Para
muchos “revolucionarios” bolivianos, el actual proceso de
transformaciones sociopolíticas de este país suramericano es único en
sus motivos y objetivos. Como para la gran mayoría de guatemaltecos,
“revolucionarios” o no, los truncados objetivos de la Revolución
Nacional de 1944, ya son humanamente imposibles de lograrlos. Sin
embargo, en la Bolivia del siglo XXI se está logrando lo que no se pudo
sostener en la Guatemala revolucionaria del siglo XX.
Guatemala, octubre revolucionario inconcluso de 1944
En
Guatemala, en octubre de 1944, la irracionalidad, la opulencia y el
terror de 14 años continuos de dictadura militar de Jorge Ubico
despertaron la indignación de estudiantes, profesionales y militares
excluidos del banquete feudal.
Así
fue que el 20 de octubre de aquel año “El Napoleón del Caribe” (el
dictador Jorge Ubico), presionado y desestabilizado por el movimiento
estudiantil, la emergente burguesía, profesionales y sector subalterno
militar, tuvo que abandonar el poder dejando en su lugar a uno de sus
discípulos. Ese momento de inestabilidad sociopolítica fue optimizado
por militares y civiles “de espíritu socialista” quienes dieron paso a
la década del proceso revolucionario nacionalista guatemalteco que duró
hasta 1954.
¿Por qué la venganza de la bananera norteamericana?
El
Presidente Juan José Arévalo (1945-1951) y el Presidente Jacobo Árbenz
(1951-1954), ambos electos democráticamente después de la caída de la
dictadura, impulsaron un programa revolucionario democrático cultural
sin precedentes. Ampliaron, como nunca antes, el acceso de la población a
la educación. Legislaron e implementaron los postergados derechos
laborales en un país semi feudal. El actual Instituto Guatemalteco de
Seguridad Social es una de esas reliquias sociales.
Expropiaron
y nacionalizaron todas las tierras privadas incultas (sobre todo las
usurpadas por la frutera norteamericana) en beneficio del Estado y de
organizaciones campesinas. Comenzaron la construcción de las vías
camineras más importantes del país para contrarrestar el monopolio del
servicio de transporte que controlaba la empresa bananera
norteamericana.
Hicieron
del Estado un actor principal en la economía del país. Y así, muchos
otras iniciativas económicas sociales para ampliar la garantía y el
ejercicio de los derechos humanos. Para fundamentar y orientar este
proceso revolucionario se redactó una nueva Constitución Política del
Estado, basado en la dignidad y la soberanía nacional, acorde a las
postergadas aspiraciones del pueblo.
Este
proceso afectó directamente a los privilegios económicos y políticos de
la United Fruit Company, de la obtusa oligarquía semifeudal nacional y
de la jerarquía católica medieval. En este contexto, y en su
desesperación, la empresa frutera recurrió a la Secretaría de Estado de
los EEUU, a la CIA y a la Embajada de los EEUU. en Guatemala, para
intentar recuperar sus extensas tierras nacionalizadas por la
revolución. Así fue cómo, en nombre de la defensa de la democracia, y en
contra del “comunismo”, aglutinó y utilizó a los militares detractores
de la revolución, a la jerarquía católica y a los ricos del país para
derrocar a Árbenz y al sin precedente proceso de cambios estructurales
en Guatemala.
¿Por qué Guatemala no pudo defender su primavera revolucionaria?
El
núcleo revolucionario en el poder, incluso con el anónimo apoyo activo
de Che Guevara, no pudo resistir la contrainsurgencia militar del
exilado Catillo Armas. Árbenz jamás convocó a las multitudes
beneficiarias de aquel proceso para defenderlo desde las calles. Quizás
porque jamás se cultivó al sujeto revolucionario popular. O simplemente
porque nunca se creyó en la capacidad revolucionaria y articuladora de
las grandes mayorías empobrecidas y excluidas del país. Tal vez fue una
revolución “para los pobres, sin los empobrecidos”.
Lo
cierto es que la contrarrevolución victoriosa, no sólo devolvió la
situación socioeconómica del país a las condiciones pre revolucionarias,
sino que aceleró el despojo nacional, y el empobrecimiento y exclusión
de las grande mayorías, al límite de anularles, casi por completo, la
actitud y el pensamiento revolucionario actual.
Bolivia, octubre popular revolucionario de 2003
A
diferencia de Guatemala, el actual proceso de cambio democrático
cultural boliviano no fue impulsado por militares inconformes, ni por
estudiantes universitarios, mucho menos profesionales de la clase media.
Fueron
indígenas, campesinos/as y obreros/as organizados quienes encabezaron
la sublevación popular en octubre del 2003. Estudiantes y profesionales,
indígenas o no, nos sumamos a dicho proceso en el camino.
El
17 de octubre, producto de una sublevación popular generalizada en el
país, el Presidente neoliberal más protegido por el gobierno de los
EEUU., Gonzalo Sánchez de Lozada, tuvo que huir prófugo hacia los EEUU.
dejando a Bolivia enlutado y convulsionado.
Los
actores sociales que desestabilizaron el sistema neoliberal se
constituyeron en el núcleo del proceso de cambio, aglutinados alrededor
de la “agenda de octubre” cuyos contenidos fueron: nacionalización e
industrialización del gas natural, la redacción y aprobación de una
nueva Constitución Política mediante una Asamblea Constituyente Soberana
y Participativa, autonomía, tierra y territorio para pueblos indígenas,
entre otros.
Y,
para ejecutar dicha “agenda”, los actores sociales del proceso de
cambio, decidieron convertir su mayoría demográfica en mayoría política,
eligiendo a un indígena como Presidente de la entonces República de
Bolivia. Entonces, ya era 18 de diciembre del 2005.
Hay logros, pero debemos defenderlos desde las calles
En
estos 8 años de gobierno, desde el Estado Plurinacional se han
promovido significativos y trascendentales cambios. Se ha recuperado la
propiedad y el control de los bienes comunes y empresas privatizadas en
casi dos décadas de neoliberalismo (se nacionalizaron cerca de 24
empresas privatizadas). Se crearon varias nuevas empresas estatales.
Mientras en los países “desarrollados” quiebran las empresas, en Bolivia
se crearon más de 40 mil nuevas empresas pequeñas y medianas. Los
latifundios, aunque no en su totalidad, fueron y son expropiados por el
Estado para ser distribuidos a comunidades campesinas y pueblo
indígenas.
Bolivia,
en 2006, tenía una reserva internacional de 1.7 mil millones de
dólares. Ahora, la reserva internacional neta de este país suramericano
supera los 13 mil millones de dólares. En 2006, el PIB boliviano era de
17 mil millones de dólares (acumulados en más de 180 años de República),
ahora supera los 28 mil millones de dólares, bajo control creciente del
Estado.
La
riqueza económica, con sus limitaciones, se ha redistribuido en la
sociedad, especialmente para los más excluidos. La tradicional clase
media, no sólo fue desplazada de los espacios de poder, sino que se
siente inconforme con la emergencia de una nueva clase media indígena.
Ahora,
muchos bolivianos/as son menos creyentes y más pensantes. Menos
providencialistas y acomplejados y más emprendedores y seguros de sí
mismo. Pero, falta mucho por hacer, sobre todo, a nivel de los proyectos
de vida para cambiar el lastre de la sociedad neoliberal consumista y
acumulador.
El mayor peligro del proceso es querer y exigir la revolución total ya
Al
igual que en Guatemala, el gobierno de los EEUU, mediante su Embajada,
intentó sabotear este genuino proceso de cambio. Pero, el gobierno digno
y soberano de Bolivia expulsó al Embajador yanqui y a USAID, brazo
político de la Secretaría de Estado norteamericano.
Al
igual que en Guatemala, los predestinados para mandar y saquear la
riqueza del país hicieron y hacen lo imposible para evitar la
institucionalización de los cambios. Incluso la predilecta jerarquía
católica neoliberal se constituyó en uno de los agentes letales para
truncar este proceso. Pero hasta ahora no lo han logrado.
Muchos
indígenas, actores o expectantes de los movimientos sociales,
quisiéramos ver ya toda la “agenda de octubre” implementada. Pero, como
hijos/as de la Pachamama, somos conscientes que los cambios llevan su
tiempo y ritmo propio. Que las circunstancias no dependen únicamente de
nosotros.
Como
quechuas, aymaras, guaraníes, etc., somos conscientes que nos tocará
reincorporarnos al vientre de nuestra Madre Tierra sin haber “deleitado”
directamente de los frutos de la revolución democrática cultural
emprendida incluso con la sangre de los nuestros, pero vamos plenos
hacia el vientre materno porque dimos y damos lo que somos y tenemos sin
esperar nada a cambio.