así como dice Cortazar, yo pienso en el cuento imposible. El cuento sin personajes, sin novelas, sin palabras. Pienso en el cuento que te reclama tu atención pero que, cuando la tiene, no sabe para qué cornos la ha reclamado. Pienso en las vorágines del campo y en las vacas deseosas de exportar su leche para acrecentar las arcas de su amo. Y pienso en los árboles envidiosos de palillos, amantes de su propio desmonte y conocedores de la futura soja transgénica. También pienso en los lagos que todavía son y alimentan. Y en los suburbios que guardan un amor de calle, de zaguán, de parado. Y el apuro por terminar de decirte que todavía soy, aunque sólo te esté escribiendo desnuda, aunque el silbido alejado de estos presentes busque un aire que está teñido de ausencia. Pero no desespero por esto que digo, claro que no. Busco cómplice de tu encuentro alguna parodia o un chiste bajo para arrancarte una sonrisa. Busco la posibilidad de que, tal vez, todo esto de la vida no sea un absurdo. Encuentro por eso tu cara cerca de la mía. Aseguro la transacción justa en el momento justo. Acierto al decirte que he practicado las idas y vueltas al barrio reo, aquel que ha visto nacer a profetas y arrabales por partes iguales. Me extraña que al leer esto, todo lo otro se te olvide. Pero no me molesto por eso… es común que así suceda.
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