En medio de vaya uno a saber qué otras cosas,
los impulsos mecánicos se sublevaron,
y arrancaron de cuajo todo lo bronce,
que fue a parar al cajón de los olvidos;
allí, entre tanto muerto, decidió obturar tu mirada,
y reposó sin cansancio sobre tu cama,
y le hizo un acertijo al loco de la espada,
y se vistió de rosa, luego princesa,
escapó perfil por su tibieza,
se acercó a la niña, tocó su rostro,
le dijo una sutileza sin nombre y luego zarpó.
El viaje lo encontró sólo,
una vez más,
allí donde comenzaban sus recuerdos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario