Los pueblos latinoamericanos y nuestros gobiernos le deben y debemos a
Haití ser la base del proceso independentista que aquel país habilitó en
1804 siendo la primera revolución triunfante venciendo -nada menos- que
al ejército más poderoso de esa época liderado por Napoleón. Comparto con ustedes esta carta:
Por Joao Pedro Stedile
Queridos amigos y amigas,
Acabo de llegar de un viaje a Haití. Fui a participar en un congreso
del movimiento campesino haitiano y aproveché la ocasión para visitar
varias regiones del país y los proyectos que la brigada de la Vía
Campesina/ALBA, está desarrollando en solidaridad con el pueblo de
Haití.
Me gustaría comenzar mi carta, comentando las características
principales de esta nación. Es un país del tamaño de Alagoas (27 mil
Km2), todo él montañoso, como Minas Gerais, y con las montañas
totalmente devastadas, o sea sin cobertura vegetal, pues los campesinos,
en el transcurso de varias décadas, tuvieron que recurrir al carbón
como única fuente de energía y de renta. Toda la alimentación de Haití
es preparada con carbón. No hay cocinas a gas en el país, con la
salvedad de los barrios ricos de Puerto Príncipe. El clima es semi-árido
en todo el país. Llueve sólo tres meses por año, y después aquella
sequía nordestina... Y la población es de diez millones de personas, en
ese pequeño territorio superpoblado, con un 95% de afrodescendientes y
5% de mulatos.
Ellos son los herederos de la primera gran revolución social de
América Latina, cuando en 1804, se rebelaron contra los colonizadores
franceses que los explotaban como esclavos, y los condenaban a tener una
esperanza de vida de solo 35 años. Expulsaron a todos los
colonizadores, eliminaron la esclavitud y distribuyeron las tierras. Y
como sabían que los colonizadores podrían volver aún más armados,
subieron a las montañas, en donde viven hasta hoy.
Los colonizadores volvieron, pero ya no eran los franceses, ahora
vinieron los capitalistas de Estados Unidos que ocuparon el país durante
las primeras décadas del siglo XX. Y cuando salieron, dejaron la
dictadura de Duvalier, pro-estadounidense que aterrorizó a la población
de 1957 a 1986. Luego siguieron gobiernos temporales.
En 1990, eligieron al padre Arístide, adherente a la teología de la
liberación. Él no renunció, los americanos lo derrocaron y lo llevaron a
Washington, para darle clases de neoliberalismo. Volvió domesticado
para cumplir otro mandato.
Después eligieron al Presidente Preval, que logró cumplir su mandato,
pero sin ningún cambio democrático. Y ahora, eligieron un gobierno
títere de los estadounidenses, que gastó 25 millones de dólares en la
campaña electoral. Todos saben en Haití, que el pueblo no lo eligió.
Debería haber elecciones para el parlamento, cuyo mandato expiró hace
más de seis meses. Pero nadie habla de eso. Por tanto, ya no existe
parlamento legalmente constituido, aunque funcione. En la práctica ¡el
poder real es ejercido por las tropas de las Naciones Unidas, llamadas
Minustah!
Por tanto, a pesar de haberse liberado de la esclavitud, el pueblo haitiano vivió pocos años de democracia (burguesa).
El pueblo vive en pobreza extrema, con carencias de comida y bienes
materiales. Pobreza que se agravó con el terremoto de enero de 2010, que
mató a miles de personas y destruyó prácticamente toda la ciudad de
Puerto Príncipe. Pero es un pueblo que se mantiene con dignidad y
altivez, unido por la cultura, por el idioma creole, que en el mundo
sólo hablan ellos, y por el vudú (equivalente a nuestro candomblé),
practicado por casi toda población, aunque mantengan un sincretismo
religioso, en el estilo: los domingos a la misa y los viernes a la
fiesta.
En las regiones rurales, no hay escuelas. El 70% de la población vive
en el medio rural. El analfabetismo afecta al 65% de la población. No
hay energía eléctrica en el interior, sólo en Puerto Príncipe. Hay sólo
tres carreteras nacionales asfaltadas. Y no hay agua potable. Todo el
mundo necesita comprar agua potable, a precios internacionales.
El año pasado, por primera vez en su historia, hubo una epidemia de
cólera, que mató a centenares de personas. La enfermedad medieval fue
traída por las tropas de Nepal, que hacían sus necesidades en el
principal río del país. ¿Algún tribunal internacional se anima a
procesar a las Naciones Unidas por esas muertes?
Más del 65% de todos los alimentos son importados o llegan en forma
de donación, que son apropiados por una burguesía comercial negra, que
explota a la población.
Cuando las familias consiguen tener algún recurso para comprar los
productos que vienen de la vecina Republicana Dominicana, es porque
reciben ayudas de parientes que trabajan en los Estados Unidos.
Chávez salvó al pueblo de Haití del caos, al suministrar petróleo a
través de Petrocaribe, y propuso que el gobierno local destinara los
recursos recibidos a proyectos sociales. El combustible es vendido en
los surtidores, pero el gobierno nunca explicó al pueblo dónde está
invirtiendo esa renta.
En un escenario como el descrito, no es difícil imaginar cuándo
vendrán las próximas revueltas populares. Pero no se asusten, allá están
12 mil soldados de muchos países del mundo coordinados por el ejército
brasileño, con el membrete de las Naciones Unidas, para contener
posibles revueltas. Desfilan en convoyes fuertemente armados, sólo para
decir al pueblo: No se olviden, ¡estamos aquí para mantener el orden! El
orden de la pobreza y de la nueva esclavitud. Allá no hay guerra, ni
violencia (las tasas de homicidios son las más bajas de América Latina),
los soldados están allá solo como policías.
Pregunté a los soldados brasileños porque están allá, pues ni
siquiera dominan el creole para comunicarse con la población. La única
respuesta que obtuve fue que si salieran entrarían los estadounidenses,
¡que son mucho más violentos!
El pueblo de Haití no necesita de soldados armados. El pueblo de
Haití necesita de solidaridad para desarrollar las fuerzas productivas
de su territorio y producir los bienes que requiere para satisfacer las
inmensas necesidades que padece.
El pueblo de Haití necesita de apoyo para tener energía eléctrica,
para tener una red de gas para cocinar y evitar la deforestación.
Necesita de una red de agua potable y de escuelas en todos los niveles,
en todos los poblados. Necesitan de semillas y herramientas. Del resto
ellos saben muy bien cómo hacer. Están allá desde 1804, como pueblo
libre, sobreviviendo y multiplicándose a pesar de tantos expoliadores
extranjeros.
Felizmente, hay otras visiones en el relacionamiento con el pueblo de
Haití. El gobierno de Bahia envió cisternas para almacenar agua lluvia,
que para el pueblo de allá es muy grato. Petrobras nos ayudó a traer 77
jóvenes campesinos para estudiar agro-ecología en Brasil. La iglesia
católica de Minas Gerais hizo una colecta especial en todas las
parroquias que ahora financia proyectos de desarrollo agrícola por allá,
desde huertas, crianza de gallinas y cabras, hasta multiplicación de
semillas.
Y los movimientos sociales de la Vía Campesina Brasil, con los pocos
recursos que tenemos, mantenemos en Haití una brigada permanente de
jóvenes voluntarios desde hace más de 6 años, que está desarrollando
proyectos de agricultura, de cisternas y de educación.
Tengan muy en cuenta que el pueblo de Haití está indignado con las
tropas de la Minustah. Si las Naciones Unidas quisieran enviar soldados,
podrían haber seguido el ejemplo de Ecuador y de Venezuela: sus
soldados no andan armados, y están construyendo casas, carreteras y
almacenes. O seguir el ejemplo de Cuba que mantiene allá más de 5 mil
médicos voluntarios en el único servicio público de salud que existe en
el país, que es atendido por esos médicos humanistas, que dan ejemplo de
la práctica del socialismo.
Creo que nuestra obligación como hermanos del pueblo de Haití, es
seguir protestando y pidiendo que las tropas se retiren de Haití, como
no desearíamos que estuvieran en Brasil o en cualquier otro país del
mundo. Y seguir apoyando, con proyectos de desarrollo económico y
social. (Traducción ALAI)
João Pedro Stedile, miembro de la Coordinación Nacional del MST y de la Vía Campesina Brasil
Tomado de aquí.
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