A casi dos meses del anterior cacerolazo, ayer se repitió la protesta
opositora. Preparada con más tiempo, la concurrencia fue mayor, aunque
no pareció ampliarse su base social. Hubo réplicas en los barrios, en el
interior y el exterior.
Por Fernando Cibeira
A
casi dos meses del anterior cacerolazo, la protesta opositora de ayer
ganó en masividad, aunque perdió algo de sorpresa. Las características
se mantuvieron: la diversidad de consignas casi que se multiplicó por la
cantidad de concurrentes. En un rápido recuento, al tope podría
ubicarse el reclamo por la inseguridad y el rechazo a la re-reelección
presidencial. El centro neurálgico del cacerolazo fue alrededor del
Obelisco y luego en la Plaza de Mayo. La protesta se replicó en esquinas
de algunos barrios porteños y en las capitales de varias provincias,
así como a lo largo de la jornada hubo grupos de argentinos protestando
en distintos puntos del exterior. El Gobierno no hizo anoche
evaluaciones públicas de la protesta mientras que el ranking de los
políticos opositores que marcharon fue encabezado ampliamente por los
macristas.
Según los cálculos del gobierno porteño hubo 700 mil asistentes, curiosamente la misma cifra que auguraban los dirigentes macristas en los días previos. De acuerdo con el gobierno nacional, la concurrencia rondó entre los 70 y los 100 mil manifestantes.
Santa Fe y Callao, virtual sede del antikircherismo capitalino, funcionó una vez más como punta de lanza. Ya antes de las 19, una hora antes de lo pautado, como si se salieran de la vaina, grupos de manifestantes comenzaron a caminar por Santa Fe hacia la 9 de Julio. “Boluda, el pibito que conocimos el otro día por Facebook me dijo que venía al 8N”, le avisaba una amiga a la otra, feliz por la perspectiva en el arranque. En la esquina vendían merchandising anti K. Calcomanías y remeras a 50 pesos: una K tachada o la leyenda “No somos militantes ni soldados de nadie”.
En Santa Fe al 1600, desde un balcón del segundo piso, un hombre arengaba por micrófono. “Estamos en contra de la corporación política, viva la participación directa”, decía. Por momentos, los que pasaban lo aplaudían. Un par de cuadras más allá, la camioneta de La Solano Lima, agrupación que se referencia en el legislador macrista Cristian Ritondo, repartía caretas blancas que tenían “7D” en la frente y una cruz de censura en la boca y otras similares a las del grupo hacker Anonymous.
Como se habían pedido a través de las redes sociales en la larga preparación que tuvo esta protesta, los manifestantes concurrieron con banderas argentinas y se buscó que esta vez no resaltaran leyendas ofensivas contra Cristina Kirchner. En cuanto a consignas, la tendencia al “arma tu propia pancarta” daba para todo. “Estamos fuera del mundo”, “Defendamos el derecho de los discapacitados”, “Examen psiquiátrico a los candidatos”, “Jueces garantistas = inseguridad”, hasta hubo quien apuntó una frase del poeta inglés Alexander Pope: “Las palabras son como las hojas, cuando abundan hay poco fruto entre ellas”, se supone que dirigida a la Presidenta.
Una nueva consigna, bastante exitosa, estuvo centrada en la situación de la Fragata Libertad, embargada por un fondo buitre en Ghana. Hasta hubo un colectivo más o menos disfrazado de fragata. La variedad de lemas era infinita; la única convergencia entre los asistentes fueron sus ganas de manifestarse contra el Gobierno.
En la 9 de Julio, grupúsculos políticos buscaban pescar en río revuelto. El Partido Liberal Libertario, que propone “disponer de tu sueldo”, había instalado una radio libre. El Partido Popular de la Reconstrucción sostenía “Aborto y droga legal o ilegal matan igual”. Algunas habían llevado camionetas con parlantes que ofrecían a los manifestantes para que se expresaran. Una de estas camionetas tenía un cartel en el parabrisas: “Enough is enough, Ms Cristina”. Había otras pancartas en inglés. “Stop Corrupción”. “Go, Kristina, Go”. Eran mayoría las que repartían la moyanista Organización de Trabajadores Radicales contra la “re-re” o reclamando que no haya “impuestos al sueldo”.
Los manifestantes, en número significativo, se percibían de clase media para arriba. Incluso, era notorio cómo la gente bajaba en torrente desde Santa Fe hacia Corrientes, en tanto que desde el sur la asistencia era más raleada. En los alrededores del Obelisco, iluminado con la consigna “Unidos y en libertad”, podía distinguirse a algunos políticos, casi todos pertenecientes al macrismo o al afín grupo Gapu. La postura general fue que el gobierno nacional debía “prestar atención” al reclamo de los asistentes. Federico Pinedo, Paula Bertol, Sergio Bergman, Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo, varios funcionarios del PRO como Néstor Grindetti y Daniel Chain, los ruralistas Mario Llambías y Luciano Miguens, el piquetero Raúl Castells o el dirigente ultraderechista Alejandro Biondini fueron algunos de los concurrentes.
Hubo quienes se le acercaron para decirle que no tenían nada que hacer ahí. Igual que en el cacerolazo del 13 de septiembre, se respiró un tufillo antipolítico. “Basta de políticos chantas, parásitos, ineptos y chorros”, decía una gran bandera.
Una particularidad de la protesta fue la réplica en el exterior. Por razones de husos horarios, el primer cacerolazo fue en Sydney, Australia. Luego se reportaron protestas desde Madrid, Barcelona, París, Roma, Viena, Londres, Nueva York y Miami, entre otros sitios.
Hasta anoche, la Casa Rosada no había hecho evaluaciones sobre la protesta. Cristina Kirchner encabezó un acto al mediodía en Ezeiza. “Los verdaderos dirigentes se conocen en los peores momentos”, fue la frase que se destacó de su discurso, cuando recordó a Néstor Kirchner.
Tomado de aquí.
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