Si la Iglesia se obsesiona con
esos temas puede "caer como un castillo de naipes", dijo en una
entrevista con una revista jesuita, de inmediata repercusión en todo el
mundo; afirmó que nunca fue "de derecha"
Por Elisabetta Piqué
Roma.- Aborto, gays, divorciados, anticoncepción, el
papel de la mujer, su pasado, su "autoritarismo", la intimidad de la
toma de decisiones en el Vaticano. En una histórica entrevista publicada ayer,
el papa Francisco incursionó nuevamente sin medias tintas en algunos de
los temas más controvertidos del catolicismo y dejó sentada su visión
aperturista de una Iglesia "más sencilla, más profunda e irradiante".
"No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de
anticonceptivos. Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de
otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer
como un castillo de naipes", afirmó.
La entrevista, concedida al padre Antonio Spadaro,
director de la reconocida revista jesuita Civiltà Cattolica, y
reproducida en publicaciones jesuitas de 16 países, tuvo una inmediata
repercusión en todo el mundo, donde se subrayó el tono "aperturista y
franco".
La Iglesia Católica debe ser como "un hospital de
campaña tras una batalla", abriéndose a "heridos", como los divorciados
vueltos a casar, los homosexuales y las mujeres que abortaron, afirmó
Francisco. Fueron seis horas de diálogo, a lo largo de tres días (el 19,
el 23 y el 29 de agosto), en las que demostró no sólo gran
sensibilidad, cultura y espiritualidad, sino sobre todo una apertura sin
precedente para un Pontífice.
"El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel
lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor
que podamos", afirmó. "Esta Iglesia [...] es la casa de todos, no una
capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas", dijo.
Así como había hecho en la célebre conferencia de
prensa en el avión que lo trajo de vuelta de Río de Janeiro tras la
Jornada Mundial de la Juventud, a fines de julio, Francisco demostró que
no les teme a los asuntos delicados. Se definió a sí mismo como "un
pecador", habló de sus tiempos difíciles como provincial de los jesuitas
en la Argentina, con sólo 36 años, cuando lo acusaron de
ultraconservador, y afirmó: "Nunca fui de derecha".
Pero lo más significativo fue que, con su estilo
directo y claro, expresó que la Iglesia Católica debe cambiar y
mostrarse más misericordiosa para poder sobrevivir. "La Iglesia a veces
se encierra en pequeñas cosas, reglas mezquinas", dijo. Sin embargo,
subrayó con claridad que se necesita "tiempo" para sentar las bases de
un cambio verdadero y eficaz.
"Lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es
una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los
fieles, cercanía, proximidad", dijo.
"Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una
batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el
colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Hay que comenzar
por lo más elemental", clamó.
En una autocrítica, Francisco lamentó que la Iglesia se
hubiera dejado "envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos",
cuando "lo más importante es el anuncio".
Al reiterar conceptos que expresa desde su elección, en
marzo pasado, Francisco volvió a señalar que los ministros de la
Iglesia "tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas,
acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su
prójimo". "Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado",
afirmó.
En esa línea, y más allá de que puso en marcha diversas
comisiones para analizar cambios en la curia romana, en el cuestionado
Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, y
demás entes económicos, Francisco dejó en claro que su prioridad es
otra.
"Las reformas organizativas y estructurales son
secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de
las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces
de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche,
de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin
perderse", dijo.
"El pueblo de Dios necesita de pastores y no
funcionarios «clérigos de despacho»", destacó, en una crítica a cierto
tipo de hombres de la Iglesia.
El Papa también volvió a sorprender por su trato de la
cuestión de los homosexuales. "En Buenos Aires recibía cartas de
personas homosexuales que son verdaderos «heridos sociales», porque me
dicen que sienten que la Iglesia siempre los ha condenado. Pero la
Iglesia no quiere hacer eso", señaló.
Luego de recordar que en el vuelo de regreso de Río
había dicho que si una persona homosexual "tiene buena voluntad y busca a
Dios", él no era "quién para juzgarla", volvió a destacar que sólo
había afirmado algo que ya está en el Catecismo.
"La religión tiene derecho de expresar sus propias
opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha
hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida
personal", sentenció.
Y fue más allá con una anécdota: "Una vez una persona,
para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo
entonces le respondí con otra pregunta: «Dime, Dios, cuando mira a una
persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la
condena?». Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos
en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las
personas, y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay
que acompañar con misericordia".
Tras afirmar que "el confesionario no es una sala de
tortura", Francisco manifestó su apertura no sólo a los divorciados que
se vuelven a casar, sino también a las mujeres que abortaron. "Estoy
pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el
fracaso de su matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de
aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco
hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le
encantaría retomar su vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?", se
preguntó el Papa.
"No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de
anticonceptivos. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido
reproches por ello", agregó, aludiendo a críticas recibidas siendo
arzobispo de Buenos Aires por no ser intransigente y rígido en
cuestiones de moral sexual.
"Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un
contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia, pero no
es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar", siguió.
El Papa también dijo que ve un mayor papel de la mujer
en la Iglesia, pero sugirió que no incluiría un cambio en la actual
prohibición al sacerdocio femenino.
"Hay que trabajar más hasta elaborar una teología
profunda de la mujer. Sólo tras haberlo hecho podremos reflexionar mejor
sobre su función dentro de la Iglesia. En los lugares donde se toman
las decisiones importantes es necesario el genio femenino", dijo
Francisco.
Seguramente consciente de que sus declaraciones
causarán gran revuelo en sectores conservadores y tradicionalistas de la
Iglesia, Francisco fue aún más allá al afirmar que "las enseñanzas de
la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes".
"Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir
de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas
insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo
necesario, que, por otra parte, es lo que más apasiona y atrae, es lo
que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús."
Equilibrio
Al reconocer que la Iglesia Católica en los últimos
años cayó en una grave crisis, con fieles que la abandonan por no
sentirse acompañados por los pastores, Francisco llamó a encontrar un
nuevo equilibrio porque, de otra manera, "el edificio moral de la
Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la
frescura y el perfume del Evangelio".
En conclusión: "La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante".
Si de ir a lo esencial y a lo sencillo se trata, en las
tres conversaciones que sostuvieron el Papa y Spadaro, con quien
dialogó en italiano en Santa Marta, la residencia vaticana donde
Francisco vive desde marzo pasado, el periodista se quedó impresionado
por la austeridad de la habitación y la calidez del trato.
"El ambiente es simple y austero. Sobre el escritorio,
el espacio de trabajo es pequeño. Me impresiona lo esencial de los
muebles y las demás cosas. Los libros son pocos, son pocos los papeles,
pocos los objetos", señaló en la introducción de la entrevista.
Spadaro también subrayó que Francisco le había
mencionado su gran renuencia a conceder entrevistas. "Me había confesado
que prefiere pensar las cosas más que improvisar respuestas sobre la
marcha en una entrevista. «No me reconocía a mí mismo cuando empecé a
responder a los periodistas que me lanzaban sus preguntas durante el
vuelo de vuelta de Río», me dijo el Papa."
Tomado de aquí.
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