Comparto aquí una respuesta a un artículo publicado por el Embajador de Estados Unidos en República Dominicana sobre Ucrania, el Derecho Internacional, los Derechos Humanos, la libertad, la democracia y otras "ficciones imperiales" por el estilo. Vale la pena detenerse en el notable análisis que realiza el Lic. en Ciencias y Artes Ambientales Matías Bosch y la descripción trabajada sobre la historia reciente de América Latina y el Caribe. La nota bien podría titularse: "El problema del respeto y la soberanía".
Que la disfruten o la padezcan, según.
Cinco reflexiones para compartir con el señor James Brewster
Le escribo porque usted, usando las páginas de un prestigioso periódico nacional (http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2014/4/16/318700/Ucrania-Crimea-libertad-y-democracia)
, nos ha escrito a todos los dominicanos y, con ello, a todos los
latinoamericanos, invitándonos a defender la soberanía, la libertad, la
democracia, el Estado de Derecho y el orden internacional. Lo ha hecho
aludiendo a la situación de Ucrania.
Pero, cuidado: No quiero discutir con usted sobre Rusia, Ucrania ni
Crimea. No, ese no es el punto. Al ver los ocho párrafos de su artículo,
creo –siendo condescendiente- que usted no ha conocido la Historia de
este país donde está asentado, ni la historia de América Latina. Duele,
incluso ofende, verlo a usted iniciar su texto hablando de “el pueblo
intentando determinar su propio destino”, sin hacer por un momento un
acto de reflexión a 49 años de que las tropas invasoras del poder
militar norteamericano le arrebataran al pueblo dominicano ese derecho.
Sinceramente, Míster Brewster, usted refleja estar muy equivocado de
tiempo y lugar: You are wrong.
Paso a explicarme, y lo voy a hacer punto por punto, tomando los
párrafos con las cuatro ideas, a mi juicio, más alarmantes que ha
expuesto. Y quiero terminar diciéndole lo que yo pienso de usted en su
calidad de ciudadano y de Embajador.
1. Desde noviembre pasado, el pueblo de Ucrania ha estado
intentando determinar su propio futuro. En el proceso, se han
convertido en un símbolo de valentía y cambio pacífico para el mundo
entero. La comunidad internacional se mantiene unida por Ucrania,
respeta su soberanía e integridad territorial (…) Esto no sólo se trata
de Ucrania, sino de principios básicos que rigen las relaciones
internacionales entre los países en el siglo XXI. Como declaró el
presidente Obama en Bélgica, el 26 de marzo, es un “momento que pone a
prueba a Europa, a los Estados Unidos y al orden internacional en el que
hemos trabajado durante generaciones para crear”. Este orden se basa en
un conjunto de principios básicos (…)…Mientras tanto, en Crimea, Rusia
ha derribado y desechado el orden jurídico internacional y descartado la
noción misma del Estado de Derecho (…). Los principios, que han
significado tanto para Europa y para el mundo, tienen que defenderse.
Al hablar de la situación de Ucrania y Crimea, ¿de qué Estado de
Derecho y cuál orden internacional en el que “hemos trabajado”, usted
habla, señor Brewster?
Mire, Ucrania tiene mucho que enseñarle a eso que se dio en llamar
“mundo libre”. Se lo digo más claro: mientras Ucrania y Rusia han sido
constructores del orden internacional que superó al nazismo y hoy han
permitido un mayor equilibrio frente a la omnipotencia norteamericana,
los poderes fácticos de Estados Unidos han sido oportunistas
destructores de ese orden.
Se calcula que cerca de 7 millones de ucranianos pelearon en las
filas del Ejército soviético en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de
que ciertos sectores de su población no fueron nunca pro-sovièticos, la
brutalidad y el desprecio racista de los nazis no pudo capitalizar los
sentimientos anti-rusos de una parte de la población ucraniana,
causándole al país alrededor de ocho millones de muertos, entre los que
deben contarse más de medio millón de judíos asesinados con la
colaboración de nacionalistas ucranianos; esos mismos nacionalistas
ucranianos a los que usted hoy exalta como abanderados del “internet
libre” y el derecho a “elegir su destino”.
Señor Brewster, oiga bien: casi millón y medio de soldados ucranianos
cayeron enfrentando a los invasores del nazi-fascismo. Durante la
guerra fueron destruidas 700 ciudades y más de 28 mil pueblos y aldeas
de esta república. Eso merece respeto y humildad a la hora de hacer
valoraciones como las suyas.
Ucrania junto a la antigua URSS y lo que es hoy Rusia, no entraron en
la Segunda Guerra Mundial en el desenlace final de una divertida
película de acción. No: ellos fueron parte de esos 20 millones de
muertos que impidieron al ejército nazi dominar Europa. No los
nacionalistas, no la extrema derecha ucraniana que hoy usted enaltece
como símbolo de libertad, no: el pueblo ucraniano y el ruso. Ellos no se
repartieron el mundo en esa gran piñata de la que Estados Unidos
participó, luego creando esa OTAN que hoy se declara defensora de la paz
y la soberanía ucraniana. Ellos de verdad pusieron el pellejo. Ellos, y
no precisamente los gobiernos, el Congreso, el Senado y el Pentágono de
Estados Unidos, son autores de lo poco civilizado que queda del orden
internacional, porque sin su hazaña, tal vez, ya habríamos sucumbido
casi todos a la voracidad de los imperios de ayer y de hoy.
Usted debe saber qué le hablo cuando digo “voracidad”. Recuerde nada
más las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Recuerde la bestial y brutal
invasión en Vietnam y el castigo del napalm en los cuerpecitos de
infinidad de niños cuyas vidas fueron destruidas para siempre.
Y otra vez le hago la pregunta: ¿de qué Estado de Derecho y orden internacional usted habla?
Se lo pregunto porque, como usted sabrá, en junio de 1997 el mundo
asistió sorprendido a la presentación del “Proyecto para un nuevo siglo
americano”, una especie de programa-manifiesto del movimiento
neoconservador norteamericano que exponía las líneas estratégicas y los
movimientos tácticos a poner en práctica para concluir el proceso de
pacificación imperial iniciada con la caída del Muro de Berlín y la
disolución de la URSS.
Los objetivos de aquel manifiesto se expresaron así:
“Nosotros, los Estados Unidos, no podemos eludir las
responsabilidades del liderazgo global o los costos asociados con su
ejercicio, sin ponernos en peligro… Si fallamos, estaremos invitando a
otros a que desafíen nuestros intereses fundamentales… Necesitamos
incrementar los gastos de defensa si queremos llevar adelante nuestras
responsabilidades globales: necesitamos fortalecer los nexos con
nuestros aliados democráticos y desafiar a los regímenes que sean
hostiles a nuestros intereses y valores; necesitamos promover en el
exterior la causa de la libertad política y económica…”
Lo terrible de todo esto, Míster Brewster, es que aquello no se
trataba de un programa trasnochado de vocingleros impenitentes, sino una
peligrosa declaración de principios políticos de la élite
neoconservadora, para entonces extremadamente influyente, ocupada en
organizar el asalto a las instituciones del gobierno que tendría lugar
con la llegada al poder de George W. Bush. Entre los firmantes se
encontraban Elliot Abrams, William J. Bennet, Jeb Bush, Francis
Fukuyama, Norman Podhoretz, Dan Quayle, Donald Rumsfeld y Paul
Wolfowitz.
Nada de esto, señor Embajador, fue una improvisación histórica. La
Doctrina Monroe de 1823 encarnó un afán expansionista e imperialista que
luego de asesinado Lincoln y más específicamente a partir de 1898 se
entronizó en vuestra política exterior, pasando luego a ser controlada
por las multinacionales y el complejo militar industrial, aquel monstruo
que no fue acusado por Fidel Castro ni Hugo Chávez, sino por el
mismísimo Presidente Einsenhower.
Hoy, señor Embajador, la geopolítica global apunta hacia los mismos
objetivos fijados por el manifiesto de 1997, y la subversión de los
principios básicos del Estado de Derecho y la Democracia está a la vista
en Ucrania. La estrategia parece ser una repetición más o menos de
manual de la ya conocida “Revolución de Colores”: una serie de protestas
y revueltas que han tenido lugar contra líderes acusados de
“autoritarios”, el amañamiento de elecciones u otras formas de
corrupción; la propaganda de que no realizarán actos violentos; difundir
un discurso supuestamente democratizador, liberal y pro-occidental; y
el papel gravitante de supuestas Organizaciones no Gubernamentales.
Numerosas denuncias bien fundamentadas han mostrado la participación
activa de factores externos ligados a los intereses del gobierno
norteamericano y otros países occidentales, a través de la CIA, la
Fundación Soros, la USAID y la National Endowment for Democracy.
El manual puesto en práctica queda al descubierto.
En Ucrania, en 1994, durante las primeras elecciones a la Rada, el
Partido Comunista fue el más votado y que, en consecuencia, obtuvo una
mayor cantidad de escaños parlamentarios, 83 diputados de 335. En los
comicios de 1998 obtuvo el 24,7% de los votos emitidos lo que le
permitió ubicar 121 diputados en el Parlamento. Aunque en 2007, mermó su
caudal de votos, todo indica aún mantiene una base electoral propia. En
esas elecciones, sus representantes obtuvieron más de un millón y medio
de votos. El Partido Comunista fue el principal aliado de Yanúkovich,
hoy depuesto, por el Partido de las Regiones.
Los hoy calificados por usted como grupos de “ciudadanos” y “símbolo
de valentía y cambio pacífico” son una coalición de partidos políticos
de Ucrania de tendencia liberal conservadora. Establecida en el 2001 y
disuelta formalmente en el 2012, contó como líder principal a Víctor
Yúschchenko, uno de los principales promotores de la llamada “Revolución
Naranja”. Tras las elecciones del 2004, impugnadas como fraudulentas
por ésta y otras agrupaciones políticas del país, y una nueva
convocatoria ordenada por el tribunal Supremo, Yúschchenko fue declarado
presidente de la nación, posición que ocupó hasta el 2010. En las
elecciones de ese año el líder “democrático” opositor hoy, fue derrotado
por Yanúkovich obteniendo un casi invisible porcentaje de los votos
emitidos (¡apenas el 5,45%!)
En esa coalición figura el partido Nuestra Ucrania, de
centro-derecha, fundado en 1995 bajo el nombre de “Unión de Fuerzas
Pacíficas de la Patria” y que tiene como líder principal a Yulia
Tymoshenko, quien ocupara el puesto de Primer Ministro en el 2007 y que
en el momento de producirse el derrocamiento del gobierno de Yanúkovich
se encontraba en prisión convicta de flagrantes actos de corrupción. De
inmediato fue liberada, proclamando sus intenciones de presentarse a
las venideras elecciones presidenciales. Explíquenos estas llamativas
incoherencias, Embajador.
Tras la fallida “Revolución Naranja” y la debacle política de sus
promotores, se produjo el triunfo electoral de Yanúkovich, pero las
herramientas desestabilizadoras y los métodos empleados exitosamente en
el 2004, habían quedado intactos. Pronto se presentaría una nueva
oportunidad de ponerlos en práctica.
En la noche del 21 de noviembre del 2013 estallaron en Kíev las
protestas que según usted sólo eran de ciudadanos que querían “hacer oír
sus voces” y que apenas tres meses después lograron derribar al
gobierno, conocidas como “Euromaidán” o “Plaza Europa”.
A las puertas de lo que ya se calificaba como “guerra civil” (extraña
coincidencia con procesos como el golpe de Estado en Chile, 1973, o la
República Dominicana en 1965), a fines de febrero el partido del
presidente Yanúkovich perdió la mayoría parlamentaria, lográndose por la
oposición que fueran aprobadas una serie de leyes a favor de los
manifestantes opositores, restaurar la Constitución del 2004, liberar a
los considerados “presos políticos” y someter a juicio de impugnación al
presidente Yanukóvich (llamado por usted “cobarde”).
Es curioso, señor Embajador, algo que usted no cuenta: sondeos de
opinión realizados en agosto del 2013, por ejemplo, arrojaban que apenas
un 30% de los encuestados valoraba como positivo para la economía
nacional la firma del tratado de Libre Comercio con la UE, mientras que
el 39% lo consideraba como negativo. En noviembre de ese mismo año, otra
encuesta mostraba que el 39 % de los encuestados favorecía la entrada
en la Unión Europea mientras el 37 % opinaba lo contrario.
Estos datos evidencian la falacia de presentar como unánime, en la
aceptación popular del país, una opción que es discutida y
controversial y sobre la que se tienen posiciones encontradas. También
muestran que se ha impuesto una de las opciones posibles, en el espectro
político ucraniano, no precisamente por medio del diálogo ni el
consenso, sino por la confrontación y la fuerza.
Otro elemento interesante que demuestra la futilidad de las protestas
y sus móviles lo constituyen las declaraciones del ex Primer Ministro
ucraniano Mykola Azarov en el sentido de que nunca la Unión Europea
había invitado a Ucrania a unírsele, simplemente a firmar un Tratado de
Libre Comercio. Y más interesante aún es el hecho de que ni los líderes
de la Unión Europea, ni los grandes medios de comunicación, ni las
autoridades norteamericanas hicieron ningún gesto para desengañar a los
desinformados manifestantes.
En todo caso, Embajador, ya se sabe, por trascendidos, que el
gobierno de los Estados Unidos destinó más de $ 5 mil millones de
dólares al derrocamiento del gobierno de Yanúkovitch, financiando a las
fuerzas opositoras “patrióticas”. No es nada nuevo, por supuesto: ese
método fue utilizado para derrocar gobiernos desde 1953, en Irán, cuando
en el marco de la operación de la CIA denominada “PBAJAK” se pagó a 6
mil “manifestantes” que pedían la renuncia del Primer Ministro
Mossadegh, quien había osado nacionalizar el petróleo iraní. En el 2004,
durante el primer intento en Ucrania contra Yanúkovitch, fue denunciada
la enorme cantidad de dinero entregado por el gobierno norteamericano a
líderes de los grupos “de la sociedad civil” conocidos como “Para” y
“Otpor”.
También se ha sabido que un tal Timothy Pool, considerado un “experto
reportero de guerra y zonas en conflicto”, entrenado por la CIA para
estos fines, acaba de llegar a Caracas procedente de Kíev, con el
objetivo de acelerar la guerra mediática y a través de las redes
sociales contra el gobierno de Venezuela.
Causa escozor saber estas cosas, Embajador, pues seguro leyó al
Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en su artículo del pasado 2 de
abril en el New York Times, señalando que “el gobierno de los Estados
Unidos apoyó el golpe de Estado (en su país) en 2002 y reconoció al
gobierno de facto, a pesar de su carácter antidemocrático”. Maduro
también condenaba que la administración Obama esté destinando cinco
millones de dólares anuales para dar apoyo a movimientos opositores en
Venezuela, además de una petición de quince millones más que está ahora
depositada en el Congreso estadounidense, junto con propuestas de
imponer sanciones a su nación.
Por cierto, ¿qué opina usted, Míster Brewster, de “Zunzuneo”? Sí,
usted debe saber de qué se trata: la red social a ser usada en celulares
y computadoras, creada por la agencia USAID para facilitar la
“disidencia política” entre jóvenes en Cuba, y capaz de eludir el
control digital de la compañía telefónica de ese país. Zunzuneo, montada
para figurar a cargo de empresas fantasmas como si fuera de
propietarios independientes, y operada desde bases en Costa Rica,
Nicaragua y Washington, violando las leyes de esos países, fue develada
en una investigación periodística de Associated Press (no la “temida”
seguridad del Estado cubana). Otra vez el escándalo. ¿Sabe usted qué
respondió el director de la USAID en el interrogatorio ante una comisión
de senadores de su país?: “No sé de quién fue la idea”.
Ahí están, Míster Brewster, las informaciones develadas sobre la
terrible situación que las políticas injerencistas de la élite política,
económica y militar de Estados Unidos impuestas en el mundo en general y
en Amèrica Latina en particular: los años noventa que empezaron con la
invasión en Panamá; las 77 agresiones a que hemos sido sometidos; las 74
bases militares norteamericanas en el Continente; el Plan Colombia que
ha contribuido a que esa nación sudamericana sea la que más desplazados
tiene en el mundo, casi 7 millones; la certeza que ya se tiene de que
estuvimos a punto de una guerra entre Ecuador y Colombia motivada por
ataques en la frontera que fueron perpetrados con ayuda técnica y
militar de Estados Unidos; y cinco golpes de Estado en los últimos 13
años.
Usted, Embajador, que habla de “orden internacional”, ¿puede
explicarnos por què el Estado que usted representa controla suficiente
poder atómico para destruir el planeta Tierra 3500 veces? ¿Por qué
Estados Unidos llegó a gastar, tan solo en 2011, 711 mil millones de
dólares, algo así como 30 millones de millones de pesos dominicanos o
catorce veces todo el PIB de un año de República Dominicana?
Señor Embajador: ¿dónde están las “armas de destrucción masiva” que
querían ser neutralizadas en Irak? ¿Qué le puede usted decir a los
familiares de más de 5000 soldados muertos, compatriotas suyos, la
mayoría de ellos de no más de 25 años de edad, embarcados en aquella
operación suicida? ¿Qué le puede decir a todo el resto de ex
combatientes con discapacidad, mutilaciones, amputaciones, daños
sicológicos extremos, suicidios, implicados en crímenes domésticos, o
afectados por la drogadicción severa?
Usted que habla del “orden internacional que hemos construido”:
¿recuerda todas las fotos falsas que se mostraron en la ONU? ¿Recuerda
que atacaron Irak sin el permiso del máximo organismo internacional,
creado precisamente para que exista y se respete el derecho
internacional? ¿Recuerda que eso mismo hicieron en 2011 en Libia:
aprovechar una decisión de la ONU para establecer una zona de seguridad
aérea y acabaron invadiendo e imponiendo un gobierno?
¿Dónde está el cuerpo de Osama Bin Laden, a quien presentaron ante el
mundo como el peor enemigo de la especie humana y, sencillamente, nos
dicen que lo tiraron al mar? ¿Dónde están las investigaciones sobre los
nexos entre la CIA y Al-Qaeda? ¿Quién explica que Afganistán, luego de
la invasión norteamericana, se haya convertido en el mayor cultivo de
opio del planeta, siendo que vuestro Gobierno es un adalid de la paz y
la lucha contra el narcotráfico?
Señor Embajador ¿alguien de alto rango político ha dado las
explicaciones necesarias sobre el escándalo “Irán-Contras”? Por si no lo
recuerda, es aquel escándalo de que mientras el gobierno y la derecha
más recalcitrante de Estados Unidos blandían el miedo a la revolución
islámica de Irán, ellos mismos le vendían armas a las fuerzas iraníes y
con el dinero de esas armas compraban y daban cargamentos de droga con
que financiaron las tropas de la contrarrevolución en Nicaragua.
Señor Brewster: ¿cómo usted explica que los sucesivos gobiernos de
Estados Unidos NO han ratificado NUNCA el Pacto de Kyoto, siendo la
potencia más contaminante del planeta; que tampoco han ratificado la
carta de Derechos del Niño; que no reconocen al Tribunal Penal
Internacional y que, no obstante alojan en Washington y financian a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ustedes NO son signatarios
del sistema interamericano establecido para proteger los derechos
fundamentales de las personas, pero sí habitúan elaborar todos los años
una evaluación del Departamento de Estado sobre “derechos humanos” en
otros países?
Embajador, ¿cómo es posible que usted y su Gobierno se sientan tan
indignados con la opción de Crimea de unirse a Rusia, sabiendo bien que
Puerto Rico es una colonia tomada por asalto en 1898, que su estatus de
colonia ha sido impugnado por la ONU y la CELAC, y que ustedes lo han
mantenido con acciones tan crueles como las masacres de Ponce y Cerro
Maravilla? ¿Qué le provoca saber que las élites de Estados Unidos tienen
a Puerto Rico NO como un estado ni un territorio parte, sino como
–literalmente- una propiedad a la que pueden regalar y hasta vender?
¿Cómo es posible, Embajador, que usted hable de “democracia” y
“soberanía” si el gobierno de Estados Unidos asesinó con cáncer
inoculado en la prisión al líder independentista Pedro Albizu Campos, y
tiene hoy a presos políticos puertorriqueños cuyo único pecado es luchar
por su libertad, entre los cuales destaca el héroe Oscar López?
¿Cómo puede hablarse de soberanía, Estado de Derecho y orden
internacional si su gobierno tiene en la República de Cuba un territorio
conquistado de manera indecorosa, la base de Guantánamo, a la que
administra como centro de detenciones y torturas ilegales? ¿Qué puede
informarnos sobre la promesa incumplida del Presidente Obama de cerrar
ese campo de concentración, implantado al margen de toda moral y toda
legislación aceptable?
Usted habla de “soberanía” y yo, de una vez, pienso: ¿Y la política
anti-drogas que impone Estados Unidos, su gobierno, a toda América
Latina como parte de la agenda de relaciones regionales? ¿Ha pensado
usted todo lo que nuestros modestos gobiernos tienen que gastar en
armas, recursos humanos y todos los jóvenes que mueren cada año víctimas
de la “lucha contra el narcotráfico”, cuando los EE.UU., el país más
rico del orbe, tiene más de 20 millones de personas mayores de 12 años
que usan drogas ilegales? Esa es una guerra imposible, Míster Brewster,
mientras ustedes no hagan algo serio dentro de sus fronteras, mientras
sean los principales traficantes de drogas, armas y dinero, y no nos
permitan a nosotros salir de la miseria.
2. Cabe destacar otro punto importante: el activismo
político en Ucrania hoy, al igual que en la Maidan durante el invierno,
incluye a todas las nacionalidades y religiones que integran una Ucrania
pluriétnica. El pueblo de Ucrania hablantes de ucraniano, ruso y
tártaro por igual tiene derecho a decidir su futuro como país soberano y
democrático.
Mire, señor Embajador, el rostro amigable y democrático que usted le
adjudica al neo-fascismo ucraniano, apoyado por la “revolución de
colores”, es desmentido por sus rasgos racistas y de extremismo
sectario.
La actuación de los grupos ultraderechistas, encabezados por fuerzas
abiertamente neonazis, surgidas al calor del régimen de Yanúkovich, y
herederas ideológicas de los ocupantes hitlerianos, van acompañados por
un nuevo y extremadamente peligroso resurgimiento de la histeria
anticomunista, que se manifiesta en la destrucción generalizada de los
monumentos a Lenin, a los héroes de la Gran Guerra Patria, por asaltos
criminales a las sedes de partidos, por el terror moral y físico contra
los comunistas y en las exigencias de prohibir la actividad del Partido
que los aglutina.
¿Acaso no es aquello muy parecido al MacArthismo, impulsado en
Estados Unidos y responsable, entre otros crímenes atroces, del
asesinato de los hermanos Rosenberg, acusados de ser “agentes del
comunismo”?
Usted no debería dejar sin mencionar los símbolos usados y la
ideología nazi y racista de una buena parte de los jóvenes radicales
participantes en las protestas de Ucrania; las persecuciones contra
comunistas y judíos y las declaraciones antisemitas que han llevado al
Gran Rabino ucraniano a pedir protección al Estado de Israel, ese mismo
Estado con el cual su gobierno se ha comprometido una y otra vez a
garantizarle protección bajo cualquier circunstancia. En Ucrania, luego
de las “protestas” que usted refiere, también han sido destruidos
monumentos erigidos para recordar el Holocausto durante la Segunda
Guerra Mundial y se hacen llamados a limpiar de judíos las asociaciones
de escritores ucranianos y la propia cultura nacional.
3. Los medios sociales nos han dado acceso para entender
estas opiniones de primera mano. Tan solo hay que ver los vídeos, las
fotos o leer los blogs que circulan por el mundo a través de redes
sociales dinámicas y abiertas. Un Internet libre y sin restricciones ha
dado a estas voces ucranianas un alcance global.
¿Usted está seguro de esto, señor Embajador?
Si usted y su gobierno creen en el internet y las comunicaciones
libres, ¿por qué Julián Assange está asilado en una embajada en Londres?
¿Por qué Edward Snowden está asilado en Rusia? ¿Por qué en Ucrania y
Crimea usted aboga por la información libre, mientras, en Estados
Unidos, Bradley Manning fue condenado a 35 años de cárcel por dar
documentos a Wikileaks? Terrible debe haber sido, qué duda cabe, que
Manning mostrara miles de telegramas de diplomáticos estadounidenses en
todo el mundo y un vídeo en el que los pilotos de un helicóptero militar
Apache matan a nueve personas entre las que se encontraban un fotógrafo
de la agencia Reuters y a su conductor iraquí.
Veamos, señor Embajador: ¿quién puede controlar con información
accesible, completa y veraz los 800 mil millones de dólares de los
contribuyentes estadounidenses que cada año son botados en la industria
militar? ¿Cómo reaccionó la policía ante el movimiento Occupy Wall
Street, que simplemente protestaba porque el 1% de la población de su
país concentra más riqueza que el 99% restante? ¿En manos de quiénes
está la democracia norteamericana por la que Lincoln dio la vida, cuando
el mercado electoral financió la última campaña presidencial con 2700
millones de dólares? ¿Quién responde por el programa PRISMA, con el
cual, se sabe, tan sólo en Alemania se espiaron 500 millones de
comunicaciones de internet y telefonía?
¿Sabe de qué nos acabamos de enterar, Míster Brewster?: La policía de
Nueva York se vio obligada a desmontar (supuestamente) un programa
mantenido por su Dirección de Inteligencia por medio del cual durante
todos estos años han espiado la vida privada, familiar y laboral de
miles y miles de ciudadanos y residentes de origen árabe. ¿Le parece a
usted que ese es un hecho honorable para quienes se auto-confieren ser
los guardianes de la democracia y las oportunidades, del “sueño
americano”?
¿Dónde quedó el internet libre y la democracia informativa de todos
los norteamericanos y cientos de millones de hombres y mujeres de todo
el mundo después del tristemente célebre “Patriot Act”?
4. De modo que, incluso aquí, en la República Dominicana
podemos ver, oír y leer por nosotros mismos lo que los ciudadanos de
Ucrania se han estado esforzando por alcanzar (…) En las próximas
semanas y meses, desde Kiev hasta Washington y pasando por Santo
Domingo, el mundo ha de seguir defendiendo los derechos de personas
valientes que hacen frente a líderes corruptos y autoritarios.
Mire, señor Brewster, yo estoy de acuerdo en que, en última
instancia, usted tiene todo el derecho a pensar y decir de Rusia,
Ucrania, Crimea y, por supuesto, de Estados Unidos, lo que usted
considere oportuno.
Pero no, usted no puede hablar así, usando ese “en la República
Dominicana podemos…” ni ese “nosotros mismos”. Usted no “está” en la
República Dominicana: usted es Embajador de un Gobierno ante el Estado
dominicano. Esto no es un campo de fútbol o un terreno baldío: este es
un Estado independiente, soberano y democrático. Usted no puede con
tanta facilidad y ligereza hablar de República Dominicana en primera
persona del plural, porque usted y nosotros NO conformamos otro
“nosotros”. Usted es usted. Hable en primera persona del singular: “yo” o
“mi Gobierno”. Eso debería saberlo usted, como noción elemental de la
diplomacia.
Más feo aún es ese “pasando por Santo Domingo” entre Kiev y
Washington, y hablando de lo que nuestro país debe hacer ante
autoridades de terceros países. No, usted no puede hacerlo, no debe
hacerlo, y comprendo que debo ser claro y explicarle el punto, por si no
ha tenido tiempo de estudiar nuestra sagrada Historia.
No puede hacerlo porque, con todo respeto pero también con toda
franqueza, usted y el poder del cual usted es funcionario no tienen
autoridad para juzgar de “corruptos” ni “autoritarios” a otros
gobernantes, mucho menos en suelo dominicano. Fue cierto jerarca del
gobierno de Estados Unidos quien, refiriéndose a Somoza y otros tiranos
de su calaña, dijo: “sabemos que son unos hijos de puta, pero son
nuestros hijos de puta”.
Imagínese, señor Brewster, fueron las tropas norteamericanas las que
en 1915 invadieron Haití y en 1916 la República Dominicana. Fue el jefe
militar de esa invasión el primer dictador de nuestro país en el siglo
XX. Esa misma intervención entrenó y uniformó a Trujillo, a quien luego
dieron todo el apoyo como leal colaborador del anti-comunismo y fiel
defensor del “mundo libre”.
Le comparto una parte muy expresiva de la declaración del general estadounidense Smedley Butler, ante el Senado, en 1935:
“He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más
combativas de las fuerzas armadas norteamericanas, la infantería de
marina. Pienso que durante ese tiempo actué como un bandido altamente
calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y de sus
banqueros. En 1914 contribuí a darles seguridad a los intereses
petroleros (de Estados Unidos) en México. Particularmente en Tampico.
Ayudé a hacer de Cuba un país donde los señores del National City Bank
podían acumular sus beneficios en paz. Entre 1909 y 1912 participé en la
limpieza de Nicaragua para ayudar a la firma bancaria internacional de
Brown Brothers. En 1916 llevé la civilización a la República Dominicana
por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos. Fue a mí a quien
correspondió ayudar a arreglar en 1923 los problemas de Honduras para
darle seguridad a los intereses de las compañías fruteras
norteamericanas”.
Le digo más: hace muy poco, en marzo de 2010, después del devastador
terremoto en Haití, el ex presidente norteamericano Bill Clinton, por su
propia cuenta, declaró:
"Tengo que vivir cada día con las consecuencias de una decisión mía
que fue, quizá, buena para algunos de mis granjeros en Arkansas, pero
que fue un error porque trajo también como resultado la pérdida de la
capacidad de producir arroz de Haití y, consecuentemente, de su
capacidad de alimentar a su pueblo. Fue resultado de algo que hice yo.
Nadie más". ¿No le parecen estos hechos verdaderamente arcaicos,
primitivos y dramáticos, y que denotan cómo nuestras tierras han sido
utilizadas para desplegar todo tipo de imposiciones, intereses espurios y
corrupciones?
Fue un colega suyo, John Bartlow Martin, embajador en este país en
1963, quien mientras impresionaba con una imagen positiva al Presidente
Juan Bosch, engañaba al Presidente Kennedy y lo predisponía contra el
mandatario dominicano, de manera que cuando los halcones de su gobierno
decidieron apoyar y facilitar el golpe de Estado del 25 de septiembre,
Kennedy se quedó literalmente paralizado sin saber qué pensar y qué
hacer, porque no podía hacer nada para sostener el gobierno de un hombre
al que respetaba y de quien no podía cuestionar sus valores de
demócrata, pero a la vez estaba rodeado de un aparato diplomático,
militar y de inteligencia que no lo respetaban y le mentían
sistemáticamente.
Causa pena pensar en John F. Kennedy, así como en su hermano Robert.
Muchos especialistas dicen que la muerte del propio Presidente de los
Estados Unidos, o ridiculizarlo ante el mundo con Bahía de Cochinos y el
Golpe en República Dominicana, eran precios más que razonables para que
la oligarquía que es dueña de su país consiguiera sus deseados tesoros.
Es estremecedor, señor Brewster, conocer datos de estrategias como la
Operation Northwoods, ideada por Ejército estadounidense de 1962 para
“generar apoyo del pueblo estadounidense” para una acción militar contra
la Cuba de Fidel Castro, dentro de la más amplia Operación Mangosta
(Operation Mongoose). Este plan fue propuesto por altos cargos del
Ministerio de Defensa estadounidense, entre ellos el presidente de la
Junta de Jefes del Estado Mayor, Lyman Louis Lemnitzer, y contemplaba
como alternativas iniciar ataques simulados, sabotajes y disturbios en
la Base Naval de la Bahía de Guantánamo y culpar a las fuerzas cubanas;
bombardear y hundir un navío estadounidense en la base de Guantánamo;
destruir un aparato no tripulado, haciéndolo pasar por avión comercial
lleno supuestamente de "estudiantes universitarios en viaje de
vacaciones"; e incluso arrasar cosechas arrojando dispositivos
incendiarios en Haití, República Dominicana u otros lugares. Quiere
decir que desde hace muchos años, atentar contra terceros países e
incluso contra el propio pueblo norteamericano ha sido una posibilidad
aceptable para los halcones de la administración estadounidense. ¿A
quién le sirvió realmente el asesinato de los hermanos Kennedy? ¿A quién
le sirvió derrocar a Juan Bosch?
Pero sigamos. Fueron sus tropas, señor Brewster, que hoy están en la
OTAN amenazando en los alrededores de Ucrania y que están en Irak,
Afganistán , Guantánamo y Puerto Rico, las que entraron en Santo Domingo
en 1965, un abril hace 49 años. Para hacerlo utilizaron argumentos
falsos en pos de la “libertad”, el “peligro soviético” y los “derechos
fundamentales”, forzando a la OEA a apoyar su plan. Sí, fue en Abril, el
mismo mes que usted escoge para hablar de los dominicanos en primera
persona del plural para juzgar otros países, incitar al conflicto y la
violencia entre naciones.
Fueron ustedes, señor Brewster, quienes pusieron a Joaquín Balaguer
en 1966 y apoyaron cada uno de sus fraudes electorales y su política de
contrainsurgencia, madre de todo tipo de asesinatos, torturas y
desapariciones. Y cuando no les hizo falta, apoyaron que cediera la
presidencia siempre y cuanto retuviera el parlamento y la Justicia.
Ustedes, señor Embajador, NUNCA han dicho nada contra ese “padre de la
democracia” en cuyo último mandato, hace tan sólo 20 años, desapareció
el periodista Narciso González, porque -creo yo Embajador, esta idea es
mía- ustedes tienen terroristas selectos, enemigos predilectos y
demócratas favoritos.
¿Sabía usted, Embajador, que mientras su Presidente Johnson vino al
país a la toma de posesión del Presidente Bosch, aplaudía los discursos
de Kennedy en apoyo a la Alianza por el Progreso y la democracia
representativa en América, cuando en 1965 vio al pueblo dominicano
levantarse para defender esa democracia representativa justificó la
ocupación con 40.000 marines porque en República Dominicana “los
comunistas marchan con cabezas ensartadas en lanzas”?
¿Qué va a hacer usted en la República Dominicana para recomponer la
confianza después de tantos atropellos, y superar la sensación de una
forma de relacionarse francamente autoritaria y corrupta? Le propongo
que lea todos los Wikileaks correspondientes a la relación entre su
Embajada y este país, y verá que tiene mucho trabajo por hacer para
ganar verdadera credibilidad entre los ciudadanos y ciudadanas
conscientes, civilizados y que, como usted sugiere, aspiran en este país
a una verdadera soberanía, a una genuina libertad y a una auténtica
democracia, donde las Embajadas no sean los cuarteles de instrucciones
indebidas y decisiones vergonzantes.
¿Por qué no empieza por algo sencillo?: Deje de hablar en “nosotros” y
deje de sugerir qué debe hacer “Santo Domingo” (como usted nos llama)
ante otras naciones. Eso es de mal gusto. Deje de celebrar el 4 de Julio
con fuegos artificiales en la Embajada como si nuestra ciudad capital
fuera un campo silvestre y su sede diplomática un parque de diversiones
(eso es de aún peor gusto). Y, si me permite la confianza, tenga un
sitio web donde aparezca día a día su agenda, con quién va a reunirse o
conversar y el temario a tratar. Eso, Embajador, es transparencia e
información libre, sobre todo en un país que su Gobierno ha invadido dos
veces. Incluso –aprovecho la oportunidad- aconsejo que proponga una
revisión del DR-CAFTA antes de que entre en plena vigencia. Si se aplica
como está diseñado, va a pasarnos algo muy parecido a lo ocurrido en
Haití y ni siquiera va a aparecer un Bill Clinton que pida perdón.
Otra sugerencia, señor Embajador, es que la USAID de verdad se apegue
a ser un organismo que trabaja “en nombre del pueblo de los Estados
Unidos”. El pueblo norteamericano es noble, trabajador, valiente,
empeñoso, generoso, serio, admirable. No involucren su nombre en cosas
como Zunzuneo en Cuba ni en Venezuela ni en ningún otro lugar de América
Latina (y ojalá del mundo). Cada vez que ustedes hacen eso, los
ciudadanos y ciudadanas conscientes de este pequeño pero digno país se
sienten ofendidos, avasallados y agredidos. Cuide mucho también que la
USAID en República Dominicana no haga campañas que muestren nieve
cayendo en el Malecón, ni que usted u otro funcionario salga haciendo
declaraciones sobre cómo preservar la seguridad ciudadana o cómo hacer
mejores políticas económicas y sociales: nosotros no somos tan ricos
pero es porque nos han robado mucho a la fuerza, Míster Brewster, y no
somos imbéciles ni carecemos de vergüenza. Podemos sentir que nos
quieren humillar y ya Juan Pablo Duarte, Luperón, Fernández Domínguez,
Gregorio Urbano Gilbert, Máximo Gómez, Francisco Alberto Caamaño, Piky
Lora, Juan Bosch y las Hermanas Mirabal pueden mostrarle nuestro sentido
del honor.
Si usted no ha ido al Panteón de la Patria, Míster Brewster, le
recomiendo ir. Allá podrá ver al forjador de la Educación Dominicana,
Eugenio María de Hostos: un hombre puertorriqueño cuyos restos están
aquí como testimonio perenne de su voluntad, que es no regresar a Puerto
Rico hasta que esa nación no sea completa y verdaderamente libre. De
ese material precioso estamos hechos en esta tierra chiquita y humilde
pero gigante, Embajador.
Por cierto, señor Embajador, al hablar de Hostos –maestro de cívica y
de moral- debo alertarlo de hacer juicios sobre la corrupción y
autoritarismo en países que no son el suyo. Paul Krugman, economista
prestigioso de universidades como Princeton, acaba de decir que la
desigualdad social en Estados Unidos es cada vez peor. Hace un tiempo se
supo que 1 de cada 6 estadounidenses pasaba hambre. 46 jóvenes de
Puerto Rico se van cada día de su país. Pero, al mismo tiempo, todos
sabemos que los bancos fueron salvados de la quiebra por las
administraciones de G.W.Bush y Obama, y que ese dinero sale de la
imprenta ubicada en la Reserva Federal que, a diferencia de nuestros
países, es propiedad de los mismos bancos; ese dinero no se usó para
salvar los empleos ni las viviendas del norteamericano de a pie, el
padre y la madre de familia. El Obama-care, señor Embajador, no pudo ser
más que un parche a la crisis de salud porque el lobby de las
industrias clínica y farmacéutica puede más que la voluntad de los
ciudadanos. Todo el mundo sabe que en 2000 G.W.Bush no ganó las
elecciones y que fue Presidente con un fraude, y que su Cheney,
Rumnsfeld y otros importantes personeros estaban ligados a industrias
muy poderosas, en evidente conflicto de interés.
Lo terrible, señor Embajador, es que aún no se conoce ninguna
instrucción de su gobierno para que todo eso se detenga, que todo parece
indicar que Obama no pasó de ser un candidato atractivo e idealista, un
hombre decente, pero que no impide que nuestros países (República
Dominicana, Haití, Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Honduras, entre otros)
dejen de funcionar como un patio trasero y las Embajadas norteamericanas
dejen de ser una especie de centro de comando de tales desmanes.
5. Con esto termino: Lo que yo pienso sobre usted.
Al decirle todo esto, Embajador, no quiero que usted vaya a pensar
que despreciamos a su gran nación. Usted, al ser Embajador, debería
saber distinguir entre patria y Estado.
Nosotros admiramos las luchas por la independencia de Estados Unidos a
partir de 1776. Aquella guerra libertaria no fue hecha para subyugar a
nadie, sino para conseguir “en nombre y con el poder del buen pueblo” de
las colonias, la libertad que Gran Bretaña no quería concederles. Esa
guerra fue exitosa bajo el mando del extraordinario líder político y
militar George Washington, y mereció el concurso del prócer venezolano
Francisco de Miranda, maravillado con la gesta del primer pueblo libre
en América. La Declaración de Derechos de Virginia y aquella Declaración
de Independencia abrían una nueva concepción política en el mundo,
arraigada en el republicanismo, la igualdad y la libre determinación.
La Constitución de 1787, bajo la cual gobernaría Washington, definió
el sello del orden político y social que se perseguía en un preámbulo
hermoso: “Nosotros, el Pueblo, a fin de formar una Unión más perfecta,
establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la
Defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios
de la libertad, establecemos esta Constitución”.
¿Qué quería Washington? Cinco cosas expresa en su Discurso de
Despedida, de 1796: Subordinación de los gobernantes a la Constitución,
Unidad y Justicia entre todos los estados, Absoluta austeridad y justeza
en los impuestos y el gasto público, Que no fuera la política de los
partidos la que dominara a la nación, y Paz y armonía con todas las
naciones del mundo.
Más adelante, le tocaría a Abraham Lincoln liderar a los republicanos
en la Guerra Civil, y lograr la abolición de la esclavitud que aún se
ejercía en el Sur contra millones de negros oprimidos. Los habitantes de
esa tierra que corría tras la libertad, la justicia y el bienestar no
los gozaban por igual. Como muchos recordarán, Lincoln moriría asesinado
en un atentado.
¿Qué quería Lincoln? Su más memorable pieza, el Discurso de
Gettysburg, en 1863 (cuando en República Dominicana estallaba la
revolución restauradora), lo expresa claramente: “Una nueva nación,
concebida en la libertad y consagrada al principio de que todos los
hombres son creados iguales” y “que tenga una nueva aurora de libertad, y
que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no
desaparezca de la faz de la Tierra”.
Ya en el siglo XX será precisamente un negro, el ministro religioso
Martin Luther King, el abanderado de defender los derechos civiles de
todos los estadounidenses. Luther King, como Lincoln, también moriría
asesinado.
Esa es nuestra gran pena, Embajador. Sentir que a la nación más
poderosa de la Tierra y autora de uno de los procesos de liberación más
admirables y fascinantes, una élite le fue secuestrando y asesinando la
ética en la relación con su propio pueblo y los demás pueblos del mundo.
Una élite para la cual la vara de la moral es su ambición sin límites,
aunque para ello tengan que agredir su propia Patria.
A esta altura, uno se pregunta si usted, en tanto Embajador, va a
tener hacia República Dominicana el mismo respeto por su Historia y su
honor, que muchos dominicanos y dominicanas han tenido por su historia
personal y su honor personal.
Yo, siendo franco, creo que no. Desearía que sí, pero la evidencia
histórica me contradice. Al fin y al cabo usted es un Embajador de
quienes mandan en Estados Unidos, que, como usted sabe, no es el
Presidente, sino eso que ustedes llaman el “gobierno en las sombras” o
“poder permanente”. Usted, por lo que sabemos, no tiene grandes méritos
diplomáticos, más allá de haber sido activista y recaudador de fondos
para la campaña electoral del Presidente Obama.
Hay dominicanos que han salido a defenderlo cuando a usted se le ha
ofendido o denostado por sus opciones de vida sentimental, afectiva y
sexual. Yo no lo he hecho ni lo haré. Nunca lo ofenderé ni permitiría
que por esos motivos se le ofendiera en mi presencia; sería inmoral.
Pero nunca lo voy a defender.
Y no lo voy a hacer por la sencilla pero profunda razón de que muchos
seres humanos, pueblos y sectores, como los negros, las mujeres o los
homosexuales, han sufrido –más que la simple discriminación- la opresión
y la dominación, justificadas con sus supuestamente inferiores
condiciones humanas u opciones individuales. Esa opresión que es una
desigualdad en el derecho a ser reconocido socialmente con dignidad
plena; esa dominación que es tener impedido estar en iguales posiciones y
condiciones de poder, permaneciendo subordinados y por tanto vivir en
una democracia ficticia, no es lo que usted padece y lo que sí han
enfrentado notables militantes del movimiento de derechos humanos y
civiles en todo el mundo.
Ni usted ni Obama, como tampoco Margaret Thatcher, han sido oprimidos
ni dominados. Ustedes han luchado por derechos estrictamente
individuales, pero no por la justicia social ni la justicia global.
Ustedes nunca han arriesgado nada realmente serio, ustedes no conocen el
verdadero sacrificio de un negro pobre, de un homosexual pobre, de una
mujer trabajadora. Más bien, al contrario, ustedes obtienen casi
gratuitamente un respeto que ha sido ganado por el sacrificio de otros y
otras que sí se han enfrentado a la opresión y la dominación; ustedes
en realidad sirven a los poderes más totalitarios, brutales, crueles,
sanguinarios, ambiciosos e inhumanos.
Usted, Míster Brewster, no necesita que yo ni nadie lo defendamos en
este humilde país al que irrespeta. Mientras el pueblo norteamericano y
el pueblo dominicano deben viajar en guagua, en metro o a pie cada día a
su trabajo, al hospital o a la escuela, si es que han podido conseguir
una oportunidad de entrar, usted vive de manera muy diferente. Cuando yo
he ido por las calles César Nicolás Penson o Leopoldo Navarro (esa
misma a la que usurparon la mitad de su superficie para protegerlo a
usted) y su automóvil va a salir, un policía pobre, pagado por mi
pueblo, detiene el tránsito, y usted sale en una caravana de vehículos
blindados, armados hasta los dientes. A usted no lo detiene ni lo frena
nadie, usted entra donde quiera, habla con quien quiere, va a todos los
cócteles y entra a todos los salones, sin hacer fila, sin pedir permiso
ni perdón. Ante usted, los uniformados se cuadran y muchos civiles
inclinan la cabeza, y hasta extienden la mano esperando una migaja.
En fin, ni yo quiero defenderlo, y usted no necesita que un
dominicano o un latinoamericano lo defiendan. Y usted lo demuestra, al
tratarnos con el mismo irrespeto y desprecio que todos sus predecesores.
Sin embargo, sí vale la pena que sepa que usted está equivocado de
palabras, de tiempo y espacio. Este no es un casino ni un salón de hotel
de recaudaciones de campaña, ni la terraza del Departamento de Estado.
Esta es la Patria de 514 años de resistencia, la de Caonabo y Anacaona.
Creo que ya he dicho todo. Quizás seamos pocos los que estemos
dispuestos o tengamos oportunidad de decirle esto, pero sépalo: Usted
está equivocado, señor Brewster. You are wrong, Míster Embajador.
Tomado de aquí