miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tierra de Zonda

Hace unos días que no escribo, o eso me parece. En realidad, escribí hace dos días atrás… o tal vez ayer. Lo cierto es que esta inquietud me ha distraído. Sí, también el viento zonda… un viento caliente.


Pensaba que tal vez podía dedicarme a escribir sobre soles. Pero no recuerdo el segundo sol que me trajo hasta aquí ni al primero inmencionable. Podría hacer un esfuerzo, o sólo volar, llegar a ese segundo sol y arrancarle una justificación. Que me explique por qué a mí, entre tantos hijos de luna, por qué a mí. Y él tal vez diría el bendito ¿y por qué no?, a lo que uno se queda pasmado… porque, algunas veces, uno piensa que ni uno es lo que es. Digamos, uno piensa que es más (más alto) o menos (más bajo) del justo medio de lo que es. Entonces, cuando uno se piensa cosas que no es, resulta incomprensible todo lo que pasa.


Y allí me había alojado, en plena añoranza de lo que era y no era. Tan cansado me había tenido el día. Tan furibundo el viento. Mis ojos, mi garganta, mi espalda, nada estaba en su lugar. ¿Cómo se escribe con tanta molestia? ¿Cómo se hace la paz con la revolución en la boca, día y noche? Pensaba aquello que era impensable sólo para ser sancionado, sólo para ser distinto, sólo para ser diferente, sólo para buscar la particularidad… bueno, sólo para ser querido. En el fondo, sólo escribía como para no morir de aburrimiento… ¿qué mas hay para hacer? Si alguien me muestra un camino sano, por allá iré. Por el momento, sólo cemento y tierra me rodea… tierra de zonda.

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