El problema puede ser resumido así: yo no quería hacerla sufrir y ella no deseaba verme. Después, el silencio.
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En el silencio de la piedra
una vez
es igual a todas las veces
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Pocas cosas son tan incómodas y fascinantes como descubrirse ocupado por otro.
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No podía hablar. Entre su voz y sus ojos se encargaron de maniatar mi acotado vocabulario. Yo era sólo contemplarla.
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Jamás seremos lo ideal. Estamos obligados a pequeños intentos diarios, obsoletas advertencias, innumerables pasos de marcha y contramarcha. Somos la caprichosa aventura de alguien más. La imperfecta simulación. El abismo y el lugar desde el cual lo miramos.
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