Solemne
como la canción de patrias,
esa que se canta aquí y en la China de Mao,
esa que se canta con platillos.
Sobria
como la escultura de un prócer,
uno que fue de matando en matando,
uno que casi no fue,
uno volátil.
Selvática
como los montones de verdes inciertos,
como ese húmedo lamentos,
como las parcelas de los nadies,
como el yuyo-hoy, la cura.
Silicíaca
que se expresa en modos opresores,
que quiere ir al fondo del cadalso,
que aunque viento siempre andando,
guardará el descanso para el día de los cantos.
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