Tenía en el bolsillo algo parecido a una carta de poker. Brillaba. Se sentaba a la mesa con otros jugadores, sacaba su carta y encandilaba a sus oponentes con esa carta. Tomaba el pozo y se iba.
Iba caminando por la calle cuando una rubia de largas piernas se cruzó en su camino. Él volteó para mirarla. Ella hizo lo propio. Él le mostró la carta. Ella se desmayó.
Iba caminando por la calle cuando una rubia de largas piernas se cruzó en su camino. Él volteó para mirarla. Ella hizo lo propio. Él le mostró la carta. Ella se desmayó.
Al despertarse se la ató a una cama. Estaba con gruesas sogas en sus muñecas, fijada a la cama. Un dolor en la espalada fatal y punzante. Una constante melancolía y añoranza de aquello que nunca ha pasado. Se recibió de olvido. Allí lo esperaban todos los seres chiquitos como él.
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