Terminó
–por así decirlo– hace menos de dos años y pareciera que la de Irak
entró en perfecto olvido. Tal vez porque finalizó tres veces: la
primera, cuando W. Bush anunció en mayo del 2003, menos de dos meses
después de invadirlo y a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln,
“misión cumplida”. La segunda bajo Obama, cuando tropas estadounidenses
cruzaron la frontera con Kuwait como si se estuvieran retirando, un
hecho proclamado como “el fin de la guerra de Irak”. La tercera, cuando
el Parlamento iraquí se negó a acordar inmunidad a los invasores,
quienes proclamaron oficialmente el cese del conflicto el 11 de
diciembre del 2011. Pero la muerte sigue campante su paseo por Irak.
Es notorio que se contradicen las evaluaciones en torno del número de muertos civiles durante los ocho años de guerra propiamente dicha. Es un tema espinoso. Los mandos de las tropas ocupantes decidieron no dar cuenta del número de esas bajas. En no pocas ocasiones las incluyeron en el rubro de “fuerzas insurgentes” o “terroristas”. Salee, una niña de 9 años que difícilmente perteneciera a las unas o a los otros, estaba jugando a la rayuela con sus amigos cuando aviones de EE.UU. dispararon tres misiles causando la muerte de su hermano y de su mejor amigo, la pérdida del pie derecho de su hermana Rusul y la de sus dos piernas desde las rodillas. (www.huffingtonpost.com, 7/12/08). Un caso entre tantos otros.
El presidente Obama calificó a EE.UU. de “país excepcional” y uno de los factores de esa calidad es la ignorancia o la no admisión de las matanzas del gobierno por parte de un sector de la opinión pública. En el 2011, una encuesta de la Universidad de Maryland reveló que un 38 por ciento de los estadounidenses estaba perfectamente convencido de que EE.UU. había hallado pruebas irrefutables de que Saddam Hussein mantenía estrechas relaciones con Al Qaida (www.sadat.umd.edu, 8/9/11). Se ignora si muchos de los interrogados creyeron y todavía creen que el número de civiles iraquíes muertos ascendió a unos diez mil, según encuestas realizadas en EE.UU. y Gran Bretaña (www.comres.co.uk, junio 2013).
Un estudio publicado por la revista PLOS Medicine indica que esa cifra habría que multiplicarla por 50. Preparado por 12 investigadores de EE.UU., Canadá e Irak, indica que perdieron la vida 460.800 civiles iraquíes entre 2003 y 2011. (www.plosmedicine.org, octubre 2013), un 60 por ciento de muerte violenta y el resto por el colapso de la infraestructura hospitalaria motivado por la guerra y causas anexas (www.bbc.co.uk, 16/10/13).
Los autores del informe, pertenecientes a las universidades de Washington, John Hopkins, Simon Fraser y Mustansiriya explican su metodología, tal vez la más rigurosa empleada hasta ahora: visitaron dos mil hogares seleccionados en 18 provincias de Irak entre mayo y julio del 2011 y averiguaron el número de fallecidos en cada familia, así como las consecuencias médicas de las sanciones impuesta a Irak por la ONU desde el 2001. Encontraron que la tasa de quienes perecieron era del 4,55 por cada mil personas, más del 50 por ciento superior a la anterior a la invasión. Señala el informe que el exceso de muertes atribuibles a la guerra fue de 405.000 hasta mediados del 2011.
Los investigadores contaron con la asistencia voluntaria de científicos iraquíes y como el estudio se llevó a cabo a mediados del 2011, pudieron recorrer territorio con más seguridad y amplitud que quienes realizaron una labor similar tiempo antes y registraron pérdidas menores. Es el caso de Iraq Body Count, que las cifró en 112.000 (www.iraqbodycount.org, 19/3/12).
Habrá que darle la razón a Leonardo da Vinci. Escribió: “El mal es nuestro enemigo. ¿Pero no sería peor que fuera nuestro amigo?”. Se ve que sí.
Tomado de aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario