martes, 18 de mayo de 2010

Alguien huyó del pelotón de fusilamiento:

A los perdedores los consagra la determinación. Cuando se descubre que se es Nadie (y lo digo en impersonal) probablemente se destaca el Gran Paso, el cambio de línea. Las expectativas se derrumban, entonces la posibilidad de ascenso como sensación, aumenta. Pero es necesario estar absolutamente convencida de que el fracaso ha teñido de negro la sangre que llega al cerebro. El problema principal de los que salvan ilesos de las caídas de los puentes, de los bombardeos de sal, de las detenciones por sospecha, es que siempre queda la duda de si Norman Bates los persigue aún. Por mientras, en el auge adolescente de las vidas con generacionales, la convención de felicidad no pareciera existir. Hay una disgregación bastante grande, un desorden sin propósito, un irrestricto ánimo de aplastar y aplastar. Cuando a mí me dibujaron el reconocimiento como aplausos desnudos en una sala donde el idioma predominante no era el de mi natalidad, me di cuenta de la belleza que tiene el saberse menor, el que lo sepan a una, no digo normal, pero sí tranquila. Y cuando la tranquilidad me la pueden dar los que elevan sus tripas como volantines en septiembre, los busco he intento abrazarlos. Pero cuando para la inacción relativa me hace falta acariciar una sonrisa con las dagas de mis ojos inofensivos, y no logro conseguirlo, me colmo. Entonces ya no tengo posibilidades de gritar agobio. Las conversaciones cotidianas entregan boletas al final de cada hora. Se juntan, se coleccionan, se imprimen, se estampan en las yemas de los dedos. Ya no imito a los cojos. Hoy por hoy, la búsqueda es un estado casi constante de renovación permanente, que conlleva la amargura fría de la soledad que todos dicen haber vivido. Pero ellos, todos los que se creen alguien, junto a sus respectivas femeninas o masculinos, quienes sordos de tonos dispares ven acá el negro antes que el rojo, y en mi aparente seriedad, la fealdad de la cicatriz primero que la profundidad de la herida aún abierta, todos ellos me parecen indefinibles. Y eso, sin ser un insulto explícito, los hace para mí, verdaderamente vacíos.

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