Sobre tu cabeza
ha nacido un sol.
Sobre tu retazo
un siempre naciente.
Amor de cajón
tus besos urgentes.
Lo siempre es tu casa
y espacios prudentes.
Al canto: canción;
al beso: tu vientre.
En tu clavelina de verde poniente,
todos los australes son Sur y su gente.
Nada de que el mar besa traicionero.
Siempre en tu lugar de viejo velero.
Te amo desde acá, salto de mi agujero.
Miro y si mirarte fuera un pecado,
condenado estoy al infierno alado,
de tus rebeldías, todas inconclusas,
se figuran formas de bellas difusas.
Nada ha atravesado la docta armonía,
tus seguridades y tus lejanías,
te envuelven en llamas de tu sacristía.
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