(Por Atilio A. Boron)
Aprovechando la presencia de un numeroso grupo de intelectuales (latinoamericanos y caribeños, amén de algunos europeos y estadounidenses invitados para participar en la Feria del Libro de La Habana) Fidel los convocó para intercambiar ideas sobre la actualidad internacional. La reunión dio comienzo poco después de las 13 horas del viernes, en una sala del Palacio de las Convenciones de La Habana y, retomando un viejo hábito del líder histórico de la Revolución Cubana, se extendió hasta bien pasadas las 22 horas. Flanqueado por el Ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro, el Comandante demostró, a lo largo de algo más de nueve horas, que su privilegiado cerebro conserva todos los atributos que le dieron justa fama. Animados por Prieto, los participantes pidieron la palabra luego de que se invitara a Ignacio Ramonet a que abriera fuego con un análisis sobre la situación del periodismo en el mundo actual. Fiel a su costumbre, Fidel escuchaba atenta y respetuosamente cada una de las intervenciones, anotaba sus impresiones y con delicadeza lanzaba incisivas preguntas a los expositores, en lo que Frei Beto calificó como un ejemplo del riguroso “examen de conciencia” que los jesuitas la habían inculcado como norma a Fidel en su juventud. Cuando Érika Silva, Ministra de Cultura del Ecuador expuso la propuesta de Rafael Correa de no explotar el petróleo que yace bajo la maravillosa reserva natural de Yasuni-ITT a cambio de una compensación parcial de los países desarrollados, el Comandante preguntó: ¿cuántos kilómetros cuadrados, en que parte de la Amazonía, cuántos barriles hay, cuánto exige el gobierno, qué gobiernos han respondido, con cuánto? Su pasión por la exactitud, esa que lo llevó a calcular milimétricamente los hombres, armas, municiones y vituallas que podía llevar el Granma, sigue intacta desafiando el paso de los años. Cuando Santiago Alba Rico, “norafricano por adopción”, habló sobre la situación de Túnez Fidel lo escuchó y luego preguntó: ¿qué produce Túnez? Cuando Alba Rico respondió que uno de los principales productos de exportación era el fosfato, la réplica fue una nueva serie de preguntas: ¿cuánto exporta, dónde están los yacimientos, qué otras cosas produce, cuál es la situación del proceso revolucionario, quiénes le abastecen de petróleo?, intercalando en su interrogatorio observaciones de su cosecha acerca de los principales productores mundiales de fosfato, los usos alternativos de ese recurso, y se divertía cuando se le decía que el aceite de oliva de Túnez era el mejor del mundo y que fabricantes italianos y españoles lo compraban a granel para luego exportarlo como si fuera propio. Todo este intercambio de informaciones puntuales se daba en un clima en el cual Fidel, además, hacía gala de su agudo sentido del humor.
Lo del viernes pasado había tenido un anticipo cuando una semana antes prolongó durante unas seis horas la presentación del fascinante libro de Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro. Guerrillero del Tiempo. Ahora volvía a las andadas tomándose todo el tiempo del mundo para pasar revista a la situación internacional y demostrando una vez más su meticuloso seguimiento de los principales asuntos mundiales. Imposible reseñar la veintena de intervenciones que abordaron los más diversos temas y que suscitaron sus incisivas observaciones: desde las posibilidades abiertas por la Internet y las nuevas tecnologías de la comunicación (especialmente la telefonía móvil y la televisión satelital) para potenciar las luchas revolucionarias hasta los peligros que entraña el férreo control que el imperio pretende ejercer sobre esas tecnologías, pasando por las amenazas que se ciernen sobre la sobrevivencia de nuestra especie (que Fidel proféticamente denunciara hace veinte años en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río), hasta la situación política de diversos países, el devastador “monocultivo de las mentes” (Pérez Esquivel), la necesidad de una tricontinental de las ideas, la búsqueda frenética de nuevas fuentes de energía, la devastación producida por el extractivismo de la megaminería, el monocultivo y la destrucción de los bosques nativos, la crisis del agua y, como no podía estar ausente, la delicada situación en Medio Oriente y las terribles consecuencias que podría desencadenar un ataque a Irán, un país de 74 millones de habitantes acosado por Estados Unidos, su gendarme israelí armado con unos 300 cohetes nucleares y las viejas potencias colonialistas europeas. Temas tales como las nuevas tecnologías de la guerra, el origen del universo y las teorizaciones de Stephen Hawking al respecto y la posible destrucción del planeta tierra por el carácter inherentemente predatorio del capitalismo y la voracidad del imperialismo se mezclaban con análisis puntuales en todos los cuales era imposible sorprender a Fidel desinformado. Tuvo un momento para también referirse a la situación de las Malvinas, diciendo que “con su actitud Cameron le ha hecho un favor a la Argentina y toda América Latina. Los ingleses no tendrán más remedio que negociar y luego irse.” Cuando al cabo de seis horas –interrumpidas por un breve intervalo- a pedido de los médicos de Fidel Eusebio Mujal León, el brillante historiador de la ciudad, propuso que se diera por concluida la reunión el Comandante quiso saber cuántos estaban en la lista de oradores y contrariando la sugerencia de sus médicos dispuso que se hiciera un breve receso para luego retomar el encuentro y poder escuchar a todos. Se procedió de ese modo solicitándosele luego a Frei Beto un comentario final en donde el dominico brasileño agradeció en nombre de los presentes la paciencia y la capacidad de escuchar y dialogar puesta una vez más en evidencia por Fidel. Parecía que era el final, pero no: el Comandante agradeció la intervención y, ante el asombro generalizado por el entusiasmo y la vitalidad del anfitrión, el incansable guerrillero dijo que quería compartir con los presentes algunos cables que le habían llamado la atención en los últimos tres días. No sólo eso: lo que siguió fue un fascinante análisis de la coyuntura geopolítica internacional, rica en matices y detalles, y una convocatoria a no bajar los brazos en la lucha por la justicia, la dignidad, la libertad y la democracia. Aludió así a una pregunta que había quedado flotando en el ambiente, acerca de si los desafíos planteados por una situación tan peligrosa como la actual nutrían el pesimismo o albergaban todavía algún soplo de esperanza. La respuesta de Fidel fue coherente con su trayectoria: “aunque nos digan que al planeta le quedan apenas diez años de vida” –señaló con enjundia- “nuestra deber es seguir luchando hasta el fin.” Dicho esto se marchó, dejando entre quienes tuvimos la fortuna de asistir a una tan inesperada como increíble remake histórica la sensación de que Fidel y el tiempo, esa deslumbramiento que comparte con Hawking, eran viejos amigos y que a diferencia del común de los hombres lo podía recorrer para adelante y hacia atrás a su antojo. El viernes el Quijote del Caribe decidió volver sobre sus pasos y regresar treinta o cuarenta años atrás. Y lo hizo con la frescura y la agilidad mental de siempre, como si el tiempo no hubiera pasado.
Tomado de aquí.
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