jueves, 16 de febrero de 2012

Sexta parte: el “mito de la modernidad”, el “descubrimiento” de nociones eurocéntricas y una cosmovisión originaria de Abia Yala, en Enrique Dussel.


Aquí queremos tomar algunas de las posiciones del ontólogo mendocino Enrique Dussel de su obra 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. Mantendremos el orden que pusimos en el subtítulo, tratando de explicar, en un primer momento, qué entiende Dussel por el “mito de la modernidad”; luego pasaremos a aquellas nociones eurocéntricas que nuestro autor “descubre” en la argumentación positiva de la Modernidad, para finalizar con su propuesta sobre una cosmovisión originaria de Abia Yala, una lectura que él reivindica como de “los oprimidos” y que nosotros preferimos pensar como de “los mestizos”.

Repetimos esta explicación para dar comienzo a esta argumentación: “[este trabajo] trata de ir hacia el origen del 'Mito de la Modernidad'. La Modernidad tiene un 'concepto' emancipador racional que afirmaremos, que subsumiremos. Pero, al mismo tiempo, desarrolla un 'mito' irracional, de justificación de la violencia, que deberemos negar, superar. Los postmodernos critican la razón moderna como razón; nosotros criticaremos a la razón moderna por encubrir un mito irracional.” (Dussel, 1992: 9) De esta manera se abre el debate por demás nutritivo entre Modernidad, Mito, Razón e Irracionalidad. Cada paso que demos será pensado en su “fondo” y en su contraste, o sea, en el baile propuesto entre la “modernidad conquistadora” (que tiene su centro en el genocidio) y la “modernidad ilustrada” (que tiene su fuerte en la Ilustración y sus disputas internas).

En primer lugar, debemos decir que la primera modernidad tuvo su fortaleza en la capacidad de proyectar en el Otro las condiciones necesarias como para ejercer la propia violencia. O sea que el “mito de la Modernidad” pudo construir un otro culpable de la propia violencia ejercida por lo mismo. La guerra de conquista no se hizo esperar, y las plumas pudieron dar cuenta de la situación tal cual lo necesitaba el “mito”:

La primera [razón de la justicia de esta guerra de conquista] es que siendo por      naturaleza siervos  los hombre bárbaros [indios], incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que     ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades (magnas commoditates),    siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien de todos   (utriusque bene)[1]        
            [Luego sigue:] De manera que la dominación (guerra, violencia) que se ejerce sobre el Otro es, en realidad, emancipación, 'utilidad', 'bien' del bárbaro que se    civiliza, que se desarrolla o 'moderniza'. En esto consiste el 'mito de la    Modernidad', en un victimar al inocente (al Otro) declarándolo causa culpable de su propia victimación, y atribuyéndose el sujeto moderno plena inocencia con respecto al acto victimario. (Dussel, 1992: 86)

Así se justifica la imposición. Hoy, esta misma lógica tiene otros nombres, tal es el caso de las “guerras preventivas”. Mi impulso violento se justifica por la “latencia” del ataque del Otro... Otro que, las más de las veces, ni siquiera conozco. Pero, el hecho de conocer es secundario cuando lo que prima es otra intención: ayer, oro y plata; hoy, petróleo y posicionamiento militar mundial.

Dussel apelará a Bartolomé de las Casas en la denuncia que este último realiza a la hora de analizar la “conquista”. Así lo expresa el primero:

Bartolomé de las Casas va más allá del sentido crítico de la Modernidad como    emancipación (…) porque descubre la falsedad de juzgar al sujeto de la  pretendida “inmadurez (Unmündigkeit)” con una culpabilidad que el moderno intenta atribuirle para justificar su agresión. (Dussel, 1992: 95)
            La emancipación de la antigua dominación o pretendida bestialidad o barbarie de los indígenas  no justifica, para Bartolomé, la irracionalidad de la violencia, de la     guerra, ni tampoco compensa ni tiene proporción con el nuevo tipo de   dominación establecida. En comparación con la nueva situación de       servidumbre, el antiguo orden entre los indígenas era como un paraíso   perdido de libertad y dignidad. (Dussel, 1992: 95-96) [negrita nuestra]

Más allá de las disputas entre diferentes pueblos y las relaciones de dominación de unos sobre otros, es evidente que los mecanismos de dominación europeos resultaron una fatalidad para los “indoamericanos”. Es evidente que su vida anterior a la conquista era bastante mejor, aún con las habituales diferencias entre vecinos, aún con los “mitos sacrificiales” tan fáciles de señalar en las prácticas indias y tan difíciles de observar en la propia cultura occidental. Resulta, a todas luces, un testimonio fundamental el de Bartolomé de las Casas como lo será el del indio Garcilaso de la Vega. Nos queda mucho por andar y desandar, en esta “historia” de Abia Yala, en estos retazos de tiempo que hoy, para la alegría de aquellos mestizos que deseamos conocer más sobre nuestros orígenes, nos muestra un pueblo boliviano en constante construcción, un movimiento neozapatista mexicano de fuerte autonomía y el Pueblo Nación Mapuche que habita territorios de los nuevos Estados-nación de Argentina y Chile. 

La obra de Bartolomé de las Casas Apologética historia sumaria tiene como propósito argumentativo el de mostrar la “racionalidad” de la “vida indígena” que resultaba en contrapartida a la “irracionalidad-violenta” del “mito de la modernidad”. (Dussel, 1992) En otro de sus escritos podemos leer:

La Providencia divina estableció, para todo el mundo y para todos los tiempos,   un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión,     a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y    suave moción de la voluntad.[2]
Que esta guerra sea injusta se demuestra, en primer lugar, teniendo en cuenta       […] que la merezca el pueblo contra el cual se mueve la guerra, por alguna            injuria que le haya hecho el pueblo que ataca. Pero el pueblo infiel que vive en    su patria separada de los confines de los cristianos […] no le ha hecho al pueblo             cristiano ninguna injuria por la que merezca ser atacado con la guerra. Luego esa guerra es injusta.[3] [negrita nuestra]

El “mito de la modernidad” escribe sus primeras palabras a sangre y fuego. Todo se vuelve su contrario y esto es posible en el marco del gigantismo moderno. Ese gigantismo será el que se verá reflejado en el núcleo eurocéntrico que forma parte de la legitimación de la modernidad. Fue necesario, en primer lugar, borrar una “historia” (que incluye al Mundo Musulmán y, luego, a América como origen de las posibilidades modernas) y luego construir Otra Historia Occidental, Cristiana y con Europa como Centro del Mundo.

Para mostrar lo anterior, E.Dussel echa mano del alemán G.Hegel, un fiel representante de esta segunda modernidad, una modernidad que intentaremos subsumir en la primera. Veremos cómo hace este filósofo para construir la historia de la Europa-Centro y, en el mismo movimiento, admiraremos la increíble influencia que tuvo y tiene en muchas de nuestras argumentaciones. Para comenzar nos preguntamos: ¿cuál es la dirección que tiene la historia universal para G.Hegel? “La historia universal va del Oriente hacia el Occidente. Europa es absolutamente el fin de la historia universal […] La historia universal es la disciplina de la idómita voluntad natural dirigida hacia la universalidad y la libertad subjetiva.”[4] 

Hegel comienza por el final, por el “remate” de su argumentación. “Europa es absolutamente el fin de la historia universal”; ¿qué más se le puede pedir a un intelectual orgánico? Su filosofía de la historia consagra a Europa al dominio absoluto, a la realización absoluta y, luego, al espíritu germano-cristiano lo postula para llevar el mayor estandarte del continente. En un “sentido general” parecido, ya vimos a I.Kant que explica la Ilustración como salida de la humanidad de su estado de inmadurez culpable. Esta construcción genera poco margen de acción ya que, para decirlo rápido, todo aquel que no es ilustrado es un inmaduro. En el caso de Hegel, todo aquel que no es germano-cristiano o, por lo menos, europeo, queda inmediatamente afuera de la historia.   

Pero, ¿qué es la historia universal para G.Hegel y qué implica su desarrollo? Así lo dice:

La historia universal representa […] el desarrollo de la conciencia que el   Espíritu tiene de su libertad y también la evolución de la realización que ésta         obtiene por medio de tal conciencia. El desarrollo implica una serie de fases, una           serie de determinaciones de la libertad, que nacen del concepto de la cosa, o sea,      aquí, de la naturaleza de la libertad al hacerse conciente de sí.[5]
Este “desarrollo”, esta “evolución” de la libertad es “exclusiva”. O sea que el Espíritu “de Hegel” se adueña de pueblos sabios que son llevados a la gloria, y descarta a otros pueblos por malformaciones de origen o falta de racionalidad. De la siguiente manera continúa su argumentación:

El Mundo se divide en el Viejo Mundo y en el Nuevo Mundo. El nombre de       Nuevo Mundo proviene del hecho de que América […] no ha sido conocida      hasta hace poco para los europeos. Pero no se crea que esta distinción es        puramente externa. Aquí la división es esencial. Este mundo es nuevo no sólo             relativamente sino absolutamente; lo es con respecto a todos sus caracteres          propios […]. El mar de las islas, que se extiende entre América del Sur y Asia, revela cierta inmadurez por lo que toca también a su origen […]. No menos       presenta la Nueva Holanda caracteres de juventud geográfica, pues si partiendo             de las posesiones inglesas nos adentramos en el territorio, descubrimos enormes   ríos que todavía no han llegado a fabricarse un lecho […]. De América y de su            grado de civilización, especialmente en México y Perú, tenemos información de       su desarrollo, pero como una cultura enteramente particular, que expira en el    momento en que el Espíritu se le aproxima (sowie der Geist sich ihr näherte)    […]. La inferioridad de estos individuos en todo respecto es enteramente   evidente.[6] [cursiva en el original, negrita nuestra]

Este párrafo resulta central para comprender las nociones eurocéntricas que luego formarán parte del “sentido común” de la segunda modernidad, del “mito de la modernidad” y aún de la construcción positivista y neopositivista en las ciencias. Es paradójica la expresión “Nuevo Mundo” y, a la misma vez, la actitud de Hegel de ignorarlo absolutamente en el desarrollo de “su” filosofía. Luego, “como los europeos” no conocían Abia Yala “desde antes”, por supuesto que resultará “nuevo” para ellos (des-conocido, esa es la expresión exacta). Sin embargo, el filósofo alemán no se priva de construir su opinión sobre el Nuevo Mundo “recién conocido”. Y lo hace “externa” e “internamente”, sin ningún tipo de inconvenientes, analizando “todos los caracteres propios” de esta nueva porción de tierra. Ya su origen es “inmaduro” (¿a lo Kant?), luego vale cierto desprecio hacia países europeos, cuestión necesaria para arribar a “la victoria germano-cristiana” que el autor viene preparando. No conocemos el “grado de información” que se pudiera tener, pero entendemos que primaba el desconocimiento, por lo mismo que todo era nuevo para el europeo. El Espíritu hegeliano anulaba absolutamente cualquier alteridad y mostraba la superioridad de un “Viejo Mundo” que pasaría de la periferia al centro; aunque nuestro autor jamás reconozca esto y argumente en sentido contrario: “Asia es la parte del mundo donde se verifica el comienzo en cuanto tal […]. Pero Europa es absolutamente el centro y el fin (das Zentrum und das Ende) del mundo antiguo y Occidente en cuanto tal, el Asia el absoluto Oriente.”[7]

Como corolario de lo que se viene planteando, vale recordar que G.Hegel le daría una importante responsabilidad al Imperio Germano como portador del cristianismo. El Espíritu Absoluto encarnado en este Imperio haría del Principio cristiano su vocación principal. La siguiente explicación da fin a la lógica de dominación esgrimida por nuestro autor, posicionando a Europa como centro del mundo y al pueblo germano-cristiano como centro del Centro. “Porque la historia es la configuración del Espíritu en forma de acontecimiento”[8], “el pueblo que recibe tal elemento como principio natural […] es el pueblo dominante en esa época de la historia mundial […] Contra el derecho absoluto que él tiene por ser el portador actual del grado de desarrollo del Espíritu mundial, el espíritu de los otros pueblos no tiene derecho alguno (rechtlos).”[9]

Hasta aquí queda establecida la propuesta filosófico-política eurocéntrica que deberá ser “desarmada” para lograr construir una noción desde la resistencia o, mejor dicho, desde la alteridad. E.Dussel arremete con una tarea que sólo esboza, pero que tiene como objetivo demostrar el “mito” oculto detrás de este eurocentrismo, como así también re-configurar una historia mundial muy otra. Tomamos una visión muy clara del filósofo mendocino que muestra cómo Europa, durante mucho tiempo, fue la periferia del mundo musulmán (cuestión olvidada absolutamente por Hegel):  

En el siglo XV, hasta el 1492, la que hoy llamamos “Europa Occidental” era un   mundo periférico y secundario del mundo musulmán. Nunca había sido “centro”  de la Historia. Europa Occidental no se extendía más allá de Viena por el Este, ya que hasta el 1681 los turcos estuvieron junto a sus muros, y de Sevilla en su    otro extremo. La totalidad de sus habitantes, de la Europa latino-germana, no      superaba los cien millones (inferior a la población del solo Imperio chino en su momento). Era una cultura aislada, que había fracasado con las cruzadas al no poder recuperar cierta presencia en un polo neurálgico del comercio Euro-asiático: la conquista del lugar donde se situaba el Santo Sepulcro era, en realidad, el lugar donde el comercio de las caravanas que llegaban a Antioquía desde China (atravesando el Turán y el Turquestán chino) se juntaban con las    vías de comunicación para llegar al Asia tropical, a la India de las especias. Rechazados los europeos de poder controlar el Mediterráneo oriental, tuvieron que permanecer aislados, periféricos del mundo musulmán. (Dussel, 1992: 126)
Hablar en esta situación de una Europa comienzo, centro y fin de la Historia mundial -como opinaba Hegel- es haber caído en una miopía eurocéntrica.   Europa Occidental no era el “centro”, ni su historia había sido nunca el “centro” de la historia. (…) Este hecho de la “salida” de Europa Occidental de los estrechos límites dentro de los cuales el mundo musulmán la había apresado constituye, en nuestra opinión, el nacimiento de la Modernidad. (Dussel, 1992: 128)    

Una cosmovisión originaria posible

Ahora, trataremos de adentrarnos en la búsqueda de una cosmovisión originaria de Abia Yala que dé cuenta de la lógica de una interpretación ancestral americana. Podemos visualizar cómo el Sol representa la fuente de vida fundamental en buena parte de las culturas originarias. Así lo presentaremos:

Este Sol, su nombre 4 movimiento, este es nuestro Sol, en el que vivimos ahora […] El quinto Sol […] se llama Sol de movimiento porque se mueve, sigue su camino.[10]      
“Movimiento” (Y-olli) tiene que ver con “corazón” (Y-ollo-tl) y con “vida” (Yoliliztli). En realidad “vida” significa “movilidad” (…). Vida, para los aztecas, era “movilidad”; el corazón era el órgano que “movía”. El Sol se movía en el cielo siguiendo su “camino” (Iohtlatoquiliz), y “moviendo” o vitalizando todos los seres vivos (los que se mueven por sí). Estos debían dar su vida en sacrificio para que el Sol viviera. Era un círculo vital sacrificial. (Dussel, 1992: 144)

Los aztecas afirmaban que el origen absoluto y eterno no era el “Uno” sino el “Dos” (Ome). En los comienzos, la dualidad azteca estaba representada en Omeyocan (el lugar de la Dualidad) situado en el cielo trece. Allí vivía Ometeótl (Divina-Dualidad) o simplemente Oméyotl (Dualidad). Para los tlamatinime (sabios –“filosofos”-originarios) el origen es co-determinado, siguiendo la metáfora de una mujer-varón. Para estos sabios sólo la “flor y canto”, o sea, la posibilidad de comunicarse con la divinidad en una comunidad de sabios, representa lo único verdadero en la tierra (helli in tlaliticpac).

Queremos expresar nuevamente una consecuencia sustancial que ha tenido el desarrollo de la idea de razón y la concomitante distinción entre sujeto y objeto propio del pensamiento occidental cristiano. En primer lugar, observamos que el devenir de esta división ha generado la posibilidad de “vivir un mundo muerto”, de acceder a un espacio que no habla, que no se mueve con nitidez, que no siente; básicamente, que no se comporta como un sujeto-antropocéntrico. Así se puede expresar:

La ruptura ontológica entre la razón y el mundo quiere decir que el mundo ya no es un orden significativo, está expresamente muerto. La comprensión del mundo ya no es asunto de estar en sintonía con el cosmos, como lo era para los pensadores griegos clásicos… El mundo se convirtió en lo que es para los ciudadanos el mundo moderno, un mecanismo desespiritualizado que puede ser captado por los conceptos y representaciones construidos por la razón.[11]

Por otro lado, un pueblo vecino al azteca como el tojolabal[12] asume una cosmovisión muy diferente a la razón y muy similar a la de sus vecinos originarios. Como parte de esta cosmovisión originaria de Abia Yala a la que hemos adherido, la distinción que mencionáramos con anterioridad (sujeto-objeto) no tiene existencia en la forma de vida ni en la lengua tojolabal. Carlos Lenkersdorf en su trabajo sobre Los hombres verdaderos, analiza la vida tojolabal basándose en un lectura de lingüística-alternativa, poniendo atención en las muchas manifestaciones que tiene la lengua y la clara representación de la vida social que vive en ella. C.Lenkersdorf explica que la palabra sujeto no existe en tojolabal por lo que tampoco existe la palabra objeto; él observa que la relación que se establece en la comunidad tojolabal (y, por ende, en la lengua) es intersubjetiva. La palabra que se puede asimilar a sujeto en tojolabal es la palabra corazón. Un diálogo explica esta cosmovisión.

Mira, hermano, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven. Aquí el reloj que traes tiene corazón. Lo ves porque camina, se mueve. Las flores, las plantas, la milpa tiene corazón. Por eso, tenemos que visitarla, platicarles y esperar que nos platiquen. Tal vez tú no lo ves ni entiendes sus palabras. Ya es otra cosa que tu reloj. Pero te digo, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven aunque tú no te das cuenta. Mira esta piedra que nos sirve de banco. También ella tiene corazón. Los ojos no te lo dicen, tampoco lo oyes ni lo sabes, porque no ves cómo vive, cómo se mueve. Tú no sabes cómo vive. Otra vez te digo, no lo ves ni lo sientes. Pero sí vive. Sí se mueve aunque muy, muy despacito. Otra vuelta te lo digo. Vive. Tiene corazón. Créeme.[13]

Estas fueron las palabras que nos entregó el hermano Chepe. Lo intersubjetivo podría traducirse a entrecorazones. La vida de la cosmovisión tojolabal se da entrecorazones y resulta ser muy diferente a la mirada occidental-cristiana-sujeto-propiedad-objeto. Para los tojolabales resulta natural entender que cada elemento de nuestro planeta tiene vida y eso nos obliga a respetar todas las formas de existencia. Además, quita al ser humano del centro de las formas de interpretaciones del mundo, llevándolo a un lugar que es parte-igual en la naturaleza. “Nosotros, mujeres y hombres, no somos tan particulares, puesto que no hay nada sin vida. Por ello, estamos ubicados en medio de muchos, muchos hermanos que viven y nos acompañan. Todos formamos una gran comunidad. Nosotros no representamos el centro ni la cúspide de todas las cosas. Somos compañeros entre compañeros. Iguales entre iguales. No estamos solos ni abandonados. Siempre estamos en compañía.”[14]

Existe una circularidad en buena parte de las interpretaciones de pueblos originarios en relación a la experiencia vivida. Hay un “retorno”, un tiempo que vuelve y se re-significa en un “presente”. Pero, en la medida en que este relato no tiene en cuenta una “historia-lineal”, lo que en realidad sucede es que todos los “pasados-presentes” tienen la cualidad de actualizarse en este tiempo de vivencias. La astrología y ciertas interpretaciones del contacto-comunicativo con la naturaleza hacen posible una serie de augurios y pronósticos vinculados con la vida. En la circularidad del tiempo originario la posibilidad de conocer acontecimientos “futuros” es exactamente la misma que la de acceder a hechos del “pasado” a partir de una lectura “presente”. El segundo-presente en donde se realiza el intercambio de información, teniendo en cuenta el retorno-circular, lleva consigo una exacta acumulación de “presentes-pasados” y explicaciones “futuras”. Lo que se “ve” no es el “futuro”, sino la posibilidad de actualizar un nuevo retorno en un momento presente que se vuelve eterno.

Esto no tuvo tiempo de ser explicado. Una brutal distancia existía entre los tlamatinime y los cristianos venidos de España. “Se cuenta que a tres tlamatinime de Echécatl, de origen tezcocano, los comieron los perros. No más ellos vinieron a entregarse. Nadie los obligó. No más venían trayendo sus papeles con pinturas [‘códices’]. Eran cuatro, uno huyó; tres fueron atacados, allá en Coyoacán.”[15] Es difícil de imaginar el nivel de soberbia de aquellos españoles y la humillación por la que pasaron estos “pensadores” originarios. E.Dussel cuenta sobre un encuentro entre tlamatinimes y doce frailes franciscanos venidos de España. De esta manera lo describe:

Era un diálogo entre “la razón del Otro” y el “discurso de la Modernidad” naciente. No había simetría: no era una “comunidad de argumentación” en situación ideal, ya que unos eran los vencidos y otros los vencedores. Además, y contra lo que pudiese pensarse, el saber de ambos argumentantes tenía diferente desarrollo. El de los tlamatinime conservaban el alto grado de sofisticación de Calmécac. Los frailes, aunque muy escogidos y excelentes religiosos, no tenían el nivel formal de los aztecas. (Dussel, 1992: 170)
En aquel momento histórico, los tlamatinime construyeron una pieza estricta del arte retórico (“flor y canto”), plena de belleza y lógica, dividida en seis partes. [En la numeración de León Portilla: 1. Introducción retórica, 2. Preparación a la respuesta a la propuesta de los frailes, 3. Planteo central de la cuestión a ser debatida, 4. Argumentos para probar la conclusión a la que quieren llegar los tlamatinime: a) De autoridad, b) De coherencia existencial, c) De antigüedad; 5. Conclusión: no podemos abandonar nuestras normas de vida y 6. Corolario: “haced con nosotros lo que queráis”.] (Idem: 171)

En relación al punto 1. Introducción retórica, una parte de él dice: “Señores nuestros, muy estimados señores: Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra. Aquí, ante vosotros, os contemplamos, nosotros gente ignorante.” (Idem, 171) Esta ignorancia no es una ignorancia cualquiera, sino que es timacevalti: justo aquello que se tiene desde la sabiduría (de esta manera lo explicaba Nezahualcoyotl). “¿Acaso hablamos algo verdadero aquí, Dador de Vida? Sólo soñamos, sólo nos levantamos del sueño, sólo es un sueño. ¡Nadie habla aquí verdad!”[16]

Es posible que, en la actualidad, exista un “nuevo Dios”. Y ese nuevo dios no deja de exigir el sacrificio de hombres y mujeres, de montes y montañas; y de ríos y mares. Es un nuevo dios que lo absorbe todo, lo consume todo y lo acumula todo. No parece tener otro mandamiento que no sea aquel que dice: “no importa qué cosas sucedan, mantendrás o aumentarás la tasa de ganancia vigente”. De la siguiente manera lo presenta nuestro autor:

Un “Nuevo Dios” amanece en el horizonte de una nueva época, comienza en el cielo su camino triunfal, no ya bajo el signo sacrificial Huitzilopochli, sino ahora bajo el reinado del “mito sacrificial de la Modernidad”: el capital en su época dineraria –siglos XVI y XVII bajo el mercantilismo hispano y después holandés, para en el siglo XVIII adquirir su rostro industrial en Inglaterra, o en el siglo XX el transnacional en Estados Unidos, Alemania o Japón: metamorfosis de un nuevo “fetiche”-. (Idem: 178)
“El capital es trabajo muerto que sólo se vivifica, a la manera del vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa.”[17] El descubrimiento de las comarcar auríferas y argentíferas de América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Occidentales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras, caracterizan los albores de la era [llamada por Dussel “El Sexto Sol”] de la producción capitalista.[18]

En otro trabajo hemos podido rastrear las formas de organización indígena, la educación bilingüe que se imparte en muchas comunidades, las economías sustentables respetuosas de la naturaleza y su incansable lucha por el reconocimiento de sus modos de vida, de su cosmovisión y su espíritu.

Para finalizar, queremos aclarar que confiamos en la mayor parte de la propuesta que hace Enrique Dussel en 1492. El encubrimiento del otro, pero no podemos dejar de notar ciertos “deslices” relacionados con la utilización del concepto de “razón” y el de “racionalidad”; de igual modo, su constante necesidad de demostrar que los pueblos originarios poseían algún tipo de dominio sobre la “filosofía” que era ejercida por los tlamatinime (especie de “filósofos”). Aunque E.Dussel discute con otros intelectuales europeos y norteamericanos en relación a estos puntos, no deja de ser sospechoso su cuasi-intento de legitimación de lo originario a partir de estos conceptos “europeos”. En un momento de su argumentación, el filósofo mendocino comienza a analizar los “grados” de “racionalidad” de la actitud de Moctezuma ante la invasión española (encabezada por Cortés). Aunque la palabra “racional” aparece entre comillas, no deja de sorprender la cantidad de veces que el autor la utiliza ni tampoco el aura de legitimidad con la que es rodeada. La necesidad de mostrar a los tlamatinime como “filósofos aztecas” acrecienta nuestra desconfianza. Luego, al hablar de las decisiones de Moctezuma, dice: “Eran racionales y las más convenientes, si se toma en consideración el ‘mundo’ de Moctezuma y no se proyecta sobre él la perspectiva eurocéntrica.” ¿Esta reiteración de “lo racional” como legitimador de discursos y decisiones y, por otro lado, su argumentación sobre la posibilidad de una figura como la del “filósofo azteca” no iría en contra de su propia tesis? (o, por lo menos, ¿no demostraría un basamento eurocéntrico?) 

Bibliografía General

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[1]    Ginés de Sepúlveda, “De la justa causa de la guerra contra los indios” – FCE, México, 1987, p.153 en Dussel, E.; op. cit., p.85.
[2]    “De Único Modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión” (1536), Capítulo 5, 1; FCE, México, 1975, p.65 en Dussel, E.; op. cit., p. 97.
[3]    Idem, 6,2; p. 431 en Dussel, E.; op. cit., págs. 98-99.
[4]    Hegel, Filosofía de la Historia Universal en Dussel, E.; op. cit., p. 19.
[5]    Hegel, “Die Vernunft in der Geschichte, Zweiter Entwurft” (1830), C, c; en Sämtliche Werke, ed. J. Hoffmeister, F. Meiner, Hamburg, 1955, p. 167; edición castellana en Revista de Occidente, Buenos Aires, 1946, t. I, p.134, citado en Dussel, E.; op. cit., p.20.
[6]    Idem, Anhang, b; págs. 199-200; ed. cast., págs. 171-172, en Dussel, E.; op. cit., p.22.
[7]    Idem, beta; p. 235; ed. cast., p.201 en Dussel, E.; op. cit, p.24.
[8]    Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte, en Werke, Suhrkamp , Frankfurt, t.12, 1970; ed. cast., t.II, p.346.
[9]    Idem, p. 347.
[10]  León de Portilla, “La filosofía náhuatl”, págs. 103 y 333, en Dussel, E.; op. cit., p.144.
[11]   Frédérique Apffel-Marglin, “Introduction: Rationality and the World”, en Frédérique Apffel-Marglin y Stephen A. Marglin, Decolonizing Knowledge. From Development to Dialogue, Clarendon Press, Oxford, 1996, p. 3 citado por Lander, Edgardo; Ciencias Sociales: saberes coloniales y eurocéntricos, p. 15.
[12]  Tojol ab al no quiere decir otra cosa que idioma verdadero, lengua auténtica o algo por el estilo.
[13]  Lenkersdorf, Carlos; Los hombres verdaderos: Voces y testimonios tojolabales. Lengua y sociedad, naturaleza y cultura, artes y comunidad cósmica, 3.1.4.1. El testimonio del hermano Chepe, pág. 70. (El autor tradujo este testimonio del tojolabal).
[14]  Idem, pág. 71.
[15]  Ms. Anónimo de Tlatelolco – León Portilla, “El reverso de la conquista”, p.35, citado en Dussel, E.; op. cit., p. 169.
[16]  Ms. Cantares Mexicanos, fol. 17, r; León Portilla, op. cit., p.60, citado en Dussel, E.; op. cit., p.171.
[17]  Karl Marx, “El Capital I”, cap. 3, 1 (1867) (ed. castellana Siglo XXI, México, t. I/1, págs. 279-280; ed. alemana MEGA II, 5, p.179) en Dussel, E.; op. cit., p.179.
[18]  Idem, I, 6 (I/3, p.939: MEGA II, 5, p.601) en Dussel, E.; op. cit., p.179. “El clásico santo del cristianismo mortificaba su cuerpo para la salvación de las almas de las masas; el educado santo moderno mortificará el cuerpo de las masas para la salvación de su propia alma.” Marx, K. y Engels, F.; “El movimiento contra la Iglesia. Sobre la religión”, ed. cit., p. 111, en Marx, K. y Engels, F.; Sobre el arte, p. 170.


1 comentario:

  1. Hola! Bastante interesante el análisis. Me toco dar este material en un parcial, una de las preguntas que me realizaron fue: "¿Por que el mito se considera un mito?"... no supe responder... :/

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