Abrase visto,
un zumbido que no,
un murmullo que sí,
una visión de enmienda.
El veleidor,
que se había ganado la furia,
y se estaba,
y aburría,
y volvía en sí.
Cuando todo fue orgullo,
y la brújula menor era de cuarta,
y el cemento se volvía gris,
y todo canto se soldaba al alma.
Tan verde su destino,
tan pobre su maldad,
tan no sé qué te pasa,
ni horas te apuran,
ni siquiera se arma,
y todo lo olvido era cierto.
Pero el hombrito era amigo,
la salud se había derretido,
la cara se volvía frente,
toda tu alma se enhebró en su ambiente.
Nada se estiraba en su silencio,
sombra coyuntural de algarabía,
pájaro hablador de tu sangría
como perro.
Valía la pena esperar.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias cumpa! Seguimos en el intento.
ResponderEliminarUn abrazo. ¿y tu blog?