golpean sus hojas,
golpéanse unos a otros.
La brisa los corre,
los hace movibles,
los acaricia duramente.
Los árboles firmes,
aunque nunca quietos,
reciben estoicos los versos de marzo.
El sonido abraza a toda la planicie.
Los niños observan el dulce tronar.
El sol en su vida acompaña el movimiento.
Los álamos verdes,
golpean sus hojas,
golpéanse unos a otros.
El niño pequeño,
que ha visto a la vida nacer de los prados,
hace como si el mundo ése no pasara;
pero sabe,
tan lleno de dicha,
que todo lo vivo vive en su alma,
y toda su alma no es suya ni del viento…
es la colección antigua de un viejo pueblero,
esa que reza:
“has vuelto a tu lecho,
te has hecho de espinas,
vive la canción con plena algarabía,
es amor tu canto
niño de los Prados,
es amor tu rezo
niño de los credos,
es amor tu espada…
niño de la nada.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario