Foucault quiso ser aceptado en la Academia de la Historia en Francia y no lo aceptaron porque dijeron: nosotros tenemos muchos reparos con su epistemología. Y claro, qué es lo que quieren los historiadores, quieren hacer la historia contemporánea: la revolución francesa, el surgimiento de la industria en Inglaterra, la Comuna de París, Napoleón el pequeño, la Unidad alemana, la Unidad italiana,  etc. ¿Qué hay ahí? El historiador triunfa porque tiene una linealidad para explicar, todo está claro. No –dice Foucault. La historia no es así. La historia no hay que explicarla a través de esos grandes hechos protagónicos de la historia sino que la historia está en las pequeñas luchas también que son las que van a definir ese transcurso de la historia que nunca es lineal. Siempre hay un avance, un retroceso, una lateralización, otra lateralización. Es un complejo de enormes multiplicidades que cuesta mucho entender. 

Ahora, la pregunta es: ¿cómo actúo yo políticamente en medio de una multiplicidad de hechos que no puedo entender? Porque para actuar políticamente sobre la realidad alguna síntesis tengo que poder hacer, si no, yo también me vuelvo loco, entro en el dionisismo y me emborracho y no puedo actuar sobre la realidad. O sea que vamos a ver que nos propone Foucault para actuar sobre la realidad y contra el poder.


4 ¿Es inexplicable el hombre que se rebela?


Foucault anticipa muchísimo a los posmodernos en esta idea de la enorme fragmentación de la historia y los anticipa porque les da letra (es 20.000 veces más pensador Foucault que todos los posmodernos juntos). Entonces, Foucault inventa  esto que toma de Nietzsche, de la multiplicidad de hechos de la historia. Pero lo que uno le cuestiona es: para la praxis política, para la acción política, qué se hace para la posible rebelión contra ese poder (nosotros no podemos hundirnos en el vértigo multiplicador de la historia sino que tenemos, por lo menos, que unir A con B y después relacionar B con C, y actuar en consecuencia. Realizar ciertas  síntesis que nos permitan actuar sobre esa realidad). 

Foucault va a llegar muy muy tarde a conceder la posibilidad de la rebelión contra el poder. Su fórmula “donde hay poder, hay resistencia al poder” recién va a comenzar a ser respondida a fines de los años ’70 en sus clases del College de  France y el concepto más interesante que va a elaborar es el de “contraconducta”: a las conductas del poder hay contraconductas de los sometidos al poder. No es mucho, pero le pasó algo a él, y esto es muy conmovedor. El diario L’Osservatore Romano lo envía a Foucault a Irán para que haga una serie de notas sobre la rebelión del pueblo iraní que quería sacarlo al Sah y traerlo al Ayatollah Jomeini. En ese momento Foucault no sabía quién era el Ayatollah Jomeini, no sabía que iba a ser un carnicero, era lo que pedían las masas. Y el Sah era un aliado del occidente capitalista burgués que esas masas querían echar. 

Entonces llega allí Michel Foucault y ve a las masas iraníes marchar contra los soldados armados del Sah con las manos vacías. Escribe una nota excepcional que se llama “La rebelión de las manos vacías” y se pregunta: ¿qué es lo que hace que un hombre se rebele? El hombre que se rebela es inexplicable –va a decir Foucault. Entonces, uno le diría: querido Michel, el hombre que se rebela es inexplicable para usted porque usted lo hizo inexplicable. Porque usted al quitarle la subjetividad, al transformar la historia en un caos, vuelve imposible la asunción de un sujeto de sí mismo, su furia y su unión con otro compañeros –en este caso las masas iraníes- y la rebelión contra el poder.

En Marx, siempre fue posible la rebelión. El sujeto en Marx es La Comuna de París. La Comuna de París que se alza en armas contra el poder del ministro Thiers y contra el poder prusiano de Bismarck. La Comuna de París es el sujeto en acción. ¿Cómo si no se rebeló La Comuna de París? ¿Cómo si no se rebelan las masas iraníes? Quiere decir que algo han podido superar de ese condicionamiento terrible del poder. En algún momento dijeron: no, queremos otra cosa, y arriesgamos nuestra vida contra los fusiles del poder. Entonces Foucault se pregunta algo que Sartre había respondido. Sartre dijo que el hombre va a ser libre siempre, aún en el último socavón, en el último abismo de su enajenación, hay un resto de libertad que siempre le va a permitir rebelarse. Esa es la filosofía política de Sartre, esencial. El hombre es siempre libertad, aún cuando sea un poquitito de libertad, de esa libertad puede surgir la rebelión. Y en Marx el hombre debe rebelarse.

En Foucault, esta rebelión de las masas iraníes le provoca la visión –efectivamente- de unas masas que se están sublevando. Dice: “el hombre que se rebela es inexplicable”. Bueno, puede ser –para mí no puede ser, pero pensémoslo desde el lado de Foucault-, porque el hombre está condicionado por: el lugar donde nace, por el inconsciente, por el lenguaje, por la semiología, por la lingüística, por Ferdinand de Saussure, por la antropología de Lévi-Strauss, por el lenguaje lacaniano que nunca termina por encontrar el sujeto. El hombre está condicionado por todo eso y, quizás, por todo eso una rebelión resulte inexplicable. Bueno, si es así, nosotros vamos a tener que ser inexplicables. Porque si nos volvemos explicables, tan explicables, nos vamos a volver pasivos, vamos a ser una cosa de estudio de las distintas disciplinas del saber humano –como bien lo ha dicho Foucault-. Para no ser eso, necesitamos confiar en que siempre existe la posibilidad de la rebelión, aunque sea inexplicable. Aunque sea inexplicable, hay que tornarla explicable con la acción de esa rebelión que es lo que vio Foucault en las masas iraníes, con las manos vacías, enfrentando los fusiles del ejército del Sah. 

Esto que le pasó a Foucault fue muy positivo para él y murió –pobrecito- de SIDA a comienzos de los años ’80 cuando justamente empezaba a desarrollar brillantemente –como siempre- a través de estudios sobre la sexualidad, estos temas de la resistencia al poder. 

Honra a Michel Foucault del modo que sea.

Gracias.


Podés ver o descargar este Encuentro de aquí.







  

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