martes, 24 de noviembre de 2009

¿Por qué mi corazón ya no es mío?

Había sido robado por un viento;
le habían cambiado el nombre,
ahora tenía el tuyo
escrito con tinta china.


Ahora andaba yo
sin el corazón
con un agujero en el pecho
siendo sólo pensamiento
pero sin alma
porque todos sabemos que vive en el corazón
y sin espíritu
porque el mundo sabe que vive en el Sol.


Una vez
de una vez
una oferta me tentó
no era un gran corazón
ni era joven
ni era nuevo
pero era lo que había quedado
después de todo lo que lo has usado.

Poner en letras

El niño cantaba la canción de sus padres
una que de olvidos debía continuar
y poner en letras lo que en familia silencio
y desarrollar la parte libre y productiva:
que todo lo demás se vuelva canción.

Poesía de adjetivos

Enroscado en su lugar
el verde fatal intento daba resultado
y se movía el silencio.


Viendo la nave volar
imaginaba otros mundos
otras estrellas más bellas aún
otro corcel blanco, santo, como un suspiro.


En sopesando detenerse al momento
El gris moscato deleitaba su canto
como un zorzal alado, como un valiente.


¿Qué tanto detergente y vida?
Recuerdo bien sus ojos y su vida,
su precordillerana existencia.
Allí, ella dijo, era el paraíso.
Y sus dos hijos, dos hombres,
y su marido un necio,
y el resultado fue, otra vez, el alejamiento.

Podré pronunciar tu nombre completo

0
Esa maldición que te has echado
con nombre de salmo…
con olor a salmo…
esa maldición tiritada.


¿Acaso el temor al miedo redime?
¿Qué condición dudosa te acompaña?
No eres canto sino guitarra
manantial encubierto de la nada
arquetipo de intentador y virgen
peligrosa obsesión te acompaña
de la mano del pan y plegarias
que repartes sin medias ni abrazos.
Y devuelves al cielo estrellado
una forma brutal de tu hermano.


Vuelve al pasto que aún lleva tu nombre
desnúdate de penas apenas rompa el cuarzo
sacúdete indecente el miembro austral que te late
voltéate a mirar las ruinas que has sido al ser
miente las frutas secas que simulas frescura
renace la canción de tu nacimiento y brinda ayer.


I
¿Vuelve el verde y vuelve tu canto?
¿se ha ido ‘lo todo’ en tu huarpe?
¿qué queda debajo de lo que ocultas?
Sería sembrarte de dudas mil veces
suponer que nada ha pasado
que todo es presente
que olvido y detergente son la misma cosa
la suerte, la limpieza,
la sombra, hoy.
Tu belleza austral, tu vientre afilado,
los hombres que niegan que te hayan desvirgado,
tus tetas flotando en lodos de olvido,
tu siempre directa pasión alumbrante;
ese ruiseñor que tu boca implora
en la canción mayor de las buenas cosas;
ese siempre tú, pero más mimosa,
ese no te encuentro ni en pisar baldosas,
las mismas que años ‘ha’ sumaban nuestro peso en prosa. Y de a dos.


II
Quiero seguir diciendo en este mismo sentido
por dolor, o culpa, o simple comodidad,
si es que tus bondades se encuentran en danzar
baila el baile que te canto; baile de nunca acabar,
y entonces, estos ojos que me acompañan, sólo tendrán su baile,
sólo serán tu figura tatuada en su más adentro,
sólo podrán mantenerse así: contemplando;
sólo un Dios fatal arrancará este recuerdo de ti.


III
Día de memoria silenciosa
día gris.

Sueño reparador abreviado
noche azul.

Sombra crepuscular adosada
muerte al fin.

Sangre necesidad desarmada
Dios-aiz.


IV
Como última necesidad de ti
envenenando el suelo raíz
cuando todo vuelva codorniz
a posarse en ti y en mí
y el llanto no sea más llanto
y el olvido sea memoria
y la vida se haga cardo de 10.000 años
y tus sirvientes sean millones
sólo allí, sólo en ese momento, /podré pronunciar tu nombre completo/

La sombra de agosto

Tu nombre calzaba justo, era exacto.
La tiniebla azul, primero acompañaba, y luego se iba.
El niño, pequeño, me miraba a los ojos.
Grandes ojos negros los de aquel niño.


Sus padres se acercaban a contemplarlo.
Ellos lo alzaban.
Nada parecía inquietar a aquella imagen.
Todo estaba allí, medido… en su justa medida.
La madre, tal vez risueña, besaba su frente.


Se fueron caminando él, ella y el niño.
Salieron de aquel lugar, ese hospital, y se perdieron bajo el sol.
Una puerta apunta hacia mis palabras.
Una claridad sin nombre se distingue en ella.
Quiero volver… pero es imposible.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Pequeño intento de vida


¿Qué reposo no te da violencia?
Sin violencia no hay reposo.
Sin arte no hay vida.
Sin ti no hay nada.



Lo tan pequeño como tú
es lo más completo como todo lo demás
pero en ti, aislado corazón, vive el amor
y en eso de reconocerlo hay humanidad
y en eso que se hace por uno hay conciencia.

pequeño intento de vida
superas a todo lo demás.


No hay desierto sin granos de arena
ni brújula cierta que no indique tu partida
ni alma que no conozca tu retorno
caricia, poeta-canto, caricia,
trémulo.







Pequeña ruiseñor

Mujeres
sombras después del cielo
¿hacia adonde tu amor por mí?



Elena
Recia. Tunante.
¿Cuántas veces amante?



Isabel.
La cuna de Horangel.
¿Qué canción hiciste por él?



Sabía de antemano tu respuesta
pequeña ruiseñor sangre alada
sobrina de los bares afilados.
Elemento fatal
Liebre de espantos
Vejiga yugular
Muerte a los diarios
Todo lo demás es tu quebranto.

Palabritas

¡Qué tonto!
No las vi…
eran tus palabritas.


Que de a una,
qué bonitas,
como en fila,
vienen en compañía.

Si me cantan,
o me esperan,
ellas siempre son austeras.


No me dicen,
me reflejan,
me aconsejan tu presencia.

Palabras al viento


Adscribe al entuerto.
Elimina la fiebre tifoidea de todo.



Sobre lo que tal vez llevara tu nombre
no es de santos preguntar lo que sucede
sé libre, respira, canta,
advierte al público en la mesa
sueña el sueño de los que todos reinan
observa santo lo que ayer era pecado
alivia esa sobremesa de golpes
adjudícale al sabio mayor
el vicio pequeño
al bruto Alarcón
la palma y la espada
a todo señor carente
el brazo proxeneta
al niño menor /sus tetas/





¡Oye!

¡Oye!
Si tu sangre es espanto, ¿qué harás con tu descendencia?
Si te das ese lujo: ¿qué futuro te espera?
Avanza-ama
Avanza-siente
Alégrate.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Otra noche con Natalia

b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Ella podía fornicar como una máquina durante cuatro días y cuatro noches y seguir pensando en instrumentos para el juego y en bañarse toda de chocolate con whisky o salsa de tomate o cuanta cosa más.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Instalada allí, no sabía de límites ni se daba respiro. Arriba del techo, haciendo banderolas con los calzones, se arrojaba con los ojos apretados y el resto que lo dijeran los oráculos, si podían. Sin embargo entre capítulos y ciclos. Durante días o semanas o meses podía irse para adentro y clausurar su cuerpo como un acordeón en desuso.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Sostenía que estábamos en la "Última Cena", pero sólo comiéndonos las uñas, y no quedaba otra que dormirte siempre con un ojo abierto y un pie en tierra, por si acaso, y con las orejas amarradas con alambre para que ninguna se fuese a quedar olvidada en algún teléfono público.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
A menudo nos cansábamos del otro, pero ella se cansaba más. "Tu cuerpo se repite", decía, desconsolada, confundida, y era entonces cuando el tiempo hacía una de las suyas, la tarde no era suficiente, la noche había pasado y fallaba el despertador.
Ni en mi mayor punto de ira podía negar los talentos de ella.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Su creatividad era el antítesis del tipo que se aprende las posiciones del Kamasutra y que se pone a practicarlas. Cuando agarraba vuelo era como llegar en smoking y hawayanas al entierro de un humorista sin trabajo y pedir dinero prestado.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Pero estos arrestos le duraban sólo días o un par de semanas. Cuando ella decía "tu cuerpo se repite", estaba acusando a su vieja, al Profesor Enrique Moleto, a la pequeña Lulú, a Sor Teresa, a Freud, al siglo XXI y a lo que nunca le dijeron. La caprichosa historia hizo que todas las Natalias del mundo fueran diosas, digo yo, y las dejaron masticando ese poder que no pidieron y detestan tanto.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Los dioses se aburren y por eso inventan las religiones. En las crisis ella arrojaba una espuma extraña y despotricaba por la insuficiencia y porque detestaba el femenino rol de ocultamiento y defensa del que no podía escapar y porque juraba furiosa que si Dios hubiese existido era un tipo machista, barbón y malhablado.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Éste era el tipo de confusos razonamientos que ella dejaba caer en la mesa del desayuno cuando partía cerrando con un portazo y no volvía en semanas, buscando en otros cuerpos lo que tampoco hubiese podido encontrar en los infiernos.
Con el tiempo ella aprendió a esconderse en su boina de Ernesto Guevara y en las fotografías de los poetas muertos en el muro. Los líos de la cama para ella podían ser una discreta operación de silencios y elipsis. Todo lo que podíamos decirnos era a través de las yemas de los dedos; lo demás había quedado en el mantel con los restos del arrollado, el picante y los bajativos.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
Sólo cabía el paréntesis de mi torpeza, nuestras torpezas. O invocaciones ternurientas de ella a mi femenino: decía haberse enamorado de todas las mujeres que me habitaban, y podía deleitarse al descubrirse ejerciendo el rol del hijoputa que instala a la sobrina en las rodillas y sudando y temblando le muestra con los dedos todos los secretos que dicen que tiene el mundo
Pero en otras venía la voltarera y lo padecían los vecinos. Ella entonces era una guerrilla de vocablos y nadie podía detenerla. Se rompía en un nudo de obscenidades del que sólo podía salir cuando desde alguna parte aparecía un calzón o un pañuelo blanco implorando una tregua.
[b][c=4].Esther.[/c][/b] dice:
La verdad es que era feroz, pero el orden del mundo estaba en esos alaridos y había que seguir hasta las últimas, aunque capituláramos en el intento. A veces, claro, no me quedaba más que insultarla y decirle que se fuera a la mierda. Me había hastiado, tenía el sexo hecho un guiñapo y del espinazo ni hablemos.

Horas después me despertaba, restaurado, grande, ligero: los mares y las colinas estaban otra vez en su lugar, y de nuevo los placeres y los días tenían orden en el universo. Entonces alcanzaba una copa, me reía mirando el techo, pensaba en cómo quiero a mis amigos, convocaba a Dizzy, preparaba la máquina de escribir y me detestaba menos que nunca. Ella me había dejado ese poder y se había ido. No me era dificil imaginarla errando por la ciudad, celebrando la soledad y bebiendo por todo lo inalcanzable, por su ovario izquierdo, por los destinos imposibles, por lo que nunca conocimos.

Otra noche azul

Otra noche azul. Como el sueño no venía… y tú estabas tan cerca. Aquí estamos. En verdad podía falta a todo menos a la cita. Luego dudo si en realidad es a eso a lo que podía faltar. Si es que tomarías asistencia de mis venidas o si, tal vez, sólo estarías allí para contemplar. Acaso un sueño reparador, un algo normal, te vendría bien.


Otra noche azul. Y las broncas por los ojos se hacen insomnio. Hoy debería… ayer debería… mañana debería… una vida de deberes. Al final de cuentas, ni yo te debo ni tú me debes… pero ambos debemos.


Otra noche azul. ¿Qué mañana le queda a Macondo? Las del olvido, la pura violencia o el rasca del vecino de en frente que sólo lee lo que no hace pensar. La bandida de su mujer sale de tiros por las noches azules. Sus hijos les rezan a padres suyos que nunca conocieron.


Otra noche azul. ¡Y la fucking nostalgia que se instala en mi alma! Y el calor que no deja descansar. Y hay que matar al calor y al tiempo. Eso pasa por no tener un termostato incorporado lo suficientemente desarrollado como para superar la exterioridad. Como quien dice cagarse en el calor. Pero el problema era otro, el problema era la nostalgia.


Otra noche azul. De esas que debería olvidar antes de que comiencen. Adelantarse al futuro desencanto. Habría que ser un profeta de los de antes; de esos que escuchaban al Dios del pueblo. Pero somos profetas de hoy… profetas que no sobrevivimos a las noches azules.


Otra noche azul. El biorritmo me sube a 50.000. Mañana te veo, sonsa. Y ya estoy viendo lo difícil que será tratar de volver a olvidarte.

No es mi tiempo

Ya lo dijo la estrella septentrional y la estrella del Sur: no es mi tiempo.
Y lo dijo el modo rubilar, el ventrílocuo: no es mi tiempo.
Pero subo por los índices de belleza,
de estrategia,
subo por los índices del pecado,
de la oferta,
del movimiento…
subo por los índices palaciegos, índices pardos,
al momento más alejado que puedo encontrar,
al espacio más plateado,
y desde ahí me anido,
y espero a los pájaros,
espero su regreso,
espero su vida.








Ha sido lo otro... pero lo propio

Me he sentido hoy, indefenso.
Me he sentido vulnerable.
He entregado mi cuerpo a los doctores,
y por ello,
mi vida.
He entregado mi ser a la voluntad del otro,
he cerrado los ojos,
me he librado del ego,
ha sido lo otro… pero lo propio.


Ha sido un solo movimiento,
un intento,
un medio.
Ha sido la fuerza unidireccional,
la fuerza primigenia,
aquella que me acompañó.
Dame fuerzas para ser el otro,
o sea,
tu voluntad.

El elenco

En medio de vaya uno a saber qué otras cosas,
los impulsos mecánicos se sublevaron,
y arrancaron de cuajo todo lo bronce,
que fue a parar al cajón de los olvidos;
allí, entre tanto muerto, decidió obturar tu mirada,
y reposó sin cansancio sobre tu cama,
y le hizo un acertijo al loco de la espada,
y se vistió de rosa, luego princesa,
escapó perfil por su tibieza,
se acercó a la niña, tocó su rostro,
le dijo una sutileza sin nombre y luego zarpó.
El viaje lo encontró sólo,
una vez más,
allí donde comenzaban sus recuerdos…

domingo, 1 de noviembre de 2009

Obnubilado


Era todo lo que pasaba
todo lo que se medía
todo lo que abrazaba.
Era todo lo subterráneo
todo lo de poesía
todo tu amor alado.
Era todo lo perturbado
todo lo policía
todo lo que entregaba de dos en dos el tranvía.
Era miércoles de paseo
jueves de apoplejías
tú y yo… una aspirina
era todo tu dolor más el mío: era.

Me quedo con tu llave marioneta


Un sin fin de brújulas andantes,
un reflejo azul /carne ambulante/,
dime lo que de espanto me pertenece,
para olvidarlo.



Embrujo de color lo que te canto,
sólo para enamorar tu parte inquieta,
me quedo con tu llave marioneta,
me quedo con tu sangre.


Tan básicos los himnos capilares,
tan mediocres.
Tan limitados en sus idas y vueltas,
tan cortos de juglares,
tan nimios.


Los busco igual,
para ser un millón,
como hermanos y hermanas,
como el movimiento que se da en la puerta,
como el regreso de los mil profetas,
como la voz que me invita: “ama, sirve, obedece”.


Como la dirección a la tierra-cancha-campo.





Encuentro


El segundo después fue silencio.
Se acercó la niña, escasa de ropas, y tiro de mi remera;
me clavó su mirada como exigiendo respuestas;
y yo, que sólo le doy respuestas al Sol cuando me las pide, la estreché en mis brazos.
Ella supuso que iba a golpearla… pude sentir eso,
pero, luego, ella se soltó absolutamente y me abrazó.
Pude contemplar su sonrisa descansando en mi espalda,
uno puede ver aquello que el otro siente.



Pude vernos bailar, ahora sí, con el Sol testigo
que inundaba cada centímetro de nuestro movimiento.


Levanté la vista y los vi a todos,
hermosos ángeles de mil lugares,
todos allí, bailando, acompañando el movimiento.
Y yo que sólo esperaba una vida tranquila, me encontré con miles de vidas tranquilas.
Y yo que quería un descanso eterno, me encontré con otros que abrigaron mi canto.





El que nunca fue

Había en la mesa y en el bar diez amigos mirando por la ventana. Sobre la mesa que mencionamos, un sin fin de cafés: algunos listos, otros a medio acabar, la mayoría fríos. Sobrecitos de azúcar abiertos y desparramados. Algún que otro cenicero cuasi colmado de colillas y cenizas. Diez amigos mirando por la ventana. Veinte ojos expectantes de lo que pudiera suceder. Ustedes ya lo saben: esperaban al que nunca fue.

El meridiano

Tú no tienes memoria de lo escrito.
Ni sabes aquello que viene.
Eres un silencio.
Como silencio te convoco.


Abre la puerta al hermano,
que pase,
tiende la mesa,
dale de comer,
luego serás libre.


Abre la puerta al herido,
cura su alma,
entrégate tu ropa,
dale tu palma,
ámalo.


Mírate en los ojos del caído,
devuélvele el azul a lo perdido,
hazte tierra y paja; libre y ave.
Hazte de lo mismo que tus hermanos.
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