A veces digo una tontera. Otras, mancho vidrios con sangre azul de lagartos. Lo cierto, o medianamente cierto a la hora de acatar las barreras, es que no todas las estrellas son agujeros, aun cuando suenen tiros en las cáscaras de paredes desolladas, y las fechas se derrumben con otras y siempre que se llega a la nota más alta, los trenes se detienen a rezar. Entonces nos ponemos todos de rodillas, e intentamos cicatrizar la homofilia.
Cuando ya ha pasado el tractor por encima de los surcos, y las cenizas se han hecho parte de los poros, sólo queda asumir que los fantasmas rondan las cosas y los cuerpos, y que ni la música ni la poesía pueden extirparlos de raíz sin el consentimitno y la ayuda de las manos reposadas. Y, aunque profundamente heridas, en la forma y en el fondo, mis manos están quietas, y han sabido respirar en la superficie los fragmentos de aire necesario para que la vida sea eterna en cinco minutos.
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