martes, 2 de abril de 2013

Dime populista, y te diré quién eres



Cerrar la brecha en la dispar distribución de la riqueza sigue hoy como asignatura pendiente en América Latina, donde políticas inclusivas de gobiernos de izquierda son tachadas de populistas por quienes adversan los cambios en la región.

Baste recordar que pese al crecimiento económico sostenido y los buenos augurios para este año, 66 millones de latinoamericanos viven en la indigencia y 36 millones son analfabetos.

Para Alejandro Werner, director del Fondo Monetario Internacional, en la última década “América Latina ha logrado mejoras significativas en lo que respecta a la desigualdad del ingreso y la reducción de la pobreza”.

Aun así, acota, la región todavía tiene una de las tasas de pobreza y desigualdad más altas del mundo.

Werner considera indispensable “la implementación de programas de impacto social”, para recortar la brecha, según declaró al Boletín Digital del FMI.

La anterior sugerencia resulta punto de coincidencia con los empeños de procesos que marcan el rumbo en el continente, y cuyos detractores califican de populista la impronta social de gobiernos como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Programas como las “misiones”, que en la tierra de Hugo Chávez expanden los derechos a la educación, la salud, al empleo y la vivienda, por mencionar algunas, han elevado la calidad vida de ese pueblo.

Totalmente distinto es el panorama venezolano actual respecto al que provocó el estallido popular conocido como El Caracazo, el 27 de febrero de 1989.

Ese día miles de personas se sublevaron contra la asfixia provocada por políticas neoliberales y prácticas corruptas del gobierno de Carlos Andrés Pérez.

Para entonces, el 80 por ciento de la población vivía bajo el umbral de la pobreza, reducida hoy al 21,2 por ciento y en seis por ciento la pobreza extrema.

Son realidades como esta las que obvian voceros de la derecha, incluidos medios de comunicación privados, en permanente campaña para descalificar a la revolución bolivariana.
Recientemente el diario El Nuevo Herald titulaba desde Miami que “el modelo chavista se va a pique”, obviando que la economía venezolana creció cinco por ciento el pasado año.

Y si para Hugo Chávez la “razón amorosa” explicaba su relación con el pueblo, para John Paul Rathbone, editor para América Latina del diario Financial Times, con la muerte del líder bolivariano “surgen dudas sobre el futuro de esta rama populista”.

En la misma tónica anda el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti, quien declaró al diario peruano El Comercio que “el socialismo del siglo XXI es solo un rótulo populista”.

Otro a quien le endilgan la etiqueta es a Rafael Correa, quien ganó en noviembre de 2006 sus primeros comicios presidenciales luego de una década de franca ingobernabilidad en Ecuador.

Antes habían sido derrocados por insurrecciones populares Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, en medio de la quiebra masiva del sistema financiero, huelgas generales y levantamientos indígenas.

Correa, en su discurso de toma de posesión anunciaba entonces la “lucha por una Revolución Ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente”.

Esas transformaciones han colocado a Ecuador entre los países que más aceleradamente esta cerrando la brecha social que antes provocó la emigración de miles y miles de sus ciudadanos.

Mientras en Europa la crisis provoca desempleo y desahucios, en Quito el gobierno implementa programas para facilitar el retorno de sus emigrados, atacar la pobreza, la insalubridad y expandir la educación.

Agenda Patriótica 2025 es, por su parte, la propuesta del presidente Evo Morales para construir la Bolivia del futuro, basada en la ejecución de proyectos y planes de desarrollo económico y social.

Entre sus metas se encuentran la erradicación de la extrema pobreza; la socialización y universalización de los servicios básicos de salud, educación y deportes.

Y aunque los índices socioeconómicos de Bolivia mejoran de año en año, para los enemigos del presidente indígena, sus políticas son contrarias a la ley del mercado y, por tanto, destinadas al fracaso.

Pero más allá de las campañas por desdibujar el legado de Chávez, y por satanizar a Rafael Correa y a Evo Morales, la alta tasa de aprobación a sus políticas confirman que, en Latinoamérica, el cambio de época pasa por la inversión social.

Tomado de aquí.

 

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