domingo, 18 de octubre de 2009

La luz que era, se apaga...

No hay tiempo,
la defensa del honor está lejana,
ella, parada, muerta,
no hace sino vivir mi vida;
se dejó…
tal vez…
se dejó para siempre.



El halo de muerte la rodea,
no sabe qué hacer ni cómo,
yo la veo, la presiento,
y me entrega al palabrear cerrado;
porque de rencores está lleno el mundo,
y ella es su fiel reflejo.



Luego podemos sentarnos a tomar algo,
luego podemos suponer cariño,
luego podemos hacer de cuenta que es vida lo que sucede;
pero ahora no, no podemos…
su mirada ya no dice,
se mantiene estática, observando, buscando justificación en la vida ajena…
yo
en cambio
borroneo una hoja que acaso me rinda homenaje,
una de las pocas compañías que aún florecen en mi tiempo,
la luz que era, se apaga…

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