Me dices montaña bosqueando espinas,
Como el huracán sin alma del sueño americano,
Tomas prestadas las alas al viento, al creerlas desnudas,
Y te esparces por la tierra hasta desaparecer.
La carne escupida no es tu fiel producto,
Sino la venganza de las estrellas
De nuestra piel rasgada
De nuestra sangre
Que ha alimentado por siglos a la tierra,
A las montañas aladas
A la eternidad salada
Al fuego de tu boca
A tu sucia bandera
A las estrellas.
Infinitas piedras encendidas se alzan en tu contra
Dibujando el fuego eterno
Amante revolucionaria.
Muy bueno! No sé por qué me acordé de Rafael Alberti... Excelente!
ResponderEliminarUn abrazo, hermanos!
Go / enemistar.blogspot.com
gracias, despertando con el pie izquierdo, salu2.
ResponderEliminar