¡Cómo gritaba el mundo cuando le dolía en su arte!
“¡Alerta! ¡Alienados! ¡Aletargados!” vociferaba el pobre.
“¿Quiénes?… ¿nosotros?” respondía el televicio.
Los halcones, las fronteras que no están, tus medieras ausencias…
todo hecho de comunicativo silencio /del que contempla no/ del otro.
Así se abrió paso el olvido, pero cayó en justo sitio,
atrás de la clara evidencia de esta necesidad de ocio y distracción…
porque nos lo hemos ganado y no…
Entonces muchos producen mucho pero reparten poco… mediatizados por el shopping.
Entonces no hay santos que pueda quitar de aquí y poner allá, cuando la especie esta inconsciente[1].
Más por eso, quien quiera gritar violento caerá en juego ajeno, en el juego del postgrado de violencia.
Y ello será factible y será cierto y serán miles… y otros, que ya concientes saben que salimos todos o no salimos, esperarán la buena nueva.
¡Hay Dios, no os preocupéis! Y hay amor para rato y reparto y más de lo que se espera… y silencio… porque cierta virulenta respuesta sólo puede comprenderse desde el silencio… y cierto bello nacimiento sólo puede concebirse desde el amor.
[1] Mi razón me dice que se corre el riesgo de estar festejando la muerte del espíritu a lo Morin.
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