Los familiares de las víctimas recogieron
los cuerpos debajo de los escombros.
La violencia se trasladó hacia los coptos.
Por Alastair Beach *
Desde El Cairo
Cientos de civiles resultaron muertos y muchos más heridos desde que la policía asaltó anteayer los campamentos con partidarios de Mohamed Mursi. Cuatro personas fallecieron en choques entre partidarios y opositores del presidente derrocado en la ciudad mediterránea de Alejandría, mientras que hubo once policías muertos en ataques armados en la localidad de Al Arish, en la inestable Península del Sinaí. Decenas de personas resultaron heridas por perdigones en enfrentamientos similares en la localidad de Kafr al Dauar, en la provincia de Beheira, en el Nilo, entre otros sucesos. En la capital, tres agentes murieron en un ataque contra una comisaría en el barrio de Heluan, y la sede de la gobernación de Guiza –cerca de las Pirámides– fue incendiada.
Ante esta situación, que suscitó la preocupación de la comunidad internacional, el Ministerio de Interior dio instrucciones a sus fuerzas para que usen munición real frente a cualquier ataque contra las instituciones del Estado. Ante la ola de violencia desatada, el grupo Tamarrud (Rebelión), instigador de las protestas previas al golpe de Estado, solicitó a los egipcios formar comités populares para proteger las calles y los templos religiosos de disturbios.
En el plano judicial, un juez interrogó a Mursi en el lugar desconocido en que se encuentra retenido desde su derrocamiento y ordenó renovar por otros quince días la prisión preventiva que pesa sobre él y el dirigente de los Hermanos Musulmanes Saad Katatni. Pero en un acontecimiento que no tiene buenos pronósticos para una sociedad ya fracturada, fueron los coptos de la nación los que cargaron con el peso de la peor violencia. Los cristianos son un 10 por ciento estimado de los 85 millones de habitantes que tiene el país. Un ex papa copto, Kyrillos VI, una vez afirmó que los musulmanes y los cristianos de Egipto eran un único pueblo venerando al mismo Dios en dos formas distintas.
Sin embargo, después de la violencia a nivel nacional del miércoles, cuando iglesias, negocios de los cristianos y propiedades fueron atacados por una muchedumbre enojada, los coptos de Egipto parecen sentirse cada vez más vulnerables. “Estoy esperando un período de fuertes ataques contra los cristianos”, dijo Kamel Saleh, un miembro del comité laico. Saleh añadió que desde el 30 de junio, cuando una multitud de manifestantes comenzó a pedir la renuncia de Mohamed Mursi, los líderes de la Iglesia habían estado ocupados en un plan de contingencia para decidir cómo podrían responder a los esperados ataques.
“Las iglesias mismas son sólo construcciones y pueden ser reparadas”, dijo Saleh. “Lo que me preocupa es el nivel de violencia sin precedentes del que puede ser difícil bajar.” Después de la decisión del papa Tawadros, el patriarca copto, de dar su bendición al golpe del 3 de julio, los funcionarios esperaban lo peor. Pero los discursos desde los campamentos en El Cairo fueron suficientes para convencer a algunos cristianos de que los islamistas albergaban intenciones violentas.
Safwat Hegazy estaba entre aquellos que se dirigieron a los manifestantes pro Mursi durante las sentadas de El Cairo. Hegazy, un imán de la televisión, hizo feroces declaraciones. “No tenga ninguna duda de que la Hermandad Musulmana es capaz de influir en los grupos violentos que atacaron a los cristianos”, dijo Saleh. De acuerdo con Ishak Ibrahim, un investigador de derechos humanos enfocado en temas religiosos y radicado en El Cairo, un total de 23 iglesias en el país fue incendiado por multitudes enardecidas después de la operación del miércoles a manos de los servicios de seguridad. “Por lo menos siete quedaron completamente destruidas”, dijo.
Dos monasterios también fueron atacados. En la ciudad de Sohag, el obispo de la Iglesia Mar Girgis informó que el edificio había sido incendiado por partidarios de los Hermanos Musulmanes. No había policías presentes, un rasgo común en muchos de los ataques, según un testigo.
Dentro de la mezquita de Al Iman, en Nasr City, la Hermandad improvisó una morgue, lejos del control de las autoridades de facto. No bien pudieron volver a los barrios que fueron escenario de los violentos desalojos del miércoles, militantes islamistas y familiares comenzaron a recoger los cuerpos que habían quedado debajo de los escombros, muchos de ellos totalmente carbonizados y, en consecuencia, irreconocibles. Dentro de la mezquita los envolvieron con mortajas ensangrentadas y los colocaron uno al lado del otro sobre el piso alfombrado. Según informó la organización estadounidense Human Rights Watch a través de su cuenta de Twitter, sus enviados pudieron contar 235 cuerpos dentro de la mezquita, que al parecer no están incluidos en la lista oficial de muertos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
Tomado de aquí.
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