domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Por qué no llegué a ser Kirchnerista? ¿Por qué soy Cristinista? ¿Por qué (aún) soy anti-imperialista, anti-capitalista y anti-autoritario?





Por Marcelo Fernandez
Intentaré lanzarme sobre las palabras. He decidido no andar buscando fuentes, ni rastreando libros, ni ninguna de esas muletas que -muchas veces- uno necesita para sentirse seguro. Sólo voy a hacer alusión a una carta para empezar a responder a la primera pregunta: ¿Por qué no llegué a ser kirchnerista?


Durante la época menemista, participamos en la toma de los colegios dependientes de la UNCuyo en contra de aquella Ley de Educación que implementó, al fin de cuentas, la EGB y el Polimodal (entre muchas otras cosas). Esto sucedió en Mendoza, 1997. Luego, marchamos en contra de un recorte en educación que quiso imponer, si mal no recuerdo, López Murphy. Fui uno de aquellos muchachos que supo militar en el trotskismo. Tuvimos las primeras experiencias de las marchas, la redacción de volantes y las madrugadonas para repartirlos en bancos y fábricas (a decir verdad, un banco y una fábrica). La cuestión fue que el 2003 nos encontró aún en el "que se vayan todos". No era tan terminante como en el 2001, pero sí manteníamos el mismo espíritu. Habían políticas que se modificaban pero desconfiábamos. "Oportunismo", "luchas interburguesas" y un largo etcétera eran nuestras excusas (o simplemente la mía). De alguna manera, y unos cuantos años después, la carta de Pablo Llonto "Perdón flaco" fue como una radiografía que me habían hecho sin autorización.

En algún momento comenzó mi travesía por organizaciones sociales, organizaciones de base. Cuando se armó la discusión por la 125, los ruidos eran cada vez más fuertes. Aunque en ese momento recuerdo haber escrito un texto situado en Mendoza y que reivindicaba una consigna del Frente Popular Darío Santillán sobre la "eliminación del IVA a los productos de la canasta básica" (cuestión que también tenía que ver con una modificación impositiva y por ello venía al caso), ya empezaba a mostrarse lo que Carta Abierta denominó un "clima destituyente". Debo decir también que el MST marchando junto a la Sociedad Rural fue una imagen bastante contundente, una suerte de "historia repetida".

El tema es que comenzaron a llover políticas estatales que priorizaban la Justicia Social por sobre cualquier otra cosa (¿qué es la izquierda sino priorizar la Justicia Social?). Así, el proceso de integración Latinoamericana, la estatización de Aerolíneas Argentinas, la recuperación de los Fondos de los Jubilados, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de matrimonio igualitario, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el "Fútbol para todos", la nacionalización de YPF, la Ley de identidad de género y un abultado etcétera me convirtieron en Cristinista. Seguro estoy olvidando unas cuentas medidas y también es posible que haya mezclado políticas de Néstor Kirchner con las de Cristina Fernández de Kirchner. Me permito este descuido.

La reivindicación de la política fue sin dudas una de las prácticas más subversivas del movimiento. A partir de ahí se han disparado discusiones impensables hace 10 años atrás. Todo ello ha funcionado como un catalizador social y un incentivo al mismo tiempo.  

¿Por qué (aún) soy anti-imperialista, anti-capitalista y anti-autoritario?

Entiendo que el proceso que vivimos en la Argentina y en buena parte de Latinoamérica es por demás interesante, una integración que tiene presente buena parte del ideario de nuestros Libertadores. Tanto UNASUR como la CELAC y el nuevo impulso que se le ha dado al MERCOSUR a partir de la incorporación de Venezuela son un claro reflejo de este acercamiento regional. Sin embargo, este mismo proceso nos ha mostrado cómo fue destituido Manuel Zelaya en Honduras, la instalación de nuevas bases militares norteamericanas en Colombia, la desestabilización del gobierno de Rafael Correa en Ecuador, el constante asedio al gobierno de Evo Morales en Bolivia y el reciente "golpe parlamentario" que sufrió Lugo en Paraguay. El bloqueo a la isla de Cuba continúa en pie. También conocemos el accionar de Norteamérica, con el premio nobel de la paz Barack Obama a la cabeza, en guerras como las de Irak y Afganistán. Su intervención en Libia y en Medio Oriente. Por todo esto y por la constante presión económica que los países centrales ejercen sobre los periférico es que soy anti-imperialista. 

Quienes estamos a favor de la vida (y es necesario remarcar esto ya que el sistema capitalista está haciendo denodados esfuerzos por dejarnos no solo sin vida humana, sino sin planeta) no podemos sino estar en contra de las prácticas que realiza el Imperialismo y en contra de lo que hace el capitalismo en su afán por mantener su tasa de ganancia. Hemos podido observar cómo luego de la crisis de 2008 el capitalismo decidió insuflar millones y millones de dólares al sistema financiero para salvar a los bancos, dejando sin casas y sin trabajo a gran cantidad de hombre y mujeres. Aunque Cristina Fernández de Kirchner definió a esto como "anarco-capitalismo financiero" -de manera frontal, valiente, ante empresarios en una reunión del G-20-, creemos que se quedó corta. ¿Por qué? Porque las crisis del capitalismo no son "errores", sino que son parte constitutiva de su lógica de funcionamiento. A partir de esta crisis pudimos escuchar a algunos corredores de bolsas que, sincerándose, plantearon lo excelente de esta situación ya que se abrían posibilidades para ganar mucho dinero. Hemos visto, aunque sea una parte, de lo que significa la especulación financiera y las "burbujas" inmobiliarias. De eso el sistema se alimenta: las democracias liberales se endeudan, priorizan esas deudas con los Bancos y luego ¡zas! el consabido recorte en salud, educación, despidos, baja de salarios, etc. En este punto es donde no podemos mirar para otro lado: el Imperialismo y el modelo de relación-producción capitalista cada vez dan menos soluciones a los conflictos sociales. Al contrario, es este sistema el que los genera cíclicamente.

Pude ver parte de la marcha-concentración del 13 de septiembre pasado. Hay una gran cantidad de análisis que vale la pena pispear: desde la cuestión de la "escucha" planteada por Eduardo Mocca, la mirada de los encuestadores y consultores políticos rastreada por Raúl Kollman, el relato sobre "La yegua" (evidente paralelismo con el insulto menos ofensivo que propinaron los caceroleros del 13) de José Pablo Feinmann hasta la postura de Beatriz Sarlo (que contiene, sorpresivamente, una cierta crítica a la "anti-política"). El asunto es que el odio irrefrenable que espetó la marcha de caceroleros me hicieron pensar: ¿qué haría en un gobierno una expresión política que contenga a este grupo?, ¿por qué el ministro de educación porteño Esteban Bullrich habló de "eliminar la Asignación por Hijo"? Para no estirar el texto innecesariamente: me considero anti-autoritario (o anti-fascista) porque estoy diametralmente en contra de quienes desoyen la voluntad popular expresada en las urnas y se levantan al grito de: "queremos comprar dólares" o "quiero ir todos los años a Punta del Este". Y es necesario estar en contra porque la opción que parece perfilarse como oposición más seria al Kirchnerismo es el PRO. Y el PRO aunque no represente TODAS las consignas que en la marcha se corearon, sí representa a muchas. Y muchas de ellas son esencialmente autoritarias, antipopulares y dignas de una democracia-liberal de mercado. Soy de los que piensa que el gobierno nacional debe mejorar la forma de comunicar y explicar algunas de sus medidas (cambio de monedas y regulación de la AFIP), pero entiendo claramente que el sector más duro de esta "política-cacerolera" no debería ser una opción viable para nuestro país.

Luego de esta catarsis política, me despido planteando 4 cosas: 1) Es necesario revisar la legislación sobre minería heredada del '90 y la forma en que trabaja la megaminería a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas. 2) Hay que conocer con precisión cuáles son los efectos que tiene sobre la tierra el cultivo extendido de la soja y los agroquímicos asociados a ella. 3) Entiendo que es un momento óptimo para que salga la Ley sobre el voto optativo a partir de los 16 años. 4) Como plantea Carta Abierta, es necesario realizar una Asamblea Constituyente que modifique la Constitución y así plasmar en un nuevo articulado las políticas estatales que ha parido este cambio de época (así como lo hizo Venezuela, Ecuador y Bolivia).

        

     


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