jueves, 24 de abril de 2014

"You are wrong, Míster Embajador" (Respuesta de Matias Bosch al Embajador norteamericano en República Dominicana)




Comparto aquí una respuesta a un artículo publicado por el Embajador de Estados Unidos en República Dominicana sobre Ucrania, el Derecho Internacional, los Derechos Humanos, la libertad, la democracia y otras "ficciones imperiales" por el estilo. Vale la pena detenerse en el notable análisis que realiza el Lic. en Ciencias y Artes Ambientales Matías Bosch y la descripción trabajada sobre la historia reciente de América Latina y el Caribe. La nota bien podría titularse: "El problema del respeto y la soberanía". 

Que la disfruten o la padezcan, según.

 

Cinco reflexiones para compartir con el señor James Brewster

Le escribo porque usted, usando las páginas de un prestigioso periódico nacional (http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2014/4/16/318700/Ucrania-Crimea-libertad-y-democracia) , nos ha escrito a todos los dominicanos y, con ello, a todos los latinoamericanos, invitándonos a defender la soberanía, la libertad, la democracia, el Estado de Derecho y el orden internacional. Lo ha hecho aludiendo a la situación de Ucrania.

Pero, cuidado: No quiero discutir con usted sobre Rusia, Ucrania ni Crimea. No, ese no es el punto. Al ver los ocho párrafos de su artículo, creo –siendo condescendiente- que usted no ha conocido la Historia de este país donde está asentado, ni la historia de América Latina. Duele, incluso ofende, verlo a usted iniciar su texto hablando de “el pueblo intentando determinar su propio destino”, sin hacer por un momento un acto de reflexión a 49 años de que las tropas invasoras del poder militar norteamericano le arrebataran al pueblo dominicano ese derecho. Sinceramente, Míster Brewster, usted refleja estar muy equivocado de tiempo y lugar: You are wrong.

Paso a explicarme, y lo voy a hacer punto por punto, tomando los párrafos con las cuatro ideas, a mi juicio, más alarmantes que ha expuesto. Y quiero terminar diciéndole lo que yo pienso de usted en su calidad de ciudadano y de Embajador.

1. Desde noviembre pasado, el pueblo de Ucrania ha estado intentando determinar su propio futuro. En el proceso, se han convertido en un símbolo de valentía y cambio pacífico para el mundo entero. La comunidad internacional se mantiene unida por Ucrania, respeta su soberanía e integridad territorial (…) Esto no sólo se trata de Ucrania, sino de principios básicos que rigen las relaciones internacionales entre los países en el siglo XXI. Como declaró el presidente Obama en Bélgica, el 26 de marzo, es un “momento que pone a prueba a Europa, a los Estados Unidos y al orden internacional en el que hemos trabajado durante generaciones para crear”. Este orden se basa en un conjunto de principios básicos (…)…Mientras tanto, en Crimea, Rusia ha derribado y desechado el orden jurídico internacional y descartado la noción misma del Estado de Derecho (…). Los principios, que han significado tanto para Europa y para el mundo, tienen que defenderse.

Al hablar de la situación de Ucrania y Crimea, ¿de qué Estado de Derecho y cuál orden internacional en el que “hemos trabajado”, usted habla, señor Brewster?

Mire, Ucrania tiene mucho que enseñarle a eso que se dio en llamar “mundo libre”. Se lo digo más claro: mientras Ucrania y Rusia han sido constructores del orden internacional que superó al nazismo y hoy han permitido un mayor equilibrio frente a la omnipotencia norteamericana, los poderes fácticos de Estados Unidos han sido oportunistas destructores de ese orden.

Se calcula que cerca de 7 millones de ucranianos pelearon en las filas del Ejército soviético en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que ciertos sectores de su población no fueron nunca pro-sovièticos, la brutalidad y el desprecio racista de los nazis no pudo capitalizar los sentimientos anti-rusos de una parte de la población ucraniana, causándole al país alrededor de ocho millones de muertos, entre los que deben contarse más de medio millón de judíos asesinados con la colaboración de nacionalistas ucranianos; esos mismos nacionalistas ucranianos a los que usted hoy exalta como abanderados del “internet libre” y el derecho a “elegir su destino”.

Señor Brewster, oiga bien: casi millón y medio de soldados ucranianos cayeron enfrentando a los invasores del nazi-fascismo. Durante la guerra fueron destruidas 700 ciudades y más de 28 mil pueblos y aldeas de esta república. Eso merece respeto y humildad a la hora de hacer valoraciones como las suyas.

Ucrania junto a la antigua URSS y lo que es hoy Rusia, no entraron en la Segunda Guerra Mundial en el desenlace final de una divertida película de acción. No: ellos fueron parte de esos 20 millones de muertos que impidieron al ejército nazi dominar Europa. No los nacionalistas, no la extrema derecha ucraniana que hoy usted enaltece como símbolo de libertad, no: el pueblo ucraniano y el ruso. Ellos no se repartieron el mundo en esa gran piñata de la que Estados Unidos participó, luego creando esa OTAN que hoy se declara defensora de la paz y la soberanía ucraniana. Ellos de verdad pusieron el pellejo. Ellos, y no precisamente los gobiernos, el Congreso, el Senado y el Pentágono de Estados Unidos, son autores de lo poco civilizado que queda del orden internacional, porque sin su hazaña, tal vez, ya habríamos sucumbido casi todos a la voracidad de los imperios de ayer y de hoy.

Usted debe saber qué le hablo cuando digo “voracidad”. Recuerde nada más las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Recuerde la bestial y brutal invasión en Vietnam y el castigo del napalm en los cuerpecitos de infinidad de niños cuyas vidas fueron destruidas para siempre.

Y otra vez le hago la pregunta: ¿de qué Estado de Derecho y orden internacional usted habla?

Se lo pregunto porque, como usted sabrá, en junio de 1997 el mundo asistió sorprendido a la presentación del “Proyecto para un nuevo siglo americano”, una especie de programa-manifiesto del movimiento neoconservador norteamericano que exponía las líneas estratégicas y los movimientos tácticos a poner en práctica para concluir el proceso de pacificación imperial iniciada con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS.

Los objetivos de aquel manifiesto se expresaron así:

“Nosotros, los Estados Unidos, no podemos eludir las responsabilidades del liderazgo global o los costos asociados con su ejercicio, sin ponernos en peligro… Si fallamos, estaremos invitando a otros a que desafíen nuestros intereses fundamentales… Necesitamos incrementar los gastos de defensa si queremos llevar adelante nuestras responsabilidades globales: necesitamos fortalecer los nexos con nuestros aliados democráticos y desafiar a los regímenes que sean hostiles a nuestros intereses y valores; necesitamos promover en el exterior la causa de la libertad política y económica…”

Lo terrible de todo esto, Míster Brewster, es que aquello no se trataba de un programa trasnochado de vocingleros impenitentes, sino una peligrosa declaración de principios políticos de la élite neoconservadora, para entonces extremadamente influyente, ocupada en organizar el asalto a las instituciones del gobierno que tendría lugar con la llegada al poder de George W. Bush. Entre los firmantes se encontraban Elliot Abrams, William J. Bennet, Jeb Bush, Francis Fukuyama, Norman Podhoretz, Dan Quayle, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz.

Nada de esto, señor Embajador, fue una improvisación histórica. La Doctrina Monroe de 1823 encarnó un afán expansionista e imperialista que luego de asesinado Lincoln y más específicamente a partir de 1898 se entronizó en vuestra política exterior, pasando luego a ser controlada por las multinacionales y el complejo militar industrial, aquel monstruo que no fue acusado por Fidel Castro ni Hugo Chávez, sino por el mismísimo Presidente Einsenhower.

Hoy, señor Embajador, la geopolítica global apunta hacia los mismos objetivos fijados por el manifiesto de 1997, y la subversión de los principios básicos del Estado de Derecho y la Democracia está a la vista en Ucrania. La estrategia parece ser una repetición más o menos de manual de la ya conocida “Revolución de Colores”: una serie de protestas y revueltas que han tenido lugar contra líderes acusados de “autoritarios”, el amañamiento de elecciones u otras formas de corrupción; la propaganda de que no realizarán actos violentos; difundir un discurso supuestamente democratizador, liberal y pro-occidental; y el papel gravitante de supuestas Organizaciones no Gubernamentales. Numerosas denuncias bien fundamentadas han mostrado la participación activa de factores externos ligados a los intereses del gobierno norteamericano y otros países occidentales, a través de la CIA, la Fundación Soros, la USAID y la National Endowment for Democracy.

El manual puesto en práctica queda al descubierto.

En Ucrania, en 1994, durante las primeras elecciones a la Rada, el Partido Comunista fue el más votado y que, en consecuencia, obtuvo una mayor cantidad de escaños parlamentarios, 83 diputados de 335. En los comicios de 1998 obtuvo el 24,7% de los votos emitidos lo que le permitió ubicar 121 diputados en el Parlamento. Aunque en 2007, mermó su caudal de votos, todo indica aún mantiene una base electoral propia. En esas elecciones, sus representantes obtuvieron más de un millón y medio de votos. El Partido Comunista fue el principal aliado de Yanúkovich, hoy depuesto, por el Partido de las Regiones.

Los hoy calificados por usted como grupos de “ciudadanos” y “símbolo de valentía y cambio pacífico” son una coalición de partidos políticos de Ucrania de tendencia liberal conservadora. Establecida en el 2001 y disuelta formalmente en el 2012, contó como líder principal a Víctor Yúschchenko, uno de los principales promotores de la llamada “Revolución Naranja”. Tras las elecciones del 2004, impugnadas  como fraudulentas por ésta y otras agrupaciones políticas del país, y una nueva convocatoria ordenada por el tribunal Supremo, Yúschchenko fue declarado presidente de la nación, posición que ocupó hasta el 2010. En las elecciones de ese año el líder “democrático” opositor hoy, fue derrotado por Yanúkovich obteniendo un casi invisible porcentaje de los votos emitidos (¡apenas el 5,45%!)

En esa coalición figura el partido Nuestra Ucrania, de centro-derecha, fundado en 1995 bajo el nombre de “Unión de Fuerzas Pacíficas de la Patria” y que tiene como líder principal a Yulia Tymoshenko, quien ocupara el puesto de Primer Ministro en el 2007 y que en el momento de producirse el derrocamiento del gobierno de Yanúkovich se encontraba en prisión convicta de flagrantes actos de corrupción. De inmediato fue liberada, proclamando sus intenciones de presentarse a las venideras elecciones presidenciales. Explíquenos estas llamativas incoherencias, Embajador.

Tras la fallida “Revolución Naranja”  y la debacle política de sus promotores, se produjo el triunfo electoral de Yanúkovich, pero las herramientas desestabilizadoras y los métodos empleados exitosamente en el 2004, habían quedado intactos. Pronto se presentaría una nueva oportunidad de ponerlos en práctica.

En la noche del 21 de noviembre del 2013 estallaron en Kíev las protestas que según usted sólo eran de ciudadanos que querían “hacer oír sus voces” y que apenas tres meses después lograron derribar al gobierno, conocidas como “Euromaidán” o “Plaza Europa”.

A las puertas de lo que ya se calificaba como “guerra civil” (extraña coincidencia con procesos como el golpe de Estado en Chile, 1973, o la República Dominicana en 1965), a fines de febrero el partido del presidente Yanúkovich perdió la mayoría parlamentaria, lográndose por la oposición que fueran aprobadas una serie de leyes a favor de los manifestantes opositores, restaurar la Constitución del 2004, liberar a los considerados “presos políticos” y someter a juicio de impugnación al presidente Yanukóvich (llamado por usted “cobarde”).

Es curioso, señor Embajador, algo que usted no cuenta: sondeos de opinión realizados en agosto del 2013, por ejemplo, arrojaban que apenas un 30% de los encuestados valoraba como positivo para la economía nacional la firma del tratado de Libre Comercio con la UE, mientras que el 39% lo consideraba como negativo. En noviembre de ese mismo año, otra encuesta mostraba que el 39 % de los encuestados favorecía  la entrada en la Unión Europea mientras el 37 % opinaba lo contrario.

Estos datos evidencian la falacia de presentar  como unánime, en la aceptación popular del país,  una opción que es discutida y controversial y sobre la que se tienen posiciones encontradas. También muestran que se ha impuesto una de las opciones posibles, en el espectro político ucraniano, no precisamente por medio del diálogo ni el consenso, sino por la confrontación y la fuerza.

Otro elemento interesante que demuestra la futilidad de las protestas y sus móviles lo constituyen las declaraciones del ex Primer Ministro ucraniano Mykola Azarov en el sentido de que nunca la Unión Europea había invitado a Ucrania a unírsele, simplemente a firmar un Tratado de Libre Comercio. Y más interesante aún es el hecho de que ni los líderes de la Unión Europea, ni los grandes medios de comunicación, ni las autoridades norteamericanas hicieron ningún gesto para desengañar a los desinformados manifestantes.

En todo caso, Embajador, ya se sabe, por trascendidos, que el gobierno de los Estados Unidos destinó más de $ 5 mil millones de dólares al derrocamiento del gobierno de Yanúkovitch, financiando a las fuerzas opositoras “patrióticas”. No es nada nuevo, por supuesto: ese método fue utilizado para derrocar gobiernos desde 1953, en Irán, cuando en el marco de la operación de la CIA denominada “PBAJAK” se pagó a 6 mil “manifestantes” que pedían la renuncia del Primer Ministro Mossadegh, quien había osado nacionalizar el petróleo iraní. En el 2004, durante el primer intento en Ucrania contra Yanúkovitch, fue denunciada la enorme cantidad de dinero entregado por el gobierno norteamericano a líderes de los grupos “de la sociedad civil” conocidos como “Para” y “Otpor”.

También se ha sabido que un tal Timothy Pool, considerado un “experto reportero de guerra y zonas en conflicto”,  entrenado por la CIA para estos fines, acaba de llegar a Caracas procedente de Kíev, con el objetivo de acelerar la guerra mediática y a través de las redes sociales contra el gobierno de Venezuela.

Causa escozor saber estas cosas, Embajador, pues seguro leyó al Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en su artículo del pasado 2 de abril en el New York Times, señalando que “el gobierno de los Estados Unidos apoyó el golpe de Estado (en su país) en 2002 y reconoció al gobierno de facto, a pesar de su carácter antidemocrático”. Maduro también condenaba que la administración Obama esté destinando cinco millones de dólares anuales para dar apoyo a movimientos opositores en Venezuela, además de una petición de quince millones más que está ahora depositada en el Congreso estadounidense, junto con propuestas de imponer sanciones a su nación.

Por cierto, ¿qué opina usted, Míster Brewster, de “Zunzuneo”? Sí, usted debe saber de qué se trata: la red social a ser usada en celulares y computadoras, creada por la agencia USAID para facilitar la “disidencia política” entre jóvenes en Cuba, y capaz de eludir el control digital de la compañía telefónica de ese país. Zunzuneo, montada para figurar a cargo de empresas fantasmas como si fuera de propietarios independientes, y operada desde bases en Costa Rica, Nicaragua y Washington, violando las leyes de esos países, fue develada en una investigación periodística de Associated Press (no la “temida” seguridad del Estado cubana). Otra vez el escándalo. ¿Sabe usted qué respondió el director de la USAID en el interrogatorio ante una comisión de senadores de su país?: “No sé de quién fue la idea”.

Ahí están, Míster Brewster, las informaciones develadas sobre la terrible situación que las políticas injerencistas de la élite política, económica y militar de Estados Unidos impuestas en el mundo en general y en Amèrica Latina en particular: los años noventa que empezaron con la invasión en Panamá; las 77 agresiones a que hemos sido sometidos; las 74 bases militares norteamericanas en el Continente; el Plan Colombia que ha contribuido a que esa nación sudamericana sea la que más desplazados tiene en el mundo, casi 7 millones; la certeza que ya se tiene de que estuvimos a punto de una guerra entre Ecuador y Colombia motivada por ataques en la frontera que fueron perpetrados con ayuda técnica y militar de Estados Unidos; y cinco golpes de Estado en los últimos 13 años.

Usted, Embajador, que habla de “orden internacional”, ¿puede explicarnos por què el Estado que usted representa controla suficiente poder atómico para destruir el planeta Tierra 3500 veces? ¿Por qué Estados Unidos llegó a gastar, tan solo en 2011, 711 mil millones de dólares, algo así como 30 millones de millones de pesos dominicanos o catorce veces todo el PIB de un año de República Dominicana?

Señor Embajador: ¿dónde están las “armas de destrucción masiva” que querían ser neutralizadas en Irak? ¿Qué le puede usted decir a los familiares de más de 5000 soldados muertos, compatriotas suyos, la mayoría de ellos de no más de 25 años de edad, embarcados en aquella operación suicida? ¿Qué le puede decir a todo el resto de ex combatientes con discapacidad, mutilaciones, amputaciones, daños sicológicos extremos, suicidios, implicados en crímenes domésticos, o afectados por la drogadicción severa?

Usted que habla del “orden internacional que hemos construido”: ¿recuerda todas las fotos falsas que se mostraron en la ONU? ¿Recuerda que atacaron Irak sin el permiso del máximo organismo internacional, creado precisamente para que exista y se respete el derecho internacional? ¿Recuerda que eso mismo hicieron en 2011 en Libia: aprovechar una decisión de la ONU para establecer una zona de seguridad aérea y acabaron invadiendo e imponiendo un gobierno?

¿Dónde está el cuerpo de Osama Bin Laden, a quien presentaron ante el mundo como el peor enemigo de la especie humana y, sencillamente, nos dicen que lo tiraron al mar? ¿Dónde están las investigaciones sobre los nexos entre la CIA y Al-Qaeda? ¿Quién explica que Afganistán, luego de la invasión norteamericana, se haya convertido en el mayor cultivo de opio del planeta, siendo que vuestro Gobierno es un adalid de la paz y la lucha contra el narcotráfico?

Señor Embajador ¿alguien de alto rango político ha dado las explicaciones necesarias sobre el escándalo “Irán-Contras”? Por si no lo recuerda, es aquel escándalo de que mientras el gobierno y la derecha más recalcitrante de Estados Unidos blandían el miedo a la revolución islámica de Irán, ellos mismos le vendían armas a las fuerzas iraníes y con el dinero de esas armas compraban y daban cargamentos de droga con que financiaron las tropas de la contrarrevolución en Nicaragua.

Señor Brewster: ¿cómo usted explica que los sucesivos gobiernos de Estados Unidos NO han ratificado NUNCA el Pacto de Kyoto, siendo la potencia más contaminante del planeta; que tampoco han ratificado la carta de Derechos del Niño; que no reconocen al Tribunal Penal Internacional y que, no obstante alojan en Washington y financian a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ustedes NO son signatarios del sistema interamericano establecido para proteger los derechos fundamentales de las personas, pero sí habitúan elaborar todos los años una evaluación del Departamento de Estado sobre “derechos humanos” en otros países?

Embajador, ¿cómo es posible que usted y su Gobierno se sientan tan indignados con la opción de Crimea de unirse a Rusia, sabiendo bien que Puerto Rico es una colonia tomada por asalto en 1898, que su estatus de colonia ha sido impugnado por la ONU y la CELAC, y que ustedes lo han mantenido con acciones tan crueles como las masacres de Ponce y Cerro Maravilla? ¿Qué le provoca saber que las élites de Estados Unidos tienen a Puerto Rico NO como un estado ni un territorio parte, sino como –literalmente- una propiedad a la que pueden regalar y hasta vender? ¿Cómo es posible, Embajador, que usted hable de “democracia” y “soberanía” si el gobierno de Estados Unidos asesinó con cáncer inoculado en la prisión al líder independentista Pedro Albizu Campos, y tiene hoy a presos políticos puertorriqueños cuyo único pecado es luchar por su libertad, entre los cuales destaca el héroe Oscar López?

¿Cómo puede hablarse de soberanía, Estado de Derecho y orden internacional si su gobierno tiene en la República de Cuba un territorio conquistado de manera indecorosa, la base de Guantánamo, a la que administra como centro de detenciones y torturas ilegales? ¿Qué puede informarnos sobre la promesa incumplida del Presidente Obama de cerrar ese campo de concentración, implantado al margen de toda moral y toda legislación aceptable?

Usted habla de “soberanía” y yo, de una vez, pienso: ¿Y la política anti-drogas que impone Estados Unidos, su gobierno, a toda América Latina como parte de la agenda de relaciones regionales? ¿Ha pensado usted todo lo que nuestros modestos gobiernos tienen que gastar en armas, recursos humanos y todos los jóvenes que mueren cada año víctimas de la “lucha contra el narcotráfico”, cuando  los EE.UU., el país más rico del orbe,  tiene más de 20 millones de personas mayores de 12 años que usan drogas ilegales? Esa es una guerra imposible, Míster Brewster, mientras ustedes no hagan algo serio dentro de sus fronteras, mientras sean los principales traficantes de drogas, armas y dinero, y no nos permitan a nosotros salir de la miseria.

2. Cabe destacar otro punto importante: el activismo político en Ucrania hoy, al igual que en la Maidan durante el invierno, incluye a todas las nacionalidades y religiones que integran una Ucrania pluriétnica. El pueblo de Ucrania hablantes de ucraniano, ruso y tártaro por igual tiene derecho a decidir su futuro como país soberano y democrático.

Mire, señor Embajador, el rostro amigable y democrático que usted le adjudica al neo-fascismo ucraniano, apoyado por la “revolución de colores”, es desmentido por sus rasgos racistas y de extremismo sectario.

La actuación de los grupos ultraderechistas, encabezados por fuerzas abiertamente neonazis, surgidas al calor del régimen de Yanúkovich, y herederas ideológicas de los ocupantes hitlerianos, van acompañados por un nuevo y extremadamente peligroso resurgimiento de la histeria anticomunista, que se manifiesta en la destrucción generalizada de los monumentos a Lenin, a los héroes de la Gran Guerra Patria, por asaltos criminales a las sedes de partidos, por el terror moral y físico contra los comunistas y en las exigencias de prohibir la actividad del Partido que los aglutina.

¿Acaso no es aquello muy parecido al MacArthismo, impulsado en Estados Unidos y responsable, entre otros crímenes atroces, del asesinato de los hermanos Rosenberg, acusados de ser “agentes del comunismo”?

Usted no debería dejar sin mencionar los símbolos usados y la ideología nazi y racista de una buena parte de los jóvenes radicales participantes en las protestas de Ucrania; las persecuciones  contra comunistas y judíos y las declaraciones antisemitas que han llevado al Gran Rabino ucraniano a pedir protección al Estado de Israel, ese mismo Estado con el cual su gobierno se ha comprometido una y otra vez a garantizarle protección bajo cualquier circunstancia. En Ucrania, luego de las “protestas” que usted refiere, también han sido destruidos monumentos erigidos para recordar el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial y se hacen llamados a limpiar de judíos las asociaciones de escritores ucranianos y la propia cultura nacional.

3. Los medios sociales nos han dado acceso para entender estas opiniones de primera mano. Tan solo hay que ver los vídeos, las fotos o leer los blogs que circulan por el mundo a través de redes sociales dinámicas y abiertas. Un Internet libre y sin restricciones ha dado a estas voces ucranianas un alcance global. 

¿Usted está seguro de esto, señor Embajador?

Si usted y su gobierno creen en el internet y las comunicaciones libres, ¿por qué Julián Assange está asilado en una embajada en Londres? ¿Por qué Edward Snowden está asilado en Rusia? ¿Por qué en Ucrania y Crimea usted aboga por la información libre, mientras, en Estados Unidos, Bradley Manning fue condenado a 35 años de cárcel por dar  documentos a Wikileaks? Terrible debe haber sido, qué duda cabe, que Manning mostrara miles de telegramas de diplomáticos estadounidenses en todo el mundo y un vídeo en el que los pilotos de un helicóptero militar Apache matan a nueve personas entre las que se encontraban un fotógrafo de la agencia Reuters y a su conductor iraquí.

Veamos, señor Embajador: ¿quién puede controlar con información accesible, completa y veraz los 800 mil millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses que cada año son botados en la industria militar?  ¿Cómo reaccionó la policía ante el movimiento Occupy Wall Street, que simplemente protestaba porque el 1% de la población de su país concentra más riqueza que el 99% restante? ¿En manos de quiénes está la democracia norteamericana por la que Lincoln dio la vida, cuando el mercado electoral financió la última campaña presidencial con 2700 millones de dólares? ¿Quién responde por el programa PRISMA, con el cual, se sabe, tan sólo en Alemania se espiaron 500 millones de comunicaciones de internet y telefonía?

¿Sabe de qué nos acabamos de enterar, Míster Brewster?: La policía de Nueva York se vio obligada a desmontar (supuestamente) un programa mantenido por su Dirección de Inteligencia por medio del cual durante todos estos años han espiado la vida privada, familiar y laboral de miles y miles de ciudadanos y residentes de origen árabe. ¿Le parece a usted que ese es un hecho honorable para quienes se auto-confieren ser los guardianes de la democracia y las oportunidades, del “sueño americano”?

¿Dónde quedó el internet libre y la democracia informativa de todos los norteamericanos y cientos de millones de hombres y mujeres de todo el mundo después del tristemente célebre “Patriot Act”?

4. De modo que, incluso aquí, en la República Dominicana podemos ver, oír y leer por nosotros mismos lo que los ciudadanos de Ucrania se han estado esforzando por alcanzar (…) En las próximas semanas y meses, desde Kiev hasta Washington y pasando por Santo Domingo, el mundo ha de seguir defendiendo los derechos de personas valientes que hacen frente a líderes corruptos y autoritarios. 

Mire, señor Brewster, yo estoy de acuerdo en que, en última instancia, usted tiene todo el derecho a pensar y decir de Rusia, Ucrania, Crimea y, por supuesto, de Estados Unidos, lo que usted considere oportuno.

Pero no, usted no puede hablar así, usando ese “en la República Dominicana podemos…” ni ese “nosotros mismos”. Usted no “está” en la República Dominicana: usted es Embajador de un Gobierno ante el Estado dominicano. Esto no es un campo de fútbol o un terreno baldío: este es un Estado independiente, soberano y democrático. Usted no puede con tanta facilidad y ligereza hablar de República Dominicana en primera persona del plural, porque usted y nosotros NO conformamos otro “nosotros”. Usted es usted. Hable en primera persona del singular: “yo” o “mi Gobierno”. Eso debería saberlo usted, como noción elemental de la diplomacia.

Más feo aún es ese “pasando por Santo Domingo” entre Kiev y Washington, y hablando de lo que nuestro país debe hacer ante autoridades de terceros países. No, usted no puede hacerlo, no debe hacerlo, y comprendo que debo ser claro y explicarle el punto, por si no ha tenido tiempo de estudiar nuestra sagrada Historia.

No puede hacerlo porque, con todo respeto pero también con toda franqueza, usted y el poder del cual usted es funcionario no tienen autoridad para juzgar de “corruptos” ni “autoritarios” a otros gobernantes, mucho menos en suelo dominicano. Fue cierto jerarca del gobierno de Estados Unidos quien, refiriéndose a Somoza y otros tiranos de su calaña, dijo: “sabemos que son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta”.

Imagínese, señor Brewster, fueron las tropas norteamericanas las que en 1915 invadieron Haití y en 1916 la República Dominicana. Fue el jefe militar de esa invasión el primer dictador de nuestro país en el siglo XX. Esa misma intervención entrenó y uniformó a Trujillo, a quien luego dieron todo el apoyo como leal colaborador del anti-comunismo y fiel defensor del “mundo libre”.

Le comparto una parte muy expresiva de la declaración del general estadounidense Smedley Butler, ante el Senado, en 1935:

“He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas armadas norteamericanas, la infantería de marina. Pienso que durante ese tiempo actué como un bandido altamente calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y de sus banqueros. En 1914 contribuí a darles seguridad a los intereses petroleros (de Estados Unidos) en México. Particularmente en Tampico. Ayudé a hacer de Cuba un país donde los señores del National City Bank podían acumular sus beneficios en paz. Entre 1909 y 1912 participé en la limpieza de Nicaragua para ayudar a la firma bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916 llevé la civilización a la República Dominicana por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos. Fue a mí a quien correspondió ayudar a arreglar en 1923 los problemas de Honduras para darle seguridad a los intereses de las compañías fruteras norteamericanas”.

Le digo más: hace muy poco, en marzo de 2010, después del devastador terremoto en Haití, el ex presidente norteamericano Bill Clinton, por su propia cuenta, declaró:

"Tengo que vivir cada día con las consecuencias de una decisión mía que fue, quizá, buena para algunos de mis granjeros en Arkansas, pero que fue un error porque trajo también como resultado la pérdida de la capacidad de producir arroz de Haití y, consecuentemente, de su capacidad de alimentar a su pueblo. Fue resultado de algo que hice yo. Nadie más". ¿No le parecen estos hechos verdaderamente arcaicos, primitivos y dramáticos, y que denotan cómo nuestras tierras han sido utilizadas para desplegar todo tipo de imposiciones, intereses espurios y corrupciones?

Fue un colega suyo, John Bartlow Martin, embajador en este país en 1963, quien mientras impresionaba con una imagen positiva al Presidente Juan Bosch, engañaba al Presidente Kennedy y lo predisponía contra el mandatario dominicano, de manera que cuando los halcones de su gobierno decidieron apoyar y facilitar el golpe de Estado del 25 de septiembre, Kennedy se quedó literalmente paralizado sin saber qué pensar y qué hacer, porque no podía hacer nada para sostener el gobierno de un hombre al que respetaba y de quien no podía cuestionar sus valores de demócrata, pero a la vez estaba rodeado de un aparato diplomático, militar y de inteligencia que no lo respetaban y le mentían sistemáticamente.

Causa pena pensar en John F. Kennedy, así como en su hermano Robert. Muchos especialistas dicen que la muerte del propio Presidente de los Estados Unidos, o ridiculizarlo ante el mundo con Bahía de Cochinos y el Golpe en República Dominicana, eran precios más que razonables para que la oligarquía que es dueña de su país consiguiera sus deseados tesoros.

Es estremecedor, señor Brewster, conocer datos de estrategias como la Operation Northwoods, ideada por Ejército estadounidense de 1962 para “generar apoyo del pueblo estadounidense” para una acción militar contra la Cuba de Fidel Castro, dentro de la más amplia Operación Mangosta (Operation Mongoose). Este plan fue propuesto por altos cargos del Ministerio de Defensa estadounidense, entre ellos el presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, Lyman Louis Lemnitzer, y contemplaba como alternativas iniciar ataques simulados, sabotajes y disturbios en la Base Naval de la Bahía de Guantánamo y culpar a las fuerzas cubanas; bombardear y hundir un navío estadounidense en la base de Guantánamo; destruir un aparato no tripulado, haciéndolo pasar por avión comercial lleno supuestamente de "estudiantes universitarios en viaje de vacaciones"; e incluso arrasar cosechas arrojando dispositivos incendiarios en Haití, República Dominicana u otros lugares. Quiere decir que desde hace muchos años, atentar contra terceros países e incluso contra el propio pueblo norteamericano ha sido una posibilidad aceptable para los halcones de la administración estadounidense. ¿A quién le sirvió realmente el asesinato de los hermanos Kennedy? ¿A quién le sirvió derrocar a Juan Bosch?

Pero sigamos. Fueron sus tropas, señor Brewster, que hoy están en la OTAN amenazando en los alrededores de Ucrania y que están en Irak, Afganistán , Guantánamo y Puerto Rico, las que entraron en Santo Domingo en 1965, un abril hace 49 años. Para hacerlo utilizaron argumentos falsos en pos de la “libertad”, el “peligro soviético” y los “derechos fundamentales”, forzando a la OEA a apoyar su plan. Sí, fue en Abril, el mismo mes que usted escoge para hablar de los dominicanos en primera persona del plural para juzgar otros países, incitar al conflicto y la violencia entre naciones.

Fueron ustedes, señor Brewster, quienes pusieron a Joaquín Balaguer en 1966 y apoyaron cada uno de sus fraudes electorales y su política de contrainsurgencia, madre de todo tipo de asesinatos, torturas y desapariciones. Y cuando no les hizo falta, apoyaron que cediera la presidencia siempre y cuanto retuviera el parlamento y la Justicia. Ustedes, señor Embajador, NUNCA han dicho nada contra ese “padre de la democracia” en cuyo último mandato, hace tan sólo 20 años, desapareció el periodista Narciso González, porque -creo yo Embajador, esta idea es mía- ustedes tienen terroristas selectos, enemigos predilectos y demócratas favoritos.

¿Sabía usted, Embajador, que mientras su Presidente Johnson vino al país a la toma de posesión del Presidente Bosch, aplaudía los discursos de Kennedy en apoyo a la Alianza por el Progreso y la democracia representativa en América, cuando en 1965 vio al pueblo dominicano levantarse para defender esa democracia representativa justificó la ocupación con 40.000 marines porque en República Dominicana “los comunistas marchan con cabezas ensartadas en lanzas”?

¿Qué va a hacer usted en la República Dominicana para recomponer la confianza después de tantos atropellos, y superar la sensación de una forma de relacionarse francamente autoritaria y corrupta? Le propongo que lea todos los Wikileaks correspondientes a la relación entre su Embajada y este país, y verá que tiene mucho trabajo por hacer para ganar verdadera credibilidad entre los ciudadanos y ciudadanas conscientes, civilizados y que, como usted sugiere, aspiran en este país a una verdadera soberanía, a una genuina libertad y a una auténtica democracia, donde las Embajadas no sean los cuarteles de instrucciones indebidas y decisiones vergonzantes.

¿Por qué no empieza por algo sencillo?: Deje de hablar en “nosotros” y deje de sugerir qué debe hacer “Santo Domingo” (como usted nos llama) ante otras naciones. Eso es de mal gusto. Deje de celebrar el 4 de Julio con fuegos artificiales en la Embajada como si nuestra ciudad capital fuera un campo silvestre y su sede diplomática un parque de diversiones (eso es de aún peor gusto). Y, si me permite la confianza, tenga un sitio web donde aparezca día a día su agenda, con quién va a reunirse o conversar y el temario a tratar. Eso, Embajador, es transparencia e información libre, sobre todo en un país que su Gobierno ha invadido dos veces. Incluso –aprovecho la oportunidad- aconsejo que proponga una revisión del DR-CAFTA antes de que entre en plena vigencia. Si se aplica como está diseñado, va a pasarnos algo muy parecido a lo ocurrido en Haití y ni siquiera va a aparecer un Bill Clinton que pida perdón.

Otra sugerencia, señor Embajador, es que la USAID de verdad se apegue a ser un organismo que trabaja “en nombre del pueblo de los Estados Unidos”. El pueblo norteamericano es noble, trabajador, valiente, empeñoso, generoso, serio, admirable. No involucren su nombre en cosas como Zunzuneo en Cuba ni en Venezuela ni en ningún otro lugar de América Latina (y ojalá del mundo). Cada vez que ustedes hacen eso, los ciudadanos y ciudadanas conscientes de este pequeño pero digno país se sienten ofendidos, avasallados y agredidos. Cuide mucho también que la USAID en República Dominicana no haga campañas que muestren nieve cayendo en el Malecón, ni que usted u otro funcionario salga haciendo declaraciones sobre cómo preservar la seguridad ciudadana o cómo hacer mejores políticas económicas y sociales: nosotros no somos tan ricos pero es porque nos han robado mucho a la fuerza, Míster Brewster, y no somos imbéciles ni carecemos de vergüenza. Podemos sentir que nos quieren humillar y ya Juan Pablo Duarte, Luperón, Fernández Domínguez, Gregorio Urbano Gilbert, Máximo Gómez, Francisco Alberto Caamaño, Piky Lora, Juan Bosch y las Hermanas Mirabal pueden mostrarle nuestro sentido del honor.

Si usted no ha ido al Panteón de la Patria, Míster Brewster, le recomiendo ir. Allá podrá ver al forjador de la Educación Dominicana, Eugenio María de Hostos: un hombre puertorriqueño cuyos restos están aquí como testimonio perenne de su voluntad, que es no regresar a Puerto Rico hasta que esa nación no sea completa y verdaderamente libre. De ese material precioso estamos hechos en esta tierra chiquita y humilde pero gigante, Embajador.

Por cierto, señor Embajador, al hablar de Hostos –maestro de cívica y de moral- debo alertarlo de hacer juicios sobre la corrupción y autoritarismo en países que no son el suyo. Paul Krugman, economista prestigioso de universidades como Princeton, acaba de decir que la desigualdad social en Estados Unidos es cada vez peor. Hace un tiempo se supo que 1 de cada 6 estadounidenses pasaba hambre. 46 jóvenes de Puerto Rico se van cada día de su país. Pero, al mismo tiempo, todos sabemos que los bancos fueron salvados de la quiebra por las administraciones de G.W.Bush y Obama, y que ese dinero sale de la imprenta ubicada en la Reserva Federal que, a diferencia de nuestros países, es propiedad de los mismos bancos; ese dinero no se usó para salvar los empleos ni las viviendas del norteamericano de a pie, el padre y la madre de familia. El Obama-care, señor Embajador, no pudo ser más que un parche a la crisis de salud porque el lobby de las industrias clínica y farmacéutica puede más que la voluntad de los ciudadanos. Todo el mundo sabe que en 2000 G.W.Bush no ganó las elecciones y que fue Presidente con un fraude, y que su Cheney, Rumnsfeld y otros importantes personeros estaban ligados a industrias muy poderosas, en evidente conflicto de interés.

Lo terrible, señor Embajador, es que aún no se conoce ninguna instrucción de su gobierno para que todo eso se detenga, que todo parece indicar que Obama no pasó de ser un candidato atractivo e idealista, un hombre decente, pero que no impide que nuestros países (República Dominicana, Haití, Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Honduras, entre otros) dejen de funcionar como un patio trasero y las Embajadas norteamericanas dejen de ser una especie de centro de comando de tales desmanes.

5. Con esto termino: Lo que yo pienso sobre usted. 

Al decirle todo esto, Embajador, no quiero que usted vaya a pensar que despreciamos a su gran nación. Usted, al ser Embajador, debería saber distinguir entre patria y Estado.

Nosotros admiramos las luchas por la independencia de Estados Unidos a partir de 1776. Aquella guerra libertaria no fue hecha para subyugar a nadie, sino para conseguir “en nombre y con el poder del buen pueblo” de las colonias, la libertad que Gran Bretaña no quería concederles. Esa guerra fue exitosa bajo el mando del extraordinario líder político y militar George Washington, y mereció el concurso del prócer venezolano Francisco de Miranda, maravillado con la gesta del primer pueblo libre en América. La Declaración de Derechos de Virginia y aquella Declaración de Independencia abrían una nueva concepción política en el mundo, arraigada en el republicanismo, la igualdad y la libre determinación.

La Constitución de 1787, bajo la cual gobernaría Washington, definió el sello del orden político y social que se perseguía en un preámbulo hermoso: “Nosotros, el Pueblo, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, establecemos esta Constitución”.

¿Qué quería Washington? Cinco cosas expresa en su Discurso de Despedida, de 1796: Subordinación de los gobernantes a la Constitución, Unidad y Justicia entre todos los estados, Absoluta austeridad y justeza en los impuestos y el gasto público, Que no fuera la política de los partidos la que dominara a la nación, y Paz y armonía con todas las naciones del mundo.

Más adelante, le tocaría a Abraham Lincoln liderar a los republicanos en la Guerra Civil, y lograr la abolición de la esclavitud que aún se ejercía en el Sur contra millones de negros oprimidos. Los habitantes de esa tierra que corría tras la libertad, la justicia y el bienestar no los gozaban por igual. Como muchos recordarán, Lincoln moriría asesinado en un atentado.

¿Qué quería Lincoln? Su más memorable pieza, el Discurso de Gettysburg, en 1863 (cuando en República Dominicana estallaba la revolución restauradora), lo expresa claramente: “Una nueva nación, concebida en la libertad y consagrada al principio de que todos los hombres son creados iguales” y “que tenga una nueva aurora de libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la Tierra”.

Ya en el siglo XX será precisamente un negro, el ministro religioso Martin Luther King, el abanderado de defender los derechos civiles de todos los estadounidenses. Luther King, como Lincoln, también moriría asesinado.

Esa es nuestra gran pena, Embajador. Sentir que a la nación más poderosa de la Tierra y autora de uno de los procesos de liberación más admirables y fascinantes, una élite le fue secuestrando y asesinando la ética en la relación con su propio pueblo y los demás pueblos del mundo. Una élite para la cual la vara de la moral es su ambición sin límites, aunque para ello tengan que agredir su propia Patria.

A esta altura, uno se pregunta si usted, en tanto Embajador, va a tener hacia República Dominicana el mismo respeto por su Historia y su honor, que muchos dominicanos y dominicanas han tenido por su historia personal y su honor personal.

Yo, siendo franco, creo que no. Desearía que sí, pero la evidencia histórica me contradice. Al fin y al cabo usted es un Embajador de quienes mandan en Estados Unidos, que, como usted sabe, no es el Presidente, sino eso que ustedes llaman el “gobierno en las sombras” o “poder permanente”. Usted, por lo que sabemos, no tiene grandes méritos diplomáticos, más allá de haber sido activista y recaudador de fondos para la campaña electoral del Presidente Obama.

Hay dominicanos que han salido a defenderlo cuando a usted se le ha ofendido o denostado por sus opciones de vida sentimental, afectiva y sexual. Yo no lo he hecho ni lo haré. Nunca lo ofenderé ni permitiría que por esos motivos se le ofendiera en mi presencia; sería inmoral. Pero nunca lo voy a defender.

Y no lo voy a hacer por la sencilla pero profunda razón de que muchos seres humanos, pueblos y sectores, como los negros, las mujeres o los homosexuales, han sufrido –más que la simple discriminación- la opresión y la dominación, justificadas con sus supuestamente inferiores condiciones humanas u opciones individuales. Esa opresión que es una desigualdad en el derecho a ser reconocido socialmente con dignidad plena; esa dominación que es tener impedido estar en iguales posiciones y condiciones de poder, permaneciendo subordinados y por tanto vivir en una democracia ficticia, no es lo que usted padece y lo que sí han enfrentado notables militantes del movimiento de derechos humanos y civiles en todo el mundo.

Ni usted ni Obama, como tampoco Margaret Thatcher, han sido oprimidos ni dominados. Ustedes han luchado por derechos estrictamente individuales, pero no por la justicia social ni la justicia global. Ustedes nunca han arriesgado nada realmente serio, ustedes no conocen el verdadero sacrificio de un negro pobre, de un homosexual pobre, de una mujer trabajadora. Más bien, al contrario, ustedes obtienen casi gratuitamente un respeto que ha sido ganado por el sacrificio de otros y otras que sí se han enfrentado a la opresión y la dominación; ustedes en realidad sirven a los poderes más totalitarios, brutales, crueles, sanguinarios, ambiciosos e inhumanos.

Usted, Míster Brewster, no necesita que yo ni nadie lo defendamos en este humilde país al que irrespeta. Mientras el pueblo norteamericano y el pueblo dominicano deben viajar en guagua, en metro o a pie cada día a su trabajo, al hospital o a la escuela, si es que han podido conseguir una oportunidad de entrar, usted vive de manera muy diferente. Cuando yo he ido por las calles César Nicolás Penson o Leopoldo Navarro (esa misma a la que usurparon la mitad de su superficie para protegerlo a usted) y su automóvil va a salir, un policía pobre, pagado por mi pueblo, detiene el tránsito, y usted sale en una caravana de vehículos blindados, armados hasta los dientes.  A usted no lo detiene ni lo frena nadie, usted entra donde quiera, habla con quien quiere, va a todos los cócteles y entra a todos los salones, sin hacer fila, sin pedir permiso ni perdón. Ante usted, los uniformados se cuadran y muchos civiles inclinan la cabeza, y hasta extienden la mano esperando una migaja.

En fin, ni yo quiero defenderlo, y usted no necesita que un dominicano o un latinoamericano lo defiendan. Y usted lo demuestra, al tratarnos con el mismo irrespeto y desprecio que todos sus predecesores.

Sin embargo, sí vale la pena que sepa que usted está equivocado de palabras, de tiempo y espacio. Este no es un casino ni un salón de hotel de recaudaciones de campaña, ni la terraza del Departamento de Estado. Esta es la Patria de 514 años de resistencia, la de Caonabo y Anacaona.

Creo que ya he dicho todo. Quizás seamos pocos los que estemos dispuestos o tengamos oportunidad de decirle esto, pero sépalo: Usted está equivocado, señor Brewster. You are wrong, Míster Embajador.


Tomado de aquí



1 comentario:

  1. Magnífica cita para leer de corrido y sin respiro. Un excelente artículo del nieto del presidente despuesto en la República Dominicana en 1963.
    La joven esperanza blanca Segio Tomás Massa debería leer con detenimiento este material. Especialmente después de haber ido a festejar el pasado 24 de marzo a EEHH, precisamente con gente del Departamento de Estado de ese imperio.

    Saludos y gracias por publicarlo.

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