Tu nombre calzaba justo, era exacto.
La tiniebla azul, primero acompañaba, y luego se iba.
El niño, pequeño, me miraba a los ojos.
Grandes ojos negros los de aquel niño.
Sus padres se acercaban a contemplarlo.
Ellos lo alzaban.
Nada parecía inquietar a aquella imagen.
Todo estaba allí, medido… en su justa medida.
La madre, tal vez risueña, besaba su frente.
Se fueron caminando él, ella y el niño.
Salieron de aquel lugar, ese hospital, y se perdieron bajo el sol.
Una puerta apunta hacia mis palabras.
Una claridad sin nombre se distingue en ella.
Quiero volver… pero es imposible.
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