LUNES, 14 de ENERO de 2013
Por: Iroel Sánchez
Este lunes 14 de enero medios de
comunicación de todo el mundo centrarán su mirada en Cuba. Los cambios
anunciados por el gobierno cubano en la política migratoria entran en
vigor este día y lo que ha venido ocurriendo como un proceso de
flexibilización creciente -según fuentes oficiales, el 99,4% de quienes
solicitaron salir del archipiélago en los últimos doce años pudieron
hacerlo- tomará forma definitiva con la eliminación del llamado “permiso
de salida”, la ampliación del tiempo para permanecer en el exterior sin
necesidad de trámites y la flexibilización de las regulaciones para la
relación con su país de origen de aquellos que emigraron anteriormente.
Corren ríos de tinta y muchos millones
de bits en Internet llamando la atención sobre el hecho de que, a partir
de este día, los cubanos podrán viajar libremente a cualquier país del
mundo, con el único requisito de que aquel les otorgue visa. A pocos
sorprende que el gobierno cubano no implemente ningún requerimiento
adicional para viajar a Estados Unidos, desde cuyo territorio se han
organizado actos terroristas que han costado la vida a miles de cubanos,
se implementa un programa para estimular la deserción de profesionales
de la salud formados en Cuba, se destinan más de veinte millones de
dólares al año para el financiamiento de grupos que operan al interior
de la Isla en función de la política estadounidense de “cambio de
régimen” y se impone un bloqueo económico que ha concitado durante
décadas el rechazo abrumador de la comunidad internacional, incluyendo
los propios aliados de Washington.
Mucho menos los que manejan la “lupa
inmensa” para magnificar lo que ocurre en Cuba “cada vez que conviene a
los intereses enemigos”, como dijera el escritor uruguayo Eduardo
Galeano, se detienen ante la evidencia de que con la nueva política
migratoria implementada por las autoridades cubanas Estados Unidos
quedará como el único país de toda América que limita los viajes de sus
ciudadanos, quienes tienen prohibido viajar a la nación caribeña.
Mientras la industria mediática pregunta
al “disidente” tal o más cual -destinatario de los onerosos fondos que
EE.UU. presupuesta para subvertir el orden constitucional cubano- su
opinión sobre las nuevas regulaciones migratorias, nadie habla con los
cientos de millones de norteamericanos que tienen prohibido ir a Cuba.
Tampoco se dice que a los pocos autorizados a hacerlo, el Departamento
del Tesoro de EE.UU. les exige un plan detallado de cada viaje a la
Isla, con la inclusión en cada grupo de viajeros de una persona con
funciones de vigilancia y que en el caso de ser profesores
universitarios contraen la obligación de ser interrogados por abogados
de la universidad antes y después del viaje, además de la firma de una
declaración jurada. Para colmo, todo ciudadano norteamericano que luego
de cumplir con esos requisitos logre poner un pie en Cuba está sujeto a
unos límites de gasto diario y tiene prohibido regresar a su país con
cualquier souvenir cubano, aunque sea un simple tabaco.
Los grandes medios no entrevistarán a
uno sólo de los estadounidenses cuyos derechos constitucionales de
viajar a Cuba son violados, ni desplegarán el titular que bajo las
reglas del periodismo -el clásico hombre que mordió al perro- deberían
publicar: “EE.UU. único país de América que limita los viajes de sus
ciudadanos”, porque como diría Galeano, en situaciones como estas “la
lupa se distrae y no alcanza ver otras cosas importantes y que los
medios de comunicación no hacen por informar”.
Tomado de aquí.
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