Curso: La coyuntura geopolítica en
América Latina
“Repensar el imperialismo”
Profesor:
Atilio Boron
Tutor:
Pablo Balcedo
Marcelo
Fernandez Farias
Agosto
de 2013
A) Introducción
En esta monografía hemos querido
conocer una parte de las “teorías clásicas del imperialismo” para poder
observar cuáles eran las rupturas y continuidades que podían encontrarse entre
la lógica imperialista de principios del siglo XX y su devenir hasta la
actualidad. Nos hemos focalizado mayormente en cinco autores (John Bellamy
Foster, Atilio Boron, Leo Panitch, Sam Gindin y Aijaz Ahmad) que nos han brindado una buena amplitud de
criterios como para hacer este primer abordaje.
Nos resulta imprescindible
comprender cuál es la articulación y los roces que se dan entre el capital
monopolista, el capital financiero, los Estados-nación y el imperialismo
norteamericano. No tenemos dudas con respecto a que el conocimiento de estas
distintas instancias puede brindarnos las herramientas suficientes para reconocer
de qué manera el “capitalismo en su fase neoliberal globalizada” organiza la
vida económica, política y social del mundo. El intento de este texto busca ser
una aproximación en este sentido.
B) Discusiones en torno a las
“teorías clásicas del imperialismo”
Los estudiosos de las “teorías
clásicas del imperialismo” ubican este desarrollo en los últimos años del siglo
XIX y las primeras dos décadas del XX. Entre los autores destacan a J. Hobson,
K. Kautsky, V.I. Lenin, R. Hilferding, Rosa Luxemburgo y N. Bujarin entre otras
y otros. El trabajo “El imperialismo, fase superior del capitalismo” (1916) de
V.I. Lenin ha sido de los más influyentes, en particular en la tradición de
izquierda. Escrito en el contexto de la Primera Guerra Mundial, la obra de
Lenin observa la existencia de una “rivalidad inter-imperialista” en función de
los Estados europeos que luchaban por establecer un tipo de hegemonía de
reparto territorial y económico del mundo (teniendo en cuenta que, en ese
momento, aquellos Estados tenían un desarrollo militar y económico medianamente
equiparables). En la definición más breve, Lenin dice que el imperialismo es la
fase monopólica del capitalismo. “La particularidad fundamental del capitalismo
moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas de los
grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez cuando
reúnen en sus manos todas las fuentes
de materias primas, y ya hemos visto con qué furor los grupos internacionales
de capitalistas dirigen sus esfuerzos a arrebatar al adversario toda
posibilidad de competencia, a acaparar, por ejemplo, las tierras que contienen
minerales de hierro, los yacimientos de petróleo, etc.” (Lenin, 1916: 104)
Lenin analizará la manera en que el
capital industrial y los bancos van construyendo un capital financiero cada vez
mayor. Sin embargo, se trata de una concentración que va en aumento ya que son
los monopolios bancarios y los monopolios industriales aquellos que se
fusionan con mayor celeridad. El otro elemento que completa los rasgos
generales del imperialismo es el paso de una política colonial que se expande
por regiones no apropiadas por el capitalismo a una política colonial de
dominación monopolista de un mundo enteramente repartido. En términos puristas,
los monopolios serían una suerte de contradicción a los principios
fundamentales del capitalismo. En un pasaje extenso pero esclarecedor el autor
ruso nos dice: “El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación
directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el
capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un
cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades
fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis,
cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la
época de transición del capitalismo a una estructura económico y social más
elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista
económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los
monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del
capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla
en oposición directa con la libre concurrencia, pero esta última se ha
convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando
la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la
concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha
surgido y surge el monopolio: cartels,
sindicatos, trusts, y, fusionándose
con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de
millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre
concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella,
engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos
particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un
régimen superior.” (Idem: 111-112)
A casi 100 años de esta teorización,
el marxismo ha generado una serie de críticas y actualizaciones que tiene en
cuenta las diversas formas que ha tomado el imperialismo durante el siglo XX
con sus épocas de oro y sus declinaciones. La Crisis del ’30, el paso del
imperialismo británico al norteamericano (en especial luego de la Segunda
Guerra Mundial), la nueva crisis del ’70, el auge del neoliberalismo y la
dominación unipolar de Estados Unidos son apenas algunos acontecimientos que
redefinen el plano económico, militar y político del “sistema-mundo” (término
acuñado por I. Wallerstein). Con respecto a las críticas, es posible encontrar
autores “más duros” como Leo Panitch y Sam Gindin; “moderados” como Aijaz Ahmad
y “comprensivos” como Atilio Boron. Para este caso, la mayoría de los
estudiosos del imperialismo estaría de acuerdo con la caracterización general
planteada por Lenin en estos 5 puntos: “1) la concentración de la producción y
del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los
monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión
del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este
capital financiero, de la oligarquía financiera; 3) la exportación del capital,
a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia
particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de
capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto
territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes” (Idem:
112-113)
Resulta interesante captar las
expresiones de una época determinada sobre la forma en que -en lo relativo a la
financiarización de la economía- el propio Lenin podía decir: “¡El beneficio de
los rentistas es cinco veces mayor
que el beneficio del comercio exterior del país más ‘comercial’ del mundo!”
(Idem: 128) Jamás Lenin habría imaginado que a partir de un artículo del diario
“El Argentino”, Atilio Boron (2012) nos transmitiría que se estima en 370
billones de dólares (370 millones de millones de dólares) la circulación de los
derivados financieros en los mercados mundiales, cifra que constituye 28 veces
más que los 13 billones del PBI de EEUU.
Por su parte, John Bellamy Foster
(2006) hará referencia al trabajo de John A. Hobson Imperialism: A study (1902) que, desde el punto de vista de un
liberal “radical” o crítico, no dejaba de observar los problemas que el
imperialismo capitalista traería a la humanidad. Hobson “creía que el
imperialismo se originaba en la posición dominante de ciertos intereses
económicos y financieros concentrados, y que las reformas radicales que
abordaran la mala distribución del ingreso y las necesidades podían frenar el
impulso imperialista” (Foster, 2006: 449). Estas reformas nunca se dieron. Vale
la pena destacar que hemos encontrado diversas referencias a este trabajo de
Hobson en varios análisis sobre las “teorías clásicas del imperialismo”.
Para
Foster el principal objetivo de la obra ya citada de Lenin era explicar la
rivalidad inter-imperialista entre las grandes potencias. Esta rivalidad
vinculada al capital monopolista excede la simple “necesidad de hallar puntos
de inversión para el capital excedente” sino que la intención radicaba en un
“control exclusivo sobre las materias primas y un control más estricto sobre
los mercados externos” (Idem: 450). Para nuestro autor la caracterización que
Lenin le dio al imperialismo guarda mucha significación para nuestra época que
el propio Foster caracteriza como “capitalismo monopolista en una fase avanzada
de globalización”.
Leo
Panitch y Sam Gindin (2005), Aijaz Ahmad (2005) y Atilio Boron (2006) coinciden
en dos críticas y/o desafíos a las teorías clásicas. El primer desafío consiste
en que, luego de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, las disputas
económicas a nivel mundial nunca más se dirimieron en el terreno militar. Por
ende, la premisa que planteaba a la rivalidad inter-imperial como la constante
posibilidad de guerras globales se ha visto invalidada en los últimos 50 años.
En el mismo sentido, el poder unipolar –aunque en crisis- de Estados Unidos
hizo imposible pensar la cuestión “inter-imperial” ya que en el mundo no hay
rivales ni iguales sino una dominación capitalista imperial norteamericana. El
otro desafío coincidente en los tres trabajos tiene que ver con la
mundialización del capitalismo. Si la teoría clásica planteaba la distinción
entre “países industrializados” y periferias “no capitalistas”, esta
diferenciación ya no existe. Luego de la avanzada neoliberal de las décadas del
’70 y el ’80 el sistema no solo profundizó los negocios en los sectores
tradicionalmente capitalistas sino que mercantilizó un vasto continente que se
mantenía ajeno a este proceso (servicios públicos, agronegocios a gran escala,
agua, petróleo, etc.).
Otra premisa que Atilio Boron refuta
es aquella que planteaba “la estrecha asociación existente entre imperialismo y
crisis del capitalismo metropolitano”. A esta hipótesis se le anteponen los
llamados “30 años gloriosos” posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El
capitalismo keynesiano y el Estado de Bienestar hacen posible la mayor
expansión del capitalismo de toda su historia llevando al imperialismo
norteamericano a ocupar el mundo entero. Por ende queda demostrado que “no sólo
en las crisis sino también en la prosperidad el capitalismo se expande de forma
imperial” (Boron, 2006: 479)
Aijaz Ahmad llama la atención sobre
la forma en que los capitales nacionales han sido penetrados por los capitales
transnacionales, remarca el alto nivel de financiarización de la economía y va
más allá al decir que “todo, desde los mercados de bienes hasta los movimientos
financieros, está globalizado a tal nivel que el estado global, con capacidades
militares globales, se ha convertido en una necesidad objetiva del propio
sistema.” (Ahmad, 2005: 77) Midiéndose también con la “lógica” de circulación
capitalista, pone de manifiesto que el desarrollo desigual y combinado no
necesita que queden zonas “no capitalistas”. En la actualidad, los países
pueden definirse cada vez más como zonas industriales avanzadas y atrasadas. En
cuanto al plano militar, nuestro autor resalta el poderío de Estados Unidos que
se encuentra muy por encima de toda Europa, cuestión que le permite tener una
gran influencia en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Promediando su trabajo, Ahmad llama la atención sobre la importancia del
estudio del colonialismo, temática que debería ser incorporada en los análisis
sobre el imperialismo antes que mantener la idea de “rivalidad inter-imperialista”.
Aunque este tema escapa a los límites de nuestra elaboración, queremos decir
que el autor realiza cuatro observaciones que ponen de manifiesto los distintos
tipos de colonizaciones que ha habido y la sincronía entre ellas. En la misma
línea explica la forma de actuar de un imperio “formal” (colonial) e “informal”
(descolonizado) y cómo cada imperialismo ha combinado de manera diferente su
modo de dominación.
El análisis sobre las crisis del
capitalismo durante el siglo XX demuestra una suerte de inestabilidad de la
forma de producción y su lógica expansiva. La crisis de 1870 aceleró la
rivalidad inter-imperial y llevó a la Primera Guerra Mundial y a la Revolución
Rusa mientras que la Crisis del ’30 revirtió esta situación. Por otro lado, la
salida neoliberal a la crisis del ’70 produjo un proceso de expansión y
aceleración de la globalización capitalista. Leo Panitch y Sam Gindin (2005)
plantean que este devenir errático demuestra que el proceso de la globalización
no es inevitable ni imposible de sostener.
Nos gustaría agrupar las críticas
que estos autores le realizan a las “teorías clásicas” en cuatro ítems: 1) las teorías clásicas eran defectuosas en su
lectura histórica del imperialismo, en su tratamiento de la dinámica de
acumulación del capital y en su tendencia a elevar un momento coyuntural de
rivalidad inter-imperial al rango de una ley inmutable de globalización
capitalista. De esta manera, existiría un equívoco de parte de los teóricos
clásicos al tomar las crisis y fases económicas para explicar el imperialismo.
Por otro lado, la exportación de capitales no tendría su explicación en una
suerte de sobreacumulación o caída en la tasa de ganancia sino en la
aceleración de las presiones competitivas y las estrategias de los capitalismos
en desarrollo. 2) Fracasaron en
aprehender adecuadamente las dimensiones espaciales de esta
internacionalización. No podría afirmarse que sólo había una expansión de
capital hacia el exterior –ya que la periferia no habría estado en condiciones
de recepcionar semejante flujo de divisas- sino que existió una gran
profundización de inversiones a nivel local. 3) Lejos de ser la fase superior del capitalismo, lo que estos teóricos
estaban observando era una fase relativamente temprana del capitalismo. 4) El
aspecto más defectuoso de estas teorías era su visión reduccionista e
instrumentalista del Estado. (Panitch y Gindin, 2005: 25-26)
Para P&G se necesitaría una
teoría del Estado que superara una mirada tradicional del marxismo que opone
“mercado” a “Estado” siendo que los Estados –ya desde el siglo XIX y el “libre
comercio”- son los que en la actualidad hacen posible y ponen a funcionar el
“libre-mercado” globalizado. Existen diferencias también entre las formas de
funcionamiento de un imperio formal y uno informal. “El imperio informal
requiere que la penetración económica y cultural de otros estados sea sostenida
por la coordinación política y militar con otros gobiernos independientes. El
principal factor que determinó el cambio hacia la extensión de imperios
formales luego de 1880 no fue la insuficiencia de las relaciones británicas con
su propio imperio informal, ni el surgimiento de la fase monopólica o
‘financiera’ del capital, sino más bien la
incapacidad británica para incorporar a las nuevas potencias capitalistas como
Alemania, EUA y Japón dentro del imperialismo de libre comercio.” (Idem:
28)
La crisis de mediados de 2008 en
Wall Street y la explosión de la “burbuja inmobiliaria” le ha dado a la
cuestión financiera un arraigo material que no tenía en tiempos anteriores. La
cantidad de homeless que ocuparon las
plazas de EEUU y el aumento de los suicidios en España por la dificultad de las
personas a la hora de pagar las hipotecas de casas y departamentos dibuja un
paisaje real y concreto de la barbarie capitalista en su fase “neoliberal hiperfinanciera”.
Así ingresamos a una de las tres novedades –con respecto a las teorías
clásicas- que Atilio Boron planteaba en el 2006 y que, en este proceso trágico
que vivimos a nivel mundial, la crisis mencionada pone nuevamente sobre la
mesa. Boron ya hablaba de la hipertrofia
del sistema financiero internacional: “El volumen actual de la circulación
del capital financiero internacional, especulativo en más del 90%, se ubica en
los 3 billones de dólares diarios, es decir 3 millones de millones de dólares
por día, una cifra superior a la que arroja el comercio de bienes y servicios a
nivel mundial en un año”. La segunda novedad es el hecho de que Estados Unidos
se convirtió en la potencia integradora del capitalismo a nivel mundial. Luego
de la caída de la URSS (1992) y el campo socialista la “hegemonía” norteamericana
fue en aumento. “El papel único e indispensable que EEUU ha adquirido se
relacionó íntimamente con su condición de única superpotencia militar del
planeta, cuyo gasto en armamentos equivale prácticamente al del resto de las
naciones en su conjunto. EEUU ha desplegado poco más de 750 bases y misiones
militares en 128 países, una máquina de guerra sin parangón en la historia de
la humanidad, y bastión final para la defensa del sistema imperialista
mundial.” (Boron, 2006: 481-482 respectivamente) Seis años después, en su
último libro titulado “América Latina en la geopolítica del imperialismo”,
nuestro autor nos dice: “Cálculos muy precisos publicados por el periódico
digital TomDispach concluyen que al
día de hoy Estados Unidos posee más de mil bases militares en más de 130 países
del globo, y que su presupuesto anual en gastos militares ha superado por
primera vez, con la aprobación del premio nobel de la paz Barack Obama, la
barrera del billón de dólares (un millón de millones de dólares)” (p. 48) La
tercera novedad tiene que ver con la existencia de nuevos instrumentos de
dominación imperial que no existían a comienzos del siglo XX: por un lado, el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) constituyen y determinan buena parte de la política
económica a nivel mundial; y, por el otro, el papel preponderante que Estados
Unidos tiene en el desarrollo de la industria cultural mundial y la posibilidad
de hacer viajar sus ideas por todo el globo: “cerca de las tres cuartas partes
de las imágenes que circulan por el planeta son producidas en EEUU, proyectando
de este modo una imagen propagandística, y falsa hasta la médula, del sistema y
de sus supuestamente ilimitadas capacidades para satisfacer todas las
aspiraciones materiales y espirituales de la humanidad. Las consecuencias
políticas de esta realidad son profundas y de larga vida.” (Boron, 2006: 483)
En este mismo sentido se dirige el comentario de Ahmad: “La única literatura
latinoamericana que llega a las librerías de Delhi es aquella que ha sido
traducida, comentada y publicada en EUA” (Ahmad, 2005: 91)
Atilio Boron (2006) defiende los
lineamientos generales de los autores clásicos del imperialismo en la medida en
que observa que aún existe la concentración del capital, el abrumador
predominio de los monopolios, una gran relevancia del capital financiero, la
exportación de capitales y el reparto del mundo dentro de las imposiciones
imperiales. A esto hay que agregarle que la globalización, lejos de constituir
una suerte de “sector de competencia entre iguales”, consolidó la dominación
imperialista y disminuyó la soberanía económica de los capitalismos
periféricos.
B1) Sobre el término “imperialismo”[1]
Si es cierto que “la ideología
dominante de una época es la ideología de la clase dominante” entonces podemos
decir que el término “imperialismo” ha sufrido los mismos vaivenes que otros conceptos
tales como “nación”, “pueblo” o “patria”. Dependiendo de la clase dominante en
cuestión, buena parte de las palabras más caras a diversas tradiciones serán
formuladas y reformuladas para que dicha clase pueda imponer su mirada como si
fuera la posición de la totalidad de las clases subalternas.
Para John Bellamy Foster (2006) el
concepto de “imperialismo” fue excluido durante todo el siglo XX de los
discursos políticos aceptados en los círculos dominantes. Luego del atentado a
las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001 y la “guerra
contra el terrorismo” lanzada por George Bush Jr. el término “imperialismo” y
“neoimperialismo” ganaron las páginas de The
New York Times y Foreing Affairs
recuperando el contenido que esta expresión había tenido a comienzos del siglo
XIX; o sea un “imperialismo bueno”, el encargado de llevar adelante “la gran
misión civilizadora”, etc. Atilio Boron (2012) compara esta redefinición con
las palabras de Sir Cecil J. Rhodes -en la Inglaterra victoriana- que indicaba
“la pesada responsabilidad del hombre blanco” de llevar al África negra la
civilización, el amor por la justicia, la democracia, la libertad y, de paso,
la propiedad privada. En este sentido, la impostura de la colonización
británica se convirtió en impostura de la neocolonización neoliberal
estadounidense.
Foster recupera dos trabajos de Harry Magdoff: The Age of Imperialism (1969) e Imperialism: From the Colonial Age to the
Present (1978). Del primer libro resalta el hecho de que
se convirtió en el más influyente de la época a la hora de contrarrestar la “construcción”
de la política exterior de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. También
contribuyó al retorno de una visión crítica del imperialismo en la izquierda
latinoamericana. “Este autor –dice Foster- ponía el acento sobre el flujo de
inversiones externas directas en el extranjero y su efecto en la generación de
un flujo de ganancias” (Foster, 2006: 451), contradiciendo la teoría sobre una
economía norteamericana supuestamente “aislacionista”. En relación con el
segundo libro, Magdoff planteaba que el capitalismo había sido un sistema
mundial desde el comienzo y que el imperialismo al igual que la búsqueda de
ganancias era parte constitutiva de su lógica interna. “La eliminación del imperialismo
–concluía Magdoff- requiere el derrocamiento del capitalismo” (Magdoff, 1978
citado en Foster, 2006: 453).
La operación que se hizo sobre el
concepto “imperialismo” fue tratarlo como puramente
ideológico. Así, el “imperialismo económico” fue marginado del imperialismo
político, cultural, etc. Foster,
Boron, Panitch y Gindin refieren al ensayo de Prabhat Patniak Whatever happened to Imperialism? (1990)
en donde se “denuncia” la ausencia del imperialismo en los análisis de
izquierda en Estados Unidos y Europa. El término había desaparecido de la
prensa, la literatura y los discursos de socialistas y comunistas. “En la
visión de Patniak más que un ‘silencio teórico auto-consciente’, el ‘hecho
mismo de que el imperialismo se ha vuelto tan apto para ‘manejar’ cualquier
desafío potencial a su hegemonía nos ha vuelto indiferentes a su
‘omnipresencia’.” (Panitch y Gindin, 2005: 21) Foster nos dice que era
realmente llamativo que esto sucediera cuando se estaban llevando adelante
intervenciones militares norteamericanas en Nicaragua, El Salvador, Guatemala,
Granada y Panamá. Boron, en el mismo sentido, indica lo paradójico de esta
“ausencia” justo cuando la dependencia externa de América Latina y la erosión
de sus Estados nacionales se hacía más profunda.
Una serie de acontecimientos (las
luchas contra la globalización, las nuevas guerras balcánicas y el 11-S)
plantea dos posiciones en torno al imperialismo: por un lado los intelectuales
de las clases dominantes se apropiaron de la expresión para darle más brillo y,
por el otro, los pensadores post-marxistas y ex radicales criticaron duramente
la utilización del término en el sentido clásico marxista. “Al mismo tiempo en
que la noción de una ‘Era del Imperialismo’ estaba siendo criticada por la
izquierda norteamericana –dice Foster-, los comentaristas del sistema y las
figuras políticas estaban alabando la nueva era del imperialismo liderada por
EEUU.” (Foster, 2006: 455) La conclusión a la que llega este autor es que
mientras el mainstream norteamericano
aclama el “supuesto imperialismo” (o sea el “imperialismo bueno”) a la izquierda
de EEUU no se le permitía tocar el tema desde una crítica de su política
exterior.
“El fin de la Historia y el último
hombre” de Francis Fukuyama en la década del ’90 causó el mismo revuelo que
“Imperio” de Michael Hardt y Antonio Negri en el 2000. Ambos trabajos tuvieron
una amplia difusión y han sido duramente fustigados por el pensamiento crítico.
Nos gustaría simplemente dejar señalado el tema a partir de la crítica que
realiza Atilio Boron en el texto “La cuestión del imperialismo” (2006) que venimos
utilizando en nuestra elaboración.[2]
La tesis central de la obra de Hardt
y Negri consistiría en que el surgimiento del Imperio indicaba el fin del
imperialismo. Para estos autores, el imperialismo estaría directamente
relacionado con el nacionalismo; y como para ellos los estados-nación han
llegado a su fin lo mismo ocurriría con el ciclo imperialista. “Se verifica,
debido a lo anterior, el tránsito hacia una nueva lógica global de dominio, el
Imperio, una estructura desterritorializada, etérea y descentrada,
paradojalmente traída al mundo por la dinámica incesante de su propia negación,
la multitud.” (Boron, 2006: 476)
Un error importante que cometerían
en su análisis sería no sólo descartar a los teóricos clásicos del imperialismo
sino echar mano a una serie de autores que se encuentran en las antípodas del
pensamiento crítico. “Lo que no entienden Hardt y Negri, y muchos otros que, al
igual que ellos, son tributarios del pensamiento burgués sobre la
globalización, es que más allá de estos cambios el imperialismo no se ha transformado en su contrario,
como nos propone la mistificación neoliberal, dando lugar a una economía
‘global’ donde todos somos ‘independientes’.” (Idem: 485-486) Para fundamentar
esta posición Boron plantea que las premisas más importantes de la
caracterización de principios del siglo XX siguen vigentes y, por eso mismo, no
pueden ser ignoradas en un análisis de estas temáticas. También se le reclama a
H&N que no tienen en cuenta que aún son el FMI, el BM y la OMC quienes
manejan el flujo de la economía.
Otra de las críticas que se le
realiza a “Imperio” tiene que ver con una concepción equivocada del Estado y la
soberanía. Las empresas transnacionales habrían superado la jurisdicción de los
Estados y, en la misma lógica, ellas mismas no tendrían ningún anclaje nacional
al cual remitirse. A esta tesis Boron le antepone que “el 96% de las doscientas
megacorporaciones que prevalecen en los mercados mundiales tienen sus casas
matrices en ocho países del mundo desarrollado, están legalmente inscriptas en
los registros de sociedades anónimas de esos mismos ocho países, se encuentran
adecuadamente protegidas por las leyes y los jueces de ‘sus estados’ de origen,
y sus directorios tienen su sede en esos mismos ocho países del capitalismo
metropolitano.” (Idem: 488) Por esto mismo se puede concluir que los
estados-nación siguen siendo claves en la economía mundial.
Ya en la década del ’90 la hegemonía
norteamericana comenzó a tener sus complicaciones. El levantamiento zapatista
de 1994, las manifestaciones de Seattle en 1999 y la organización del Foro
Social Mundial de Porto Alegre en 2001 fueron algunos de los llamados de
atención para el proyecto neoliberal. En América Latina los movimientos
sociales comenzaban a organizar alternativas que luego se verían plasmadas en
gobiernos como el de Venezuela, Ecuador y Bolivia que constituyen el actual eje
del “Socialismo del siglo XXI”. En el mismo sentido, pero de una manera mucho
más moderada, Argentina, Brasil y Uruguay constituirían gobiernos progresistas
en la región. La construcción de organizaciones políticas y económicas de
integración regional le ha dado una mayor fortaleza a América Latina -amén de
los constantes planes imperialistas de dominación económica, política, militar
y cultural. Organizaciones como la ALBA-TCP (2004), Petrocaribe (2005), UNASUR
(2008), CELAC (2011) y MERCOSUR (1994 – durante muchos años fue una
articulación de empresarios con proyectos neoliberales para la región. Esto ha
cambiado en los últimos años) constituyen herramientas importantes a la hora de
afianzar el proceso de integración regional. Así mismo –y asumiendo como propia
la tesis central de Boron (2012) sobre el hecho de que América Latina es la región más importante para Estados Unidos
desde el punto de vista geoestratégico, económico (bienes naturales y comunes)
y militar- hay que tener presente los proyectos, tratados comerciales y
organismos que actualmente se desarrollan en nuestra región; sin ánimo de
exhaustividad, nos referimos al Plan Colombia (1999), el Plan Puebla-Panamá
(2001), la Iniciativa Mérida (2006 –iniciativa continuadora del PPP), el TLCAN firmado
con México (1994), los TLCs (Tratados de Libre Comercio) firmados con muchos
países latinoamericanos, el proyecto IIRSA (2000), los TBPI (Tratados
Bilaterales de Protección de Inversiones) y la Alianza Pacífico (2012).
Lo cierto es que, ya entrados en el
siglo XXI, Estados Unidos no puede mantener la postura del “imperialismo
bueno”. Teniendo en cuenta la crisis profunda por la que está pasando, en
particular en el plano económico y político a nivel global, la violencia se
hace cada vez más desembozada mostrando su propia fisonomía: un imperialismo
bárbaro de base capitalista en su fase neoliberal globalizada. En este punto
queremos retomar un extenso párrafo que da cuenta de lo que venimos diciendo:
“basta recordar antecedentes tales como la reactivación de la IV Flota; el
enjambre de bases militares instaladas en América Latina; el desembozado apoyo
a tentativas secesionistas y golpistas en Bolivia y Ecuador en 2008 y 2010
respectivamente; el golpe militar en Honduras en 2009 y (…) el golpe de estado
“constitucional” en Paraguay en Junio de 2012; la intensificación del bloqueo
integral en contra de Cuba y las permanentes amenazas y provocaciones de
Washington contra Venezuela, Ecuador y Bolivia; los asesinatos selectivos de
científicos nucleares iraníes y la imparable escalada de sanciones y agresiones
en contra de Irán; la complicidad ante la genocida carnicería practicada por
Israel en la Franja de Gaza y, más generalmente, contra los palestinos; el
martirio interminable de Irak; la redoblada presencia militar norteamericana en
Afganistán y la nueva ‘intervención humanitaria’ en Libia, bajo el paraguas de
la OTAN, en medio de las imparables revueltas que conmueve al mundo árabe…”
(Boron, 2012: 19). A esto habría que agregarle el apoyo que EEUU le está
brindando a los terroristas sirios, la descarada injerencia en las últimas
elecciones presidenciales realizadas en Venezuela (nos referimos al no reconocimiento por parte de Washington de Nicolás Maduro como nuevo presidente), el apoyo a Seúl ante su
conflicto con Corea del Norte llevando al mundo al límite de una nueva guerra, las recientes denuncias de espionaje interno y
mundial que el imperialismo norteamericano realiza ¡a su propio pueblo! y, por
supuesto, al resto de los pueblos y gobiernos del mundo; y la afrenta que
sufriera el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia Evo Morales –el 2 de julio
de 2013- al ser privado del acceso a sobrevolar el cielo de Italia,
Francia, España y Portugal a instancias de la presión imperial que, en esta
acción, violó el Derecho Internacional y la soberanía de Bolivia a un mismo
tiempo.
C) ¿Se trata de cuidar la vida?
Todos los Imperios han tenido (o
inventado) a sus enemigos como una forma de mantener un dominio sobre sus
ámbitos de influencia. El imperialismo norteamericano tuvo como enemigos a los
comunistas, luego a los nacionalismos libertarios del Tercer Mundo y, después
del 11-S, a los terroristas. Aunque el terrorismo fundamentalista es un tipo de
acción reprochable desde todos los puntos de vista, vale la pena hacerse
algunas preguntas para conocer –si verdaderamente queremos cuidar la vida en
nuestro planeta- quiénes son los verdaderos “enemigos” de las formas de vida en
nuestro entorno natural. ¿Es el “terrorismo fundamentalista” culpable de las
100.000 muertes por día de hombres y mujeres que fallecen víctimas de
enfermedades perfectamente curables o inanición? ¿Puede Al Qaeda generar 1.020
millones de desnutridos crónicos, 2.000 millones de personas sin acceso a
medicamentos, 884 millones de seres humanos sin acceso al agua potable, 924
millones de hombres y mujeres sin viviendas dignas, 1.600 millones de
habitantes del Planeta Tierra sin electricidad, 2.500 millones de personas sin
sistemas de drenajes o cloacas y 774 millones de analfabetos?[3]
La respuesta es una: NO, no puede. La situación catastrófica de un mundo cada
vez más desigual que provoca grandes sufrimientos está en la lógica misma del
capitalismo en su fase neoliberal. Su alto nivel de inconsciencia sistémica genera
una brutal depredación del ser humano y el medioambiente cuestión que ha
llevado a muchos especialistas a afirmar que existe 50% de posibilidades de que
la especie humana no supere el siglo XXI.
Si se trata de cuidar la vida, y
aunque el párrafo anterior es suficientemente dramático, no está mal tener en
cuenta lo que nos dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las
principales causas de muerte: la diabetes y los accidentes de tránsito son las
principales causas de mortalidad. También lo son las enfermedades del corazón y
sistema respiratorio, derrame cerebral, diarrea, VIH/SIDA y cáncer.[4]
Lo
que queremos dejar planteado es la manipulación y el chantaje que EEUU realiza
con el “terrorismo fundamentalista” (como antaño lo hiciera con “el fantasma
del comunismo”). También decimos que el capitalismo ha demostrado que realmente
no trata de cuidar la vida sino la tasa de ganancia que acrecienta a través de
sus negocios. Más allá de las críticas que se le puede hacer a las “Leyes
Antiterroristas” que funcionan en algunos países latinoamericanos, hay grandes
posibilidades de que un buen sistema de salud, una cada vez mejor alimentación
y masivos cursos de educación vial puedan prevenir una mayor cantidad de
enfermedades, accidentes y muertes que las que puede ocasionar el accionar
terrorista.[5]
D) Conclusiones
Adherimos plenamente a la
importancia que las teorías clásicas del imperialismo aún tienen a la hora de
analizar la situación actual del Imperio norteamericano. La existencia de
monopolios de envergaduras crecientes, la financiarización de la economía y la
violencia unipolar son elementos que, lejos de desaparecer, parecen profundizar
cada vez más las desigualdades de nuestro mundo. Hay la necesidad de que las
interpretaciones que analicen el capitalismo en su fase neoliberal y el
imperialismo sean cada vez más populares y logren habilitar una discusión sobre
el significado del accionar de las empresas transnacionales, la concentración
bancaria y las formas de trabajo que se derivan de este sistema alienante.
Creemos necesario estar muy atentos
a la organización que se dan los pueblos que buscan su emancipación en las
distintas modalidades que podemos distinguir: organizaciones sociales,
movimientos sociales libertarios, “gobierno de los movimientos sociales” (como
es el caso de Bolivia), gobiernos progresistas de izquierda, “Socialismo del
siglo XXI”, “socialismo comunitario”, experiencias de comercio e intercambio
justo entre hombres y mujeres de bien, las herramientas que puedan generar la
ALBA-TCP o la UNASUR para reforzar el intercambio cultural y comercial en
América Latina, el Banco del Sur como una entidad que no busque la usura
capitalista sino la financiación de proyectos que beneficien verdaderamente a
los pueblos, el proyecto del “Gasoducto del Sur” como una manera de evitar las
crisis energéticas y toda propuesta que tenga en claro que la única manera de
salir de esta crisis mundial (por primera vez realmente “mundial”) es sobre la
base de un proyecto post-capitalista. Lo mejor de la tradición de izquierda del
siglo XX más todas las innovaciones democráticas y justas que se vayan tejiendo
en este siglo XXI son la esperanza irrenunciable que nace en nuestro presente y
se proyecta en el horizonte.
Bibliografía y publicaciones
Ahmad,
Aijaz (2005); “Imperialismo de nuestro tiempo” en publicación: Socialist Register 2004. CLACSO,
Argentina.
Boron,
Atilio (2012); América Latina en la
geopolítica del imperialismo, Luxemburg, Buenos Aires.
Boron,
Atilio (2006); “La cuestión del imperialismo”. En Boron, Atilio; Amadeo, Javier
y González, Sabrina. La teoría marxista
hoy. Problemas y perspectivas. Colección Campus Virtual, CLACSO, Buenos
Aires, Argentina.
Boron,
Atilio (2010); “Sepa lo que es el capitalismo”. Disponible en web:
http://www.atilioboron.com.ar/2010/05/sepa-lo-que-es-el-capitalismo.html
Foster,
John Bellamy (2006); “El redescubrimiento del imperialismo”. En Boron, Atilio;
Amadeo, Javier y González, Sabrina. La
teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Colección Campus Virtual, CLACSO,
Buenos Aires, Argentina.
Lenin, Vladimir Illich (primera edición 1916); “El
imperialismo, fase superior del capitalismo” (versión digital en PDF)
Panitch, Leo y Gindin, Sam (2005); “Capitalismo
global e imperio norteamericano’’, Socialist
Register 2004, CLACSO, Buenos Aires.
Rusia
Today, “¿Cuáles son las principales causas de muertes en el mundo
contemporáneo?” Disponible en web:
http://actualidad.rt.com/sociedad/view/100880-oms-causas-muerte-enfermedades
(23/7/2013)
[1] Hemos
utilizado las palabras “término”, “expresión” y “concepto” indistintamente para
referirnos a “imperialismo”. Creemos que los autores no siempre la usan de la
misma manera y, en nuestra reciente aproximación a esta temática, nosotros
mismos no podríamos captar con precisión la diferencia en su utilización.
[2] Aclaramos
que no nos referimos al libro “Imperio e imperialismo” (2004) que el politólogo
argentino le dedicara al análisis y crítica de “Imperio”.
[3] Ver de
Atilio Boron “Sepa lo que es el capitalismo”.
[4] Ver
Rusia Today, “¿Cuáles son las principales causas de muertes en el mundo
contemporáneo?” (23/7/2013)
[5] Esto lo
decimos con absoluto respeto por todas las víctimas del terrorismo
fundamentalista a nivel mundial y en particular con profunda solidaridad con los
familiares y amigos de los fallecidos en los atentados a la Embajada de Israel
y la AMIA en la Argentina.
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