domingo, 1 de noviembre de 2009

Me quedo con tu llave marioneta


Un sin fin de brújulas andantes,
un reflejo azul /carne ambulante/,
dime lo que de espanto me pertenece,
para olvidarlo.



Embrujo de color lo que te canto,
sólo para enamorar tu parte inquieta,
me quedo con tu llave marioneta,
me quedo con tu sangre.


Tan básicos los himnos capilares,
tan mediocres.
Tan limitados en sus idas y vueltas,
tan cortos de juglares,
tan nimios.


Los busco igual,
para ser un millón,
como hermanos y hermanas,
como el movimiento que se da en la puerta,
como el regreso de los mil profetas,
como la voz que me invita: “ama, sirve, obedece”.


Como la dirección a la tierra-cancha-campo.





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