Estas preguntas con sus
respectivas respuestas han sido tomadas del libro de Pedro Brieguer: “El
conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas” (Buenos Aires, Capital
Intelectual, 2011)
2) ¿Qué fue lo que alteró la convivencia de siglos entre judíos y
árabes?
La historia de los judíos y los
árabes fue durante siglos una relación entre comunidades religiosas. Como la
mayoría de los árabes profesan el islam, su relación hacia los judíos era –y aún
es- en función de su pertenencia religiosa individual y comunitaria. Hay que
aclarar también que la mayoría de los musulmanes no son árabes, y ni siquiera hablan
el idioma árabe, salvo cuando rezan, y que el país musulmán más numeroso es
Indonesia, que no es árabe, como tampoco lo son Turquía o Irán. Pero como el
islam nació en tierras árabes se suele confundir el islam con lo árabe.
El islam se desarrolló tomando
muchos elementos de la religión judía, incluso sus profetas, que también
venera, como Abraham o Moisés. Sin embargo, la historia del islam como la de
casi todas las religiones es muy contradictoria. En muchos de sus textos
sagrados o dichos de sus teólogos se puede encontrar frases elogiosas hacia los
judíos, pero también otras denigrantes.
Sería incorrecto ofrecer la
imagen idealizada de una relación armónica entre judíos y musulmanes, porque
hubo problemas a lo largo de la historia. Sin embargo, hay que destacar que en
el mundo islámico no hubo nada parecido a la expulsión masiva de judíos que se
produjo en España durante el reinado de los reyes Fernando e Isabel a fines del
siglo XV en el marco de lo que fue conocido como la Santa Inquisición. Tampoco nada
parecido a las persecuciones y matanzas de judíos en Rusia durante el siglo XIX
y comienzos del XX, que convirtieron a la palabra progrom, de origen ruso, en sinónimo de persecución y masacre
contra judíos. Más aún, el término antisemitismo,
entendido como el odio hacia los judíos, es de origen europeo y ni siquiera
tiene un equivalente en el idioma árabe. Y mucho menos hubo en lugares
habitados por una mayoría musulmana algo comparable a la barbarie moderna,
industrial y planificada del exterminio de judíos en Europa durante el
holocausto nazi con sus campos de concentración, que eliminaron a unos seis
millones de judíos.
La convivencia de judíos y árabes
se vio alterada en el Medio Oriente a fines del siglo XIX y principios del XX
con la aparición del movimiento sionista, que planteó la creación de un Estado
sólo para judíos en el corazón del mundo árabe e islámico.
5) ¿Es lo mismo antisemitismo que antisionismo?
Aunque algunos historiadores
consideran que la definición de antisemitismo
debe utilizarse sólo pare el odio y/o persecuciones contra todos aquellos de
origen semita, es comúnmente aceptado que se la entienda como el odio hacia los
judíos. El antisionismo, por
definición, es la oposición política a la ideología del sionismo. Hasta la
creación del Estado de Israel en 1948, el antisionismo era patrimonio casi
exclusivo de los judíos que no consideraban que sus problemas históricos se
resolverían por medio de la creación de un Estado judío. Algunos consideraban
que los judíos debían integrarse y asimilarse en los países en los que vivían,
perdiendo su identidad particular y adoptando aquella de la mayoría que los
rodeaba. Otros, desde posiciones de izquierda, consideraban que el socialismo y
la igualdad de los pueblos eliminarían todo tipo de discriminación, también
aquella contra los judíos. Y también había religiosos que decían que había que
esperar la llegada del Mesías, pues sólo éste lograría la redención del pueblo
judío.
Después de la creación del Estado
de Israel estos conceptos se mantuvieron desde lo ideológico, pero la expulsión
de los palestinos en 1948 y la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967
aumentaron el rechazo a las políticas de Israel en muchos sectores de
izquierda. Sin embargo, no es menos cierto que –en muchos casos- se diluyen las
diferencias entre las críticas hacia Israel y hacia los judíos en general. Las
caricaturas sobre Israel publicadas en numerosos diarios, especialmente árabes,
retoman los estereotipos clásicos del judío sátrapa “sediento de sangre” que
intenta dominar al mundo, tal como era retratado en los libros y panfletos
antisemitas europeos a principios del siglo XX. La línea que separa al
antisionismo del antisemitismo puede ser muy delgada en algunos casos, pero en
otros es muy gruesa porque representa ideas contrapuestas. La mayoría de las
organizaciones de la izquierda europea, por ejemplo, no permiten que grupos
antisemitas –a los cuales rechazan e incluso combaten- participen de sus
manifestaciones contra las políticas israelíes. Es incorrecto desde lo
conceptual y teórico asimilar el antisionismo al antisemitismo. Y tampoco se
puede calificar como antisemita a quien critique a Israel, la política israelí
o incluso cuestiones la existencia misma del Estado de Israel porque piense que
judíos y palestinos deben vivir en un mismo Estado. Pero los gobiernos
israelíes relacionan ambos conceptos deliberadamente para confundir y
descalificar las críticas hacia sus políticas.
56) ¿Qué son los asentamientos que Israel construyó en Cisjordania y
Gaza?
La extraordinaria victoria
militar de la guerra de 1967 en tan solo seis días envolvió a la sociedad
israelí en un clima de euforia nacionalista que parecía no tener límites. Eso
explica, entre otras cosas, la inmediata anexión de Jerusalén oriental a pesar
de la oposición internacional. Si bien el discurso oficial planteaba que la ocupación
de los territorios de Cisjordania y Gaza era algo temporario, hubo un sector de
jóvenes ligados a partidos de la derecha nacionalista y religiosa que decían
que esos territorios habían sido “liberados” de los árabes y que les
pertenecían porque allí siempre habían vivido judíos. Entre julio de 1967 y
julio de 1968 se construyeron 14 asentamientos. Lentamente fueron ocupando
casas en algunas de las ciudades más importantes y creando nuevos asentamientos
sobre tierras palestinas. Retomando los ideales sionistas de los años ’30 –y su
terminología- fueron a colonizar los territorios ocupados durante la guerra. Más
allá del reclamo histórico-teológico, el objetivo estratégico era similar al de
los años ’30: ocupar el máximo posible de terreno para poder –el día que se
vieran obligados a negociar- reclamarlos como propios y evitar su devolución. La
metodología era sencilla. Los nuevos “colonos” plantaban bandera en algún
lugar, armaban viviendas y le pedían al ejército que fuera a cuidarlos para que
los palestinos no pudieran desalojarlos. Algunos lugares que comenzaron con 10
individuos hoy se han convertido en verdaderas ciudades de miles de personas
como Ma’ alé Adumim. En 1998, mientras todavía se estaba negociando con los
palestinos, el entonces canciller Ariel Sharon les dijo “muévanse, tomen las
colinas, expandan el territorio. Todo lo que tomen quedará en nuestras manos,
lo que no tomen será de ellos”. Dicho y hecho. En 1997 había 166 mil colonos y
en 2009 ya habían superado los 300 mil. Numerosos
funcionarios del más alto nivel estadounidense dijeron que los asentamientos se
habían convertido en el principal obstáculo para la paz y existen varias resoluciones
de Naciones Unidas que las han calificado de ilegales. Sin embargo, todos los
gobiernos israelíes desde 1968 los han ampliado; aunque cada tanto prometen que
–en aras de conseguir la paz- los van a congelar, algo que nunca sucede.
Si se incluye a los judíos que
viven en los barrios de Jerusalén oriental tomados después de 1967, ya son casi
medio millón de colonos que –además- controlan cerca del 40% del territorio de
Cisjordania con una infraestructura propia que los liga al resto de Israel. Por
esta razón se construyeron numerosas autopistas y túneles –que los palestinos
no pueden usar- para conectar los asentamientos entre ellos y el territorio del
otro lado de la antigua línea verde.
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