Hoy lo vi sin vista,
al distante Borges,
frío como la nieve de su tiempo,
y amante silencioso de su soledad.
Me he preocupado poco por seguirlo,
cuando al fin, desde un balcón,
grité su nombre y recordé su paso.
Me he sentado a su lado,
para confesarle mi indiferencia,
y mi desconocimiento,
y me ha comprendido perfectamente.
He conocido su Buenos Aires también,
pero ya no era de él,
ni era mía la ciudad.
Hoy lo vi sin vista,
al distante Borges,
frío como la nieve de su tiempo,
y amante silencioso de su soledad.