martes, 16 de abril de 2013

Apuntes desordenados de un curso sobre la coyuntura geopolítica en América Latina



Quiero compartir con ustedes algunos apuntes que realicé en un curso que transcurrió en el último cuatrimestre de 2012. En algunos apartados sólo se trata de respuestas a bibliografías específicas. Me pareció interesante socializar estos apuntes como una excusa para repasar cuál es la relación entre el imperialismo norteamericano y Nuestra América, repasando algunos puntos de vista de autores y pensadores sin dejar de tener en cuenta la coyuntura que tiene a Venezuela en medio de una lucha por afianzar su democracia de la mano del pueblo chavista y el reciente presidente electo Nicolás Maduro.
Que lo disfruten o que lo padezcan, según.


1. Debo decir que aquello que me atrajo a este curso ha sido el golpe de Estado en Honduras y el de Paraguay. Aunque he tenido presente el tema del imperialismo, recién se hizo realmente cercano cuando se sumaron estos dos acontecimientos. No descubro nada al decir que, más temprano que tarde, cualquier país latinoamericano puede tener la noticia sobre una intervención “profunda” de EEUU. La caracterización que hace el Imperio a partir de lo cual un país puede “engendrar terroristas globales” deja a buena parte de la periferia susceptible de tal flagelo. Por eso Thomas P. M. Barnett, profesor de la Escuela de Guerra Naval de EEUU, le advierte al Secretario de Defensa: “Muéstrenme dónde la globalización es densa con redes de conectividad, transacciones financieras, medios de comunicación liberales y seguridad colectiva, y yo les mostraré regiones con gobiernos estables, elevados niveles de vida y más muertes por suicidio que por homicidio. A estas partes del mundo las llamo Centro en Funcionamiento (Functioning Core). Pero muéstrenme dónde la globalización está desapareciendo o está simplemente ausente y le mostraré regiones plagadas de regímenes políticos represivos, pobreza y enfermedades muy difundidas, asesinatos masivos rutinarios y –lo más importante– los conflictos crónicos que incuba la próxima generación de terroristas globales. A estas partes del mundo las llamo la Brecha no integrada (non-integrating Gap) (...) La verdadera razón por la cual adhiero a una guerra semejante es que el compromiso militar a largo plazo que resulte de ella forzará finalmente a EUA a tratar con ‘estos países no integrados’ en su totalidad como una amenaza estratégica global” (Panitch,  Gindin; 2005: 58). A partir de aquí la gran paradoja: sólo los opresores pueden determinar lo que es la “globalización” no por su capacidad sino por sus métodos de imposición. Más adelante podemos leer: “En la Brecha no integrada se encuentran Haití, Colombia, Brasil, Argentina, la ex Yugoslavia, el Congo, Ruanda-Burundi, Angola, Sudáfrica, Israel-Palestina, Arabia Saudita, Irak, Somalia, Irán, Afganistán, Pakistán, Corea del Norte e Indonesia –a los que pueden sumarse China, Rusia e India como ‘nuevos/integrantes miembros del centro [que] pueden perderse en los próximos años’”.

La soberbia expuesta a partir de la caracterización que hemos “robado” puede justificar muchas de las actitudes que EEUU desarrolla en nuestro subcontinente (por supuesto, ¡no faltan lacayos-periféricos que imponen estas mismas reglas a sus propios pueblos! ¡Viles vendepatrias!). Es por estos motivos que el 12 de octubre de 2012 en el diario “El Sol” pudimos leer el siguiente titular: “Duro mensaje del departamento de estado de Estados Unidos a Hugo Chávez”. Mike Hammer,  subsecretario interino de Asuntos Públicos del Departamento de Estado de EEUU, le recordó a Hugo Chávez que 6 millones de venezolanos han votado por Henrique Capriles y que cualquier presidente está obligado a gobernar para toda su población (1). Es evidente que solo un Imperio puede, con un sutil manto de amenaza, propinar tales palabras a un mandatario recién electo de un país Sudamericano.

Las noticias vinculadas con la “lógica” imperial se reproducen día tras día. Evidentemente, la necesidad de articular –desde las bases- una conciencia alerta en relación a este accionar nos dará mayores elementos para conocer cuáles son las intenciones de estos mercenarios.



2. Aquí van algunos de los rasgos de esta nueva crisis capitalista planteados por el profesor Atilio Boron: A- Estalla en el corazón mismo del capitalismo (a diferencia de las anteriores que fueron periféricas –desde las crisis de las deudas de los ’80s a Argentina en el 2001). B- Existe más del 20% de desempleo en EEUU cuestión que se agrava aún más teniendo en cuenta que la prosperidad de su economía depende en un 70% de su consumo interno. C- Absoluto desacople entre la economía real y las finanzas. D- Es una crisis de larga duración, aunque quieran hacernos creer lo contrario. E- Los países centrales, particularmente los europeos, tienen deudas públicas que superan ampliamente su PBI. F- Esta crisis es la primera realmente mundial ya que tanto la de la “Larga Depresión” (1873-1896) como la de la “Gran Depresión” (1929) no tenía al capitalismo con el nivel de expansión que tiene en la actualidad; por ende, no todos los países sufrieron las crisis de fines del s. XIX y principio del XX. G- Crisis de la matriz energética basada en la utilización de combustibles fósiles (recurso finito y no renovable) H- Otra característica de esta crisis es el cambio climático: en la medida en que el medio ambiente se transformó en una mercancía, el capitalismo realiza diariamente prácticas de ecocidio devastadoras. I- Crisis del agua: el 20% de la población carece de acceso al agua potable y 1 de cada 3 personas no dispone de medios de saneamiento adecuado. Detrás de esto existe la intención capitalista de privatizar este bien natural. J- Crisis alimentaria: combinación entre un elevado nivel de consumo y un creciente interés del sistema por los agronegocios cuestión que incrementa el precio de los alimentos.   


3. Tanto Samir Amin como David Harvey hacen referencia a la “acumulación por desposesión”. Teniendo en cuenta la crisis de la matriz energética, la crisis del agua y la crisis alimentaria (todas incluidas en la “crisis general del capitalismo”), uno de los riesgos para América Latina pasa por determinar cuáles son las políticas imperiales para nuestra región y qué mecanismos de defensa pueden articularse para evitar un “saqueo masivo imperial” (más allá del que, efectivamente, hoy se produce). David Harvey nos dice que “la crisis se mueve rápido y es contagiosa”. Hay gran diferencia entre el “paquete de estímulo” impulsado por EEUU (un paquete escaso) y el de China. En Latinoamérica, los productos primarios son muy requeridos por el mundo (como el poroto de soja). En la medida en que existe una relación con el “paquete de estímulo” chino se ve un renacer en este aspecto. Volviendo sobre el tema de la “acumulación por desposesión”, tanto en América Latina como en India y en otros países se da un ataque a los pueblos originarios, a las comunidades campesinas cuando se expropian territorios originarios por la voracidad de empresas transnacionales. 

Otro riesgo para América Latina tiene que ver con el camino que tomará nuestra región. En palabras de Samir Amin, o se sale de la crisis del capitalismo o se sale del capitalismo en crisis. Hay una resistencia que se hace mucho más presente en la periferia (sobre todo en Nuestro Sur) que en los países centrales. Sin embargo, también hay que decir que no faltan movilizaciones ni reclamos en los países “desarrollados” hoy en crisis. No hay duda que en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia se encuentra la vanguardia en la doble articulación anti-imperialista y anti-capitalista. El socialismo como etapa superadora del capitalismo es la oportunidad que estos tiempos de crisis nos ofrecen. El gran riesgo para nuestra región sería quedar pegados solo a un “neodesarrollismo” (más allá que, en un contexto de crisis, ciertas políticas en ese sentido ayudan mucho) y que si –por ejemplo- en un futuro el “paquete de estímulo” chino decae (limitando la exportación de soja, etc.) o algunos de los países con los cuales hay relaciones económicas entra en crisis; nosotros nos veamos condenados a un estancamiento y a viejas-nuevas medidas de ajuste estructural.   


4. Debo decir que es bien poco lo que conozco en relación a lo que podríamos llamar “proceso de militarización imperialista en la Argentina”. De hecho, tanto en la clase 3 como en la 4 se hace un mayor hincapié en la “ocupación” de bases militares por EEUU en Latinoamérica y en los procesos de desestabilización de gobiernos progresistas, en donde Argentina sería vista como “cómplice” de procesos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc. 

Sin embargo, a propósito de la IV Flota, es válido recordar aquella avanzada del “Comando Sur” en la provincia del Chaco en marzo de 2012. La idea de que aquello pudiera constituir un “Centro de ayuda humanitaria” fue puesta en cuestión más allá de las banderías políticas y de diversos intereses. También es delicado el hecho que apunta el profesor Atilio Boron sobre el aviso que Estados Unidos les hizo a los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de nuestra región en relación con el movimiento de esta Flota, sin avisarles a los presidentes de los distintos países. El vínculo represivo regional es siempre preocupante. (Más allá de lo estrictamente militar, es interesante el comentario que hiciera Hebe de Bonafini: le inquietaba más la “flota” de las empresas norteamericanas en el país que el movimiento de la IV Flota).

Una ley realmente dañina que fuera sancionada a fines de 2011 es la Ley Antiterrorista argentina. De más está decir que, en la tensionante vinculación entre bienes naturales y el consumo desorbitado de la sociedad estadounidense, una ley por el estilo genera las bases para reprimir acciones que pueden ir, legítimamente, en defensa de algún mecanismo de saqueo que pueda llevar adelante el Imperio. Por eso mismo, los intelectuales de Carta Abierta, Horacio Verbitski, Mempo Giardinelli, etc. -ninguno de los cuales podría ser tildado de anti-kirchnerista- han advertido sobre lo poco adecuado de esta legislación y la necesidad de revisarla.

En Argentina se ha tomado una serie de medidas que no van en la dirección que EEUU pudiera desear. Las políticas públicas inclusivas, la cancelación de deuda externa (amén de que sería interesante revisarla como lo hiciera Ecuador) y el afianzamiento regional forman parte de mecanismos que nada tienen que ver con aquella propuesta del ALCA o con los intentos de imposición de libre comercio propios de sus conveniencias imperiales. Hay que recordar también la valiente defensa que Cristina Fernández de Kirchner y el gobierno nacional están llevando adelante en relación con la soberanía de las Islas Malvinas. Enfrentando al ex Imperio Inglés, la Argentina está dando una batalla pacífica para que se respeten las resoluciones de la ONU y la posibilidad de diálogo con aquel país central sea posible. Sin duda que esto significa un fuerte signo de autonomía ante los poderes fácticos. Por otro lado, también es cierto que hay un alto grado de extranjerización de la economía argentina en donde EEUU, China, Canadá (en megaminería, por ejemplo) constituyen un fuerte bastión. 


5. La naturaleza (la parte que no es el ser humano), más temprano que tarde le exige a los seres vivos que en ella habitan que cumplan con el respeto mínimo indispensable para lograr su autoregeneración. Aunque hay bienes naturales que son finitos y se extinguirán inevitablemente, otros no lo son y es necesario respetar sus tiempos para que puedan retomar su ciclo natural. Sin embargo, cuando como especie humana empezamos a consumir desaforadamente bienes comunes no renovables, corremos el riesgo de extinguirlos (y, en el corto o mediano plazo, nosotros con ellos).

Está claro que el default de la naturaleza sería el fin de la vida en el planeta. América Latina y el Caribe corren un grave riesgo ya que poseen una inmensa cantidad de minerales, energías fósiles, agua, biodiversidad, etc. Por eso nuestra región resulta un lugar indispensable para el desarrollo de la vida. Sin embargo, y como bien subtitulaba Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”: “La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire”. El imperio norteamericano necesita de muchos de nuestros bienes naturales para mantener su desproporcionado nivel de consumo. Como ya lo ha demostrado en otras latitudes, su actitud es invasiva cada vez que una necesidad lo aqueja. Después de la Segunda Guerra Mundial está claro que cada enfrentamiento bélico incluirá una disputa por los bienes naturales del país invadido (si tenemos en cuenta lo que plantea Atilio Boron en relación a que el 50% del gasto militar anual lo realiza sólo EEUU, ya casi no podremos hablar de “guerras” –en los términos en que antes se entendía- sino de lisas y llanas invasiones imperiales).

La morosidad que vivimos hoy tiene que ver con la contaminación ambiental, el efecto invernadero que provoca el derretimiento de los polos, la extinción de muchas especies animales y vegetales, catástrofes que poco tienen de “naturales” y un largo y preocupante etcétera. Esta morosidad es la que buena parte de los pueblos originarios y Constituciones Nacionales -como las de Bolivia y Ecuador- están tratando de mitigar. En defensa de la Pacha Mama y en la búsqueda del “Buen Vivir” se está tratando de revertir la situación crítica de nuestro medio ambiente. Así y todo, será necesario encontrar las herramientas para disminuir el insoportable nivel de consumo norteamericano ya que, si extrapolamos su consumo a todos los habitantes del mundo, se necesitarían más de 5 planetas para satisfacer esa hipotética demanda.


6. El pachamamismo es un movimiento que pone a la Madre Tierra por sobre todo otro interés planetario. Existe en este movimiento un cierto “fundamentalismo” que lo hace un tanto impracticable. El extractivismo vendría a ser la otra cara del pachamamismo o sea la justificación a todo tipo de utilización de la naturaleza sin medir consecuencias. Aquí se plantea un gran conflicto para los gobiernos progresistas de América Latina ya que, por un lado, sienten la obligación de explotar los bienes naturales para generar, entre otras cosas, un proceso de redistribución de las riquezas (y ¡ay si nuestros países pobres no necesitan de esta redistribución!). Pero, por otro lado, existen todas las problemáticas que esbozamos más arriba y que ponen en riesgo la supervivencia misma de la especie. 

Sabemos que hay tres actividades principales que son de especial preocupación en nuestra región: la extensión del cultivo de la soja, la producción de biocombustibles y la megaminería a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas. Son muchos los movimientos sociales a lo largo y a lo ancho de Nuestra América que denuncian las consecuencias de estas actividades: limitación de otro tipo de economías rurales, encarecimiento de los alimentos, voladuras de montes, migración obligada de comunidades originarias, etc. Pero, como plateábamos recién –y esto se da con absoluta claridad en las discusiones y entrevistas que hemos podido observar entre Rafael Correa y algunas comunidades indígenas-, muchas de estas actividades resultan fundamentales para generar las bases de una distribución más equitativa de los recursos estatales. Correa busca mejorar la utilización de bienes naturales y algunas comunidades indígenas se niegan a hacerlo. Es una situación bastante dramática: ser ricos “bajo tierra” y ser pobres “sobre la tierra” pero, al mismo tiempo, ver que muchas de las empresas que explotan nuestros bienes naturales son extranjeras y las legislaciones no siempre dejan los mejores beneficios para nuestros pueblos autóctonos. Esta es la contradicción principal que vivimos en relación con nuestros bienes naturales.


7. El pachamamismo, de acuerdo con las ideas que se pueden ir relevando de los textos de esta clase, es un movimiento y una ideología que busca proteger a la Pacha Mama, a la Madre Tierra, por sobre cualquier otro interés. Esta forma de entender la vida tiene repercusiones en todos los campos del pensamiento y en diversos ámbitos existenciales: en lo social, económico, político, cultural, etc. Su raigambre más poderosa está relacionada con los pueblos originarios, una ecología "desde abajo", la búsqueda de un tipo de vida relacional, "un mundo en donde quepen muchos mundos", y, por eso mismo, un cultura y una posición política opuesta al "extractivismo".

Es paradójico observar como, en los dos países que han incorporado a sus Constituciones avanzadas política medioambientales, el concepto del "Buen Vivir" y el respeto por la Pachamama -hablamos de Bolivia y Ecuador-, allí precisamente los movimiento sociales pachamámicos –aquellos que no están alineados con esos gobiernos- son los que levantan sus banderas. Evo Morales y Rafael Correa han dicho, en diversas intervenciones, que resulta contradictorio que se viva con altos niveles de pobreza cuando hay tanta riqueza debajo de la tierra (en relación a la minería y al petróleo, claro está). Sin embargo, aunque muchos movimientos sociales apoyan a estos gobiernos, no todos coinciden con la política vinculada a la explotación de los bienes naturales. Por un lado es comprensible que los grupos pachamámicos sean más fuertes allí ya que el movimiento indígena está mucho más presente en esos dos países. También es válido aclarar que la participación política de las comunidades y organizaciones políticas indígenas es muy superior en Ecuador y Bolivia si la comparamos con otros países de la región.

En un sentido general, me parece profundamente esclarecedor el texto de Arturo Escobar "¿'Pachamámicos' contra 'modérnicos'?" en respuesta a dos trabajos de Pablo Stefanoni. El pachamamismo es, en muchos aspectos, la contracara de los postulados más arraigados de la modernidad. Desde la distinción entre sujeto y objeto, ciencia y no ciencia, verdad y falsedad, y todos los pares dicotómicos propios de la visión moderna; pasando por el tema del "progreso" siempre emparejado por una acción dominante del hombre sobre la naturaleza, hasta llegar a las categorías más caras a la modernidad como son el Sujeto, el Estado, la economía-política y una larga lista que no hace diferencia a la hora de analizar posiciones político-ideológicas tanto de derecha como de izquierda. Por eso, el Pachamamismo es relacional, pluriversal, de reivindicación de la Madre Tierra y el respeto por sus bienes naturales, de espiritualidad milenaria ("mítica" y "mágica") y de fuerte vinculación con los pueblos originarios.


8. Personalmente creo que es posible acercar la posición pachamámica y la posición extractivista, aunque se trata efectivamente de una disputa por el Poder. Ambas posiciones deberían ceder en algunos de sus postulados para lograr un acercamiento. De todos modos, el señalamiento de Arturo Escobar sobre pachamámicos-modérnicos y modérnicos-pachamámicos es lo que más se ajusta a la realidad. Hay elementos de la modernidad que aún pueden dar respuestas al mundo que nos toca habitar (por ejemplo, un Estado efectivamente popular y democrático que ponga estrictos límites al mercado y promueva una verdadera redistribución del ingreso no es nada despreciable en medio de esta crisis del capitalismo que no tiene precedentes en la historia), como así también resulta perfectamente válido que desde una perpectiva "pachamámica" movimientos sociales se nieguen a la práctica de una megaminería a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas, el desmonte y la expansión "monocultivista" de la soja.

Argentina vive una situación muy similar al resto de los países de la región. Por un lado, el mercado internacional exige minerales, petróleo y soja como productos fundamentales para el proceso de desarrollo. Atilio Boron remarca que, efectivamente, la pobreza histórica de nuestros países -acrecentada en la época neoliberal más profunda- debe encontrar en los bienes naturales una forma de paliar esta situación. Por eso, vale decir que la economía argentina se apoya en los recursos que dejan las retenciones a la soja y los minerales como un mecanismo para financiar buena parte de los programas sociales que mejoran la redistribución del ingreso (lo que ingresa al Estado por la soja supera en 5 veces el presupuesto para la Asignación Universal por Hijo, por ejemplo). Existe un lento proceso de industrialización aunque sabemos que siempre será relativo a muchas de las imposiciones del mercado internacional (¿de qué manera los gobiernos y las empresas negociarán las lógicas de industrialización y 'desarrollo' a nivel planetario? ¿Cómo se reparte el mundo? ¿Será sólo a punta de pistola?). Según Boron, Salvador Allende decía que "el cobre era los salarios de los chilenos". En aquella época la expresión era válida ya que las preocupaciones ecológicas no ocupaban el dramático lugar que ocupan hoy. Así y todo, la legislación que tiene Argentina sobre la minería no parece estar a la altura de este conflicto (por ejemplo, la Barrick Gold sólo paga un 3% de impuestos a las exportaciones llevándose gratis aquello que se considera "escombros" que incluye minerales de valor). Entonces, no se trata de prohibir toda forma de explotación de los bienes naturales, pero sí de generar una legislación que impida que el campo argentino se vuelva "monoproductor" o que las megamineras se enriquezcan grandemente dejando graves pasivos ambientales y escasos recursos en nuestro país. Gudynas dice que "entre los problemas ambientales más evidentes entre los países con gobiernos progresistas se pueden mencionar: la minería y la soja en la Argentina; la deforestación, la minería local informal, la toma ilegal de tierras, los monocultivos y diversas formas de contaminación en Brasil; la deforestación y la minería en Chile; la pérdida de áreas silvestres, la nueva minería y las represas en Bolivia; la minería, la extracción de petróleo y la deforestación en Ecuador; el uso de plaguicidas en Uruguay; y la minería, la deforestación y algunas obras de infraestructura en Venezuela". Por otro lado, resulta perfectamente válido el análisis y la denuncia vinculada al altísimo nivel de consumo que llevan adelante los países centrales, en especial EEUU. Renan Vega Cantor plantea que "un habitante de un país 'desarrollado' consume el doble de  grano y pescado, el triple de carne, nueve veces más papel y once veces más petróleo que un habitante de un país neocolonial"; luego agrega: "la deuda ecológica está relacionada con el racismo ecológico, ya que quienes más soportan los efectos de la devastación ambiental son los pobres, los campesinos, los indígenas, las mujeres humildes y los trabajadores". De esto se desprenden muchos interrogantes: ¿cómo se puede regular una economía de un país periférico cuando los precios de ciertas materias primas se disparan y comienza la presión del Capital para explotar esos bienes naturales?, ¿cómo puede generarse una crítica seria y fundada al consumo de los países 'desarrollados' si somos, justamente, los países 'no desarrollados' los que dejamos ingresar a sus empresas transnacionales para que exploten los bienes y los exporten a sus terruños? Siendo América Latina la zona del mundo en donde existe una mayor desigualdad social, ¿podemos darnos el lujo de dejar los bienes naturales intocados mientras nuestras sociedades viven en la pobreza? Luego -y siguiendo a Vega Cantor-, si permitimos el tipo de explotación que se desarrolla en la actualidad, ¿no continuamos condenando a los sectores más vulnerables a sufrir los embates de la deuda ecológica?

Como es fácil de observar, las preguntas planteadas son de dificilísima resolución. Sólo una revolución cultural que se desarrolle tanto en los países centrales como en los países periféricos y que ponga en cuestión las lógicas de explotación, consumo y relación con la naturaleza podrán marcarnos un camino que evite una catástrofe ambiental de imposible retorno.


9. Los cuatro tipos de bases militares que han sido desplegadas en América Latina son: a) las bases convencionales en donde se instala un número importante de tropas y permanecen allí durante un período de tiempo considerable; b) las bases de mediano tamaño con efectivos que se renuevan cada 6 meses y que poseen instalaciones que permiten misiones de largo alcance; c) las bases FOL (Forward Operating Locations) que están constituidas, básicamente, por una excelente pista de aterrizaje y en donde el personal es reducido. También poseen un sofisticado sistema de comunicaciones. (Por cierto, me cuento entre las personas que imaginaban que la mayoría de las bases eran como las “bases convencionales”; ha sido una sorpresa la aclaración que hiciera Atilio Boron con relación a que las FOLs son en realidad las más utilizadas en la actualidad). Y por último d) pequeñas bases que permiten pasar de una a otra base llevando suministros, cargamentos, etc. 

Lo cierto es que habría 72 bases militares desplegadas en América Latina y el Caribe. La dinámica de instalación o concesión de estas bases ha ido variando desde el “cierre” de la base de Manta en Ecuador hasta la cesión de 7 bases militares que Uribe le hiciera a Obama. Este último acuerdo tiene el agravante de incluir inmunidad diplomática para los efectivos norteamericanos al pisar tierra colombiana cuestión que hace tremendamente delicada la situación. Por otro lado, Panamá es otro de los países que cuenta con 7 bases a disponibilidad del Imperio. El “Plan Colombia” es una de las excusas utilizadas por EEUU para ocupar aquella zona, o sea, la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico (¿qué pasaría si se concretan las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno colombiano? ¿Qué si se controla el narcotráfico? ¿Acaso EEUU renunciaría a las posibilidades de estas bases?) La verdad es que existió un intento de desestabilización del gobierno bolivariano de Hugo Chávez (amén de la función que tuvo la base de Manta en 2002) que no pudo prosperar. La otra prioridad de EEUU en la región tiene que ver con el control sobre la Amazonía. Lo que hay que tener en cuenta aquí -representando una amenaza de primer orden- es que Venezuela se encuentra rodeada por 16 bases militares con influencia norteamericana, cuestión que debe preocupar al subcontinente en su conjunto. 


10. El ASPAN es un pacto que rige desde 2005 entre los países miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte o sea Canadá, EEUU y México. De lo que se trata es de una expansión de las fronteras del imperialismo en donde se busca “unificar” el movimiento económico y militar de la región lo que significa hegemonizar el espacio en beneficio de Norteamérica. Las fuerzas policiales mexicanas serían puestas al servicio de la “seguridad nacional” de EEUU y no pocas agencias federales –CIA, DEA, FBI- podrían penetrar en territorio canadiense y azteca. Como si esto fuera poco, no existe ningún tipo de documento firmado entre estos países que dé cuenta del efectivo compromiso entre ellos. Se trataría de combatir “amenazas comunes” o sea a “las organizaciones transnacionales del crimen organizado, el narcotráfico, el tráfico de armas, las actividades financieras ilícitas, el tráfico de divisas y la trata de personas”. Según lo expresa claramente Atilio Boron, las irregularidades que tiñen a este “pacto” resultan contrarias a cualquier lógica democrática y la cesión de soberanía que él representa sugiere una preocupante inestabilidad política y de seguridad para aquella región.


11. El “Acuerdo del Pacífico” fue firmado por Perú, México, Colombia y Chile. Los lineamientos generales coinciden con la propuesta hoy extinta del ALCA. El objetivo es controlar el Pacífico facilitando la circulación de bienes, capitales, personas, etc. Raúl Zibechi –al cual acude Boron para reforzar su argumentación- no duda en decir que se trata de un pacto contra el Mercosur, la UNASUR y el Consejo de Defensa Sudamericano. Busca frenar a Brasil e incentivar la vocación exportadora de minerales de los países de la región, operando con grandes multinacionales. Sería importante retomar las palabras de la especialista Elsa Bruzzone cuando expresa que “la condición de posibilidad de los nuevos organismos regionales latinoamericanos y caribeños (que excluyen a Estados Unidos y a Canadá) exige que nuestros países abandonen masivamente la OEA, desahucien el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) [cuya inutilidad en la agresión del Reino Unido a Argentina quedó demostrada] y abandonen también la Junta Interamericana de Defensa”. También sería fundamental abandonar los ejercicios conjuntos con las fuerzas armadas de EEUU (¿durmiendo con el enemigo o admirando al hegemón militar?) y acelerar-profundizar el funcionamiento de la CELAC.


12. Los enfrentamientos entre Estados-nación de envergaduras militares medianamente similares raramente se han dado. La posibilidad de choque entre EEUU y la ex URSS no sucedió. Luego de la Segunda Guerra Mundial y a partir de la hegemonía que EEUU desplegó en el mundo, mudado el enemigo del “comunista” al “terrorista”, las doctrinas de seguridad que ha parido el imperialismo plantean enfrentamientos asimétricos en donde las FFAA estadounidenses se enfrentan a organizaciones no-estatales como son el caso, por ejemplos, de Al Qaeda o las FARC. En este punto me interesaría tomar algunas posiciones de Ana Esther Ceceña en donde se pone de manifiesto el hecho de que un manto de sospecha y persecución ha cubierto al Planeta Tierra. La calificación de “terrorista” es tan difusa que, efectivamente, un militante social que participa en algunas marchas puede ser catalogado de esa manera sin ningún problema (observemos lo que está sucediendo con las comunidades mapuches en Chile y la implementación de la Ley Antiterrorista por parte del gobierno de Piñera). Dice Ceceña: “Todo lo no incondicional es sospechoso, y la guerra, en este momento, es principalmente contra los sospechosos –susceptibles de ser detenidos en cualquier momento–, no contra los enemigos reales. La guerra preventiva moderna es una guerra que se adelanta a la necesidad de la guerra, que antecede a la amenaza para disuadirla. Es una guerra que fabrica al enemigo en prevención de un futuro conflictivo y que arrebata los derechos humanos y sociales a un colectivo universal de sospechosos. La sociedad misma se torna sospechosa de amenazar la seguridad y, en esa circunstancia, tiene que ser redimida.”

Los diseños del Pentágono son asumidos redondamente por los campos más cotizados del trabajo científico. Ceceña describe las fenomenales creaciones de nuestra bella sociedad disciplinaria: “un manejo de las transmisiones en el espacio y conocimientos sobre la vida en los límites (ver las investigaciones sobre seres extremófilos); experimentación con sistemas complejos de grupos vivientes, para prever o inducir su comportamiento; invisibilización de los mecanismos de vigilancia, investigación y control mediante su miniaturización (nano-robótica); producción de naves o tanques de guerra no tripulados; trabajo con sistemas de información instantáneos; emulación del funcionamiento cerebral –por lo menos de algunas funciones básicas– mediante sistemas de procesamiento informático (brain machine), creando “sinergias entre biología, tecnología de la información y micro/nanotecnología” (DARPA, 2003) Sin embargo, esto no viene solo. Miles de “Centros Culturales”, “organizaciones sociales”, “grupos ecologistas” y un largo etcétera son infiltrados por el Aparato Represivo, financiados desde EEUU y por organizaciones periféricas que combaten furibundamente todo aquello que vaya contra los intereses de la clase dominante. Los espacios están infectados por sujetos desalmados, inhumanos, conservadores, reaccionarios; hombres y mujeres que son simulaciones de hombres y mujeres (como aquel que se hacía llamar “Ángel” y que se infiltró en la organización “Madres de Plaza de Mayo” entregando a muchas de ellas a las fuerzas de la represión – por suerte, hoy está siendo juzgado). Hoy hay muchos de estos “ángeles” desparramados por las “organizaciones sociales” (¡y organizaciones sociales completas!) que se hacen pasar por “progresistas” cuando en realidad responden a los más oscuros intereses imperialistas y de la burguesía canalla. Lo cierto es que todo este sistema que reproduce la sospecha hasta el hartazgo no es otra cosa que el fracaso absoluto de un intento civilizatorio que quiso ser democrático-liberal en su gobierno y capitalista-neoliberal en su economía. Hoy más que nunca, la única forma de combatir la avanzada del imperialismo norteamericano y los cipayos periféricos es construir una sociedad post-capitalista que reconfigure por completo los mecanismos de represión y se dirija hacia mecanismo de liberación.


14. José Seoane, Emilio Taddei y Clara Algranati proponen tres proyectos como una forma de explicar diversos procesos que se han dado y se dan en nuestro subcontinente. El primero es el denominado “neoliberalismo armado” (concepto tomado de Pablo González Casanova) que consiste en una profundización del modelo económico neoliberal que busca una mayor privatización de la extracción y el comercio de los bienes naturales a través de empresas transnacionales. La lógica de los Tratados de Libre Comercio (TLCs) impulsados por EEUU se inscribe dentro de este proyecto. El TLCAN incluye a México y Canadá. Luego hay TLCs con Colombia, Costa Rica, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Perú (según CEPAL-2009, representan el 45% del PBI de América Latina y el Caribe). A esto hay que sumarle una serie de exigencias policíacas y militares de control de diverso tipo, siendo la situación más aberrante la ocupación que hiciera EEUU de Haití luego del terrible terremoto de 2010 (ya a partir de 2004 esta isla había sido ocupada por la MINUSTAH. Es preocupante que también participen de esta ocupación Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, etc.) 

El segundo proyecto es el “neodesarrollista” siendo Argentina y Brasil dos de sus más claros exponentes. Se trata de un tipo de regulación estatal sobre la economía que ha permitido una apropiación pública de la renta extraordinaria de la explotación de los bienes comunes, haciendo posible que ese dinero se destine a obras de infraestructura, industrias y políticas públicas para una redistribución del ingreso. Según los autores, este proyecto “no implica cuestionar o revertir el peso de la acumulación por desposesión ni el proceso de primarización de la economía y la inserción fundamental en el mercado mundial”. Se busca una primacía de la política por sobre los vaivenes del mercado capitalista.

El tercer y último proyecto ha sido bautizado como “socialismo del siglo XXI” o “socialismo comunitario”. Venezuela, Bolivia y Ecuador serían los 3 países que construyen este tipo de iniciativa. Sin embargo, no se estaría hablando exactamente de un gobierno, un partido político, un Estado o un conjunto de políticas públicas, sino más bien de las prácticas de los grupos subalternos, de una manera de construcción societal más allá del corsé institucional. Este proyecto implicó la nacionalización de las principales actividades vinculadas a los bienes naturales generando a partir de ello un tipo de reconstrucción del ingreso y una mejora en la distribución de las riquezas buscando habilitar un proceso de democratización creciente en estas sociedades.

Mientras el primer proyecto tiene una relación más cercana a la tríada imperial, el segundo y el tercero se vinculan más en la construcción de la ALBA (Alianza que incluye a muchos países centroamericanos que también participan del “primer proyecto”), el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC como organismos de desarrollo político, económico y cultural latinoamericanos.


14. La expresión “cambiemos el capitalismo, no el clima” tiene su base en la lucha de los movimientos y organizaciones sociales a la luz de lo que nuestros autores definen como “la revolución agraria neoliberal”. Esta revolución está relacionada con el agronegocio: la producción de soja, los biocombustibles, la producción de pasta de papel y la explotación de los recursos hidrocarburíferos. Es importante tener en cuenta aquí una serie de facilidades logísticas y económicas que explican con claridad el porqué de la expansión del agronegocio. En primer lugar, se ha difundido en todo el mundo el llamado “paquete tecnológico transgénico” que consiste en semillas genéticamente modificadas acompañadas del herbicida correspondiente, ambos productos vendidos por las transnacionales. En segundo término, la posibilidad que las transnacionales le dieron a los productores de pagar las semillas y los herbicidas al momento de la cosecha. Por último, el aumento de ciertos commodities y la creciente demanda internacional.

Es posible definir al proyecto neodesarrollista y su relación con los bienes naturales con la palabra “tensión”. Si algo ha logrado el neodesarrollismo –a diferencia del proyecto neoliberal- ha sido obtener una porción de la explotación y exportación de los bienes naturales ya sea por la vía de la nacionalización o por el camino del cobro de impuestos. Sin embargo, ha encontrado una serie de trabas puestas por los dueños de la tierra y las multinacionales, cuestión que, en Argentina, se vería perfectamente ejemplificado en lo que se llamó “el conflicto con el campo” en 2008. El intento por parte del gobierno nacional de aumentar las retenciones al sector agrario redundó en un viruleto lock out patronal. En relación a la minería hay que decir que Argentina aún se regula a partir de una legislación de la década del ’90 que le da excesivos beneficios a las empresas transnacionales del sector (no hace mucho en el programa “Argentina para armar” que se transmite por el canal de noticias TN, Horacio González –sociólogo, director de la Biblioteca Nacional e integrante de Carta Abierta- y Alejandro Katz –ensayista y editor- coincidieron en que esta legislación debe ser modificada. Apuntamos esto ya que nos parece pertinente resaltar que tanto sectores del oficialismo como opositores –o críticos- entienden que es una deuda pendiente del proyecto neodesarrollista argento). El texto “Estado y minería, el caso Vale” escrito por Noelia Navarro (1) es un análisis interesante en relación a cómo los cambios en los precios e insumos determinan las acciones de las transnacionales mineras (siempre en favor de mantener o aumentar la tasa de ganancia, nunca de los gobiernos nacionales y populares ni de los trabajadores).

También existe una tensión, una dicotomía entre “lo social” y “lo ambiental”. Según José Seoane, Emilio Taddei y Clara Algranati, lo segundo quedaría subsumido en lo primero. Así, los proyectos neodesarrollistas priorizarían las mejoras a nivel social a partir de los impuestos y la generación de trabajo de la exportación y extracción de bienes naturales, aunque los conflictos ambientales no siempre serían bien atendidos. Por otra parte el proyecto denominado “socialismo del siglo XXI” o “socialismo comunitario” tiene también sus problemas en esta materia. El libro “Las tensiones creativas de la revolución” de Álvaro García Linera (2), aunque más abarcativo que lo que estamos tratando aquí, hace referencia a lo que podríamos llamar “convivencia capitalismo/socialismo” o sea la paciencia a partir de la cual hay un largo proceso de prácticas capitalistas que aún se desarrollarán hasta arribar a una sociedad post-capitalista.   




15. El imperialismo norteamericano se encuentra ante una crisis de importantes proporciones. Aunque en los últimos meses el nivel de desempleo ha disminuido durante mucho tiempo ese indicador no hizo más que subir. A fines de 2008 la crisis financiera complicó la situación de aquella nación provocando una serie de desalojos que multiplicó las carpas en los espacios públicos. Los homeless fueron noticia y el descontento general se plasmó en un grupo que tomó el nombre de Occupy Wall Street (a propósito de la bolsa de valores); con toda razón postulaban: “Somos el 99%” y queremos que el 1% más rico de este país se haga cargo de la crisis que ellos mismos generaron. 

Aunque su inversión en armamento y su poder militar no han dejado de aumentar, los acuerdos y relaciones de Estados Unidos con los países del mundo ya no son lo mismo que antaño. Por eso, no es tan fácil para el imperio imponer por la fuerza su voluntad. En la misma línea, tanto Irak como Afganistán se han transformado en dos “pantanos” porque no han logrado reorganizar esos países de la manera en que pensaban. La fuerte resistencia a la invasión que allí se experimenta sigue siendo un fracaso de la actitud guerrerista de la superpotencia. 

Por cierto que su crisis económica – que incluye una deuda externa sin precedentes- y la dificultad de mantener el consumo interno (elemento sustancial a la hora de estabilizar la totalidad de su economía) han hecho posible la aparición de otras naciones que le disputan su hegemonía en el mercado internacional. Tal es el caso de China, Alemania y, en menor grado, Brasil. En la medida en que EEUU depende de muchos bienes naturales y los países recién mencionados también los necesitan se provoca una crisis para el imperialismo que debe agudizar sus técnicas para conseguir lo que antes era prácticamente privativo de él. 
Crisis económica, crisis militar y crisis diplomática –que incluye la creación de la ALBA, UNASUR y CELAC- pueden ser tres de las crisis a destacar en este siglo XXI para EEUU.


16. América Latina y el Caribe se encuentran en una buena situación ante la disminución de la influencia de EEUU en la región. Aunque el Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá, el Plan Mérida y no pocos TLCs están en funcionamiento; el reordenamiento que nuestro subcontinente ha tenido es notorio. A través de la presencia cada vez mayor de los movimientos sociales en los gobiernos, los esfuerzos de los proyectos neo-desarrollistas y del “socialismo del siglo XXI” hacia una redistribución de las riquezas y la confluencia que los países han tenido en espacios suprarregionales como la ALBA-TCP, UNASUR y CELAC -y el fortalecimiento del MERCOSUR con la reciente incorporación plena de Venezuela- se han conformado alternativas bastante interesantes habida cuenta de la crisis mundial del proyecto neoliberal que hoy afecta con más intensidad a Europa, en especial a España, Portugal, Italia, Islandia, Grecia y –recientemente- Chipre.

Es fundamental que los Estados logren una mayor participación en la economía nacionalizando todos los sectores estratégicos para el desarrollo de los pueblos. No se puede negar que el “socialismo del siglo XXI” y el neo-desarrollismo populista están dando buenas señales en la búsqueda no solo de una independencia sino de una emancipación de los poderes coloniales que desde siglos someten a Nuestra América. La condición de posibilidad para que esta emancipación sea posible se basa en la capacidad de los pueblos y sus gobernantes para hacerse de los resortes más sensibles de la economía, de los medios de producción indispensables que revierta la extranjerización de una industria y un sector de servicios (casi) históricamente colonial. Para llevar adelante semejante proyecto ya no basta con pensar en “humanizar” el capitalismo sino que es necesario pensar una sociedad post-capitalista dándole lugar a la invención constante de nuestros propios medios. Mal podríamos imaginar esta Otra Sociedad si nos quedáramos atados al poder imperial o al poder de las economías dominantes. Se trata de ya no depender de la tecnología del “centro”, ni de las prácticas militares conjuntas, ni de ningún tipo de vinculación que redunde en la duplica de la cultura dominante. Abandonar la lógica represiva imperial, las determinaciones del capitalismo salvaje y la violencia del capital financiero son algunos de los desafíos que los gobiernos progresistas de Nuestra América tienen por delante hacia la construcción de una sociedad digna de ser vivida, del “Buen Vivir” y el respeto por la Pacha Mama.







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