jueves, 22 de noviembre de 2012

Conflicto palestino-israelí: tres preguntas y tres respuestas



Estas preguntas con sus respectivas respuestas han sido tomadas del libro de Pedro Brieguer: “El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas” (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2011)

2) ¿Qué fue lo que alteró la convivencia de siglos entre judíos y árabes?

La historia de los judíos y los árabes fue durante siglos una relación entre comunidades religiosas. Como la mayoría de los árabes profesan el islam, su relación hacia los judíos era –y aún es- en función de su pertenencia religiosa individual y comunitaria. Hay que aclarar también que la mayoría de los musulmanes no son árabes, y ni siquiera hablan el idioma árabe, salvo cuando rezan, y que el país musulmán más numeroso es Indonesia, que no es árabe, como tampoco lo son Turquía o Irán. Pero como el islam nació en tierras árabes se suele confundir el islam con lo árabe.

El islam se desarrolló tomando muchos elementos de la religión judía, incluso sus profetas, que también venera, como Abraham o Moisés. Sin embargo, la historia del islam como la de casi todas las religiones es muy contradictoria. En muchos de sus textos sagrados o dichos de sus teólogos se puede encontrar frases elogiosas hacia los judíos, pero también otras denigrantes.

Sería incorrecto ofrecer la imagen idealizada de una relación armónica entre judíos y musulmanes, porque hubo problemas a lo largo de la historia. Sin embargo, hay que destacar que en el mundo islámico no hubo nada parecido a la expulsión masiva de judíos que se produjo en España durante el reinado de los reyes Fernando e Isabel a fines del siglo XV en el marco de lo que fue conocido como la Santa Inquisición. Tampoco nada parecido a las persecuciones y matanzas de judíos en Rusia durante el siglo XIX y comienzos del XX, que convirtieron a la palabra progrom, de origen ruso, en sinónimo de persecución y masacre contra judíos. Más aún, el término antisemitismo, entendido como el odio hacia los judíos, es de origen europeo y ni siquiera tiene un equivalente en el idioma árabe. Y mucho menos hubo en lugares habitados por una mayoría musulmana algo comparable a la barbarie moderna, industrial y planificada del exterminio de judíos en Europa durante el holocausto nazi con sus campos de concentración, que eliminaron a unos seis millones de judíos.

La convivencia de judíos y árabes se vio alterada en el Medio Oriente a fines del siglo XIX y principios del XX con la aparición del movimiento sionista, que planteó la creación de un Estado sólo para judíos en el corazón del mundo árabe e islámico.

5) ¿Es lo mismo antisemitismo que antisionismo?

Aunque algunos historiadores consideran que la definición de antisemitismo debe utilizarse sólo pare el odio y/o persecuciones contra todos aquellos de origen semita, es comúnmente aceptado que se la entienda como el odio hacia los judíos. El antisionismo, por definición, es la oposición política a la ideología del sionismo. Hasta la creación del Estado de Israel en 1948, el antisionismo era patrimonio casi exclusivo de los judíos que no consideraban que sus problemas históricos se resolverían por medio de la creación de un Estado judío. Algunos consideraban que los judíos debían integrarse y asimilarse en los países en los que vivían, perdiendo su identidad particular y adoptando aquella de la mayoría que los rodeaba. Otros, desde posiciones de izquierda, consideraban que el socialismo y la igualdad de los pueblos eliminarían todo tipo de discriminación, también aquella contra los judíos. Y también había religiosos que decían que había que esperar la llegada del Mesías, pues sólo éste lograría la redención del pueblo judío.

Después de la creación del Estado de Israel estos conceptos se mantuvieron desde lo ideológico, pero la expulsión de los palestinos en 1948 y la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967 aumentaron el rechazo a las políticas de Israel en muchos sectores de izquierda. Sin embargo, no es menos cierto que –en muchos casos- se diluyen las diferencias entre las críticas hacia Israel y hacia los judíos en general. Las caricaturas sobre Israel publicadas en numerosos diarios, especialmente árabes, retoman los estereotipos clásicos del judío sátrapa “sediento de sangre” que intenta dominar al mundo, tal como era retratado en los libros y panfletos antisemitas europeos a principios del siglo XX. La línea que separa al antisionismo del antisemitismo puede ser muy delgada en algunos casos, pero en otros es muy gruesa porque representa ideas contrapuestas. La mayoría de las organizaciones de la izquierda europea, por ejemplo, no permiten que grupos antisemitas –a los cuales rechazan e incluso combaten- participen de sus manifestaciones contra las políticas israelíes. Es incorrecto desde lo conceptual y teórico asimilar el antisionismo al antisemitismo. Y tampoco se puede calificar como antisemita a quien critique a Israel, la política israelí o incluso cuestiones la existencia misma del Estado de Israel porque piense que judíos y palestinos deben vivir en un mismo Estado. Pero los gobiernos israelíes relacionan ambos conceptos deliberadamente para confundir y descalificar las críticas hacia sus políticas.

56) ¿Qué son los asentamientos que Israel construyó en Cisjordania y Gaza?

La extraordinaria victoria militar de la guerra de 1967 en tan solo seis días envolvió a la sociedad israelí en un clima de euforia nacionalista que parecía no tener límites. Eso explica, entre otras cosas, la inmediata anexión de Jerusalén oriental a pesar de la oposición internacional. Si bien el discurso oficial planteaba que la ocupación de los territorios de Cisjordania y Gaza era algo temporario, hubo un sector de jóvenes ligados a partidos de la derecha nacionalista y religiosa que decían que esos territorios habían sido “liberados” de los árabes y que les pertenecían porque allí siempre habían vivido judíos. Entre julio de 1967 y julio de 1968 se construyeron 14 asentamientos. Lentamente fueron ocupando casas en algunas de las ciudades más importantes y creando nuevos asentamientos sobre tierras palestinas. Retomando los ideales sionistas de los años ’30 –y su terminología- fueron a colonizar los territorios ocupados durante la guerra. Más allá del reclamo histórico-teológico, el objetivo estratégico era similar al de los años ’30: ocupar el máximo posible de terreno para poder –el día que se vieran obligados a negociar- reclamarlos como propios y evitar su devolución. La metodología era sencilla. Los nuevos “colonos” plantaban bandera en algún lugar, armaban viviendas y le pedían al ejército que fuera a cuidarlos para que los palestinos no pudieran desalojarlos. Algunos lugares que comenzaron con 10 individuos hoy se han convertido en verdaderas ciudades de miles de personas como Ma’ alé Adumim. En 1998, mientras todavía se estaba negociando con los palestinos, el entonces canciller Ariel Sharon les dijo “muévanse, tomen las colinas, expandan el territorio. Todo lo que tomen quedará en nuestras manos, lo que no tomen será de ellos”. Dicho y hecho. En 1997 había 166 mil colonos y en 2009 ya habían superado los 300 mil. Numerosos funcionarios del más alto nivel estadounidense dijeron que los asentamientos se habían convertido en el principal obstáculo para la paz y existen varias resoluciones de Naciones Unidas que las han calificado de ilegales. Sin embargo, todos los gobiernos israelíes desde 1968 los han ampliado; aunque cada tanto prometen que –en aras de conseguir la paz- los van a congelar, algo que nunca sucede.

Si se incluye a los judíos que viven en los barrios de Jerusalén oriental tomados después de 1967, ya son casi medio millón de colonos que –además- controlan cerca del 40% del territorio de Cisjordania con una infraestructura propia que los liga al resto de Israel. Por esta razón se construyeron numerosas autopistas y túneles –que los palestinos no pueden usar- para conectar los asentamientos entre ellos y el territorio del otro lado de la antigua línea verde.






        

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