lunes, 1 de febrero de 2010

Que vuelva

Embronquecido,

molesto,

puteaba,

y escupía al suelo.


Se había conformado viento a la par.

Se había refugiado en el fondo del río.

Había caminado, yo lo sabía,

sorteando escaramuza tras escaramuza…

Había en su bondad otro nombre.


Me puse luego a pensarte tibia,

insistí, una y otra vez, con tu presencia,

puse la foto del velador sobre la mesa,

luego, en ella, velas,

y la misma oración esculpí en el cielo:

“…que vuelva”





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