Compartimos aquí una entrevista al filósofo italiano Giorgio Agamben. Habría sido interesante que se hubiera explayado más sobre la relación de los europeos con el pasado. A decir verdad, no queda claro por qué la relación de un europeo con el pasado sería diferente a la que tiene un americano o un asiático. Los ejemplos que luego utiliza a propósito de esta cuestión tampoco nos dicen mucho más. A excepción de este punto y la cuestión de "la política" que, nos parece, está completamente cargada de las crisis que se está viviendo en Europa, creemos que hay muchos elementos importantes para repensar nuestra situación actual.
Más abajo seleccionamos las frases que nos resultan más interesantes y luego va la entrevista completa que bolsiqueamos de Rebelion.org:
"Creo que es muy evidente para todos que la llamada “crisis” viene
durando decenios y no es otra cosa que la normalidad con que funciona el
capitalismo de nuestro tiempo. Un funcionamiento que no tiene nada de
racional."
"Para comprender lo que está sucediendo, hay que interpretar al pié de la
letra la idea de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es
ciertamente una religión, es la más feroz, implacable e irracional
religión que haya existido jamás porque no conoce ni tregua ni
redención." (...) "“salvar al Euro a cualquier precio” Ya “salvar” es un concepto religioso
pero ¿qué significa “a cualquier precio”? ¿Aún al costo de sacrificar
vidas humanas? Solo en una perspectiva religiosa (o mejor dicho
seudoreligiosa) se pueden hacer afirmaciones tan paletamente absurdas e
inhumanas."
"Por eso destruyendo el paisaje italiano con el hormigón de las
autopistas y la alta velocidad, los especuladores no se privan de ganar
pero destruyen nuestra propia identidad. La misma expresión “bienes
culturales” es engañosa, porque sugiere que se trata de unos bienes
entre otros, que pueden ser aprovechados económicamente y hasta
vendidos, como si se pudiera liquidar y poner en venta la propia
identidad."
"El nuevo orden del poder mundial se basa en un modelo de gobernabilidad
que se define democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este
término significaba en Atenas. Que este modelo sea, desde el punto de
vista del poder, más económico y funcional lo prueba el que haya sido
adoptado hasta por los regímenes que hasta no hace muchos años eran
dictaduras. Es mucho más fácil manipular la opinión de la gente a través
de los medios y la televisión que tener que imponer permanentemente
cada decisión por medio de la violencia."
"Se diría que hoy el Estado considera que cada ciudadano es un terrorista
virtual. Esto no hace otra cosa que deteriorar y volver imposible la
participación en la política que debe definir a la democracia, Una
ciudad cuyas plazas y cuyas calles están controladas mediante
telecámaras no puede ser un lugar público: es una cárcel."
"... el llamado arte contemporáneo no hace sino repetir el gesto de Duchamp
llenando de no-obras y de performances a los museos que no son otra cosa
que órganos del mercado destinados a acelerar la circulación de
mercaderías que como el dinero, han llegado a un estado de liquidez y
quieren seguir valiendo como obras. Esta es la contradicción del arte
contemporáneo: abolir la obra y además pretender un precio."
Giorgio Agamben es uno de los más grandes filósofos vivos. Amigo de Pasolini y de Heidegger, es según el Times y Le Monde
uno de los diez cerebros más importantes del mundo. Por segundo año
consecutivo ha permanecido en Sicilia durante un largo período de
vacaciones.
El gobierno de Monti invoca la crisis y el
estado de necesidad y parece ser el único camino de salida tanto de la
catástrofe financiera como de las indecentes formas que ha tomado el
poder en Italia, ¿el enfoque de Monti sería la única salida o podría
convertirse contrariamente en un pretexto para imponer serias
limitaciones a las libertades democráticas?
“Crisis” y
“economía” no se usan hoy en día como conceptos sino como palabras de
orden que sirven para imponer y obligar a aceptar medidas y
restricciones que la gente no tendría porqué aceptar. “Crisis” significa
hoy ¡debes obedecer!” Creo que es muy evidente para todos que la
llamada “crisis” viene durando decenios y no es otra cosa que la
normalidad con que funciona el capitalismo de nuestro tiempo. Un
funcionamiento que no tiene nada de racional.
Para
comprender lo que está sucediendo, hay que interpretar al pié de la
letra la idea de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es
ciertamente una religión, es la más feroz, implacable e irracional
religión que haya existido jamás porque no conoce ni tregua ni
redención. En su nombre se celebra un culto permanente cuya liturgia es
el trabajo y su objeto el dinero. Dios no ha muerto, se ha convertido en
dinero. La Banca con sus grises funcionarios y sus expertos – ha
ocupado el lugar de la iglesia y de sus curas y gobernando el crédito
(incluso los créditos estatales, que han abdicado fácilmente su
soberanía) manipula y administra la fe – la escasa e incierta fe – que
aún le queda a nuestro tiempo. Por otra parte que el capitalismo sea hoy
en día una religión, nada lo muestra mejor que el título aparecido en
un gran diario nacional hace pocos días: “salvar al Euro a cualquier
precio” Ya “salvar” es un concepto religioso pero ¿qué significa “a
cualquier precio”? ¿Aún al costo de sacrificar vidas humanas? Solo en
una perspectiva religiosa (o mejor dicho seudoreligiosa) se pueden hacer
afirmaciones tan paletamente absurdas e inhumanas.
La
crisis económica que amenaza con convulsionar a buena parte de los
estados europeos ¿se puede generalizar como una crisis de toda la
modernidad?
La crisis que está atravesando Europa no
tiene que ver tanto con un problema económico como se quiere hacer creer
sino ante todo una crisis de la relación con el pasado. El conocimiento
del pasado es el único camino de acceso al presente. Es buscando
entender el presente que los hombres – por lo menos los europeos – se
sienten obligados a interrogar al pasado. He precisado “nosotros los
europeos” porque me parece, admitiendo que la palabra Europa tenga
sentido, como parece hoy en día evidente, ese sentido no puede ser ni
político, ni religioso y tanto menos económico pero consiste en que el
hombre europeo – a diferencia por ejemplo de los asiáticos y de los
americanos, para quienes la historia y el pasado tienen un significado
totalmente diferente – puede acceder a su verdad solamente a través de
una confrontación con el pasado, solo haciendo cuentas con su historia.
El pasado no es tan solo un patrimonio de bienes y de tradiciones, de
recuerdos y saberes sino sobre todo un componente antropológico esencial
del hombre europeo, que puede acceder al presente solo mirando lo que
le ha ido sucediendo. De la especial relación que tienen los países
europeos (Italia y desde luego Sicilia son desde este punto de vista
ejemplares) con sus ciudades, con sus obras de arte, con su paisaje: no
se trata de conservar bienes más o menos valiosos, pero exteriores y
accesibles: esta es en cuestión la verdadera realidad europea, su
indiscutible supervivencia. Por eso destruyendo el paisaje italiano con
el hormigón de las autopistas y la alta velocidad, los especuladores no
se privan de ganar pero destruyen nuestra propia identidad. La misma
expresión “bienes culturales” es engañosa, porque sugiere que se trata
de unos bienes entre otros, que pueden ser aprovechados económicamente y
hasta vendidos, como si se pudiera liquidar y poner en venta la propia
identidad.
Hace muchos años un filósofo que era además un
alto funcionario de la naciente Europa, Alexandre Kojève sostenía que el
homo sapiens había llegado al final de su historia y que no tenía ante
sí más que dos posibilidades: el acceso a una animalidad posthistórica
(encarnado en la american way of life) o el esnobismo (encarnado de los
japoneses) que continuan celebrando su ceremonia del té, vacías pero con
un significado histórico. Entre unos EEUU integralmente reanimalizados y
un Japón que se mantiene humano solo a través de renunciar a todo
contenido histórico, Europa podría ofrecer la alternativa de una cultura
que se mantiene humana y vital aún después del fin de la historia,
porque es capaz de enfrentarse a su propia historia en su totalidad para
desde allí alcanzar una nueva vida.
Su obra más destacada
Homo Sacer investiga sobre la relación del poder político y la nuda
vida y pone en evidencia las dificultades presentes en ambos términos,
¿Cuál es el punto de posible intermediación entre ambos polos?
Lo
que me han demostrado mis investigaciones es que el poder soberano se
fundamenta desde sus comienzos en la separación entre nuda vida (la vida
biológica que en Grecia tenía lugar en la casa) y la vida políticamente
calificada (que se desarrollaba en la ciudad). La nuda vida se halla
excluida de la política y al mismo tiempo incluida y capturada por la
propia exclusión: en este sentido la nuda vida es el fundamento negativo
del poder. Esta separación alcanza su forma extrema en la biopolítica
moderna. Lo que sucedió en los estados totalitarios del novecientos y
que es el poder (ya sea a través de la ciencia) que decide en última
instancia qué es una vida humana y qué no lo es. Por el contrario sucede
que se piensa en una política de las formas vitales, es decir en una
vida que no pueda separarse de su forma, es decir que nunca más sea nuda
vida.
El fastidio, por usar un eufemismo, con que el
hombre común enfrenta a la política ¿está vinculado a las específicas
condiciones italianas o es de algún modo inevitable?
Creo
que hoy estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del
desencanto y de la recíproca desconfianza entre los ciudadanos y el
poder y que abarca todo el planeta. Lo que se está produciendo es una
transformación radical de las categorías con las que estábamos
acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se
basa en un modelo de gobernabilidad que se define democrático, pero que
nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Que
este modelo sea, desde el punto de vista del poder, más económico y
funcional lo prueba el que haya sido adoptado hasta por los regímenes
que hasta no hace muchos años eran dictaduras. Es mucho más fácil
manipular la opinión de la gente a través de los medios y la televisión
que tener que imponer permanentemente cada decisión por medio de la
violencia. Las formas políticas que conocíamos – el estado nacional, la
soberanía, la participación democrática, los partidos políticos, el
derecho internacional – han llegado al final de su historia. Permanecen
en la vida como formas vacuas, pero la política actual tiene la forma de
una “economía” es decir un gobierno de las cosas y de los hombres. Lo
que nos resta es pensar integramente, desde el principio lo que hasta
ahora hemos definido con la expresión, por otra parte poco clara, de
“vida política”
El estado de excepción que usted ha
vinculado al concepto de soberanía parece asumir hoy en día el carácter
de normalidad, pero los ciudadanos permanecen perdidos ante la
incertidumbre en la que viven cotidianamente ¿es posible atenuar esta
sensación?
Vivimos desde hace décadas en un estado de
excepción, que se ha convertido en regla, como sucede en la economía, la
crisis es la condición normal. El estado de excepción que debería
hallarse limitado en el tiempo – es en cambio hoy el modelo normal de
gobierno y esto en los mismos estados que se llaman democráticos. Pocos
saben que las normas de seguridad introducidas luego del 11 de setiembre
(en Italia ya habían sido establecidas durante los años de plomo) son
peores que las vigentes durante el fascismo. Y los crímenes contra la
humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles debido al hecho
de que Hitler había asumido el poder y proclamado un estado de excepción
que nunca fue revocado. Y él sin embargo no tenía las mismas
posibilidades de control (datos biométricos, telecámaras, celulares,
tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se diría que
hoy el Estado considera que cada ciudadano es un terrorista virtual.
Esto no hace otra cosa que deteriorar y volver imposible la
participación en la política que debe definir a la democracia, Una
ciudad cuyas plazas y cuyas calles están controladas mediante
telecámaras no puede ser un lugar público: es una cárcel.
La
gran autoridad que tantos reconocen a los estudiosos que como usted
investigan acerca de la naturaleza del poder político ¿podrían
alentarnos la esperanza de que, para decirlo banalmente, el futuro sea
mejor que el presente?
Optimismo y pesimismo no son
categorías útiles para pensar. Como le escribía Marx en una carta a
Ruge: “la desesperada situación de la época en que vivo me llena de
esperanzas”
¿Podemos plantearle una pregunta sobre la
conferencia que pronunció en Sicilia? Algunos han llegado a la
conclusión de que ha sido un homenaje a Piero Guccioni, a una amistad de
tanto tiempo, otros han visto una orientación de cómo huir del jaque
mate al que se halla encadenado el arte contemporáneo
Es
verdad se trataba de un homenaje a Piero Guccioni y a Scicli, una
pequeña ciudad en la que residen algunos de los más importantes pintores
vivos. La situación del arte es actual y posiblemente el mejor lugar
para comprender la crisis de la relación con el pasado del que hemos
hablado. El único lugar en donde puede vivir el pasado es el presente y
si el presente deja de sentir vivo al propio pasado, el museo y el arte,
que son las figuras eminentes de aquel pasado se convierten en lugares
problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer con su pasado,
el arte se encuentra atrapado entre el Escila del museo y el Caribdis de
la mercantilización (1) Y a menudo como en los templos del absurdo como
lo son los museos de arte contemporáneo, ambas cosas coinciden. Duchamp
ha sido probablemente el primero en darse cuenta del callejón sin
salida en que se había encerrado el arte. ¿Qué es lo que inventa Duchamp
con el ready-made? Toma cualquier objeto usual por ejemplo un urinario e
introduciéndolo en un museo lo obliga a presentarse como una obra de
arte. Naturalmente – luego del breve instante en que dura el efecto de
la extrañeza y de la sorpresa – en realidad nada agrega a su presencia:
no la obra porque se trata de un objeto usual, cualquier objeto
producido industrialmente, ni la obra artística por no existe en modo
alguno “poiesis”, producción – y menos aún artista, sino que como
filósofo o crítico o como amaba decir Duchamp, “uno que respira” un
simple ser vivo. En todo caso es cierto que él no pretendía producir una
obra de arte sino desbloquear el camino del arte, encerrado entre el
museo y la mercantilización. Como sabéis lo que sucedió en cambio es que
una clase, aún activa, de hábiles especuladores transformó el
ready-made en obra de arte. Y el llamado arte contemporáneo no hace sino
repetir el gesto de Duchamp llenando de no-obras y de performances a
los museos que no son otra cosa que órganos del mercado destinados a
acelerar la circulación de mercaderías que como el dinero, han llegado a
un estado de liquidez y quieren seguir valiendo como obras. Esta es la
contradicción del arte contemporáneo: abolir la obra y además pretender
un precio.
1) N.de T. Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados
en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los
marineros intentando evitar a Caribdis pasarían muy cerca de Escila y
viceversa.
Fuente: http://tinyurl.com/mvdztv4
Tomado de aquí
La sabiduría se adquiere estudiando en todo, por todo y con todo.
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