Toda la vida había esperado la explicación de la muerte,
y ella, la muerte, supina, apareció sin apuro,
seca en su semblante, muda en su voz,
sólo tomó aquello que le correspondía y se fue.
Nada pudo saber sobre sus misterios.
Nada pudo averiguar sobre la vida que divisó en sus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario