jueves, 20 de mayo de 2010

Santyago de la Nª Extremadura:

A veces, sin motivos, las heridas que nunca tuve sangran mis lágrimas resecas. Todo está en los fenómenos de disolución, en los imanes y las capas. Todo en el argón porcentual, en los perros muertos que caminan en el aire, esparciendo entre nariz y nariz la plaga del desgobierno, de la destrucción identitaria. Así es como cada uno se entrega de piernas abiertas a su ídolo unipersonal, y forman entre todos un pentágono irregular que no sirve para invocar ni al maquinista de los empleados del Infierno. Y en una pesadilla partida por la mitad, de esas que se tienen como siesta póstuma en la sala de espera, vi a mis amigos con la cara pintada de negro, disparándole a tótem amazónicos, sonriendo el hedor ajeno de sangre y estrellas. Desde la cocina, una voz me había llamado; el pan se había desmantelado frente a la cara de la muerte, y el Tour sin bragas fue más rápido que las centellas de cementerio. Menos mal que del error a la queja que destroza tormentas, hay una brecha cautivante que salva la mirada de besos sin migas.

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