domingo, 1 de noviembre de 2009

Encuentro


El segundo después fue silencio.
Se acercó la niña, escasa de ropas, y tiro de mi remera;
me clavó su mirada como exigiendo respuestas;
y yo, que sólo le doy respuestas al Sol cuando me las pide, la estreché en mis brazos.
Ella supuso que iba a golpearla… pude sentir eso,
pero, luego, ella se soltó absolutamente y me abrazó.
Pude contemplar su sonrisa descansando en mi espalda,
uno puede ver aquello que el otro siente.



Pude vernos bailar, ahora sí, con el Sol testigo
que inundaba cada centímetro de nuestro movimiento.


Levanté la vista y los vi a todos,
hermosos ángeles de mil lugares,
todos allí, bailando, acompañando el movimiento.
Y yo que sólo esperaba una vida tranquila, me encontré con miles de vidas tranquilas.
Y yo que quería un descanso eterno, me encontré con otros que abrigaron mi canto.





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