Te tengo amor, Soledad en mi garganta.
Como una pastilla gruesa te quedaste ahí.
Te tragué religiosamente, con luz verde,
te metiste como un insecto fugaz,
como un obús floreado.
Por eso te quiero, amor, porque estás dentro,
porque aunque salgas a trabajar y te canses,
siempre regresas antes que yo.
Por eso te guardo amor, sagrada y fértil,
porque la comida recalentada siempre es más
sabrosa con la humedad de tus manos
dentro de mi garganta.
Yo sé que no te importa haber perdido la sombra
y que sólo puedas reflejarte
en los espejos rotos.
Pero tienes mi consuelo arduo, el consuelo
del bautizado,
de estar siempre alumbrada
con una lámpara de interrogatorio
que tú misma energizas con el dínamo desgastado.
Estás a salvo en mi garganta
y yo te hablo hacia adentro.
Espérame de nuevo, que ya llego.
Todas las noches me pido permiso
y me meto adentro de mi garganta, me sumerjo
y te beso, te abrazo,
te paso la lengua por tu garganta
para limpiarte toda la rabia.
Quédate balanceándote iluminada,
quédate tranquilita, mi amor.
Yo te salvaguardo y te protejo, por Majestad.
Te hablo, aunque sordomuda.
Tú sabes que afuera es feo todo y todo es sucio,
tú sabes que hay terremotos y que la tierra
se va a acabar. Espérame otra vez esta noche
para besarte, porque aunque grites
sabes que no puedes salir de acá
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