Había en la mesa y en el bar diez amigos mirando por la ventana. Sobre la mesa que mencionamos, un sin fin de cafés: algunos listos, otros a medio acabar, la mayoría fríos. Sobrecitos de azúcar abiertos y desparramados. Algún que otro cenicero cuasi colmado de colillas y cenizas. Diez amigos mirando por la ventana. Veinte ojos expectantes de lo que pudiera suceder. Ustedes ya lo saben: esperaban al que nunca fue.
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