martes, 3 de enero de 2023

Ojos-camino


 

Sus ojos-camino llevaban a múltiples lugares y tiempos. Era todo un desafío mirarlos. Él mismo había decidido usar lentes oscuros para evitar conflictos. Sin embargo, un buen día se sacó los lentes para frotar sus ojos. Un transeúnte sin nombre lo miró y entonces fue transportado hacia otra dimensión.

¿Dónde habrá ido a parar este muchacho? – se preguntó mientras miraba al cielo y secaba sus manos húmedas de transpiración. Tengo que ir a buscarlo inmediatamente- se dijo.

Y así fue que a la noche tuvo que hacer algo que nunca había intentado: debía mirarse a los ojos frente a un espejo. El reto era grande. Y lo era porque esos ojos-camino podían trasladar a seres humanos y no-humanos a cualquier lugar sin que existiera un patrón o una regla. O sea, era una acción aleatoria y antojadiza. Entonces, ¿cómo podría transportarse en la dirección exacta en donde estaba perdido aquel pobre transeúnte? ¿Qué acción podría guiarlo en la dirección correcta?

Esa noche se vistió con sus mejores prendas, acaso para tomar confianza. Enfrentó al espejo con sus ojos cerrados en un primer momento. E intuyó, en el silencio, el alma de quien había viajado a través suyo. Luego abrió los ojos y una gran variedad de luces ocuparon el lugar. Se trasladó como un rayo a una ciudad en donde vio claramente a quien se había perdido. Juntos y frente a un espejo ambos pudieron regresar guiándose por la esencia del destino deseado.

Ya de vuelta aquel transeúnte le agradeció con sus ojos vidriosos. Se fue caminando lentamente mientras pensaba: “ojalá lo vuelva a ver”.

 

 

1 comentario:

  1. Felicitaciones Marcelo por tu cuento.Atrapante de principio a final. También hay filosófico en su contenido y poético. No dejes de escribir.

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