El rebelde había causado risa,
tan chiquito,
tan único,
tan ¡no me olvides!
El otro se había desperezado tarde,
afilado el tiempo en que el yogurt se cortaba,
mirado de reojo a la vecina,
y vuelta a dormir la tarde.
El menos buscaba la cuenta absoluta,
el exacto palabrear,
la combinación resumida,
la continuidad…
el verso perfecto.
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