Quiero
compartir con ustedes algunos apuntes que realicé en un curso que transcurrió
en el último cuatrimestre de 2012. En algunos apartados sólo se trata de
respuestas a bibliografías específicas. Me pareció interesante socializar estos
apuntes como una excusa para repasar cuál es la relación entre el imperialismo
norteamericano y Nuestra América, repasando algunos puntos de vista de autores
y pensadores sin dejar de tener en cuenta la coyuntura que tiene a Venezuela en
medio de una lucha por afianzar su democracia de la mano del pueblo chavista y
el reciente presidente electo Nicolás Maduro.
Que
lo disfruten o que lo padezcan, según.
1. Debo
decir que aquello que me atrajo a este curso ha sido el golpe de Estado en
Honduras y el de Paraguay. Aunque he tenido presente el tema del imperialismo,
recién se hizo realmente cercano cuando se
sumaron estos dos acontecimientos. No descubro nada al decir que, más
temprano que tarde, cualquier país latinoamericano puede tener la noticia sobre
una intervención “profunda” de EEUU. La caracterización que hace el Imperio a
partir de lo cual un país puede “engendrar terroristas globales” deja a buena
parte de la periferia susceptible de tal flagelo.
Por eso Thomas P. M. Barnett, profesor de la Escuela de Guerra Naval de EEUU,
le advierte al Secretario de Defensa: “Muéstrenme dónde la globalización es
densa con redes de conectividad, transacciones financieras, medios de
comunicación liberales y seguridad colectiva, y yo les mostraré regiones con
gobiernos estables, elevados niveles de vida y más muertes por suicidio que por
homicidio. A estas partes del mundo las llamo Centro en Funcionamiento (Functioning
Core). Pero muéstrenme dónde la globalización está desapareciendo o está
simplemente ausente y le mostraré regiones plagadas de regímenes políticos
represivos, pobreza y enfermedades muy difundidas, asesinatos masivos rutinarios
y –lo más importante– los conflictos crónicos que incuba la próxima generación
de terroristas globales. A estas partes del mundo las llamo la Brecha no
integrada (non-integrating Gap) (...) La verdadera razón por la cual
adhiero a una guerra semejante es que el compromiso militar a largo plazo que
resulte de ella forzará finalmente a EUA a tratar con ‘estos países no
integrados’ en su totalidad como una amenaza estratégica global” (Panitch,
Gindin; 2005: 58). A partir de aquí la gran paradoja: sólo los
opresores pueden determinar lo que es la “globalización” no por su
capacidad sino por sus métodos de imposición. Más adelante podemos leer: “En
la Brecha no integrada se encuentran Haití, Colombia, Brasil, Argentina, la ex
Yugoslavia, el Congo, Ruanda-Burundi, Angola, Sudáfrica, Israel-Palestina,
Arabia Saudita, Irak, Somalia, Irán, Afganistán, Pakistán, Corea del Norte e
Indonesia –a los que pueden sumarse China, Rusia e India como ‘nuevos/integrantes
miembros del centro [que] pueden perderse en los próximos años’”.
La soberbia expuesta a
partir de la caracterización que hemos “robado” puede justificar muchas de las
actitudes que EEUU desarrolla en nuestro subcontinente (por supuesto, ¡no
faltan lacayos-periféricos que imponen estas mismas reglas a sus propios
pueblos! ¡Viles vendepatrias!). Es por estos motivos que el 12 de octubre de
2012 en el diario “El Sol” pudimos leer el siguiente titular: “Duro mensaje del departamento de estado de
Estados Unidos a Hugo Chávez”. Mike Hammer, subsecretario interino de Asuntos Públicos del
Departamento de Estado de EEUU, le recordó a Hugo Chávez que 6 millones de
venezolanos han votado por Henrique Capriles y que cualquier presidente está
obligado a gobernar para toda su población (1). Es evidente que solo un Imperio
puede, con un sutil manto de amenaza, propinar tales palabras a un mandatario
recién electo de un país Sudamericano.
Las noticias vinculadas
con la “lógica” imperial se reproducen día tras día. Evidentemente, la
necesidad de articular –desde las bases- una conciencia alerta en relación a
este accionar nos dará mayores elementos para conocer cuáles son las
intenciones de estos mercenarios.
(1) Ver
nota en: http://elsolonline.com/noticias/view/150817/duro-mensaje-del-departamento-de-estado-de-eeuu-a-hugo-chavez
2. Aquí
van algunos de los rasgos de esta nueva crisis capitalista planteados por el
profesor Atilio Boron: A- Estalla en el
corazón mismo del capitalismo (a diferencia de las anteriores que fueron
periféricas –desde las crisis de las deudas de los ’80s a Argentina en el 2001).
B- Existe más del 20% de desempleo en
EEUU cuestión que se agrava aún más teniendo en cuenta que la prosperidad
de su economía depende en un 70% de su consumo interno. C- Absoluto desacople entre la economía real y las finanzas. D- Es una
crisis de larga duración, aunque
quieran hacernos creer lo contrario. E- Los países centrales, particularmente
los europeos, tienen deudas públicas que
superan ampliamente su PBI. F- Esta crisis es la primera realmente mundial ya que tanto la de la “Larga Depresión”
(1873-1896) como la de la “Gran Depresión” (1929) no tenía al capitalismo con
el nivel de expansión que tiene en la actualidad; por ende, no todos los países
sufrieron las crisis de fines del s. XIX y principio del XX. G- Crisis de la matriz energética basada en
la utilización de combustibles fósiles (recurso finito y no renovable) H- Otra
característica de esta crisis es el cambio
climático: en la medida en que el medio ambiente se transformó en una
mercancía, el capitalismo realiza diariamente prácticas de ecocidio
devastadoras. I- Crisis del agua: el
20% de la población carece de acceso al agua potable y 1 de cada 3 personas no
dispone de medios de saneamiento adecuado. Detrás de esto existe la intención capitalista
de privatizar este bien natural. J- Crisis
alimentaria: combinación entre un elevado nivel de consumo y un creciente
interés del sistema por los agronegocios cuestión que incrementa el precio de
los alimentos.
3. Tanto
Samir Amin como David Harvey hacen referencia a la “acumulación por desposesión”.
Teniendo en cuenta la crisis de la matriz energética, la crisis del agua y la
crisis alimentaria (todas incluidas en la “crisis general del capitalismo”),
uno de los riesgos para América Latina pasa por determinar cuáles son las
políticas imperiales para nuestra región y qué mecanismos de defensa pueden
articularse para evitar un “saqueo masivo imperial” (más allá del que,
efectivamente, hoy se produce). David Harvey nos dice que “la crisis se mueve
rápido y es contagiosa”. Hay gran
diferencia entre el “paquete de estímulo” impulsado por EEUU (un paquete
escaso) y el de China. En Latinoamérica, los productos primarios son muy
requeridos por el mundo (como el poroto de soja). En la medida en que existe una
relación con el “paquete de estímulo” chino se ve un renacer en este aspecto.
Volviendo sobre el tema de la “acumulación por desposesión”, tanto en América
Latina como en India y en otros países se da un ataque a los pueblos
originarios, a las comunidades campesinas cuando se expropian territorios originarios por la voracidad
de empresas transnacionales.
Otro riesgo para América
Latina tiene que ver con el camino que tomará nuestra región. En palabras de
Samir Amin, o se sale de la crisis del capitalismo o se sale del capitalismo en
crisis. Hay una resistencia que se hace mucho más presente en la periferia
(sobre todo en Nuestro Sur) que en los países centrales. Sin embargo, también
hay que decir que no faltan movilizaciones ni reclamos en los países
“desarrollados” hoy en crisis. No hay duda que en países como Venezuela,
Ecuador y Bolivia se encuentra la vanguardia en la doble articulación
anti-imperialista y anti-capitalista. El socialismo como etapa superadora del
capitalismo es la oportunidad que estos tiempos de crisis nos ofrecen. El gran
riesgo para nuestra región sería quedar pegados solo a un “neodesarrollismo”
(más allá que, en un contexto de crisis, ciertas políticas en ese sentido
ayudan mucho) y que si –por ejemplo- en un futuro el “paquete de estímulo”
chino decae (limitando la exportación de soja, etc.) o algunos de los países
con los cuales hay relaciones económicas entra en crisis; nosotros nos veamos
condenados a un estancamiento y a viejas-nuevas medidas de ajuste estructural.
4. Debo
decir que es bien poco lo que conozco en relación a lo que podríamos llamar
“proceso de militarización imperialista en la Argentina”. De hecho, tanto en la
clase 3 como en la 4 se hace un mayor hincapié en la “ocupación” de bases
militares por EEUU en Latinoamérica y en los procesos de desestabilización de
gobiernos progresistas, en donde Argentina sería vista como “cómplice” de
procesos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.
Sin embargo, a propósito
de la IV Flota, es válido recordar aquella avanzada del “Comando Sur” en la
provincia del Chaco en marzo de 2012. La idea de que aquello pudiera constituir
un “Centro de ayuda humanitaria” fue puesta en cuestión más allá de las
banderías políticas y de diversos intereses. También es delicado el hecho que
apunta el profesor Atilio Boron sobre el aviso que Estados Unidos les hizo a
los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de nuestra región en relación
con el movimiento de esta Flota, sin avisarles a los presidentes de los distintos
países. El vínculo represivo regional es siempre preocupante. (Más allá de lo
estrictamente militar, es interesante el comentario que hiciera Hebe de
Bonafini: le inquietaba más la “flota” de las empresas norteamericanas en el
país que el movimiento de la IV Flota).
Una ley realmente dañina
que fuera sancionada a fines de 2011 es la Ley Antiterrorista argentina. De más
está decir que, en la tensionante vinculación entre bienes naturales y el
consumo desorbitado de la sociedad estadounidense, una ley por el estilo genera
las bases para reprimir acciones que pueden ir, legítimamente, en defensa de
algún mecanismo de saqueo que pueda llevar adelante el Imperio. Por eso mismo,
los intelectuales de Carta Abierta, Horacio Verbitski, Mempo Giardinelli, etc.
-ninguno de los cuales podría ser tildado de anti-kirchnerista- han advertido
sobre lo poco adecuado de esta legislación y la necesidad de revisarla.
En Argentina se ha tomado
una serie de medidas que no van en la dirección que EEUU pudiera desear. Las
políticas públicas inclusivas, la cancelación de deuda externa (amén de que
sería interesante revisarla como lo hiciera Ecuador) y el afianzamiento
regional forman parte de mecanismos que nada tienen que ver con aquella
propuesta del ALCA o con los intentos de imposición de libre comercio propios
de sus conveniencias imperiales. Hay que recordar también la valiente defensa
que Cristina Fernández de Kirchner y el gobierno nacional están llevando
adelante en relación con la soberanía de las Islas Malvinas. Enfrentando al ex
Imperio Inglés, la Argentina está dando una batalla pacífica para que se
respeten las resoluciones de la ONU y la posibilidad de diálogo con aquel país
central sea posible. Sin duda que esto significa un fuerte signo de autonomía
ante los poderes fácticos. Por otro lado, también es cierto que hay un alto
grado de extranjerización de la economía argentina en donde EEUU, China, Canadá
(en megaminería, por ejemplo) constituyen un fuerte bastión.
5. La
naturaleza (la parte que no es el ser humano), más temprano que tarde le exige
a los seres vivos que en ella habitan que cumplan con el respeto mínimo indispensable
para lograr su autoregeneración. Aunque hay bienes naturales que son finitos y
se extinguirán inevitablemente, otros no lo son y es necesario respetar sus
tiempos para que puedan retomar su ciclo natural. Sin embargo, cuando como
especie humana empezamos a consumir desaforadamente bienes comunes no
renovables, corremos el riesgo de extinguirlos (y, en el corto o mediano plazo,
nosotros con ellos).
Está claro que el default de la naturaleza sería el fin de
la vida en el planeta. América Latina y el Caribe corren un grave riesgo ya que
poseen una inmensa cantidad de minerales, energías fósiles, agua,
biodiversidad, etc. Por eso nuestra región resulta un lugar indispensable para
el desarrollo de la vida. Sin embargo, y como bien subtitulaba Galeano en “Las
venas abiertas de América Latina”: “La economía norteamericana necesita los
minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire”. El imperio
norteamericano necesita de muchos de nuestros bienes naturales para mantener su
desproporcionado nivel de consumo. Como ya lo ha demostrado en otras latitudes,
su actitud es invasiva cada vez que una necesidad lo aqueja. Después de la
Segunda Guerra Mundial está claro que cada enfrentamiento bélico incluirá una
disputa por los bienes naturales del país invadido (si tenemos en cuenta lo que
plantea Atilio Boron en relación a que el 50% del gasto militar anual lo
realiza sólo EEUU, ya casi no podremos hablar de “guerras” –en los términos en
que antes se entendía- sino de lisas y llanas invasiones imperiales).
La morosidad que vivimos
hoy tiene que ver con la contaminación ambiental, el efecto invernadero que
provoca el derretimiento de los polos, la extinción de muchas especies animales
y vegetales, catástrofes que poco tienen de “naturales” y un largo y
preocupante etcétera. Esta morosidad es la que buena parte de los pueblos
originarios y Constituciones Nacionales -como las de Bolivia y Ecuador- están
tratando de mitigar. En defensa de la Pacha Mama y en la búsqueda del “Buen
Vivir” se está tratando de revertir la situación crítica de nuestro medio
ambiente. Así y todo, será necesario encontrar las herramientas para disminuir
el insoportable nivel de consumo norteamericano ya que, si extrapolamos su consumo
a todos los habitantes del mundo, se necesitarían más de 5 planetas para
satisfacer esa hipotética demanda.
6. El
pachamamismo es un movimiento que pone a la Madre Tierra por sobre todo otro
interés planetario. Existe en este movimiento un cierto “fundamentalismo” que
lo hace un tanto impracticable. El extractivismo vendría a ser la otra cara del
pachamamismo o sea la justificación a todo tipo de utilización de la naturaleza
sin medir consecuencias. Aquí se plantea un gran conflicto para los gobiernos
progresistas de América Latina ya que, por un lado, sienten la obligación de
explotar los bienes naturales para generar, entre otras cosas, un proceso de redistribución
de las riquezas (y ¡ay si nuestros países pobres no necesitan de esta redistribución!).
Pero, por otro lado, existen todas las problemáticas que esbozamos más arriba y
que ponen en riesgo la supervivencia misma de la especie.
Sabemos que hay tres
actividades principales que son de especial preocupación en nuestra región: la
extensión del cultivo de la soja, la producción de biocombustibles y la
megaminería a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas. Son muchos los
movimientos sociales a lo largo y a lo ancho de Nuestra América que denuncian
las consecuencias de estas actividades: limitación de otro tipo de economías
rurales, encarecimiento de los alimentos, voladuras de montes, migración
obligada de comunidades originarias, etc. Pero, como plateábamos recién –y esto
se da con absoluta claridad en las discusiones y entrevistas que hemos podido
observar entre Rafael Correa y algunas comunidades indígenas-, muchas de estas
actividades resultan fundamentales para generar las bases de una distribución
más equitativa de los recursos estatales. Correa busca mejorar la utilización
de bienes naturales y algunas comunidades indígenas se niegan a hacerlo. Es una
situación bastante dramática: ser ricos “bajo tierra” y ser pobres “sobre la
tierra” pero, al mismo tiempo, ver que muchas de las empresas que explotan
nuestros bienes naturales son extranjeras y las legislaciones no siempre dejan
los mejores beneficios para nuestros pueblos autóctonos. Esta es la
contradicción principal que vivimos en relación con nuestros bienes naturales.
7. El
pachamamismo, de acuerdo con las ideas que se pueden ir relevando de los textos
de esta clase, es un movimiento y una ideología que busca proteger a la Pacha Mama,
a la Madre Tierra, por sobre cualquier otro interés. Esta forma de entender la
vida tiene repercusiones en todos los campos del pensamiento y en diversos
ámbitos existenciales: en lo social, económico, político, cultural, etc. Su
raigambre más poderosa está relacionada con los pueblos originarios, una
ecología "desde abajo", la búsqueda de un tipo de vida relacional,
"un mundo en donde quepen muchos mundos", y, por eso mismo, un
cultura y una posición política opuesta al "extractivismo".
Es paradójico observar
como, en los dos países que han incorporado a sus Constituciones avanzadas
política medioambientales, el concepto del "Buen Vivir" y el respeto
por la Pachamama -hablamos de Bolivia y Ecuador-, allí precisamente los
movimiento sociales pachamámicos –aquellos que no están alineados con esos
gobiernos- son los que levantan sus banderas. Evo Morales y Rafael Correa han
dicho, en diversas intervenciones, que resulta contradictorio que se viva con
altos niveles de pobreza cuando hay tanta riqueza debajo de la tierra (en
relación a la minería y al petróleo, claro está). Sin embargo, aunque muchos
movimientos sociales apoyan a estos gobiernos, no todos coinciden con la
política vinculada a la explotación de los bienes naturales. Por un lado es
comprensible que los grupos pachamámicos sean más fuertes allí ya que el
movimiento indígena está mucho más presente en esos dos países. También es
válido aclarar que la participación política de las comunidades y
organizaciones políticas indígenas es muy superior en Ecuador y Bolivia si la
comparamos con otros países de la región.
En un sentido general, me
parece profundamente esclarecedor el texto de Arturo Escobar
"¿'Pachamámicos' contra 'modérnicos'?" en respuesta a dos trabajos de
Pablo Stefanoni. El pachamamismo es, en muchos aspectos, la contracara de los
postulados más arraigados de la modernidad. Desde la distinción entre sujeto y
objeto, ciencia y no ciencia, verdad y falsedad, y todos los pares dicotómicos
propios de la visión moderna; pasando por el tema del "progreso"
siempre emparejado por una acción dominante del hombre sobre la naturaleza,
hasta llegar a las categorías más caras a la modernidad como son el Sujeto, el
Estado, la economía-política y una larga lista que no hace diferencia a la hora
de analizar posiciones político-ideológicas tanto de derecha como de izquierda.
Por eso, el Pachamamismo es relacional,
pluriversal, de reivindicación de la Madre Tierra y el respeto por sus bienes
naturales, de espiritualidad milenaria ("mítica" y
"mágica") y de fuerte vinculación con los pueblos originarios.
8. Personalmente
creo que es posible acercar la posición pachamámica y la posición
extractivista, aunque se trata efectivamente de una disputa por el Poder. Ambas
posiciones deberían ceder en algunos de sus postulados para lograr un
acercamiento. De todos modos, el señalamiento de Arturo Escobar sobre
pachamámicos-modérnicos y modérnicos-pachamámicos es lo que más se ajusta a la
realidad. Hay elementos de la modernidad que aún pueden dar respuestas al mundo
que nos toca habitar (por ejemplo, un Estado efectivamente popular y
democrático que ponga estrictos límites al mercado y promueva una verdadera
redistribución del ingreso no es nada despreciable en medio de esta crisis del
capitalismo que no tiene precedentes en la historia), como así también resulta
perfectamente válido que desde una perpectiva "pachamámica" movimientos
sociales se nieguen a la práctica de una megaminería a cielo abierto con uso de
sustancias tóxicas, el desmonte y la expansión "monocultivista" de la
soja.
Argentina vive una
situación muy similar al resto de los países de la región. Por un lado, el
mercado internacional exige minerales, petróleo y soja como productos
fundamentales para el proceso de desarrollo. Atilio Boron remarca que,
efectivamente, la pobreza histórica de nuestros países -acrecentada en la época
neoliberal más profunda- debe encontrar en los bienes naturales una forma de
paliar esta situación. Por eso, vale decir que la economía argentina se apoya
en los recursos que dejan las retenciones a la soja y los minerales como un
mecanismo para financiar buena parte de los programas sociales que mejoran la redistribución
del ingreso (lo que ingresa al Estado por la soja supera en 5 veces el
presupuesto para la Asignación Universal por Hijo, por ejemplo). Existe un lento
proceso de industrialización aunque sabemos que siempre será relativo a muchas
de las imposiciones del mercado internacional (¿de qué manera los gobiernos y
las empresas negociarán las lógicas de industrialización y 'desarrollo' a nivel
planetario? ¿Cómo se reparte el mundo? ¿Será sólo a punta de pistola?). Según
Boron, Salvador Allende decía que "el cobre era los salarios de los
chilenos". En aquella época la expresión era válida ya que las preocupaciones
ecológicas no ocupaban el dramático lugar que ocupan hoy. Así y todo, la
legislación que tiene Argentina sobre la minería no parece estar a la altura de
este conflicto (por ejemplo, la Barrick Gold sólo paga un 3% de impuestos a las
exportaciones llevándose gratis aquello que se considera "escombros"
que incluye minerales de valor). Entonces, no se trata de prohibir toda
forma de explotación de los bienes naturales, pero sí de generar una
legislación que impida que el campo argentino se vuelva
"monoproductor" o que las megamineras se enriquezcan grandemente
dejando graves pasivos ambientales y escasos recursos en nuestro país.
Gudynas dice que "entre los problemas ambientales más evidentes entre los
países con gobiernos progresistas se pueden mencionar: la minería y la soja en
la Argentina; la deforestación, la minería local informal, la toma ilegal de
tierras, los monocultivos y diversas formas de contaminación en Brasil; la
deforestación y la minería en Chile; la pérdida de áreas silvestres, la nueva
minería y las represas en Bolivia; la minería, la extracción de petróleo y la
deforestación en Ecuador; el uso de plaguicidas en Uruguay; y la minería, la
deforestación y algunas obras de infraestructura en Venezuela". Por otro
lado, resulta perfectamente válido el análisis y la denuncia vinculada al
altísimo nivel de consumo que llevan adelante los países centrales, en especial
EEUU. Renan Vega Cantor plantea que "un habitante de un país
'desarrollado' consume el doble de grano y pescado, el triple de carne,
nueve veces más papel y once veces más petróleo que un habitante de un país
neocolonial"; luego agrega: "la deuda ecológica está relacionada con
el racismo ecológico, ya que quienes más soportan los efectos de la devastación
ambiental son los pobres, los campesinos, los indígenas, las mujeres humildes y
los trabajadores". De esto se desprenden muchos interrogantes: ¿cómo se
puede regular una economía de un país periférico cuando los precios de ciertas
materias primas se disparan y comienza la presión del Capital para explotar
esos bienes naturales?, ¿cómo puede generarse una crítica seria y fundada al
consumo de los países 'desarrollados' si somos, justamente, los países 'no
desarrollados' los que dejamos ingresar a sus empresas transnacionales para que
exploten los bienes y los exporten a sus terruños? Siendo América Latina la
zona del mundo en donde existe una mayor desigualdad social, ¿podemos darnos el
lujo de dejar los bienes naturales intocados mientras nuestras sociedades viven
en la pobreza? Luego -y siguiendo a Vega Cantor-, si permitimos el tipo de
explotación que se desarrolla en la actualidad, ¿no continuamos condenando a
los sectores más vulnerables a sufrir los embates de la deuda ecológica?
Como es fácil de observar,
las preguntas planteadas son de dificilísima resolución. Sólo una revolución
cultural que se desarrolle tanto en los países centrales como en los países
periféricos y que ponga en cuestión las lógicas de explotación, consumo y
relación con la naturaleza podrán marcarnos un camino que evite una catástrofe
ambiental de imposible retorno.
9.
Los cuatro tipos de bases militares que han sido desplegadas en América Latina
son: a) las bases convencionales en donde se instala un número importante de
tropas y permanecen allí durante un período de tiempo considerable; b) las
bases de mediano tamaño con efectivos que se renuevan cada 6 meses y que poseen
instalaciones que permiten misiones de largo alcance; c) las bases FOL (Forward Operating Locations) que están
constituidas, básicamente, por una excelente pista de aterrizaje y en donde el
personal es reducido. También poseen un sofisticado sistema de comunicaciones.
(Por cierto, me cuento entre las personas que imaginaban que la mayoría de las
bases eran como las “bases convencionales”; ha sido una sorpresa la aclaración
que hiciera Atilio Boron con relación a que las FOLs son en realidad las más
utilizadas en la actualidad). Y por último d) pequeñas bases que permiten pasar
de una a otra base llevando suministros, cargamentos, etc.
Lo cierto es que habría 72 bases militares desplegadas en
América Latina y el Caribe. La dinámica de instalación o concesión de estas
bases ha ido variando desde el “cierre” de la base de Manta en Ecuador hasta la
cesión de 7 bases militares que Uribe le hiciera a Obama. Este último acuerdo
tiene el agravante de incluir inmunidad diplomática para los efectivos
norteamericanos al pisar tierra colombiana cuestión que hace tremendamente
delicada la situación. Por otro lado, Panamá es otro de los países que cuenta
con 7 bases a disponibilidad del Imperio. El “Plan Colombia” es una de las
excusas utilizadas por EEUU para ocupar aquella zona, o sea, la lucha contra la
guerrilla y el narcotráfico (¿qué pasaría si se concretan las negociaciones de
paz entre las FARC y el gobierno colombiano? ¿Qué si se controla el
narcotráfico? ¿Acaso EEUU renunciaría a las posibilidades de estas bases?) La
verdad es que existió un intento de desestabilización del gobierno bolivariano
de Hugo Chávez (amén de la función que tuvo la base de Manta en 2002) que no
pudo prosperar. La otra prioridad de EEUU en la región tiene que ver con el
control sobre la Amazonía. Lo que hay que tener en cuenta aquí -representando
una amenaza de primer orden- es que Venezuela se encuentra rodeada por 16 bases
militares con influencia norteamericana, cuestión que debe preocupar al
subcontinente en su conjunto.
10.
El ASPAN es un pacto que rige desde
2005 entre los países miembros del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte o sea Canadá, EEUU y México. De lo que se trata es de una expansión de
las fronteras del imperialismo en donde se busca “unificar” el movimiento
económico y militar de la región lo que significa hegemonizar el espacio en
beneficio de Norteamérica. Las fuerzas policiales mexicanas serían puestas al
servicio de la “seguridad nacional” de EEUU y no pocas agencias federales –CIA,
DEA, FBI- podrían penetrar en territorio canadiense y azteca. Como si esto
fuera poco, no existe ningún tipo de documento firmado entre estos países que
dé cuenta del efectivo compromiso entre ellos. Se trataría de combatir “amenazas
comunes” o sea a “las organizaciones transnacionales del crimen organizado, el
narcotráfico, el tráfico de armas, las actividades financieras ilícitas, el
tráfico de divisas y la trata de personas”. Según lo expresa claramente Atilio
Boron, las irregularidades que tiñen a este “pacto” resultan contrarias a
cualquier lógica democrática y la cesión de soberanía que él representa sugiere
una preocupante inestabilidad política y de seguridad para aquella región.
11. El
“Acuerdo del Pacífico” fue firmado
por Perú, México, Colombia y Chile. Los lineamientos generales coinciden con la
propuesta hoy extinta del ALCA. El objetivo es controlar el Pacífico
facilitando la circulación de bienes, capitales, personas, etc. Raúl Zibechi
–al cual acude Boron para reforzar su argumentación- no duda en decir que se
trata de un pacto contra el Mercosur, la UNASUR y el Consejo de Defensa
Sudamericano. Busca frenar a Brasil e incentivar la vocación exportadora de
minerales de los países de la región, operando con grandes multinacionales.
Sería importante retomar las palabras de la especialista Elsa Bruzzone cuando
expresa que “la condición de posibilidad de los nuevos organismos regionales
latinoamericanos y caribeños (que excluyen a Estados Unidos y a Canadá) exige
que nuestros países abandonen masivamente la OEA, desahucien el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) [cuya inutilidad en la agresión
del Reino Unido a Argentina quedó demostrada] y abandonen también la Junta
Interamericana de Defensa”. También sería fundamental
abandonar los ejercicios conjuntos con las fuerzas armadas de EEUU (¿durmiendo
con el enemigo o admirando al hegemón militar?) y acelerar-profundizar el
funcionamiento de la CELAC.
12.
Los enfrentamientos entre Estados-nación de envergaduras militares medianamente
similares raramente se han dado. La posibilidad de choque entre EEUU y la ex
URSS no sucedió. Luego de la Segunda Guerra Mundial y a partir de la hegemonía
que EEUU desplegó en el mundo, mudado el enemigo del “comunista” al
“terrorista”, las doctrinas de seguridad que ha parido el imperialismo plantean
enfrentamientos asimétricos en donde las FFAA estadounidenses se enfrentan a
organizaciones no-estatales como son el caso, por ejemplos, de Al Qaeda o las
FARC. En este punto me interesaría tomar algunas posiciones de Ana Esther
Ceceña en donde se pone de manifiesto el hecho de que un manto de sospecha y persecución ha cubierto al Planeta Tierra.
La calificación de “terrorista” es tan difusa que, efectivamente, un militante
social que participa en algunas marchas puede ser catalogado de esa manera sin
ningún problema (observemos lo que está sucediendo con las comunidades mapuches
en Chile y la implementación de la Ley Antiterrorista por parte del gobierno de
Piñera). Dice Ceceña: “Todo lo no incondicional es sospechoso, y la guerra, en este momento, es principalmente contra los sospechosos
–susceptibles de ser detenidos en cualquier momento–, no contra los
enemigos reales. La guerra preventiva moderna es una guerra que se adelanta a la
necesidad de la guerra, que antecede a la amenaza para disuadirla. Es una guerra que fabrica al enemigo en
prevención de un futuro conflictivo y que arrebata los derechos humanos y
sociales a un colectivo universal de sospechosos. La sociedad misma se torna
sospechosa de amenazar la seguridad y, en esa circunstancia, tiene que
ser redimida.”
Los diseños del Pentágono
son asumidos redondamente por los campos más cotizados del trabajo científico.
Ceceña describe las fenomenales creaciones de nuestra bella sociedad
disciplinaria: “un manejo de las transmisiones en el espacio y conocimientos
sobre la vida en los límites (ver las investigaciones sobre seres
extremófilos); experimentación con
sistemas complejos de grupos vivientes, para prever o inducir su
comportamiento; invisibilización de los mecanismos de vigilancia, investigación
y control mediante su miniaturización (nano-robótica); producción de naves
o tanques de guerra no tripulados; trabajo con sistemas de información
instantáneos; emulación del
funcionamiento cerebral –por lo menos de algunas funciones básicas– mediante
sistemas de procesamiento informático (brain machine), creando
“sinergias entre biología, tecnología de la información y micro/nanotecnología”
(DARPA, 2003) Sin embargo, esto no viene solo. Miles de “Centros Culturales”, “organizaciones
sociales”, “grupos ecologistas” y un largo etcétera son infiltrados por el
Aparato Represivo, financiados desde EEUU y por organizaciones periféricas que
combaten furibundamente todo aquello que vaya contra los intereses de la clase
dominante. Los espacios están infectados
por sujetos desalmados, inhumanos, conservadores, reaccionarios; hombres y
mujeres que son simulaciones de hombres y mujeres (como aquel que se hacía
llamar “Ángel” y que se infiltró en la organización “Madres de Plaza de Mayo”
entregando a muchas de ellas a las fuerzas de la represión – por suerte, hoy
está siendo juzgado). Hoy hay muchos de estos “ángeles” desparramados por las “organizaciones
sociales” (¡y organizaciones sociales completas!) que se hacen pasar por
“progresistas” cuando en realidad responden
a los más oscuros intereses imperialistas y de la burguesía canalla. Lo
cierto es que todo este sistema que reproduce la sospecha hasta el hartazgo no
es otra cosa que el fracaso absoluto de
un intento civilizatorio que quiso ser democrático-liberal en su gobierno y
capitalista-neoliberal en su economía. Hoy más que nunca, la única forma de
combatir la avanzada del imperialismo norteamericano y los cipayos periféricos
es construir una sociedad post-capitalista que reconfigure por completo los
mecanismos de represión y se dirija hacia mecanismo de liberación.
14. José
Seoane, Emilio Taddei y Clara Algranati proponen tres proyectos como una forma
de explicar diversos procesos que se han dado y se dan en nuestro
subcontinente. El primero es el denominado “neoliberalismo armado” (concepto tomado de Pablo González Casanova)
que consiste en una profundización del modelo económico neoliberal que busca
una mayor privatización de la extracción y el comercio de los bienes naturales
a través de empresas transnacionales. La lógica de los Tratados de Libre
Comercio (TLCs) impulsados por EEUU se inscribe dentro de este proyecto. El
TLCAN incluye a México y Canadá. Luego hay TLCs con Colombia, Costa Rica,
Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Perú
(según CEPAL-2009, representan el 45% del PBI de América Latina y el Caribe). A
esto hay que sumarle una serie de exigencias policíacas y militares de control
de diverso tipo, siendo la situación más aberrante la ocupación que hiciera
EEUU de Haití luego del terrible terremoto de 2010 (ya a partir de 2004 esta isla
había sido ocupada por la MINUSTAH. Es preocupante que también participen de esta
ocupación Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, etc.)
El segundo proyecto es el
“neodesarrollista” siendo Argentina
y Brasil dos de sus más claros exponentes. Se trata de un tipo de regulación
estatal sobre la economía que ha permitido una apropiación pública de la renta extraordinaria
de la explotación de los bienes comunes, haciendo posible que ese dinero se
destine a obras de infraestructura, industrias y políticas públicas para una
redistribución del ingreso. Según los autores, este proyecto “no implica
cuestionar o revertir el peso de la acumulación por desposesión ni el proceso
de primarización de la economía y la inserción fundamental en el mercado
mundial”. Se busca una primacía de la política por sobre los vaivenes del mercado
capitalista.
El tercer y último
proyecto ha sido bautizado como “socialismo
del siglo XXI” o “socialismo
comunitario”. Venezuela, Bolivia y Ecuador serían los 3 países que
construyen este tipo de iniciativa. Sin embargo, no se estaría hablando
exactamente de un gobierno, un partido político, un Estado o un conjunto de
políticas públicas, sino más bien de las prácticas de los grupos subalternos,
de una manera de construcción societal más allá del corsé institucional. Este
proyecto implicó la nacionalización de las principales actividades vinculadas a
los bienes naturales generando a partir de ello un tipo de reconstrucción del
ingreso y una mejora en la distribución de las riquezas buscando habilitar un
proceso de democratización creciente en estas sociedades.
Mientras el primer
proyecto tiene una relación más cercana a la tríada imperial, el segundo y el
tercero se vinculan más en la construcción de la ALBA (Alianza que incluye a
muchos países centroamericanos que también participan del “primer proyecto”),
el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC como organismos de desarrollo político,
económico y cultural latinoamericanos.
14. La
expresión “cambiemos el capitalismo, no el clima” tiene su base en la lucha de
los movimientos y organizaciones sociales a la luz de lo que nuestros autores
definen como “la revolución agraria neoliberal”. Esta revolución está
relacionada con el agronegocio: la producción de soja, los biocombustibles, la
producción de pasta de papel y la explotación de los recursos
hidrocarburíferos. Es importante tener en cuenta aquí una serie de facilidades logísticas
y económicas que explican con claridad el porqué de la expansión del
agronegocio. En primer lugar, se ha difundido en todo el mundo el llamado
“paquete tecnológico transgénico” que consiste en semillas genéticamente
modificadas acompañadas del herbicida correspondiente, ambos productos vendidos
por las transnacionales. En segundo término, la posibilidad que las
transnacionales le dieron a los productores de pagar las semillas y los
herbicidas al momento de la cosecha. Por último, el aumento de ciertos commodities y la creciente demanda
internacional.
Es posible definir al
proyecto neodesarrollista y su relación con los bienes naturales con la palabra
“tensión”. Si algo ha logrado el neodesarrollismo –a diferencia del proyecto
neoliberal- ha sido obtener una porción de la explotación y exportación de los
bienes naturales ya sea por la vía de la nacionalización o por el camino del
cobro de impuestos. Sin embargo, ha encontrado una serie de trabas puestas por
los dueños de la tierra y las multinacionales, cuestión que, en Argentina, se
vería perfectamente ejemplificado en lo que se llamó “el conflicto con el
campo” en 2008. El intento por parte del gobierno nacional de aumentar las
retenciones al sector agrario redundó en un viruleto lock out patronal. En relación a la minería hay que decir que
Argentina aún se regula a partir de una legislación de la década del ’90 que le
da excesivos beneficios a las empresas transnacionales del sector (no hace
mucho en el programa “Argentina para armar” que se transmite por el canal de
noticias TN, Horacio González –sociólogo, director de la Biblioteca Nacional e
integrante de Carta Abierta- y Alejandro Katz –ensayista y editor- coincidieron
en que esta legislación debe ser modificada. Apuntamos esto ya que nos parece
pertinente resaltar que tanto sectores del oficialismo como opositores –o
críticos- entienden que es una deuda pendiente del proyecto neodesarrollista
argento). El texto “Estado y minería, el caso Vale” escrito por Noelia Navarro
(1) es un análisis interesante en relación a cómo los cambios en los precios e
insumos determinan las acciones de las transnacionales mineras (siempre en
favor de mantener o aumentar la tasa de ganancia, nunca de los gobiernos nacionales
y populares ni de los trabajadores).
También existe una
tensión, una dicotomía entre “lo social” y “lo ambiental”. Según José Seoane,
Emilio Taddei y Clara Algranati, lo segundo quedaría subsumido en lo primero.
Así, los proyectos neodesarrollistas priorizarían las mejoras a nivel social a
partir de los impuestos y la generación de trabajo de la exportación y extracción
de bienes naturales, aunque los conflictos ambientales no siempre serían bien
atendidos. Por otra parte el proyecto denominado “socialismo del siglo XXI” o
“socialismo comunitario” tiene también sus problemas en esta materia. El libro
“Las tensiones creativas de la revolución” de Álvaro García Linera (2), aunque
más abarcativo que lo que estamos tratando aquí, hace referencia a lo que
podríamos llamar “convivencia capitalismo/socialismo” o sea la paciencia a
partir de la cual hay un largo proceso de prácticas capitalistas que aún se
desarrollarán hasta arribar a una sociedad post-capitalista.
(1)
Disponible en: http://rinacional.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=2684:estado-y-mineria-el-caso-vale&catid=124:otros-1
(2)
Disponible en: http://www.rebelion.org/docs/134332.pdf
15. El
imperialismo norteamericano se encuentra ante una crisis de importantes proporciones.
Aunque en los últimos meses el nivel de desempleo ha disminuido durante mucho
tiempo ese indicador no hizo más que subir. A fines de 2008 la crisis
financiera complicó la situación de aquella nación provocando una serie de
desalojos que multiplicó las carpas en los espacios públicos. Los homeless fueron noticia y el descontento
general se plasmó en un grupo que tomó el nombre de Occupy Wall Street (a propósito de la bolsa de valores); con toda
razón postulaban: “Somos el 99%” y queremos que el 1% más rico de este país se
haga cargo de la crisis que ellos mismos generaron.
Aunque su inversión en
armamento y su poder militar no han dejado de aumentar, los acuerdos y
relaciones de Estados Unidos con los países del mundo ya no son lo mismo que
antaño. Por eso, no es tan fácil para el imperio imponer por la fuerza su
voluntad. En la misma línea, tanto Irak como Afganistán se han transformado en
dos “pantanos” porque no han logrado reorganizar esos países de la manera en
que pensaban. La fuerte resistencia a la invasión que allí se experimenta sigue
siendo un fracaso de la actitud guerrerista de la superpotencia.
Por cierto que su crisis
económica – que incluye una deuda externa sin precedentes- y la dificultad de
mantener el consumo interno (elemento sustancial a la hora de estabilizar la
totalidad de su economía) han hecho posible la aparición de otras naciones que
le disputan su hegemonía en el mercado internacional. Tal es el caso de China,
Alemania y, en menor grado, Brasil. En la medida en que EEUU depende de muchos
bienes naturales y los países recién mencionados también los necesitan se
provoca una crisis para el imperialismo que debe agudizar sus técnicas para
conseguir lo que antes era prácticamente privativo de él.
Crisis económica, crisis
militar y crisis diplomática –que incluye la creación de la ALBA, UNASUR y
CELAC- pueden ser tres de las crisis a destacar en este siglo XXI para EEUU.
16. América
Latina y el Caribe se encuentran en una buena situación ante la disminución de
la influencia de EEUU en la región. Aunque el Plan Colombia, el Plan
Puebla-Panamá, el Plan Mérida y no pocos TLCs están en funcionamiento; el
reordenamiento que nuestro subcontinente ha tenido es notorio. A través de la
presencia cada vez mayor de los movimientos sociales en los gobiernos, los
esfuerzos de los proyectos neo-desarrollistas y del “socialismo del siglo XXI”
hacia una redistribución de las riquezas y la confluencia que los países han
tenido en espacios suprarregionales como la ALBA-TCP, UNASUR y CELAC -y el
fortalecimiento del MERCOSUR con la reciente incorporación plena de Venezuela-
se han conformado alternativas bastante interesantes habida cuenta de la crisis
mundial del proyecto neoliberal que hoy afecta con más intensidad a Europa, en
especial a España, Portugal, Italia, Islandia, Grecia y –recientemente- Chipre.
Es fundamental que los
Estados logren una mayor participación en la economía nacionalizando todos los sectores estratégicos para el desarrollo de
los pueblos. No se puede negar que el “socialismo del siglo XXI” y el
neo-desarrollismo populista están dando buenas señales en la búsqueda no solo
de una independencia sino de una emancipación de los poderes coloniales que
desde siglos someten a Nuestra América. La condición de posibilidad para que
esta emancipación sea posible se basa en la capacidad de los pueblos y sus
gobernantes para hacerse de los resortes más sensibles de la economía, de los
medios de producción indispensables que revierta la extranjerización de una
industria y un sector de servicios (casi) históricamente colonial. Para llevar
adelante semejante proyecto ya no basta con pensar en “humanizar” el
capitalismo sino que es necesario pensar una sociedad post-capitalista dándole
lugar a la invención constante de nuestros propios medios. Mal podríamos
imaginar esta Otra Sociedad si nos quedáramos atados al poder imperial o al
poder de las economías dominantes. Se trata de ya no depender de la tecnología
del “centro”, ni de las prácticas militares conjuntas, ni de ningún tipo de
vinculación que redunde en la duplica de la cultura dominante. Abandonar la
lógica represiva imperial, las determinaciones del capitalismo salvaje y la
violencia del capital financiero son algunos de los desafíos que los gobiernos
progresistas de Nuestra América tienen por delante hacia la construcción de una
sociedad digna de ser vivida, del “Buen Vivir” y el respeto por la Pacha Mama.
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